Punto de vista: Morgana
Morgana entra a la habitación suspirando, la semana de trabajo vendiendo hamburguesas la ha desgastado profundamente y las ojeras que le marcan los ojos solo acentúan su aspecto de chica rebelde.
se sienta en la cama y cuenta el dinero que guarda en una cajita en su habitación,Murmuras con acento madrileño, «seicientos euros…»
Morgana niega levemente y se desnuda, los tatuajes dibujados en la piel le devuelven la mirada, ella camina tranquilamente al baño y se observa al espejo, está mas delgada, desmejorada. No se iba a esperar un camino de rosas en la ciudad, sabía que sería difícil, por suerte su sentido del humor le gustaba a la clientela y su acostumbrada lectura del semanario (Inculcada por su padre) habían desatado charlas de lo más bariadas que hacían que se valorase su estadía en aquel lugar. En una semana la vida no le iba tan mal.
pero tampoco era un lugar de sueños, habían clientes de todo tipo y alguno que otro le había dicho ya que le pagaría bien por irse a la cama con ellos. Ella sabía que su conversación distendida y sus bromas podrían ser malinterpretadas. ¿Pero acaso no llevaba enfrentándose a eso desde pequeña? va, estaba demasiado sensible por el cambio y la semana sin pintar tampoco le ayudaba demasiado.Morgana sacó su mp3 de el bolso y puso música de vivaldi, necesitába esa corriente de relajación en la ducha mientras destensaba los músculos.
abrió el agua caliente mientras dejaba escapar un suspiro de placer y destensaba los hombros, demasiado ir y venir por ahí, demasiado caminar y demasiado tragín, no le vendría mal alquilar una bicicleta.ella había decidido defender su sueño, ella tenía que ser consecuente con sus acciones.
cerró la llave, tomó el gel con aroma a frutos rojos que había dejado Geia y se lo aplicó en la piel, dejó que sus manos destensasen cada músculo haciendo circulitos con las llemas de los dedos y después cogió el shampoo de avena, se sentó en el suelo del plato de ducha y se dedicó a escuchar la música con calma mientras volvía a abrir la llave y dejaba que el agua caliente se deshiciese del shampoo, la gel y sus preocupaciones.
después de unos minutos se aplicó el acondicionador para el cabello y cerró la llave, esperando los diez minutos requeridos según el producto.
se enjuagó el acondicionador y se envolvió el cabello en una toalla blanca, se pasó otra por el cuerpo y salió de la ducha con los ojos entrecerrados, un semanario la esperaba en la cama, tuvo cuidado de no mojarlo y conectó su secador rojo a la corriente, tomó una de las cremas que también había dejado Geia en uno de los tres días que se había quedado a dormir con ella y se la aplicó en el cuerpo, se puso protector de calor.
aún le quedaban regalos de su madre, la misma que le pedía que estudiase economía todos los días al verla despertarse.
se secó el cabello mientras pensaba que ponerse y después de secarlo, lo trenzó. Sacó un pijama de franela negro de su maleta y después de vestirse se echó en la cama, encendió la televisión y abrió el semanario.
después de un rato tomó el teléfono y escribió a Ligeia, luego lo apagó y lo guardó en la mesita de noche. dió vueltas en la cama hasta que se dio cuenta de que eran las tres de la madrugada, se puso en pie y se acercó al escritorio,
miró su blog de dibujo fijamente, lo abrió y tomó un lápiz mordió la punta con nerviosismo y empezó a dibujar.
las flores al rededor de un cuerpo de agua empezaron a ser visibles y un árbol dejaba paso a una rosa roja en el aire que iba a caer al agua, perseguida por una muchacha de larga cabellera y poseedora de un collar de flores en el cuello, las flores que el observador podría deducir en sus manos yacen desparramadas en el agua, (permitiendo ver claramente sus tipos) sauce, margaritas, lirios, pensamientos, hortigass, amapolas, lirios, ulmarias, narcisos, adonis.
el vestido azul le ondea al viento y su rostro captura una expresión de tristeza y melancolía perturvadoras.
Morgana asiente al ver el resultado del dibujo y saca algunos basitos de agua y algunos pinceles de distinto grosor.
Murmuras con acento madrileño, «“Duda que ardan las estrellas, duda que se mueva el sol, duda que haya verdad, mas no dudes de mi amor”.»
Morgana sonrió al recordar aquel fragmento de hamlet mientras coloreaba a azul el cielo y el agua y el vestido de la casi muerta joven.
las horas se deslizaron en el reloj como espuma y poco a poco las témperas fueron dotando a la joven de vida, aunque fuese directamente a encontrarse con la muerte.ofelia se vio plasmada en aquella pintura, sin miedo a la muerte y rodeada de flores simbólicas que rodeaban su último descanso.
Morgana vostezó al finalizar el cuadro y limpió los pinceles, su ofelia le había quitado la noche, pero había valido la pena.
se puso en pie y se dio una ducha de agua caliente para ir al trabajo.