Entre el placer y el peligro

Aquí se irán publicando las escenas de rol tanto de trama principal, como las que querais publicar los jugadores. Debido a la naturaleza de este foro, si se admite contenido NSFW.
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Larabelle Evans
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Registrado: Mar Jul 02, 2024 4:52 am

Entre el placer y el peligro

Mensaje por Larabelle Evans »

el vuelo de pasión a turín.

Punto de vista: Karlo.

En Palermo, la brisa marina cargaba el olor a sal y pescado mientras Karlo supervisaba el puerto. A su lado, Shawnee, con su cabello oscuro ondeando al viento y una mirada desafiante en sus ojos felinos, caminaba con una confianza que igualaba la suya. La Culichi, conocida como la Leopardo, era una fuerza a tener en cuenta, y su relación con Karlo ahora era un complejo tejido de amistad, lealtad, sexo casual y una constante lucha de voluntades.
Karlo dice con acento siciliano, Las cosas están tranquilas, por ahora
dijo Karlo, su voz áspera, mientras un grupo de estibadores movía cajas bajo su atenta mirada—.
Shawnee asintió, sus ojos escaneando el horizonte.
Shawnee dice con acento sinaloense, Demasiado tranquilo para mi gusto. Nunca me fío de la calma.
Después de asegurarse de que no había movimientos sospechosos, se dirigieron a la casa que Shawnee había alquilado en Palermo, un lugar con vistas al mar y un aire de lujo discreto.
Mientras empacaban algunos regalos para Leila, un pequeño cofre de madera tallada a mano con incrustaciones de obsidiana del Etna, una brújula antigua de latón grabada con coordenadas de Catania, y una botella de arena de las playas de Sicilia que guardaba el suave murmullo del mar en su interior, Karlo se sentía extrañamente inquieto.
Karlo dice con acento siciliano, ¿Crees que a Leila le gusten los regalos?
preguntó, con un tono inusualmente suave.
Shawnee lo miró, una media sonrisa curvándose en sus labios.
Shawnee dice con acento sinaloense, Le gustará que te hayas acordado de ella. Eso es lo que importa.
Shawnee dice con acento sinaloense, Nada más no la vallas a chingar diciéndole lo de tu amigo.
Karlo suspiró resignado afirmando con la cabeza.
Partieron hacia el aeropuerto, donde un jet privado esperaba para llevarlos a Turín.
Durante el vuelo, la cabina del jet privado se convirtió en un escenario íntimo para Shawnee. No perdía ocasión de acercarse a Karlo, su voz, con ese acento sinaloense tan marcado, se deslizaba con una sensualidad innata.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Apoco no se te antoja un tequilita en las nubes, mi rey. Para que se nos quite el frío del alma... o de lo que se nos antoje."
Karlo, aunque intentaba mantener la compostura, sentía la tensión de su presencia.
Karlo dice con acento siciliano, "Estoy concentrado en el aterrizaje. Y en lo que le vamos a decir a Leila."
Shawnee se rió suavemente, su mano rozando el muslo de Karlo con una deliberación calculada.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Ay, Karlo, mi guapo. No te hagas, que bien sé que te gusta que te pongan atención. Y más cuando hay otras rondando."
Sus ojos felinos se fijaron en él, una advertencia tácita. En el fondo, la Culichi sabía de la historia entre Karlo y Chyara, y la idea de volver a verla encendía una chispa de celos que no disimulaba.
Karlo dice con acento siciliano, "Aquí no hay nadie más. Solo nosotros."
Shawnee se acercó aún más, su aliento cálido en su oído.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Exacto. Y así debe seguir. Que sepan quién es la que manda aquí, mi amor. Tú ahora eres mío, aunque te hagas el difícil."
Le dio un beso rápido en la mejilla, una marca de posesión, y Karlo suspiró, sabiendo que el viaje a Turín sería más largo de lo que imaginaba.
