Mi viejo muchísimas veces me decía que soy un desecho, un accidente, un error de la naturaleza, que “me cago en la puta, hijo, te deberíamos haber abortado, carajo”.
Y no me lo decía por estar enojado conmigo ni mucho menos. Me lo decía con un desprecio antiguo, ya preparado. A veces, ya pasado de tragos, dentro o fuera de la casa me contaba una cruel verdad que yo, por supuesto, no entendía.
-Tu madre no te abortó porque ella no quiso, carajo. No te abortó porque dice que es pecado mortal, me cago en su padrecito y sus guías espirituales de los cojones, hijo. Por eso no nos separamos, porque ella cree que puede salvar este puto matrimonio, hijo, dice que es pecado romper un matrimonio. Los curas la tienen re mal de la cabeza, Dieguito.
Con sus wiskachos encima sentenciaba:
-Si yo fuera mujer y me quedara embarazada de vos te abortaba apenas supiera, la puta que te parió. Me saliste una mierda, un desecho. Sos solo una muñequita de porcelana que no sirve para nada, hijo.
Y no era joda, no bromeaba de ninguna manera. Me lo decía con la mirada sombría, severa, traspasada por el alcohol.
Mi vieja quería que yo fuera muy religioso, “mi Dieguín, quiero que cuando seas grande lleves la palabra del señor por el mundo”, y mi viejo en cambio quería que sea un hombre. Pero un hombre de verdad, un hombre con un par de cojones y los pantalones bien puestos dispuesto a sacarles la mierda a los putos. Por eso quiso mandarme a una escuela militar y a la guerra, “así te hacés un hombre de una puta vez por todas, querido”.
Mi vieja, según mi papá, me hacía una muñequita de porcelana. Mi viejo, en cambio, según mi mami, prefería que fuese como él. Un animal, un desvergonzado, uun pecador.
Yo no sé a quien le hice caso. Me vi en medio de dos bandos. No podía prenderme a ninguno. Ambos me golpeaban de una u otra forma, una y otra vez.
Mi viejo muchas veces, siempre tomando su wiskacho y fumando su puchín me decía:
-Puta madre, macho, sos un bueno para nada. Sos inservible. Tenés que ir a la guerra como hombre. Vamos, tenés que recoger la mierda de perro como hombre, sin esa cara de asco que ponés. Cuando termines la escuela más te vale que te dediques a ser militar o a algo decente, la puta madre, porque así como venís vas a ser un peluquero. Dale, Diego, no sos una mariposa. Corré como hombre, vamos, rápido, que para algo tenés cojones. Parecce que la voz te saliera del ojete, a los hombres nos sale la voz de las pelotas, hijo.
Desde luego, lo que mi viejo decía era ley y yo no tenía manera de defenderme. Ovendiente acataba las órdenes nomás.
Si íbamos a practicar tiro (él se empeñaba en que yo aprenda a disparar) se reía cruel y me decía «huy, a ver, taponcitos acá para la señorita, que le tiene miedo a la pistolita», y si venían amigos suyos a la casa me humillaba delante de ellos, mandaba mi virilidad a la mierda.
Si me llevaba a garchar con una mujer, yo lo hacía aunque no quisiera, para no decepcionarle. Le pedía discreción a la pobre mujer y hasta la sobornaba si era necesario, «si mi viejo te llgea a preguntar inventale que te metí 2 polvos o algo así, si no me va a cagar a trompadas» le pedía con la voz de señorita asustada que mi viejo me decía que tenía.
Una vez a mis 15 años dejó embarazada a mi vieja. Lo escuché todo. Y en medio de una discusión nada discreta que tuvieron él le decía:
-Bueno, si es varón que sea varón de verdad, carajo, no como el forro de su hermano. Y si es mujer, que lo haga hombre a este invécil, la puta madre.
Es que mi viejo era así en la casa, en presencia de la estúpida de mi madre que yo sé bien que nunca me quiso. Estando él y yo solos era otra cosa. Me sacaba a comer, a jugar fútbol, a mirar el partido, no me trataba con ese desprecio, me hablaba re bonito. Mi mamá nunca me mimó, nunca me compró cositas, yo iba al colegio y veía a todos los pendejitos con sus madres re cariñosas, algo que desde luego nunca me tocó. por supuesto, al colegio me llevaba mi papá, siempre de mal humor, con una resaca notable, repitiendo un par de carajos más, adelantando a los coches que se nos interponían.
