Entre la pasión y la fuerza

Aquí se irán publicando las escenas de rol tanto de trama principal, como las que querais publicar los jugadores. Debido a la naturaleza de este foro, si se admite contenido NSFW.
Larabelle Evans
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Re: Entre la pasión y la fuerza

Mensaje por Larabelle Evans »

Una relasión tormentosa.

Punto de vista: Tallana.

Comunidad de NeoMadrid; Afueras de la Comisaría de moratalaz – 19:45 hrs
La puerta automática se desliza con un zumbido sordo y Tallana sale al exterior. Luce el uniforme policial impecable, aunque en su rostro no hay más que cansancio. Ojeras marcadas, labios secos, el cabello recogido sin esmero. El sol del atardecer baña la ciudad, pero ella camina como si cargara una nube sobre sí.
Sus pasos son lentos, el cuerpo le pesa. No sólo por las horas enfrentando el caos urbano, sino por el eco constante de lo que ya no dice con Alessandro. Discusiones a medias. Ausencias disfrazadas de turnos. Silencios demasiado largos entre un beso y otro.
Tallana suspira mientras enciende su auto.
El tablero se ilumina. El motor arranca.
La música suave de fondo no consigue cambiarle el ánimo.
En el cruce de Gran Vía, detiene el coche en rojo y desbloquea el celular.
En la pantalla, una conversación abierta:
TALLANA:
“¿Salimos a cenar esta noche? Quiero verte… hablar con calma.”
El mensaje permanece con doble visto desde hace 40 minutos.
Ella teclea de nuevo, con un impulso tenso en los dedos.
TALLANA:
“Al menos dime si llegarás a dormir a casa.”
Pasan unos segundos. Finalmente, la respuesta aparece.
ALESSANDRO:
“Estoy en el hospital. Llego tarde. No me esperes.”
Tallana cierra los ojos.
Una punzada le cruza el pecho, no es dolor físico.
Tallana aprieta la mandíbula y continúa conduciendo.
Atraviesa barrios que conoce de memoria. Semáforos, peatones, farolas encendiéndose. Todo le parece más apagado de lo normal.
Al llegar a la calle de Serrano, estaciona frente la casa de líneas sobrias donde vive desde hace6 meses con Alessandro.
Tallana permanece un momento en el auto, con las manos sobre el volante, sin moverse. En la radio suena una canción suave, una que solía sonar en los domingos compartidos.
Tallana mira su reflejo en el retrovisor.
No le gusta lo que ve. No se reconoce.
El maquillaje ya no cubre la tristeza. La fuerza que la sostenía parece resquebrajarse.
Tallana desbloquea de nuevo el celular. Abre la galería.
Tallana busca una foto vieja: ella en bata, en la cocina, Alessandro por detrás, besándole el cuello. Se miraban como si el mundo entero les perteneciera.
La fecha: hace 3 meses.
Tallana suspira hondo. No quiere llorar. No va a llorar. Pero duda. Duda de él. Duda de sí misma. Y duda de si hay algo aún que valga la pena salvar.
Aún así, apaga el motor, sale del auto y entra a la casa.
Tallana introduce la llave en la cerradura con manos temblorosas. La puerta se abre con un leve chirrido. Entra en la casa en penumbra, sin encender las luces. El silencio la recibe como una habitación vacía que sabe demasiado.
Tallana deja las llaves en el cuenco de cerámica sobre la mesa de entrada. Deposita el arma reglamentaria en su caja fuerte del pasillo. Se quita el abrigo del uniforme y lo deja colgado sin cuidado en la silla del comedor. Camina descalza sobre el suelo de madera hasta su habitación.
El aire dentro es frío, como si la ausencia de Alessandro ya hubiera tomado forma física.
Tallana se encierra en el baño.
Abre la llave de la ducha. El vapor empieza a cubrir el espejo.
Se desnuda con movimientos mecánicos, como si quitarse la ropa fuera también intentar quitarse el peso que lleva encima.
El agua caliente cae sobre su espalda.
Tallana apoya la frente contra los azulejos. Al principio es solo una respiración agitada. Luego un sollozo contenido. Después ya no puede más. Llora.
