Punto de vista: Mayra.
Comunidad de Madrid; Plaza de Castilla.
Te encuentras en una gran plaza situada al norte de la ciudad, en el distrito de Chamartín. Está atravesada por el tramo final del Paseo de la Castellana, Y constituye el centro neurálgico del barrio de Castilla.
Ves obelisco de Calatrava y Monumento a Calvo Sotelo aquí.
Mayra sale furiosa, caminando por la acera hasta el estacionamiento junto al hospital.
Mayra coge el ticket del estacionamiento y camina hacia la taquilla.
Mayra entrega el ticket al hombre en la ventanilla y hurga en su bolso para sacar el monedero.
El hombre dice: «son 21,80.»
Mayra asiente y saca el monto del monedero, dejándolo sobre el pequeño mostrador.
el hombre coge el dinero y pasa el ticket por el sello.
Mayra saca las llaves de su coche mientras espera el ticket.
El móvil de Mayra suena con un mensaje.
Mayra coge su móvil desbloqueando la pantalla.
Mayra va pulsando con cierto temblor en las manos producto de la rabia.
sMS enviado: «Mi compañero se echó atrás. ¿todavía puedo asistir sola?»
El hombre le extiende el ticket a Mayra y esta lo coge con brusquedad, girándose para tomar rumbo a su coche.
Mayra camina sin mirar a los lados hasta divisar su coche.
Ves Docea Sondera aquí.
El Móvil de Mayra vuelve a sonar.
Mayra mira el mensaje.
[SMS] número privado: «de acuerdo. apunta la dirección»
Mayra lee el próximo mensaje y exhala con fuerza, mientras pulsa el botón del mando de la alarma del coche.
Mayra desactiva la alarma del coche y los seguros de las puertas se desbloquean.
Mayra abre la puerta del conductor, tira el bolso en el asiento del copiloto y sube al coche.
Docea Sondera
Mayra cierra la puerta, bloqueando los seguros.
Mayra estira la cinta y se abrocha el cinturón de seguridad insertando la hebilla en el anclaje.Mayra introduce la llave en el cilindro de encendido, la gira y arranca el motor, luego pulsa en el panel y activa el GPS.
Mayra va introduciendo la dirección que recibió por mensaje.
Mayra mira una vez más el móvil y lo bloquea antes de meterlo en su bolso.
Mayra mete la velocidad pulsando el embrague y luego pisa el acelerador levantando el pie del embrague con suavidad.
El coche se pone en movimiento.
Mayra se dirige al norte y gira a la izquierda hacia Calle de Pedro Rico.
Mayra escucha las instrucciones del GPS.
Gira a la derecha hacia Calle de Pedro Rico
15 metros
Gira a la derecha con dirección a Calle de Pedro Rico
Mayra mira con atención la vía.
El GPS sigue dictando sus instrucciones.
Gira a la derecha con dirección a Glorieta de José Moñino
39 metros
En la rotonda, toma la 1.ª salida en dirección a Autopista de Circunvalación M-30/Av. de la Ilustración/M-30
Continúa hacia Autopista de Circunvalación M-30/M-30
4.4 km
Mientras conduce, Mayra no deja de pensar en sus últimos encuentros con Fabián.
La voz del GPS saca a Mayra de sus pensamientos.
Mantente a la izquierda para continuar por M-30.
6.9 km
Toma la salida hacia C/ Segovia/P Extremadura/Badajoz
160 metros
Mantente a la izquierda, sigue las señales de Calle de Segovia/Paseo Extremadura/Casa de Campo y pasa a Paseo Marqués de Monistrol.
550 metros
Incorpórate a Paseo Marqués de Monistrol
90 metros
Gira a la izquierda con dirección a Puente de Segovia
240 metros
Continúa por Calle de Segovia
1.1 km
Continúa por Calle de Tintoreros
120 metros
Mayra aprieta con fuerza el volante recordando el desplante de Fabián delante de aquel médico de segunda.
La voz del GPS sigue dando sus instrucciones.