-Hijo, y si un pendejito se mete con vos más te vale que le saques la entreputa, eso te va a ayudar a ser más hombre.
Desde luego, si bien en la realidad me cagaba todo y me dejaba pegar, salvo en el fútbol donde yo sí tenía unos patadones y escupitajos descomunales para dar a diestro y siniestro, es decir que en todo caso para jugar al fútbol algo hombre sí era, al regresar le inventaba historias truculentas a mi viejo, en las que yo siempre me cagaba a trompadas con algún pendejito y yo era el ganador. Mi viejo no sé si no me creía o se hacía el boludo, pero sé que ahí me miraba con orguyo, yo diría que hasta con amor. Ahí sí era su hijo, me alzaba, me abrazaba, me tiraba para abajo y a la vez no me dejaba caer. Mi vieja nunca me hizo mimos, siempre simuló un amor de madre que supuestamente sentía, interrumpido, claro, por las constantes cagadas a pedos y a palos de mi viejo. Ella no me pegaba, no me mariconeaba. Se ponía a llorar, me abrazaba llorando, avergonzadísima de mí, «hay, hijo, ¿qué hice yo para merecer un hijo así?» Y mi viejo «no le hagas caso, es una cucufata de los cojones. Vos seguí haciéndote hombre». Y mi vieja no tenía defensas. Solo se dejaba maltratar por mi viejo bien dócil, se encerraba a su cuarto a llorar y rezar, y desde luego yo me cagué en Dios y toda la concha de la lora porque yo sabía y no me equivocaba, que Dios nunca me escuchaba, que rezaba al divino botón, que mi destino ya estaba escrito, que no sirvo ni para hombre ni para religioso, ni para nada. Solo para jugar al fútbol,mirar partidos de fútbol, hojear revistas de fútbol y por supuesto, porno, tocar la guitarra y poco más. Era consciente de que bien me podrían haber abortado, que nací en la familia equivocada.
Mi vieja, ya más grande yo, envuelto en las drogas, me presentó a una mujer fea, sucia, cochina, horrorosa e incuestionablemente fea, es decir, un verdadero desecho, no como yo, para que me casara con ella. Me sentí humilladísimo. ¿Qué haría yo casándone con este pedazo de mierda a quien ni siquiera conocía? Eso confirmaba mis sospechas de que mi mamá no me quería, soy tan mierda que me quiere casar con una mierda. Era una vieja llamada Rita. Tenía problemas de habla y le faltaban dientes. Tenía olor a sorete. Era un asco. Pero ella sí, estaba enamorada o en todo caso obsesionada conmigo. Venía a un departamentito donde yo vivía y si era necesario, mi vieja le pagaba para que ella hiciera de las suyas. Mi vieja se vendía a esa rata, que sus besos tenían sabor a muerto. Nunca la quise, la quise desaparecer, solo tenerla a unos metros me provocaba náuseas, «qué tal estómago tiene mi hijito, ¿eh?» decía mi viejo y con razón, pues para él también Rita era una vieja de cuidado. «Más linda era la Analía, esa pendejita que te gustaba a vos, menos mal que no la basureaste»me decía de forma cómplice.
A los machos del barrio los conocí desde muy pendejo, eran amigos de mi papá. De hecho,él era el jefe. Había varios pibes: Maxi, el Leto, el gago, el Juan (no el gordo Juan mi primo) el Mister Tití, también llamado Jorge como mi otro amigo del colegio, Marcelo el barba, Marcelo el cabezón (aunque éste era un maricón reprimido) y la única mujer. La maruja, que de hecho fue quien me dio mi primer beso,a los 8 años. Recuerdo ese primer beso con mucho orguyo, en una de tantas jodas con los machos. Yo tomando alckohol. La maruja era nueva, una macha del barrio recién estrenada, porque yo no sabía que el femenino de macho es hembra entonces decía macha. Y tragos van, tragos vienen, yo tomando alckohol a tan corta edad, ella me dio mi primer beso en la boca. Yo le correspondí. Fue un momento de felicidad y orguyo para los machos y mi viejo, mágico para mí. Descubrí los placeres de besar a una mujer, con solo 8 años.