Llora por las noches vacías. Por las respuestas frías. Por las sospechas que no se atreven a confirmarse. Por las veces que Alessandro llegó tarde y olía distinto. Por los abrazos que ya no llegan. Por el amor que aún siente.
Tallana se cubre el rostro con ambas manos.
Llora en silencio.
Como si aún así quisiera proteger a alguien de ese dolor. Como si aún esperara que todo volviera a ser como antes.
Pero algo dentro de ella empieza a quebrarse. Y esta vez, no sabe si podrá repararlo.
Unas horas más tarde.
La habitación está en penumbra. Solo la luz tenue del pasillo se cuela por la rendija de la puerta entreabierta. Tallana yace en la cama, de lado, con el cabello aún húmedo sobre la almohada. Lleva una camiseta vieja de Alessandro que ya no huele a él. Los ojos hinchados delatan que no ha dormido.
El móvil reposa junto a ella en la mesita. Lo toma con lentitud.
Tallana mira la pantalla unos segundos.
Luego pulsa el nombre: Alessandro.
El tono de llamada suena una, dos, tres veces.
Finalmente, él contesta.
ALESSANDRO (voz baja, seca):
“¿Qué quieres, Tallana? Estoy en turno.”
Tallana traga saliva.
Habla con voz frágil, casi en un susurro.
TALLANA dice con acento ensenadense, “Solo quería saber si… si estás bien. No has llegado… no has dicho nada.”
Del otro lado, un silencio incómodo.
ALESSANDRO:
“Ya te dije que no me esperes. No estoy para tus caprichos esta noche, ¿vale?”
Tallana cierra los ojos.
TALLANA:
“No son caprichos, Alessandro… solo… te extraño.”
La respuesta no tarda. Dura. Inesperada. ALESSANDRO:
“Pues deja de hacerlo. Estoy agotado. Tengo mil cosas en la cabeza y tú siempre con lo mismo. Asfixias, Tallana. Cansa.”
Tallana se queda sin palabras.
Respira hondo.
Aprieta la sábana con una mano.
TALLANA dice con acento ensenadense, “Perdón si preocuparse es asfixiar… no era mi intención.”
ALESSANDRO (con tono aún más frío):
“Pues la próxima vez no llames. Cuando salga, si me apetece, paso por casa. Y si no, ya sabes.”
Alessandro cuelga.
La llamada termina sin despedidas.
Tallana baja el teléfono lentamente.
Lo deja boca abajo sobre la cama. Las lágrimas no caen esta vez.
Solo queda una sensación hueca. Y un silencio espeso que parece atrapar toda esperanza.
Ella gira de nuevo hacia la pared. Se tapa con la colcha.
Y mientras el reloj del salón marca la medianoche,
Tallana entiende que algo se ha roto. Y no sabe si Alessandro volverá a querer arreglarlo.
Larabelle Evans
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Una aventura más.

Punto de vista: Alessandro.

Comunidad de NeoMadrid; Hospital Imperium Healthcare – Unidad de Cardiología y Urgencias – 23:44 hrs. El pasillo de cardiología resplandece bajo las luces LED que se reflejan en el piso pulido. Pantallas táctiles parpadean con gráficos de ritmo cardíaco. Camillas en movimiento. Enfermeros con tablets. Monitores que zumban suavemente. El hospital respira vida y urgencia.
Alessandro sale de uno de los boxes, con la bata abierta y los estetoscopios colgando del cuello. Su andar es seguro, casi arrogante. Mira hacia el final del corredor. Allí están ellas.
Lina, la nueva rotante italiana de ojos color almendra, ríe con disimulo junto a Victoria, la enfermera de cabello rojo y mirada pícara.
Más cerca, Valeria. Española. De labios carnosos y una mirada que a Alessandro lo desafía y lo atrae a partes iguales. Ella sostiene una bandeja con viales.
Alessandro las mira fijamente a todas. Y a ninguna a la vez. La tentación es fuerte, irresistible. Alessandro camina con seguridad a su pocición.
Gini Victoria lo mira de reojo.
Alessandro sonríe con seguridad, con presunción. las mira como un león apunto de deborar su siguiente cena.
Gini victoria le pregunta con tono coqueto.