Karlo sonrió con cansancio, pero aceptó el vaso de tequila que la azafata les sirvió. El líquido ámbar brilló bajo las luces de la cabina. Shawnee le dedicó una mirada pícara, sus dedos rozando los suyos al tomar su propio vaso.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Así me gusta, mi rey. Que te relajes. Que para el trabajo ya tendremos tiempo de sobra. Ahora, a disfrutar un poquito."
Levantó su vaso en un brindis silencioso, sus ojos felinos fijos en los de Karlo. Él respondió al brindis, aunque una parte de su mente seguía en la tensión del viaje y la inminente reunión con Leila y Chyara.
Karlo dice con acento siciliano, "Un trago no le hace daño a nadie, supongo."
Shawnee se rió, su risa era un murmullo bajo y seductor. Se acercó un poco más, apoyando su cabeza en el hombro de Karlo, un gesto de intimidad casual que no pasaría desapercibido.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Y menos si es contigo. Me gustas cuando te dejas llevar, mi guapo. Deberías hacerlo más seguido."
Karlo no la apartó. En su lugar, su mano subió y acarició el cabello oscuro de Shawnee, una respuesta que ella pareció recibir con satisfacción. La cercanía, el aroma a su perfume, la facilidad con la que ella lo arrastraba a su mundo, era un escape bienvenido de la sombría realidad que los esperaba en Turín.
Karlo dice con acento siciliano, "Tú siempre sabes cómo distraerme, Leopardo."
Su voz, aunque aún teñida de aspereza, tenía una nota de complicidad que no solía mostrar con facilidad.
Shawnee levantó la vista, sus ojos felinos brillando con una promesa.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Esto no es una distracción, mi rey. Es un recordatorio de lo que somos cuando no estamos peleando guerras."
Se incorporó, girándose para quedar de frente a él. Sus piernas se cruzaron elegantemente en el asiento mientras sus manos subían para rodear el cuello de Karlo, acercando sus rostros. El tequila había encendido una chispa en sus ojos, una audacia que siempre la definía.
Karlo tragó saliva, sintiendo la intensidad de su mirada. La tensión entre ellos era palpable, un presagio de lo que venía.
Karlo dice con acento siciliano, "Shawnee..."
Ella no lo dejó terminar. Sus labios se encontraron con los de él, no con la suavidad de un beso casual, sino con la ferocidad de quien reclama lo que es suyo. Un beso profundo, ardiente, que borró el cansancio y la preocupación de Karlo por un instante. La lengua de Shawnee buscó la suya con insistencia, y él respondió, sus manos deslizándose por la cintura de ella, atrayéndola aún más.
El tequila se derramó ligeramente de sus vasos olvidados mientras el beso se profundizaba, cargado de una pasión que siempre latía bajo la superficie de su relación. Los dedos de Shawnee se enredaron en el cabello de Karlo, tirando suavemente, mientras sus cuerpos se fundían en la cabina del avión, ajenos al mundo exterior.
Shawnee rompió el beso, pero sus labios apenas se separaron de los de él, su respiración agitada rozando su boca.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Quiero más que un trago, Karlo. Quiero sentirte. Aquí. Ahora."
Su voz era un susurro ronco, cargado de una necesidad que no admitía negación. Sus ojos, marrones y seductores, no dejaban de mirarlo, desafiándolo a resistirse.
Karlo la miró fijamente, la lucha interna librándose en su mirada. La culpa por Pietro, la preocupación por Leila, todo se desdibujaba ante la fuerza arrolladora de Shawnee.
Karlo dice con acento siciliano, "No... no podemos. Estamos en un avión."
Shawnee sonrió con malicia, sus dedos deslizándose por la camisa de Karlo, desabrochando los primeros botones con una lentitud exasperante.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Nadie más que nosotros, mi amor. Y la azafata no va a venir a molestarnos. Confía en mí."
Sus manos se movieron con una destreza que prometía placer, sus labios volvieron a buscar los de Karlo, sellando cualquier objeción. La resistencia de Karlo se desmoronó, la necesidad de un escape, de un momento de olvido, era demasiado fuerte.