Continúa recto hacia Calle de la Colegiata
220 metros
Continúa por Plaza de Tirso de Molina
170 metros
Continúa por Calle Magdalena
160 metros
Mayra reduce un poco la velocidad y toma al sur desde la calle de la Magdalena hasta que llega a su destino.
Mayra murmura: «tarde o temprano volverás a mí, Fabián, porque estás hecho a mi medida.»
Mayra divisa lo que está buscando y estaciona el coche tan cerca como le es posible.
Mayra apaga el motor girando la llave y sacándola con suavidad.
Mayra saca un espejo de su bolso y se arregla el maquillaje, antes de cambiarse los zapatos y quitarse las bragas.
Mayra tira de una bolsa que guarda bajo el asiento y termina de cambiarse con rapidez.
Mayra desbloquea los seguros y abre la puerta del vehículo.
Comunidad de Madrid; Calle Ave María.
Estás en una vía pública de Madrid, situada en el barrio de Embajadores, distrito Centro, que va, en dirección norte-sur, desde la calle de la Magdalena a la plaza de Lavapiés, en el conjunto urbano del barrio de Lavapiés, cuna de la manolería. Conocida en su origen como calle o camino del Barranco, e indistintamente nombrada «Ave María» en los planos de Texeira (1656) y Espinosa (1769), se conserva documentación de construcciones particulares desde 1742. Entre 1936 y 1939 se le dio el nombre de Luis Santa María.
Ves Docea Sondera aquí.
Mayra se estremece por la brisa helada que le roza las largas piernas que van casi al desnudo, apenas cubiertas por el largo sobretodo que se acaba de poner.
Mayra respira profundo y cierra la puerta del coche.
Mayra se ajusta la delgada tira del bolso diminuto donde apenas cabe su móvil, su identificación, una tarjeta de crédito y las llaves.
Mayra pulsa el botón del mando y las puertas se bloquean, activando la alarma.
Mayra camina hasta el muro, la tensión al andar hace que sus pantorrillas se resientan por lo alto de los tacones.
Mayra repite la frase clave ante el segurata de la entrada. Luego muestra su identificación.
el segurata la observa y se lleva una mano a la oreja derecha.
Las puertas se desplazan hacia un lado.
El hombre dice: «Bienvenida.»
Mayra asiente y atraviesa el portón.
Mayra camina observando los jardines y al fondo una edificación de dos plantas.
La puerta delantera se abre, la luz que proviene de lo que supone será el salón ilumina una figura esbelta que se recorta a contraluz.
Mayra camina mirando al suelo por instinto.
La figura sigue esperando en la puerta.
Mayra sube los tres escalones y la fragancia del perfume masculino le enciende las mejillas.
Una voz grave y profunda le da las buenas noches y le invita a pasar con un gesto de la mano.
Mayra da dos pasos y espera.
La figura cierra la puerta con suavidad y se le acerca por detrás antes de dar varios giros en torno a ella.
Mayra se estremece al sentir aquellas manos sobre sus hombros retirando con delicadeza el largo sobretodo.
el hombre se coloca a un lado para hablarle muy cerca del oído.
El hombre dice: «un atuendo muy apropiado para esta noche, sí.»
A mayra se le eriza la piel pero permanece en silencio.
Unos pasos se escuchan aproximándose a un ritmo constante.
Ahora, el aroma de un exótico perfume femenino le obliga a cerrar los ojos un instante.
Una figura más baja y delgada se acerca a Mayra.
La mujer dice: «bienvenida, querida. Nos commplace mucho que te unas a nosotros en esta noche.»
La mujer se acerca más a Mayra.
Mayra mantiene la mirada en el suelo, fijándose en los zapatos de aquella mujer.
La mujer suelta una risa suave y cantarina.
La mujer dice: «qué encantadora criatura, no te parece, cariño?»
El hombre asiente con la cabeza, mientras pasa la yema de un dedo sobre los hombros de Mayra, ahora al desnudo.
el hombre dice: «creo que será todo un placer que se nos una esta noche, cielo.»
La mujer levanta la cara de mayra usando el mango de su fusta con suavidad, mientras se fija con detalle en la gargantilla quelleva al cuello.
