Punto de vista: Diego
Disclaimer
El siguiente relato puede tener lenguaje ofensivo no apto para todo tipo de públicos.
En este tiempo que no hemos visto activo a diego, lo último que se supo es que conoció a un muchacho de la edad llamado Feliciano, con quien salió a cenar una única noche. Luego de eso no se supo más, a lo mejor Diego y Jazmín decidieron recluírse en su casa, Diego por su parte intentó evitar a cualquier bicho humano que le recuerde que es un perdedor. Han hecho trámites para volver a salir del país, rumbo a la Argentina. Los agentes de IPS, mosqueados, tal vez por falta de sueño o por tener hambre o por una necesidad urgente de un polvito, quién sabe, al final les han dejado abordar el avión, tras horas interminables de cola por unos papelitos de mierda y preguntas a cual más estúpida.
Han aterrizado en Miami, primeramente. Pasarían algunos días, quizá una semana, en el departamento que Diego tiene en Key Biscayne, departamento que no ha visitado desde que vino a morir un poco en las inmediaciones madrileñas en el 2017.
Allí están una semana, Jazmín conocieno la vida ermitania que Diego se permite en la isla. Sin sentir frío, a pesar de que se está por venir el invierno, a lo mejor porque el frío casi glacial de Madrid les ha acostumbrado, se han bañado en la piscina, ahogándose, disparando bombitas de agua, haciendo el amor en el agua, dándose chapuzones mortales, rescatando cucarachas, arañas y otros insectos que tal vez quieren suicidarse en la piscina. Desconectando el teléfono y el timbre, apagando los celulares y el ordenador de Diego, Jazmín siente que ha recobrado una paz interior que en madrid cree que ha perdido. Así transcurre la perezosa semana, en que ambos reconocen que están enamorados hasta las trancas, hacen el amor sin prisa, nadan en la piscina, no se comunican con ningún bicho humano ni indeseable, salvvo con los insectos. Diego lee el periódico local, aplasta con el periódico a las moscas y mosquitos que, caprichosos, intentan comerlo a él, o comer a Jazmín, quien chilla de horror y corre a echar repelentes. Hasta que llega el 19 de diciembre, donde esa mañana, después de desayunar un jugo natural de naranjas y algunos cereales toman el vuelo hacia la ciudad del caos, el ovelisco, la inmundicia, los grandes poetas como Borges. Sí, en aquella ciudad donde ambos nacieron sin haberse conocido antes. Después de algunas horas tocan tierra en la terminal, respiran el aire viciado de Buenos Aires y se dirigen al viejo departamento de Diego de la calle San Isidro. Sí, el mismo que habitan las cucarachas y las ratas, o incluso los parientes de las ratas. Hablando de insectos, al entrar nuestros amigos al departamento la inmundicia y la pestilencia no se hacen esperar. Huele como si algún animal salvaje hubiese decidido su destino final para morir. Jazmín suspira horrorizada, tapándose la nariz.
Jazmín dice, «Pero… ¡qué olor!
Para Diego el olor no es nada, quizá porque en otra época vivió rodeado de aquella inmundicia, o porque tal vez comprende que su vida es esa inmundicia, él es una inmundicia, su vida es inmunda.
Dices con acento porteño, «Y bue.»
Con los estragos y el cansancio del viaje encima, Jazmmín ya tiene varios productos de limpiea en la mano y anda por la casa, limpiando toda su superficie, sus escondrijos, las ratas (o parientes de ratas) muertas que han quedado pudriéndose entre hormigas y moscas.
Jazmín dice, «Cómo podés vivir así, no puedo entenderlo…»
Diego y Jazmín han viajado hasta Buenos AIres y allí se quedarán, supuestamente durante las fiestas, que es a lo que Diego ha venido. Él dice que no quiere pasar las fiestas en Madrid, donde nadie lo quiere. Quiere pasarla junto a Jorge y su amor, junto a los machos, junto a sus abuelos, porque en Madrid todos festejan y él es un intruso, un pedazo de mierda. Quiere quedarse en su tierra, donde sí lo aceptan, tal vez porque todos son pedazos de mierda como él, o tal vez porque él ya no es tan mierda, pero por Diego, que se jodan todos allá en España. Que Dios los bendiga este nuevo año, o que el diablo se los cargue. En tanto, a Jazmín le da igual. Pareciera no tener familia, o no querer verla, en todo caso este detalle es un misterio hasta para el propio Diego. Los machos ya están al tanto, saben que Diego y Jazmín han llegado y están transformando, ahora mismo, toda la pestilencia que les rodea en algo más luminoso y soportable, como en las vacaciones que se tomaron para ir al cumpleaños del tiqui.