El tintineo de los vasos y el suave ronroneo de los motores del jet se convirtieron en la banda sonora de un arrebato inminente. Karlo, con una mezcla de desesperación y un deseo crudo, empujó a Shawnee contra el respaldo del asiento, sus labios devorando los suyos con una furia contenida.
Shawnee respondió al instante, sus manos desabrochando los últimos botones de la camisa de Karlo con su agilidad felina, exponiendo la piel tensa de su abdomen. Se movió con una sensualidad innata, el roce de sus cuerpos una promesa tácita de lo que estaba por venir.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Así me gusta, mi rey... sin rodeos. Que se note quién eres."
Karlo no respondió con palabras, sino con un gruñido bajo que se perdió en la boca de ella. Sus manos se deslizaron por las curvas de Shawnee, levantando su vestido con impaciencia, buscando el calor de su piel. La ropa se convirtió en un obstáculo, una barrera que ambos se apresuraron a eliminar.
El asiento del jet, diseñado para el lujo, se convirtió en un nido improvisado de pasión. Karlo la levantó con una fuerza sorprendente, acomodándola sobre su regazo, sus piernas entrelazándose alrededor de su cintura. El contacto era eléctrico, brutal, una descarga de la tensión acumulada por la culpa y el dolor.
Shawnee dice con acento sinaloense, Olvídate de todo mientras me Culeas mi guapo.
Karlo la penetró con una embestida profunda, un jadeo escapando de ambos. Se movió con una ferocidad rítmica, sus ojos azules fijos en los de ella, buscando una confirmación, una ancla en el torbellino. Cada embestida era una declaración, un escape salvaje de la realidad que los esperaba.
El gemido de Shawnee resonó en la cabina, una mezcla de placer y desafío. Sus uñas se clavaron en la espalda de Karlo, un agarre posesivo que le decía que era suya en ese momento.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Sí... así, mi siciliano. Así. Quiero sentirlo todo. No pares."
Karlo obedeció, su ritmo aumentando, el sudor brillando en sus frentes mientras el avión surcaba las nubes. El aire se llenó de suspiros y gemidos ahogados.
Shawnee se arqueó contra él, su cuerpo un arco tenso de placer.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Más, Karlo, más. Culiame como si no hubiera mañana, mi rey. Hazme olvidar todo. Que solo exista esto, tu verga dentro de mí."
Karlo gruñó, su voz ronca de deseo.
Karlo dice con acento siciliano, "Eres mía, Leopardo. Mía. Voy a marcarte tan adentro que no podrás pensar en nada más."
Sus manos se aferraron a las caderas de Shawnee, empujándola con una fuerza primitiva. La cabina vibraba con la intensidad de sus movimientos, el choque de sus cuerpos una sinfonía de placer prohibido.
Los ojos de Shawnee estaban cerrados, su cabeza echada hacia atrás, su cabello oscuro desparramado contra el asiento.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Ahí... justo ahí, mi siciliano. No pares. Dame todo lo que tengas. Quiero sentirlo. Todo."
Karlo se inclinó y la besó de nuevo, un beso voraz que devoraba sus palabras, su aliento. La necesidad de ambos era un fuego incontrolable, una explosión de pasión que se desataba en la soledad de las alturas. No había nada más que el uno al otro, la cruda y salvaje conexión que los unía.
Con un movimiento ágil y sin romper el beso, Karlo la giró, recostándola sobre el asiento, su cuerpo cubriendo el de ella por completo. Las piernas de Shawnee se enredaron instintivamente alrededor de su cintura, atrayéndolo más, mientras sus manos se aferraban a su cuello, sus dedos arañando su piel.
Karlo dice con acento siciliano, Esto es lo que tanto buscabas de mí. Sentirte mía leopardo.
Su voz era un rugido bajo, cargado de posesión. La embestida se hizo más profunda, más rítmica, un vaivén primitivo que los arrastraba a un torbellino de sensaciones.