La mujer dice: «tu amo debe ser muy considerado para dejarte venir sola esta noche.»
Mayra murmura: «ahora mismo no tengo amo… él me liberó de nuestro acuerdo rescindiendo nuestro contrato.»
El hombre y la mujer se sorprenden pero no dicen nada.
La mujer dice, «Eso pasa a veces, querida. Pero no te preocupes, esta noche por ser la primera te unirás al resto de fetteratis. Hoy tenemos una fiesta muy especial.»
Mayra asiente con suavidad.
La mujer engancha su brazo con el de ella y la va guiándo hacia las escaleras.
el hombre las sigue de cerca.
Mayra va observando el lugar con admiración.
LIBERTINO’X Private Parties & meetings
Observas un chalet decorado con un estilo vanguardista, donde el buen gusto y el lujo mantienen en un equilibrio estético entre los colores y las texturas. Desde el mobiliario a las alfombras y las obras de arte colocadas en sitios estratégicos, todo rezuma hedonismo, dinero y poder.
La mujer emite otra risita de satisfacción al observar la expresión de Mayra.
La mujer dice: «soy Ivy, y este es mi compañero Fausto.»
Mayra murmura: «es un gusto conoceros.»
Fausto dice: «el placer es nuestro, Mayra.»
Mayra inspira profundo y se anima a mirar por el rabillo del ojo. el atuendo de Ivy dejaba claro cuál era su rol.
Al llegar al sótano, Mayra abre los ojos con sorpresa.
El ugar era perfecto y tan exclusivo —pensaba Mayra.
Ivy hace las presentaciones pertinentes.
Una chica ataviada para la ocasión va sirviendo copas de vino, borboun y wisky.
Mayra coge una copa de vino y se sienta a esperar que comenzase el espectáculo. con discreción fue observando en detalle, pero nada le daba luces de qué habrían escogido para esta noche. Sabía por lo que había podido investigar, que hacían fiestas y espectáculos de alto nivel y sobre todo, con mucha privacidad y discreción.
La voz de Fausto se escucha por encima del resto, retumbando en el sótano, haciendo que se estremeciese unos segundos.
Ivy se le acerca y le extiende la mano.
Mayra le toma de la mano y se pone en pie.
Ambas mujeres comienzan a caminar por un largo pasillo que a lado y lado tiene diversas puertas.
Ivy abre el portón, la luz tintineante de múltiples velas hace danzar sombras a través de todo el ambiente.
Ivy da un paso invitando a Mayra.
Mayra entra y observa la mazmorra.
DISCLAIMER
La escena que se describe a continuación puede no ser apta para menores de edad, personas sensibles o en extremo conservadoras debido a su contenido sexual no convencional y explícito.
LIBERTINO’X Private Parties & meetings; Mazmorra.
Observas un ambiente iluminado solo con las luces de varias velas que están ubicadas de forma estratégica. Las paredes alternan entre el rojo sangre y el negro. El piso es negro al igual que el alto techo lo que provoca una sensación de profundidad algo desorientativa. Al fondo se observa una cama vestida en satén negro, de cuyo cabezal cuelgan cadenas, esposas y tiras de terciopelo. A la derecha un potro en cuya superficie descansa un gato de nueve colas. A la izquierda una cruz de San andrés ocupa el centro de la pared. entre la cruz y la cama, un cepo de madera muestra un tallado artístico con símbolos celtas. A los pies de la gran cama, un baúl cuya tapa está abierta, muestra el diverso contenido de ataduras, juguetes varios para los azotes, toallas esponjosas, botes de aceites, lubricantes, guantes y preservativos.
Mayra traga grueso y cruza una mirada con Ivy que la observa con intensidad.
Los invitados comienzan a ubicarse alrededor de todo el espacio.
A un lado tras el potro, una puerta se desplaza hacia un lado.
Una mujer parcialmente desnuda entra a la habitación.
Los ojos de Fausto y algunos otros hombres presentes brillan de excitación.
