Punto de vista: Natsuki.
Llegar de Japón a Madrid es un cambio brutal pero agradable para mis retinas.
Me reúno con la chica a la que he contratado como guardaespaldas, recomendada por Tacumi y conocida por Lifeboock, en el aeropuerto.
El coche que he alquilado me espera en el parking.
Podría contarte como me la pasé mirando el mapa, o buscando información en el GPS sobre la capital española, pero he de decirte que lo primero que hice fue buscar información sobre Enma Veloba.
Hacía ya dos meses que estaba esperando esta reunión, e independientemente de que me gustase conocer a mis posibles clientes, Enma tenía algo diferente a las demás y los demás compradores.
No hablo de las cicatrices que se le notaban en las manos, ni de la mirada desafiante que pude descubrir en sus ojos azul verdosos; hablo de la tranquilidad que me transmitió su voz por videollamada la primera vez que hablamos.
Enma parecía una mujer dulce y tierna, pese a su aspecto rebelde; y yo estaba dispuesta a romper ese caparazón.
Al llegar a preciados pude verla, con su figura alta y sus ojos fijos en mi coche; me quedé un rato mirándola hasta que bajé de mi auto.
La reunión fue formal y aburrida, lo que fue divertido fue ver su rostro al salir de la tienda y ponerme a saltar bajo la lluvia.
Decidí dejarme de tantos formalismos, porque Enma, pese a todo lo que aparentaba, no podía esconder su alma torturada.
Por esto mismo me sorprendí al llegar a la plaza de España, a la torre en la cual vivía y encontrarme por la ventana con la imagen de lo que sería Enma sin quemaduras.
Era una copia exacta de Enma lo que tenía delante, una copia suya con los labios extremadamente rojos, el maquillaje humo y el cabello en un delicado peinado de buen gusto.
La mujer se nos acerca bajo un paraguas rojo. Se aproxima a la ventana de Enma. Ella sale del coche y la mira, una parece una copia a color y la otra a blanco y negro.
Salgo del auto, siento que Enma necesita apoyo y no veo mejor oportunidad de acercarme que esta: rompiendo el hielo con una desconocida.
La mujer me observa y me sonríe de forma despectiva. Es mucho más alta que yo, pero no me supone problema. Hago una seña a Neida para que baje del auto y se nos acerque, cosa que hace.
Neida se queda detrás de mí, mirando a la mujer desde unas gruesas gafas de sol.
Ella observa directamente a Enma y por fin rompe el silencio.
Drina dice: «Y bien, Señorita Belova, no va a saludar a su hermana?
Enma la mira con lo que parece desconcierto.
Enma dice: Qué haces aquí, Alexandrina?
me gusta eso en ella en primera instancia, no oculta sus emociones, no oculta el desconcierto que le supone ver a su hermana gemela allí.
Drina dice: Vengo a ver a mis hijas, y a la hermosa Faina Karenina.
Noto como la postura de Enma cambia, se tensa, sus hombros se alzan y adopta una mirada seria pero cauta.
Enma dice: Faina está bien, gracias por preguntar, en cuanto a Acua y Terra puedo decirles que bajen y así las ves.
Drina sonríe y me repele al instante, su mirada es oscura y pícara, al contrario de la mirada sarcástica pero dulce de Ema.
Entonces Enma se transforma. Adopta un gesto serio y tosco y ante mi sorpresa saca el móvil y hace una videollamada a una chica rubia con ojos grises y orejas de elfina.
Faina dice: Ya vienes a casa, tita Enm? Es que está lloviendo y…
Enma gira el teléfono hacia su hermana, la cual al ver a la adolescente no puede evitar un gesto de desagrado.
Esto desata como respuesta una mirada de completo odio por parte de Enma.
Faina dice: Tía Alexandrina, que sorpresa.
Drina dice: Tü tan alternativa como siempre, Faina, sabes que tu hermano se casará en tres meses?
Enma gira la pantalla hacia ella a toda velocidad.
Faina nos observa a ambas desde unos grandes y expresivos ojos grises que se llenan de lágrimas.
Faina dice: Claro que lo sé, Alexandrina, soy su hermana gemela; o es que pensaste que nosotros seríamos tan ausentes como tú y la tita Enm?
Drina queda bloqueada ante ese asalto.
Aprovecho para meterme en la conversación.
Dices: Bueno Enma, creo que es bueno que me marche, cualquier cosa, por favor házmelo saber, estoy disponible para ti.
Y aprovecho mi momento para hacer una jugada maestra.
Beso a Enma en la mejilla.
Sus ojos se abren con sorpresa, al igual que los de su sobrina, al otro lado del teléfono y los de su hermana, por el contrario cambian a una expresión de completo asco.
Drina dice: Veo que no pierdes las costumbres, Enm.
Enma fija sus ojos en ella y sonríe.
Enma dice: O las costumbres no me pierden a mí, hermanita.