Tres lunas, un solo cielo

Aquí se irán publicando las escenas de rol tanto de trama principal, como las que querais publicar los jugadores. Debido a la naturaleza de este foro, si se admite contenido NSFW.
Enma
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Registrado: Mar Abr 23, 2024 10:04 am

Tres lunas, un solo cielo

Mensaje por Enma »

Luna de sangre

Punto de vista: Roja

¿Por dónde se empieza a contar una vida?
En mi trabajo se empieza a contar desde el momento en el que nace o en el que muere, más bien.
Soy Roja, roja Luna.
nací en la India, de madre india y padre español, el apellido Luna nos acompañó como un sello que definiriía nuestro destino; a mis casi 30 años, creo que tengo más claro lo que quiero que lo que no quiero.
Mi nombre fue un regalo por parte de mi madre debido a mi extraño cabello pelirrojo, regalo de mi abuela irlandesa por parte paterna.
Mamá siempre que podía me decía que era una niña rara e interesante, que había sacado el carácter testarudo de mi padre, pero también la belleza de su genética.

A mis cuatro años dejamos la india, lo dejamos todo para poder venir al país de papá, España.
vivimos un par de años en granada y luego nos fuimos desplazando por diferentes zonas del país, conocí toda andalucía, Asturias, país vasco, Galicia y ¿Cómo no? Barcelona y Madrid.
Me enamoré de barcelona y de sus catedrales, de sus iglesias, de su mundo curioso para mí, aunque nunca de su religión.
La ciudad intentó conquistarme con sus susurros, con su arquitectura gótica, con su gente cálida, pero yo siempre fui una niña retraída.
No me gustaba mezclarme con mis compañeros, ni dialogar mucho con mis profesores, simplemente me sentaba a observarlos jugar, ser y sentir, vivir, aquello a lo que llamaban vida.
Desde muy pequeña empecé a preguntarme qué era la vida.
hasta que expuse la duda en voz alta y mi madre me respondió que la vida era lo contrario a la muerte.
A mis seis años comprendería que era la muerte de primera mano.
Recuerdo el accidente como si fuera ayer, un accidente que me arrevataría a mi mejor amiga, la única con la que me relacionaba.
Eva era mi compañera de clase, ambas compartíamos el banco para observar a las personas, compartíamos dudas sobre los humanos, sobre los cuerpos.
Al menos hasta el día en el que se nos ocurrió subir a un auto a jugar y Eva le dio a la marcha atrás, saltó de pura desesperación por la ventana; y yo tuve que ver como el auto la atropeyaba y sus sesos se esparcían por la carretera.
No grité, no llamé a nadie, me quedé observando la sangre como hipnotizada durante 30 minutos, que fue lo que tardaron en descubrir que no estábamos e irnos a buscar.
No he escuchado grito más desgarrador que el de la madre de Eva al verla muerta, ni he visto tantas lágrimas de agradecimiento como las del rostro de mi madre al ver que el coche chocó con un árbol y que yo había salido ilesa.
Mis padres intentaron de todo para insertarme en sociedad; psicólogos, bailes, cenas, móviles, canto,natación, esgrima, boxeo.
Nada funcionó, solo algo conseguía llamarme la atención, el taxidermismo.
Me convertí en una gran taxidermista a mis quince años, y a los 17, al terminar mis estudios decidí mudarme a madrid, actual neomadrid.
Me destaqué rápidamente en la universidad al terminar medicina y especializarme como forense, con 23 años empecé a ejercer; cada caso para mí se transformó en una bocanada de aire fresco, podía respirar y sentir el agrio aroma de la muerte mientras cada cuerpo me contaba una historia.
Mis compañeros me miraban con una mezcla de admiración y miedo, para muchos era la chica rara que adoraba a la muerte y para otros, una gran profesional.
Neomadrid no era la ciudad de mis sueños del todo, al menos no al principio, con sus luces y su mescolanza entre lo nuevo y lo viejo, entre lo antiguo y lo moderno.
No me dedicaba a nada más que no fuese trabajar, con la policía y con mis relajantes autopsias.

Al menos hasta que entró a mi camilla metálica el cuerpo de aquella chica.

Naia había sido asesinada con un objeto contundente, su cuerpo había sido golpeado una y otra vez, y yo me encargué personalmente de que el responsable fuese a dar a prisión, lastimosamente de eso habían pasado ya un año, y un año de cárcel y mucho dinero sacan de líos a cualquiera.
Dorian Aldrich se había convertido en mi peor pesadilla; me parecía un completo psicópata, un obsesivo, un neurótico maniaco loco; y había pasado de seguir a Naia hasta matarla a seguirme a mí.
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