Ivy sonríe a la joven y le señala con la fusta hacia los pies de Fausto.
La joven adopta la postura de sumisión a los pies del hombre.
Ivy tiende una mano a Mayra para ubicarla a su lado derecho.
Mayra observa incrédula la invitación pero accede y se ubica. Desde ahí la vista es perfecta.
Ivy alzza la voz. En la mazmorra se hace silencio.
Ivy dice: «Hoy es el cumpleaños de mi amado Fausto. Por ello estais todos aquí, para acompañarnos en esta fecha tan especial y para disfrutar de este magniífico obsequio.»
Varios de los presentes asienten y sonríen.
Ivy dice: «hoy tenemos una invitada que se nos une por primera vez, pero como veis, conoce nuestros códigos y respeta nuestra cultura.»
Los presentes murmuran y algunos asienten en reconocimiento.
Mayra hace una pequeña inclinación de cabeza en respuesta.
Ivy se acerca a la sumisa y le acaricia el cabello, luego el rostro, los labios y al final va descendiendo con la fusta rozando todo su torso al desnudo.
Fausto mira con deleite cada reacción de la sumisa, pero por sobre todo se nota como disfruta el dominio de su mujer.
Ivy introduce el dedo índice por la argolla del collar de la sumisa.
La sumisa va avanzando de rodillas siguiendo a su dómina hasta el cepo.
Ivy se inclina para susurrarle a la joven. Esta se estremece y asiente sin alzar la mirada.
Mayra se gira para no perder nada del espectáculo, los presentes hacen lo mismo.
La espectación y el morbo flotan en el ambiente.
La sumisa se acuesta boca arriba sobre el cepo.
Fausto observa las reacciones de Mayra.
Mayra se relame los labios mientras observa como Ivy venda los ojos de la joven y comienza a atarla por muñecas y tobillos, inmovilizándola por completo.
La joven gime con cada apretón de las correas.
Mayra observa la escena sintiendo como el deseo comienza a arder en su interior.
Ivy deja su fusta sobre la cama y coge un látigo de cuero del baúl.
Ivy se gira y se acerca a Fausto, este se inclina y ambos se besan con lentitud.
Mayra los observa y su mente vuela unos años atrás.
Ivy se acerca a la sumisa sacudiendo el látigo sin tocarla.
Cada latigazo suena y el eco rebota en las paredes de la mazmorra.
Los pezones de la sumisa se endurecen, la piel de sus pechos generosos se eriza.
A mayra le brillan los ojos, anhelante y Fausto se ha dado cuenta.
Fausto mira a Ivy trabajando a la sumisa, pero también se fija en Mayra. el anhelo de la nueva fetterati lo pone duro.
Ivy comienza a azotar a la sumisa en sus zonas erógenas, arrancando dulces gemidos de placer.
Mayra se muerde el labio inferior y aprieta las piernas un poco.
Fausto no pierde de vista la escena, mirando de vez en cuando de soslayo a Mayra.
Mayra respira casi jadeante, sus mejillas están encendidas, sus pezones lucen erectos tras la blonda y el encaje del corsé que le levanta los pechos de forma sugerente.
ivy sigue trabajando a la sumisa, dejando chorrear parafina caliente sobre los rosetones que ha dejado el látigo logrando que la mujer se arquee gimiendo al borde del orgasmo.
Ivy le susurra algo al oído y la chica se tensa mordiéndose el labio inferior.
Fausto se acerca a Mayra por la espalda, posando sus manos sobre los hombros.
Mayra da un leve respingo.
Fausto la empuja con suavidad hacia el cepo, donde Ivy sigue trabajando a la sumisa.
Mientras la sumisa gime, Fausto se acerca y va acariciando con la yema de los dedos el cuerpo de la mujer, que gime más fuerte ante el cálido contacto.
Ivy se aleja para cambiar de juguete.
Mayra observa a la sumisa tendida y por un momento se imagina que es su estampa la que está observando.
Fausto no pierde de vista las reacciones de Mayra.
Ivy extiende el gato de nueve colas, Fausto lo coge con firmeza.