Gini Victoria dice: "Todo bien doctor Ferreiro, o necesita ayuda? "
alessandro, con tono descarado
Alessandro dice con acento Florentino, "esto bene, pero parese que ustedes están molto solas. "
Lina le sonríe.
Lina dice con acento Italiano, "el turno esta noche está algo tranquilo, no cree Doctor Ferreiro? "
Alessandro le corresponde el gesto
Alessandro sonríe.
Alessandro dice con acento Florentino, "demaciado trankilo, a mi paresér. "
Alessandro sonríe.
Gini Victoria y Valeria sueltan una risita. Alessandro se acerca, descarado.
Valeria se muerde el labio inferior.
Alessandro las mira con lujuria.
Gini Victoria le alcanza una tablet con el reporte de un paciente postoperatorio.
Gini Victoria dice: "podemos revisarlo mejor en su consultorio doctor, si quiere. "
Alessandro dice con acento Florentino, "me parese una exelente idea, se ve. algo complejo. "
Gini Victoria se levanta.
Gini Victoria dice: "adelante doctor, vamos estoy a sus órdenes. "
Alessandro las mira con un deseo intenso, y una erexión ya se nota vastante en sus pantalones. Su corazón late apresuradamente, la adrenalina de el sexo, de lo que quiere hacer de nuebo con ellas.
Alessandro echa una mirada intensa a las otras 2, y posteriórmente se da la vuelta y camina de regreso a su consultorio.
Gini Victoria sonríe triumfal y lo sigue a paso lento pero firme.
Alessandro camina desidido hasta su consultorio.
Gini Victoria entra al consultorio con otra tablet en las manos.
Gini Victoria lo mira y se muerde los labios.
Alessandro cierra la puerta y la mira de arriba abajo
Gini Victoria dice: "necesitaba estar a solas contigo, Aless. "
Gini Victoria deja la tablet y selanza a sus brazos.
Alessandro la resibe con ancias y muerde su cuello salbaje.
Gini victoria gime y lo acaricia buscando desatar su pantalón.
Alessandro le baja salbaje sus pantalones, y se percata de que no lleva tanga.
Gini Victoria se lo saca con urgencia del boxer para frotarse con él desesperada.
Alessandro también se frota con ella con urgencia, tomándola de las caderas.
Gini Victoria dice: Hasme tuya, ya haslo aless, te necesito "
Alessandro la toma con dureza de las caderas, apretándola fuerte, y entra en ella de una sola estocada.
Gini Victoria se muerde los labios para no gritar como loca. Mueve las caderas recibiéndolo y mirándolo con deseo.
Alessandro aprieta mas fuerte sus caderas, dejándole marcas, y sin perder el tiempo, empiesa a envestir con ferocidad, con ansias de carne proivida, de una mujer, con ansias de sexo.
Gini Victoria lo mira con deseo, sabe que tiene Novia, lo ha escuchado como rumor en el hospital, pero a ella no le inporta, ella quiere tenerlo a como de lugar.
Gini Victoria le araña la espalda,, y sin que lo note le deja un chupetón en el cuello.
Alessandro emviste cada vez mas salbaje, cada vez mas fuerte. quiere mas, mas plaser, mas pación, mas deseo.
Gini Victoria lo estimula dentro de ella con lujuria mirándolo necesitada.
Gini Victoria dice: Soy toda ttuya mi alessandro. "
Alessandro emviste cada vez mas rápido y desesperado. Siente las contracciónes de la vagina de victoria, save que está apunto de venirse.
Gini Victoria le muerde desesperada los labios mientras comienza a temblar sintiendo su orgasmo.
Alessandro da únas últimas envestidas brutales, para después salir de su interiór, y luego tansolo la abraza sintiéndola acavar.
Gini Victoria lo siente estremeserse lo abraza cariñosa mientras se recompone.
Gini Victoria dice: "me encantas amor. "
Alessandro sonríe.
Alessandro se separa con cuidado de ella y suspira satisfecho.
Gini Victoria se recompone y camina al baño para limpiarse.
Gini Victoria sonríe, se limpia un poco.
Gini Victoria sale del baño.
Gini Victoria se acerca y le dá un beso.