Shawnee arqueó la espalda, su cabeza golpeando suavemente el asiento, sus gemidos ahora más audibles, una melodía cruda de placer y abandono.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Sí, mi guapo... tuya. Mío. Márcame. Quiero sentir tu furia, tu maldita locura."
Sus uñas se clavaron en la piel de Karlo, dejando pequeñas marcas rojas. Él respondió a cada mordisco, a cada arañazo, con una embestida más fuerte, buscando la fricción máxima, la anulación de todo pensamiento que no fuera el momento presente. La cabina se llenó del aroma a piel, sudor y el eco de sus jadeos, mientras el avión seguía su curso, ajeno a la tempestad que se desataba en su interior.
Con la vista nublada por el deseo, Karlo la levantó aún más, ajustando el ritmo de sus embestidas a los gemidos que Shawnee ya no se molestaba en contener. Ella, con una sonrisa salvaje en los labios, lo rodeó con sus piernas, apretando cada vez más, sabiendo que cada roce, cada suspiro que él le arrancaba, era un eslabón más en la cadena que lo ataba a ella.
Mío, pensó Shawnee, mientras sentía a Karlo gruñir contra su boca. Completamente mío, y ni aquella puta se me va a atravesar en el camino.
Sus manos se deslizaron por la espalda de Karlo, sus uñas marcando un rastro superficial pero ardiente sobre la piel sudorosa. Lo besó con una ferocidad que le cortó la respiración, saboreando el tequila y la excitación en su boca, un cóctel embriagador que prometía un olvido momentáneo. Se movió con una cadencia hipnótica, arqueando su cuerpo, sorprendiendo a Karlo con la elasticidad y la fuerza de su sensualidad.
Karlo se aferró a ella como a un salvavidas, sus pensamientos confusos, una mezcla de culpa y deseo puro. El cuerpo de Shawnee era un bálsamo, una distracción poderosa de la oscuridad que lo acechaba. La forma en que ella se movía, con esa seguridad felina, lo arrastraba a un abismo de sensaciones donde no había espacio para el duelo o el arrepentimiento.
Shawnee, sintiendo el clímax acercarse, intensificó sus movimientos, susurrando palabras obscenas y promesas vacías en el oído de Karlo, atándolo no solo al placer físico, sino a la fantasía de que ella era la única mujer capaz de darle esa clase de olvido.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Duro, mi amor... más fuerte. Siente cómo me lleno de ti. Cada embestida tuya me arranca un gemido, cada roce me exita más. Esto es nuestro, Karlo, solo nuestro. Tuya, soy tuya hasta el último aliento. Tómame, desgárrame, hazme tuya una y otra vez."
Karlo perdió la razón en ese momento, el placer era tan intenso que olvidó las promesas, el dolor, la lealtad. Solo existía Shawnee, su cuerpo, su voz, su salvaje abandono. Se entregó por completo, sus músculos tensos, su respiración agitada, mientras la embestía con una fuerza que lo vaciaba de todo.
Finalmente, con un gruñido ronco, se deshizo en ella, un grito silencioso que se perdió en el murmullo de los motores y los gemidos de Shawnee. Ella lo abrazó con fuerza, sus piernas aún entrelazadas, sintiendo el calor de su cuerpo que se relajaba sobre el suyo. El orgasmo la dejó temblorosa, satisfecha, con una sonrisa de triunfo en los labios.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Así me gusta, mi amor. Que hagas siempre lo que pido"
Karlo se quedó un momento, su frente apoyada en el hombro de ella, el aliento entrecortado. El arrepentimiento comenzó a filtrarse, frío y punzante, a través de la neblina del placer. Se separó lentamente, ajustando su ropa con movimientos torpes, intentando recomponer la fachada de indiferencia.
Karlo dice con acento siciliano, "Se acabó. Estamos llegando."
Shawnee sonrió, su mirada felina.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Esto nunca se acaba, Karlo. Solo se pone interesante."