Fausto comienza a azotar a la sumisa con una cadencia casi hipnótica.
La sumisa gime con más intensidad.
Mayra siente como alguien la toma de las muñecas y la guía hacia la cama.
Ivy le va susurrando a Mayra, la típica información que se da en esos lugares; pero ella solo presta atención a Fausto y las colas del gato cayendo una y otra vez, sonando contra la piel de la sumisa.
La mirada de Fausto y Mayra se cruzan un instante.
Mayra pierde la noción del tiempo y el espacio por un momento, al escuchar como la sumisa gime bajo las órdenes de Fausto.
Ivy susurra: «¿Te gustaría probarlo, Mayra? Estoy segura de que lo disfrutarías tanto o más que nuestra karla.»
Mayra asiente sin dejar de observar como la chica se retuerce de placer sobre el cepo y como Fausto la acaricia ahora con reverencia y afecto.
ivy susurra: «Esta noche es muy, muy especial, Mayra.»
Ivy ayuda a que Mayra se retire la pequeña minifalda de cuero y el corset.
Ivy frunce el cejo al ver que está desnuda del todo por lo inusual del asunto siendo la primera vez que le invitaban, pero viendo a Fausto tan excitado y motivado guarda silencio.
Ivy coloca a Mayra de rodillas frente al cabezal, atándo sus muñecas con las esposas unidas a cadenas.
Mayra gira la cabeza, buscando a Fausto pero no logra ubicarlo.
Fausto besa a ivy, agradecido.
Ivy lo acaricia con ternura.
Ivy dice: «me encargaré de ubicar a los invitados en los reservados, cariño.»
Fausto vuelve a besarla.
Fausto murmura sobre los labios de Ivy: «tengo algo muy especial reservado para ti, cielo… pero te lo daré luego»
Ivy lo besa y sonríe, saliendo sin hacer ruido.
Los invitados van abandonando la mazmorra tras Ivy.
Fausto va apagando varias de las velas, dejando la mínima iluminación necesaria cerca de la cama.
Apoyado en el potro, un hombre alto observa la escena; sus ojos verdes brillan felinos en la penumbra.
Fausto se quita la camisa de seda.
Mayra aguarda espectante.
Fausto sube a la cama y se posiciona tras Mayra.
Mayra se tambalea con el movimiento del colchón.
Fausto se acerca para susurrarle, pero evita tocarla en todo momento.
Fausto susurra: «tengo para mí que no has sido una buena chica… si no, tu amo no te habría echado de su lado, pequeña.»
Mayra se estremece, espectante ante la voz y el aroma de Fausto.
Fausto sigue susurrando de forma cadenciosa.
Fausto susurra: «dime, ¿has sido una pequeña zorra altanera?»
Mayra conoce el juego y guarda silencio, esperando el azote.
Fausto deja caer su mano con fuerza en el trasero de Mayra.
Fausto le acaricia y le vuelve a azotar.
Mayra reprime un gemido.
Fausto susurra: «así que quieres portarte mal… vas a ser una chica mala.»
Mayra casi jadea ante la cercanía.
Fausto vuelve a azotarla con fuerza.
El ruido de la mano cayendo una y otra vez rebervera en la mazmorra ahora con más intensidad, por encontrarse casi vacía.
El hombre de los ojos verdes no pierde de vista la escena.
Fausto alterna las nalgadas con caricias, rozando de vez en cuando el resto del cuerpo de Mayra.
Fausto la observa en detalle.
Fausto se le acerca y le susurra: no puedes correrte hasta que te lo ordene, pequeña zorra.»
Mayra se muerde el labio con fuerza, está tan excitada que siente como la piel entre sus muslos comienza a humedecerse.
Fausto dice: «abre las piernas.»
Mayra obedece sin resistencia.
Fausto roza con un dedo sus labios vaginales evitando rozar el clítoris.
Fausto deja la cama y va a por una delgada vara de bambú.
Fausto sube de nuevo y se posiciona.
Mayra se prepara para recibir el lamido del cuero sobre la piel.
Fausto roza la espalda y el trasero de Mayra con la vara.