Gini Victoria dice: "ya terminas tturno amor? "
Alessandro corresponde de forma salbaje.
Alessandro niega con la cabeza.
Alessandro dice con acento Florentino, "acabo en 4 horas, y no me digas así. "
Gini Victoría le sonríe pícara, satisfecha.
Gini Victoria dice: "porque. "
Alessandro dice con acento Florentino, "no me gusta. "
Gini Victoria suspira y asiente con la cabeza.
Gini Victoria dice: "ya tardamos mucho,, será mejor que salga al puesto de enfermería. "
Alessandro se recupera y ajita su cavello. Su erección aún se nota un poco en sus pantalones.
Alessandro asiente afirmativamente.
Alessandro dice con acento Florentino, "ve. "
Gini Victoria le sonríe. Toma la tablet, y sale del consultorio moviendo las caderas provocativa.
Alessandro la mira lujurioso, rosa su trasero lijeramente, y ella se va. Alessandro aún se ve con ganas de mas, y no para de pensar en las otras mientras trata de consentrarse en unos expedientes.
Lina y Valeria miran a Gini Victoria, que llega con una sonrisa de oreja a oreja. Lina niega con la cabeza, riendo.
Lina dice con acento Italiano, "Qué te traes, Gini? Has estado riendo sola desde hace diez minutos."
Gini Victoria dice: "Nada. Solo... un buen día."
Valeria la mira, con una mezcla de diversión y celos en sus ojos. Se acerca a Gini Victoria y le susurra al oído.
Valeria dice con acento español, "Fue Alessandro, verdad? Te lo llevaste a su consultorio?"
Gini Victoria se encoge de hombros, sonriendo de lado.
Gini Victoria dice: "Tal vez."
Valeria aprieta los labios, pero una pequeña sonrisa se le escapa. Mira hacia el consultorio de Alessandro.
Alessandro sale del consultorio más calmado.
Llega al cubículo 07. Un joven con taquicardia espera.
Alessandro lo examina con destreza, dicta indicaciones, solicita electrocardiograma. Su tono sigue profesional, pero su mente flota entre el pulso del paciente y la curva de Valeria al caminar.
En el fondo del hospital, un reloj marca las 01:01 hrs.
En ese mismo instante, en otro punto de la ciudad, Tallana gira entre sábanas frías.
Pero en Imperium, el corazón de Alessandro late por otras razones.
Ajeno a lo que ha dejado atrás.
Perdido en lo que cree que aún puede controlar.
Larabelle Evans
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Re: Entre la pasión y la fuerza

Mensaje por Larabelle Evans »

Desiluciones que dejan Marcas permanentes.

Punto de vista: Tallana.

La tarde cae lentamente sobre la ciudad. En el interior de la casa, el aire huele a tomate fresco y albahaca. Tallana se mueve en la cocina con un ritmo automático, cortando verduras, removiendo la salsa en una cacerola. Sus movimientos son precisos, casi mecánicos, como si aferrarse a la rutina culinaria fuera la única manera de sostenerse en pie tras otro turno agotador en la comisaría. Lleva el cabello recogido en un moño improvisado, una camiseta sencilla y un pantalón deportivo gris. Sus manos trabajan, pero su mente divaga. El recuerdo de la última llamada con Alessandro aún la lacera.
El sonido de la puerta principal la saca de su ensimismamiento. El clic metálico de la cerradura seguido por el golpe leve de la puerta al cerrarse anuncia la llegada de Alessandro. Tallana, con un gesto automático, baja la llama de la estufa y acomoda los cubiertos sobre la mesa de la cocina. Espera escuchar su saludo. No llega. En lugar de eso, las voces bajas, tensas y rápidas que salen del salón la congelan.
Alessandro habla con alguien por teléfono. El tono de su voz no es el habitual. No es el médico atento ni el hombre que alguna vez la abrazaba con ternura. Es otro. Un Alessandro duro, calculador, que maneja palabras como quien sostiene un arma.
ALESSANDRO con voz firme, apenas contenida.
Alessandro dice con acento florentino, “Sí, el cargamento salió esta mañana de Livorno. En Florencia ya está todo arreglado… No, no habrá retrasos. Dile a Ricci que mueva la mercancía por la ruta de Siena, no por la principal. La policía allí tiene los ojos puestos en los camiones grandes.”
