El martes 26 de junio había significado un día de total alegría para nuestros amigos, Diego, los tiquis y los machos. ¡Argentina le había ganado a Digeria y clasificarían a octavos! Qué gol que dio Messi, ¡qué manera de gritar nuestros amigos y festejar también el tiro libre de la pulga!
Diego y sus amigos, como es natural en los argentinos, juraban con una sonrisa maliciosa en la cara, que el sábado siguiente, que ARgentina jugaría contra Francia, Argentina le ganaba, «por goleadas», típico de argentino que quiere ganar, a Francia dejándole afuera y clasificando a cuartos. Sin embargo, las cosas se iban a torcer, tenían que torcerse, estaban destinadas a no acabar bien. Diego, los machos y los tiquis se habían vuelto a juntar a mirar el partido. Los primeros 2 goles que metió Argentina los festejaron a potentes alaridos. ¡Qué grande Dimaría, qué golazo les regaló! Nuestros amigos estaban con los corazones fuera de sus pechos, con los nervios a flor de piel. Francia tenía que perder, era fijo, firme, era un hecho. Argentina, una vez más tenía que demostrar al mundo de qué estaba hecha su selección. Pero, vaya sorpresa, como siempre pasa, algo tiene que torcer el rumbo de las cosas. Francia había metido otro gol, luego otro gol, luego otro gol más. El partido estaba resultando Francia (4) vs Argentina (2) y la desesperación de nuestros amigos se palpaba en el ambiente. ¡Argentina tenía que ganar! ¡Francia no, no podía! Los mensajes de las diferentes redes sociales se sucedían, entre puteadas, aliento a argentina, más puteadas y callados gritos que no podían expresar por escrito lo que frente a la tele. Argentina estaba perdiendo, con altas probabilidades de quedar fuera, de que Francia quedara en cuartos y que Diego regresara al país y por tanto la ciudad que lo retiene sin saber por qué, con la cola entre las piernas, con la cabeza tal vez baja y con la poca dignidad que le quedaba. No, poca dignidad no le podía quedar. Tenía que volver a Madrid, saborear la derrota de su país, con la frente en alto, recobrar esperanzas para el mundial siguiente, si es que argentina finalmente quedaba fuera.
Argentina, por fin, metió un tercer gol. La gente lo gritó, lo festejó pero era consciente de que Francia ya iba 4 goles. La desesperanza, la certeza de que argentina quedara fuera era lo que rodeaba a todo el país, y por supuesto a nuestros amigos, que fumaban y bebían como si en ello les fuera la vida. El partido terminó 4 a 3, Francia ganó y clasificó a cuartos, argentina debió regresar a su casa con la cabeza alta y los brazos también. Los machos gritaron, Gago se rió con la superioridad moral de un buen brasileño. Ellos que se reían de los brazucas, de los chilenos que no quedaron, de los alemanes que quedaron fuera. Ellos que se querían llevar a tod oel mumundo por delante, que creían que ahora que alemania no estaba, argentina se encontraba fuera de peligro. Diego, que quería ardientemente ver perder al país en el que recide, España.
Y entonces pasó lo que tenía que pasar. Los franceses les dieron una hermosa patada en el culito a nuestros argentinos. Les dijeron alto y claro que el que Alemania quedara fuera no significaba nada, no significaba su seguridad ni mucho menos certeza de que iban a salir campeones ni llegar a la final, que podían quedarse fuera en octavos y el fruto de jugar mal los dos primeros partidos lo demostraba, así de ojete hayan logrado llegar hasta aquí. Ahora los franceses festejaban entonces su victoria. Los argentinos, no quedó otra, deberían saborear su derrota, como la tuvieron que saborear los alemanes, los digerianos, los peruanos a pesar de haber metido 2 goles en aquel último partido. Los chilenos, que no entraron. Los chilenos, que correctamente ahora se están desayunando y desternillando de la risa con la derrota de aquella selección limítrofe que se les reía en la cara, que festejaba que no hayan quedado. Los brazucas, como lo ha demostrado Gago, que les dieron una lección.
Diego entonces intenta calmarse. Ahora mismo se encuentra con sus amigos. Algunos tienen un dolor de estómago producto de los nervios. La mayoría fuma descontroladamente, se cagan en todo lo que pueden, no saben perder con dignidad. Diego, en cambio, está tranquilo, sintiendo la derrota de su país sí, pero aún con la esperanza de que el mundial siguiente será mejor. Le sirvió esto, además, para no reírse de sus demás rivales, para no confiarse, para ver que si bien Argentina será una potencia futbolera, no tiene por qué ser la mejor selección del mundo. Diego lo sabe muy bien, por eso ahora sonríe y su rostro refleja serenidad. Está preparado para escuchar a sus amigos de otros países reírsele de la derrota, y sabe que encajará dignamente el golpe y sonreirá con calma. Sabe, también, que esta próxima semana sacará vuelo de regreso a Madrid, que su estancia en Argentina se ha terminado. Los machos han dicho que van con él, que tiene que presentarles a Jazmín, detalle hasta el momento muy discutido.