Los machos y yo jodíamos mucho. Jugábamos al fútbol. Algo debía quererme mi viejo y por eso decía yo que mi viejo sí me quiso y mi mamá no, porque en esos tiempos les decía al resto de los machos que no se vayan al carajo dándome alckohol. Ellos que a su manera me cuidaban (yo era el pendejito de la banda) así lo hacían. Yo tomaba alckohol, me ponía medio en pedo, pero hasta ahí llegaba. Gracias a mi viejo y a ellos aprendí a fumar. Mi viejo se reía porque al principio yo tosía y tragaba el humo. Mi mamá,desde luego, reprobaba todo aquello. Decía que mi viejo y los machos me llevaban por el camino del diablo. Me miraba con tanta mala cara que no me cabía duda, ella me quería haber abortado en su momento. Pero no se animó porque claro, es tan religiosa… O era,no sé si vive ni me interesa.
Hoy día, encerrado en esta celda, me lleno de recuerdos,odio,rencor. envidia. Envidia porque otros pendejos y hasta la propia Auxita tuvieron una buena familia que los quiso de verdad, y yo no. Estuve entre dos bandos. Odio, porque me doy cuenta y sospecho, firmenente y sin más pruebas que nuestras últimas palabras y este rencor que no me deja en paz, esta sed de venganza ,carajo, que Auxita se pasó al bando de los soldados. Se va a pasar a su bando, si ya no lo hizo. Me dijo que soy un animal, una mierda humana. Hizo resonar las palabras de mis papás. Dijo una dura realidad que me confirma que nunca me amó, que nunca me quiso, solo se obsesionó conmigo, que no me comprende, que como psicóloga no sirve aunque a lo mejor no tenga nada que hacer contra esta vida de mierda a la que llegué un 18 de febrero del 92. A esta pendejita, no quiero verla nunca más. No quiero ser su pareja, su amigo, nada. Ella tuvo buena familia, yo no y nunca me va a entender. Si saliera de la celda, pagaría en otro lado a otro sicario para que mueran ella y la turra de su hermana.
Siento rencor, muchísimo rencor, y rezo. Sí, rezo muchísimo. Le rezo a Satanás. Rezo para que mueran Lilu, que mató a la única persona que me quedaba porque ni siquiera Auxita era capaz de darme lo que mi viejo. A Melany, porque siempre va a haber una cosa que le voy a agradecer toda mi vida. Nos acogió muy amablemente (aunque en el fondo no creo que tanto) a mi viejo y a mí aquella noche de guerra y nos llevó con gente extraña a su cammpo de concentración. Eso siempre se lo voy a agradecer a pesar de que me disparó varias veces, me perseguía y hasta me lo espiaba todo, por eso no pagué por su muerte. Y luego la vendida de los cojones de mi ex novia, obsesiva como muchas otras que tuve, que se va a ir con los soldados, lo sospecho. Yo sé que le jode que tenga esta vida de mierda porque se piensa que casándonos y teniendo pendejitos voy a cambiar y hacerme hombre en serio. Bueno, yo me temo que no, solo va a empeorar las cosas. Espero pudrirme en esta celda o que me maten pronto. Ojalá Auxita nunca entre a visitarme, y si lo hace voy a decirle todo lo que siento. No voy a pegarle,no voy a gritarle, pero sí le voy a decir lo que le tenga que decir y basta de ponerme en plan víctima, que ahí estoy siendo lo que quería mi mamá, es decir,una muñequita de porcelana. Está mal… Y soy como mi viejo, es decir, una mierda humana, también está mal… Bueno, prefiero morir acá en esta celda entonces, porque ni siquiera puedo ver a los machos del barrio y a Jorge. Sueño que entran todos ellos con armas de fuego, helicópteros también militares y no dejan a un soldado vivo. Escucho la voz de Auxita cagándose de risa con Lilu y Melany. Automáticamente me lleno de odio y digo que esta hija de puta me re traicionó, ojalá que las maten pronto, para que mi viejo y yo descansemos en paz.
Soy una mierda, ni siquiera llego a ser persona, pero sé que la gente que debe morir antes que yo es otra, son 3 mujeres. No puedo permitir que se caguen de risa con mi muerte, que se desayunen con la noticia de mi muerte, es lo que van a hacer.