Tallana se queda inmóvil en la cocina. Su respiración se corta por un instante. Siente cómo la cuchara de madera resbala de sus dedos y golpea suavemente el mármol de la encimera. Se obliga a recuperar el aire, pero no se atreve a moverse demasiado.
Alessandro continúa.
ALESSANDRO dice con acento florentino, “Los números llegarán el viernes. Tú solo asegúrate de que el dinero se lave en la cuenta de Zurich, como siempre. Aquí nadie sospecha nada. Todo está bajo control.”
Tallana da un paso hacia el pasillo. La curiosidad se mezcla con un temor ácido que le corroe el estómago. Sus pies descalzos avanzan sin ruido, hasta quedar cerca de la entrada de la sala. Se apoya apenas contra el marco de la puerta, lo suficiente para escuchar con claridad, pero sin que él la note.
La voz de Alessandro baja un poco, pero aún es clara.
ALESSANDRO dice con acento florentino, “Lo de Florencia debe salir limpio, ¿entiendes? Si falla, no será solo un problema de dinero. Y no quiero repetir lo de Milán. Esta vez no.”
El corazón de Tallana late con fuerza, desacompasado. Cada palabra es un golpe. Cada frase un ladrillo que derrumba la fachada en la que creyó durante meses. El médico dedicado. El hombre encantador. El compañero de casa con el que soñó un futuro. Todo se resquebraja.
Tallana Siente un mareo breve. Tiene que apoyarse más fuerte contra la pared para no perder el equilibrio. La cuchara caída aún está en su mente, como símbolo de algo que también se le ha caído dentro: la confianza.
Alessandro finaliza la llamada. El silencio en el salón se siente denso, casi insoportable. Tallana retrocede dos pasos y vuelve a la cocina antes de que él pueda verla. Toma la cacerola, revuelve con brusquedad, como si nada hubiera pasado. Pero sus ojos están vidriosos.
Por dentro, la decepción es un océano. Ya no es solo la frialdad, ni las ausencias, ni las dudas amorosas. Ahora hay una verdad brutal frente a ella: el hombre que comparte su cama está metido en algo mucho más oscuro de lo que imaginó.
El sonido de los pasos de Alessandro acercándose por el pasillo la obliga a secarse las manos rápido en un trapo. Tallana endereza la espalda, tensa.
Alessandro camina hasta la cocina con una lijera sonrrisa.
ALESSANDRO aparece en el umbral de la cocina, con una sonrisa forzada en el rostro. Se ha quitado la chaqueta y la ha colgado descuidadamente en el respaldo de una silla del comedor. Su camisa, antes impecable, está ligeramente arrugada.
Alessandro sonríe de forma algo forzada.
Alessandro dice con acento Florentino, "ciao amore. "
Tallana se gira, intentando mantener una expresión neutra. La cuchara de madera en su mano parece pesar una tonelada.
Dices con acento Ensenadense, "hola, te esperaba más tarde. Qué tal el trabajo?"
Alessandro dice con acento Florentino, "cansado, ya saves, me dejan agotado. "
Alessandro recuerda brebemente aver estádo con valeria antes de llegar a casa.
Tallana deja distraídamente la cuchara para tomar su celular. Lo desbloquea rápido y escribe un mensaje que envía en segundos.
Alessandro se acerca, pero Tallana se encoge ligeramente, imperceptiblemente. Él no lo nota, o finge no hacerlo.
Tallana se aparta de él bruzcamente.
Alessandro dice con acento Florentino, "que te susede ahora. "
Dices con acento Ensenadense, "Que estoy hasta la madre que intentes tocarme cuando traes perfume de otra mujer Alessandro. "
Tallana lo mira ceria y desepcionada.
Alessandro dice con acento Florentino, "otra vez con eso tallana"
Alessandro insiste y se le vuelve a acercar.
Dices con acento Ensenadense, "Ya deja de negarlo. "
Alessandro dice con acento Florentino, "solo dices tonterías tallana."
