Punto de vista: Arais
Comunidad de Madrid; Bosque del recuerdo.
Anteriormente conocido como bosque de los ausentes, es un monumento construído homenaje a las 191 víctimas de los atentados del 11 de marzo de 2004 y al agente de las fuerzas especiales muerto cuando 7 de los autores de los atentados se suicidaron con bombas. Está formado por dibersas áreas con bastantes Árboles entre los que destacan los olivos y los cipreses.Arais se sienta en la hierba, bajo los olivos, tan evocadores para ella. No hay nadie en el bosque, excepto la presencia de los ausentes. Hace un calor asfixiante, pero es algo que no la incomoda demasiado si está en el exterior. Peor temperatura hay en su país en pleno verano. Casi le tiemblan las manos cuando desempaqueta la caja del teléfono. Por fin un móvil.
Aunque sigue trabajando aquí y allá en diferentes encargos, el dinero no le habría alcanzado para comprarlo al precio exorbitante que lo ha comprado. Pero finalmente, en su visita a la oficina de correos, al apartado postal que alquiló nada más llegar, encontró los documentos para poder hacer efectivo el giro que esperaba a uno de sus nombres falsos. Bendito su padre. Arais sonríe al recordar al rudo agricultor, allá en su huerto de Gan Inorg, un agricultor veterano de tantas batallas y escaramuzas, que empuña igualmente bien una azada que un subfusil. Estaba segura de que no le fallaría. No espera obtener ingresos por otros medios procedentes de Tel Aviv, su cuenta está bloqueada, pero lo que sus padres le guardan, no dejará de llegar hasta que se agote.
Mientras rompe el envoltorio para extraer el móvil, el recuerdo de su pequeña Noah la estremece profundamente. Su bebé de casi un año y medio a la que ha tenido que dejar con los abuelos. Nadie cuidará de su hija tan bien como ellos, de eso está convencida. Incluso lo harán mejor de lo que podría hacerlo ella misma. Pero el dolor de haberla dejado atrás es hondo, penetrante, como un navajazo en el pecho. Y la angustia que le provoca el hecho de que Ben no conozca su existencia es devastadora.
Cierra los ojos y respira: espira, inspira, varias veces, hasta que su ritmo cardíaco se apacigua. Abre el compartimento para insertar la tarjeta prepago que ha adquirido y la encaja. Introduce el pin. Emplea varios minutos para configurar el dispositivo. Se siente mejor ahora, sin móvil estaba desnuda. Quizás así será más fácil localizar a Ben. Se conecta a una de sus cuentas de correo y sonríe. Nada de él, pero una foto de Noah subida a lomos del viejo percherón de casa. Besa la pantalla y responde con un escueto “estoy bien. Os quiero”. Se descargará las aplicaciones necesarias cuando consiga wi-fi.
Antes de abandonar el bosque, repasa las noticias… y su rostro se ensombrece. La situación en España parece que ha empeorado mucho desde la última vez que supo algo. Desconocía que las Hijas de Eva tuvieran aquí tantísima presencia. . Se abstrae tanto poniéndose al día, con cada noticia más asombrada, que cuando levanta la mirada está oscureciendo. Guarda el móvil, se despereza para estirar los músculos y se pone en pie, dispuesta a correr hasta el lugar donde duerme, consternada por la situación del país.