Esto es solo el principio, mi Karlo, pensó, cerrando un momento los ojos. Cuando lleguemos a Turín, me aseguraré de que no vuelvas a mirar a esa zorra de Etna.
Le dio un beso rápido y provocador en el cuello, antes de separarse y arreglar su propio vestido. La azafata anunció el descenso. Karlo miró por la ventana, el paisaje de Turín apareciendo en la distancia.
Larabelle Evans
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Mensaje por Larabelle Evans »

Ecos bajo el mármol.

Punto de vista: Karlo.

La villa de los Martini amaneció envuelta en una quietud engañosa.
Karlo caminaba por el pasillo principal, con el saco colgado del brazo y el gesto de quien ha dormido poco. El eco de sus pasos se mezclaba con el sonido lejano de una fuente, ese murmullo constante que parecía seguirlo a todas partes. A veces creía escuchar su propio nombre en ese sonido, pronunciado con voz de reproche.
En el vestíbulo, la luz de la mañana caía oblicua, fría, atravesando las cortinas de lino. Shawnee lo esperaba sentada en uno de los sillones, con una pierna cruzada sobre la otra, una taza de café entre las manos y el cabello suelto cayéndole en ondas por los hombros. El vestido negro que usaba se ceñía a su cuerpo con una naturalidad provocadora.
Shawnee dice con acento sinaloense, “¿Vas a seguir evitándome o ya te dio por pensar demasiado, mi rey?”
Karlo la miró sin responder, solo se acercó lo suficiente para notar el brillo del vapor del café sobre sus labios. Se apoyó en el respaldo del sillón frente a ella, observándola en silencio.
Karlo dice con acento siciliano, “Estoy pensando, sí. Algo que a ti te da alergia, por lo visto.”
Shawnee sonrió de lado, sin perder la calma.
Shawnee dice con acento sinaloense, “A mí me da alergia el silencio, Karlo. Y tú últimamente hablas menos que una estatua.”
Él suspiró, sin apartar la mirada. El recuerdo del jet, la sensación de su piel, su respiración entrecortada, seguía ahí, agazapado en algún rincón de su memoria.
Karlo dice con acento siciliano, “Esto no es Palermo. Aquí todos miran, todos escuchan. Y tú no sabes callar.”
Shawnee dejó la taza sobre la mesa con un suave golpe.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Yo no vine a esconderme, Karlo. Vine contigo. Y si eso te pesa, dilo de una vez.”
El silencio volvió a instalarse entre ellos. Afuera, el jardín estaba cubierto de una neblina fina. Shawnee se levantó despacio, caminó hacia él con pasos lentos, medidos, y se detuvo tan cerca que el aroma de su perfume lo golpeó de lleno.
Shawnee dice con acento sinaloense, “No te hagas el santo. Todavía me buscas con la mirada cuando crees que nadie ve.”
Karlo no respondió, pero el leve movimiento de su mandíbula la delató. Shawnee sonrió con una mezcla de ternura y desafío, y sus dedos, sin permiso, le ajustaron el cuello de la camisa.
Karlo cerró los ojos un instante, como si resistirse fuera más agotador que ceder.
Karlo dice con acento siciliano, “No es el momento.”
Shawnee dice con acento sinaloense, “Nunca lo es contigo. Pero igual te tiemblan las manos.”
Él la sujetó por la muñeca, sin brusquedad, solo para detenerla. El contacto fue breve, pero bastó para despertar algo que ambos fingían tener bajo control. Shawnee lo miró con esa mirada felina, mitad caricia, mitad reto.
Shawnee dice con acento sinaloense, “No te escondas detrás de la culpa, Karlo. Ya no te queda bien.”
El comentario lo golpeó más de lo que esperaba. La mención de la culpa trajo consigo un eco de rostros: Pietro, Leila, la sombra del Etna. Todo lo que había querido olvidar.
Karlo soltó su muñeca con un suspiro cansado.