Alessandro le insiste y se le acerca hasta pegarse a ella y la acarisia con lujuria
Tallana lo mira furiosa. resistiéndose a que la toque,
Alessandro la golpea.
Alessandro grita: "ya vasta!. Tú eres mía tallana!. Deja de decir estupideses!. "
Tallana le da una bofetada empujándolo.
Dices con acento Ensenadense, "no vuelbas a tocarme. "
gritas: "Lárgate de mi casa."
Alessandro se pone más furioso, la jala del pelo y la golpea salvage en la cara.
Tallana forsejea con él para que la suelte.
Alessandro grita: "tu eres mía, y serás mía cuando yo quiera perra!."
Dices con acento Ensenadense, "Eres un maldito traficante, cuando pensábas decirme la puta verdad, todo el tiempo me has mentido, me das hazco. "
Alessandro la jala aún mas fuerte, y con otra mano, empiesa a arrancarle la ropa.
Alessandro la mira con aún mas furia y la somete lastimándola.
Alessandro grita: "quien putas te cres para escuchar mis conversaciónes estúpida. "
Dices con acento Ensenadense, "tú eres el invécil que enttró a la casa hablando de tus malditos negocios."
Tallana está en el suelo comenzando a sangrar del rostro entre lágrimas.
Alessandro la golpéa aun mas fuerte La jala salbaje, y la arrastra hasta la sala. La habiénta al sillón y sigue arrancándole la ropa.
Tallana se defiende como puede pero el peso, y la fuerza de Alessandro le ganan.
Dices con acento Ensenadense, "Lárgate con tus amantes. Te odio Alessandro Ferreiro."
Alessandro la golpea hasta que se calla, le abre las piernas a la fuerza.
Tallana lo mira orrorisada.
Dices con acento Ensenadense, "Vasta Alessandro, no me hagas daño, vasta..."
Alessandro la vuelve a golpear y la penetra salvaje, empesando casi de inmediato con las emvestidas, violándola.
Alessandro grita: "cállate!. y como hables!, ya verás como te va, perra!. "
Tallana en el sofá llora sintiendo el dolor de cada envestida salbaje de Alessandro.
Alessandro grita: "cállate maldita! deja de llorar!. "
Alessandro grita: "que dejes de llorar!. "
Dices con acento Ensenadense, "Eres un Mounstro Alessandro. "
Tallana siente como todo el amor que le tenía se combierte en dolor. Nunca penzó que le costaría tanto enamorarse de él, no solo la engañaba con otras mujeres, ahora la está lastimando sin concideración.
Alessandro la abofetea de nuevo, con tanta fuerza que su cabeza rebota contra el respaldo del sillón. El dolor es insoportable, pero la humillación es aún peor. Las lágrimas no cesan, mezcladas ahora con el sabor metálico de la sangre en su boca.
Alessandro con la voz ronca por el esfuerzo y la rabia, dice con acento florentino, "¡Cállate! ¡No te atrevas a llamarme así! ¡Eres mi mujer, y harás lo que yo diga!"
Alessandro La agarra más fuerte del cabello, tirando de ella con una ferocidad que la deja sin aliento. Sus ojos están llenos de un odio que Tallana nunca había visto, y que le hiela la sangre. Siente el crujido de la tela al romperse por completo, y el aire frío en su piel desnuda. Ya no hay resistencia, solo un temblor incontrolable en todo su cuerpo. Cierra los ojos, rogando que todo termine.
justo en ese momento, sirenas de policía empiezan a escucharse, a la distancia, y luego más cerca. Se escucha un frenazo.
portazos se escuchan y múltiples pasos, un golpe seco en la puerta.
Alessandro sigue dentro de ella dominándola con posecibidad, no presta atensión a las sirenas.
Tallana hace un esfuerzo y grita con las pocas fuerzas que le quedan.
Tallana grita con acento Ensenadense, "¡Ayuda! ¡Por favor! ¡Aquí!"
Alessandro por fin reacciona al percatarse del ruido afuera, y el grito de auccilio de Tallana.
Alessandro la mira con el ceño fruncido, una mezcla de pánico y rabia en sus ojos. Se levanta de golpe, su cuerpo tenso, y se aparta de ella con brusquedad, medio vistiéndose, medio tropezando. La camisa rasgada y los pantalones a medio abrochar. La furia en su rostro es palpable, pero el sonido de los golpes en la puerta se vuelve más insistente, acompañados de voces autoritarias.