Mayra se estremece.
Fausto comienza a susurrarle palabras sucias en el oído a Mayra, describiendo lo que le hará una vez que termine con la vara.
Mayra se muerde con más fuerza, hasta sentir el sabor de la sangre sobre su lengua.
Fausto comienza a golpear las nalgas de Mayra con un nritmo constante, hasta que le arranca gemido tras gemido.
El torso de Fausto brilla con una capa de sudor.
Fausto susurra: «córrete, nena. Córrete ahora para mí.»
Mayra cierra los ojos necesitando ir un poco más allá para poder correrse.
Mayra susurra: «más… más fuerte.»
Fausto se detiene un instante, sorprendido.
El hombre de los ojos verdes sigue de pie observándolos.
Fausto se baja de la cama y lo mira de reojo.
El hombre señala el gato de nueve colas.
Fausto cambia de herramienta y coge el gato.
El hombre le señala las esposas.
Fausto abre las esposas.
Mayra se dobla pero se recompone esperando la orden.
Fausto dice: «túmbate, coge las tiras de terciopelo y separa las piernas.
Mayra obedece.
Fausto se arrodilla sobre la cama entre sus piernas y comienza a agitar el gato sobre la piel.
Mayra se arquea con cada roce, gimiendo, sin correrse.
Mayra suplica por más, retorciéndose, jadeando y gimiendo con intensidad.
Mayra busca la mirada de Fausto, quiere empujarlo hasta que le de lo que anhela con tanta desesperación.
Fausto aumenta la fuerza y la frecuencia de los azotes.
Varios minutos después…
Fausto está sudando, muy excitado, tembloroso e incrédulo.
Observando el rostro de Fausto, el hombre se acerca a la cama y le extiende la mano.
Fausto le entrega el gato y se coloca al lado derecho de la cama, respirando de forma jadeante.
Mayra sigue con la vista a Fausto.
El hombre apaga las velas del lado contrario, quedando fuera de la vista de Mayra.
Los azotes no tardaron en llegar.
Mayra se retuerce jadeando y gimiendo.
Mayra centra sus ojos en las manos de Fausto que, ahora se mueven con rapidez hacia el botón y la cremallera de sus pantalones.
Mayra siente otro par de azotes y abre los ojos, desconcertada y más excitada por el dolor.
Los azotes no dejan de llegar cada vez con más fuerza, mientras Mayra observa a Fausto masturbándose de manera enérgica.
Mayra se arquea y gime al sentir el roce de las colas del gato en sus labios vaginales.
El hombre se fija que su amigo está a punto de correrse y habla con autoridad, dándole a Mayra la orden de que se corra.
Mayra escucha la orden mientras el hombre deja caer el gato sobre su clítoris y por fin alcanza el clímax.
Fausto se corre sumido entre la incredulidad y el desconcierto.
Una armonía entre gemidos y gruñidos rompe el silencio reberverando en la mazmorra.
El hombre suelta el gato sobre la cama.
Fausto se tambalea.
Ivy regresa y se alarma un poco al ver que Fausto se tambalea y corre a sostenerle.
Mayra cierra los ojos, presa del sopor tras el fuerte orgasmo quedando laxa sobre la cama.
Ivy observa a Mayra y luego a su marido.
Un tenue olor a semen y sangre se percibe en el ambiente.
Ivy dice: «¿Fausto?»
Fausto niega en silencio.
Ivy mira al hombre que se les acerca.
Ivy dice: «qué coño ha pasado aquí?»
El hombre se mueve hacia el resplandor de las velas.
Ivy le mira a los ojos.
El hombre le sostiene la mirada y luego mira hacia la puerta lateral.
Ivy ayuda a Fausto a salir de la mazmorra por la puerta lateral, el hombre les sigue.
Los tres entran en una habitación matrimonial.
Ivy ayuda a Fausto a tumbarse en la cama, terminando de desvestirle y cubriéndolo con las sábanas.
ivy se gira.
Ivy dice: «vas a decirme qué fue lo que pasó? Fausto no es un dominante que tenga caídas post sesión, y tiene límites muy establecidos, Marcos.»