Karlo dice con acento siciliano, “No me hables de culpa. No sabes lo que es perder a un hermano.”
Shawnee lo miró en silencio. Por un momento, algo más humano asomó detrás de su altivez.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Sé lo que es perderlo todo. Por eso te entiendo más de lo que crees.”
Se quedaron así, frente a frente, con la tensión flotando entre ellos como una cuerda tirante. La brisa que entraba por la ventana levantó un mechón del cabello de Shawnee, y Karlo, sin pensar, lo apartó con un gesto suave. Su mano quedó suspendida en el aire, y durante unos segundos, ninguno de los dos respiró.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Ahí estás, mi rey. El que no sabe mentir con los ojos.”
El reloj del vestíbulo marcó las diez. El sonido metálico quebró el momento. Shawnee se apartó despacio, tomando de nuevo su taza.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Chiara te está buscando. Y tiene esa cara de que quiere matarme otra vez. ¿Vas a salvarme o dejo que me encuentre?”
Karlo bajó la mirada, frotándose el puente de la nariz.
Karlo dice con acento siciliano, “Chiara no olvida. Y tú… tú sabes cómo provocarla.”
Shawnee dice con acento sinaloense, “Solo me defiendo. Pero si quieres, esta vez me quedo calladita. A ver cuánto tardas en extrañarme.”
El eco de su risa se perdió por el corredor mientras se alejaba, dejando tras de sí un aroma que lo perseguiría todo el día. Karlo se quedó solo, mirando la taza vacía y el rastro de sus labios en el borde. La tentación, pensó, nunca tiene sentido del tiempo.
A lo lejos, escuchó pasos firmes, y una voz femenina, impaciente, pronunciar su nombre.
Chiara estaba más cerca de lo que Shawnee creía.
El mediodía traía consigo un calor extraño, húmedo, que no parecía propio de Turín. En los jardines de la villa, el sonido de las fuentes se mezclaba con el canto de las cigarras. Shawnee caminaba entre las columnas, distraída, observando las esculturas de mármol que decoraban el corredor. Había algo en el silencio del lugar que la irritaba. Todo le parecía demasiado limpio, demasiado contenido.

Shawnee dice con acento sinaloense, “Parece un museo más que una casa… No sé cómo pueden vivir entre tanto hielo.”
Su voz resonó justo cuando Chiara apareció al final del pasillo, con una carpeta en la mano y el gesto crispado.
Chiara dice con acento siciliano, “Aquí se vive con respeto, no con gritos ni escándalos, cosa que no parece tu especialidad.”
Shawnee giró despacio, una sonrisa ladeada dibujándose en sus labios.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Ah, mira quién habla. La creída de Catania. No sabía que seguías tan pendiente de mí.”
Chiara avanzó un paso, su tono se volvió frío.
Chiara dice con acento siciliano, “No estoy pendiente de ti. Estoy pendiente de que no arruines la paz de esta casa. Leila no necesita tu veneno.”
El aire se tensó. Shawnee dejó escapar una risa corta, casi un bufido.
Shawnee dice con acento sinaloense, “¿Veneno? No exageres, bella. Yo solo vine con Karlo. No tengo interés en tu gente… ni en tu moral.”
Chiara apretó la carpeta entre las manos.
Chiara dice con acento siciliano, “Entonces compórtate. No estás en Sinaloa.”
Shawnee dio un paso más cerca, la mirada encendida.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Y tú no eres mi jefa, princesa. No me vas a decir cómo hablar ni cómo mirar a nadie. Yo hago las cosas a mi modo.”
La tensión se volvió palpable. Los ojos de ambas se encontraron como cuchillos. Bastó un segundo para que el ambiente se incendiara. Chiara intentó apartarse, pero Shawnee la sujetó del brazo, con esa mezcla de desafío y orgullo que la hacía imposible de controlar.
Chiara dice con acento siciliano, “No me toques mexicana.”
Shawnee dice con acento sinaloense, “¿Y si lo hago? ¿Qué vas a hacer, huh? ¿Llamar a tu noviecito para que te defienda?”