Alessandro mira a Tallana en el sofá, herida y desnuda, y luego a la puerta. Su mente calcula a toda velocidad. La derrota se mezcla con la desesperación.
Alessandro dice con acento florentino, susurrando, "Maldita sea... ¿Qué hiciste, Tallana?"
Tallana, con la voz apenas un hilo, dice con acento Ensenadense, "¡La verdad! ¡Ya no más mentiras!"
Alessandro corre hacia la ventana, la abre de golpe y mira hacia el exterior. Abajo, se ven las luces de las patrullas. Regresa al salón en un instante, su rostro descompuesto. Toma el arma que guardaba bajo el cojín del sofá, sujeta una navaja en la otra mano, y se la acerca a la garganta.
Alessandro grita con acento florentino, "¡Si dices una sola palabra, te juro que te mato! ¡Entendido, perra!"
En ese momento, la puerta cede con un estruendo, y varios agentes uniformados irrumpen en el salón. Sus armas apuntan directamente a Alessandro. Tallana cierra los ojos, preparándose para lo peor.
AGENTE Emilio Cruz (con voz fuerte y clara):
Emilio dice con acento mexicano, "¡Alto! ¡Suelta el arma! ¡Manos arriba, Alessandro Ferreiro! ¡Estás rodeado!"
Alessandro, al ver la puerta abierta, y sintiendo la presión de las armas sobre él, duda. Su mirada se cruza con la de Tallana, llena de dolor y desprecio. Un segundo de vacilación que es todo lo que los agentes necesitan.
Otros agentes se acercan a Tallana, cubriéndola con una manta mientras otros se dirigen a Alessandro.
Emilio avanza con decisión, manteniendo su arma fija en Alessandro.
Emilio dice con acento mexicano, "¡No intentes nada estúpido, Ferreiro! Sabemos quién eres y a qué te dedicas. Se acabó la mafia florentina en esta ciudad. ¡Ahora, suelta esa navaja y el arma lentamente!"
Alessandro lanza una mirada de puro odio a Tallana, como si ella fuera la única culpable de su caída. Lentamente, deja caer el arma al suelo, seguida de la navaja, que tintinea al golpear el mármol. Levanta las manos por encima de la cabeza, pero sus ojos permanecen clavados en Tallana, prometiendo una venganza silenciosa.
Emilio hace una seña a sus hombres. Dos agentes se abalanzan sobre Alessandro, lo someten contra el suelo y le colocan las esposas con rapidez y contundencia. Alessandro forcejea, pero es inútil. Lo levantan bruscamente.
Emilio se acerca a Tallana, arrodillándose junto a ella, su rostro mostrando preocupación y alivio.
Emilio dice con acento mexicano, "Tallana… ¿Estás bien? ¿Necesitas un médico? Ya está. Estás a salvo. Lo siento mucho, debimos llegar antes."
Tallana apenas puede hablar, el temblor en su cuerpo es incontrolable. Asiente débilmente con la cabeza, aferrándose a la manta que la cubre. Las lágrimas siguen fluyendo, pero ahora son lágrimas de alivio, de una pesadilla que por fin parece terminar.
Tallana dice con acento Ensenadense, con un hilo de voz, "Gracias, Emilio… Gracias…"
Alessandro, mientras lo arrastran hacia la salida, grita una última amenaza, su voz resonando con una furia desquiciada.
Alessandro grita con acento florentino, "¡Esto no se queda así, Tallana! ¡Me las vas a pagar! ¡Juro que te vas a arrepentir!"
Un agente le tapa la boca para acallarlo, y lo sacan a rastras de la casa. El sonido de su voz se desvanece a medida que lo alejan.
Emilio se queda junto a Tallana, esperando a que los paramédicos lleguen, que ya se escuchan acercarse. El silencio vuelve al salón, roto solo por los sollozos contenidos de Tallana y el sonido de las sirenas que se alejan. La pesadilla ha terminado, pero la cicatriz de lo vivido apenas comienza a formarse.
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