Marcos dice: «lo he terminado yo, porque Fausto no habría podido, justo por sus límites.»
Ivy abre los ojos como platos.
Marcos niega y alza una mano.
Marcos dice: «me quedé cuando vi que no llevaba bragas puestas. Y si hubieses sido más atenta, habrías visto las marcas que tiene en la parte superior de los muslos, Ivy. Esa no es una mujer para este lugar ni para vosotros. sigue mi consejo y no la aceptéis más aquí.»
Ivy mira a fausto y luego a Marcos.
Ivy suspira y asiente.
Ivy murmura: «tendría que haber sospechado de que al final viniese sola y más aún cuando me dijo que su amo había rescidndido el contrato.»
Marcos mira a Fausto y luego a Ivy.
Marcos dice: «Tranquila, solo aplica el procedimiento en estos cassos, me quedo con él.»
Ivy asiente, se acerca a la cama y besa a Fausto en la frente, le da un apretón a Marcos en el antebrazo y sale hacia la Mazmorra.
Marcos mira a su amigo y se dirige al baño a preparar la bañera.
Fausto siente pasos y abre los ojos.
Fausto murmura: «¿Marcos?»
Marcos se gira.
Marcos dice: «aquí estoy, tio. ahora te meteremos en la bañera y luego a dormir. mañana estarás como nuevo.»
Fausto se aprieta ambos párpados.
Fausto dice: «ella… »
Marcos se acerca y se sienta en el borde de la cama.
Marcos murmura: «esto no ha sido tan serio, estará dolorida pero por lo que vi, es una masoquista irresponsable. He hablado con ivy… no sé quien la recomendó, pero no es para este lugar.»
Fausto asiente en silencio.
Fausto dice: «la recomendó Orestes… mejor dicho ella nos contactó y dijo que venía de su parte. Orestes siempre ha sido serio y responsable, siempre ha respetado las normas.»
Marcos dice: «tranquilo, ya hablaré con él. ahora solo descansa.»
Fausto asiente, mientras Marcos entra en el baño.
Mientras tanto en la mazmorra.
Ivy espera a que las magulladuras de la mujer sean atendidas.
Mayra abre los ojos.
Ivy hace señas a la mujer que está terminando de atender a Mayra y se queda quieta a los pies de la cama.
Mayra parpadea, la iluminación del ambiente es mucho mayor que cuando entró.
La mujer sale, cerrando la puerta tras de sí.
Ivy habla en tono serio.
Ivy dice: «quiero que te vistas y salgas sin protesta ni escándalos de mi propiedad y quiero que sepas que no eres bienvenida nunca más aquí.»
Mayra se incorpora, siente que la piel le escuece y un dolor palpitante y más intenso entre las piernas.
Ivy la mira casi sin parpadear.
Ivy dice: «¿Has comprendido lo que te he dicho?»
Mayra resopla y tantea buscando su ropa.
Mayra comienza a vestirse.
Mayra se pone en pie, se tambalea un instante pero mantiene el equilibrio.
Ivy la observa y le extiende una mano con su pequeño bolso.
Mayra lo coge y se lo cuelga, cruzándolo por su torso.
Mayra la observa achicando los ojos.
Ivy le sostiene la mirada.
Mayra dice: «Habría jurado que no erais tan remilgados. al menos alguien sí tuvo los cojones de hacer lo que Fausto no pudo. Imagino que por eso eres su switch.»
Ivy la mira, incrédula.
Ivy se acerca a la puerta de la mazmorra y abre.
Ivy dice: «haz el favor de marcharte.»
Mayra asiente y camina altiva saliendo hacia el pasillo.
Fuera de la mazmorra, un segurata espera para escoltar a Mmayra hasta su coche, repitiendo la advertencia de que ya no es bienbenida allí.
Mayra sube a su coche y se marcha.
Ivy vuelve a la habitación donde Fausto es ayudado por Marcos a tomar un baño, mientras piensa cómo llegó Orestes a enredarse con una tia así.