La voz de Gianluca rompió el aire como un disparo.
Gianluca dice con acento napolitano, “¡Basta, carajo!”
Apareció desde la terraza, con la chaqueta medio abierta y la expresión endurecida. En tres zancadas estuvo junto a ellas, interponiéndose entre ambas mujeres.
Gianluca dice con acento napolitano, Suelta a Chyara ahora mismo.
Shawnee, aún furiosa, respiró hondo antes de apartarse, lanzando una última mirada gélida a Chyara.
Chiara dice con acento siciliano, “Esto no se queda así.”
Shawnee arqueó una ceja.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Cuando quieras, hermosa.”
Gianluca se volvió hacia ella, su voz baja pero cargada de rabia.
Gianluca dice con acento napolitano, “No estás en tus calles, mexicana. Aquí se respetan las reglas de la casa. Si vuelves a tocarla, te saco yo mismo.”
Shawnee sonrió con descaro.
Shawnee dice con acento sinaloense, “¿Tú? No me hagas reír, napolitano. No me intimidan los hombres que hablan bonito.”
Gianluca dio un paso más, el puño cerrado, pero Karlo llegó justo a tiempo. Lo detuvo con una mano firme sobre el pecho.
Karlo dice con acento siciliano, “Basta. No en la casa de Mássimo. No hoy.”
Por un momento, los cuatro se quedaron en un círculo silencioso de odio contenido. Luego, Chiara desapareció por el pasillo, seguida por Gianluca, que aún murmuraba maldiciones en voz baja.
Karlo se volvió hacia Shawnee, el gesto tenso, las venas marcadas en el cuello.
Karlo dice con acento siciliano, “¿Qué demonios fue eso?”
Shawnee se encogió de hombros.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Nada, solo hablamos. Ella empezó.”
Karlo dice con acento siciliano, “Tú siempre empiezas.”
El silencio se estiró unos segundos. La brisa movía las cortinas del corredor, el aire olía a lluvia. Shawnee se cruzó de brazos, mirándolo con esa mezcla de orgullo y herida que lo desarmaba.
Shawnee dice con acento sinaloense, “No me gusta que me miren como si fuera una peste. No vine a rogarle cariño a nadie.”
Karlo dice con acento siciliano, “Y sin embargo haces todo para que te odien.”
Ella lo miró un largo rato, sin decir nada. Luego, su tono cambió, volviéndose más bajo, casi un susurro.
Shawnee dice con acento sinaloense, “No quiero regresar a Palermo todavía. Llévame a conocer la ciudad, Karlo. Turín es enorme, dicen que tiene lugares hermosos. Yo quiero ver algo bonito… contigo.”
Karlo suspiró, cansado.
Karlo dice con acento siciliano, “No puedo. Tenemos trabajo. El puerto no se mueve solo. Y después de este show, lo mejor será volver cuanto antes.”
Shawnee lo rodeó, poniéndose frente a él.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Trabajo, trabajo, siempre lo mismo. ¿Cuándo vas a vivir un poco? ¿Cuándo vas a dejar que el mundo se te meta en la piel?”
Karlo la miró, su paciencia agotándose.
Karlo dice con acento siciliano, “Yo vivo como puedo, Leopardo. Y no necesito turismo para sentirme vivo. Allá abajo hay contenedores que valen más que tus caprichos. Armas, droga, dinero. Cosas que si no movemos, se pudren. ¿Entiendes eso?”
Shawnee frunció el ceño.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Entiendo que te estás escondiendo detrás del trabajo. Que no quieres quedarte porque te asusta lo que sientes cuando estamos lejos del ruido.”
Karlo dio un paso hacia ella, su mirada dura, pero sus ojos traicionaban un brillo distinto.
Karlo dice con acento siciliano, “No digas estupideces.”
Shawnee dice con acento sinaloense, “¿Entonces por qué tiemblas, Karlo? ¿Por qué me miras así cuando te hablo?”
El viento se llevó las últimas palabras, y por un instante pareció que el mundo se detenía entre ellos. No hubo beso ni abrazo, solo una tensión muda que decía más que cualquier caricia.
Finalmente, Karlo se apartó, pasándose una mano por el rostro.
Karlo dice con acento siciliano, “Empaca tus cosas. Nos vamos mañana.”
Shawnee no respondió. Lo siguió con la mirada mientras se alejaba, con esa mezcla de rabia y deseo que siempre la mantenía al borde del abismo. Luego, cuando la puerta se cerró detrás de él, murmuró para sí, con un hilo de voz que se perdió en el aire cargado de lluvia:
Shawnee dice con acento sinaloense, “Mañana… veremos si te dejo irte.”
La lluvia empezó al caer entrada la tarde, fina, persistente, como si el cielo también necesitara enfriar los ánimos que aún ardían dentro de la villa. Los invitados se habían dispersado: Leila descansaba en su habitación, Vittoria escribía algo en su cuaderno, y Chiara no había vuelto a salir desde el incidente del mediodía.
Karlo permanecía en la terraza, bajo el toldo, con una copa de vino que no bebía. Miraba las gotas golpear la piedra y deslizarse por las columnas. Detrás de él, el sonido leve de tacones se mezcló con el olor familiar a perfume y tabaco.
Shawnee dice con acento sinaloense, “¿Así que te escondes cuando llueve?”
Karlo no se giró.
Karlo dice con acento siciliano, “No me escondo. Estoy pensando.”
Shawnee dio un par de pasos más, acercándose hasta quedar a su lado. Su voz bajó el tono, casi dulce.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Si sigues pensando tanto, te vas a volver viejo, mi rey.”
Karlo soltó una leve sonrisa, pero no la miró.
Karlo dice con acento siciliano, “Ya me siento viejo. Sobre todo cuando tengo que evitar que alguien provoque una guerra en casa ajena.”
Shawnee bufó, mirando hacia la lluvia.
Shawnee dice con acento sinaloense, “La siciliana esa me buscó. Yo solo respondí. No me gusta que me hablen como si fuera una sirvienta.”
Karlo dice con acento siciliano, “No estás en Sinaloa, Shawnee. Aquí todo es política. Hasta el silencio.”
Ella lo observó en silencio unos segundos, el gesto menos desafiante, más cansado.
Shawnee dice con acento sinaloense, “¿Sabes qué pienso? Que te estás pudriendo en un mundo que no te deja sentir. Siempre cumpliendo, siempre obedeciendo. Eso no es vida.”
Karlo se giró finalmente, sus ojos azules clavándose en los de ella.
Karlo dice con acento siciliano, “Y tú confundes libertad con caos. Si no aprendes a medir el fuego, terminas quemando todo lo que tocas.”
Shawnee bajó la mirada, sus labios tensos. El viento agitó su cabello húmedo y durante un instante pareció más frágil de lo habitual.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Tal vez por eso te busco. Porque tú sabes lo que es arder sin mostrarlo.”
Karlo la miró largo rato sin responder. La lluvia repicaba entre los dos como un metrónomo incómodo. Finalmente, dejó la copa sobre la baranda.
Karlo dice con acento siciliano, “Empacamos al amanecer. Y esta vez no habrá discusiones.”
Shawnee dio un paso atrás, su mirada brillando entre rabia y tristeza.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Te vas tú, Karlo. Yo todavía tengo ganas de mirar Turín. Y si no quieres llevarme, lo haré sola.”
Karlo suspiró, cerrando los ojos un instante.
Karlo dice con acento siciliano, “No hagas tonterías. No conoces esta ciudad, y aquí no todos son amigos.”
Shawnee sonrió con ironía.
Shawnee dice con acento sinaloense, “En ningún lado tengo amigos. Pero al menos en las calles no me aburro.”
Se dio media vuelta y se marchó hacia el interior de la villa, dejando el eco de sus tacones mezclarse con el rumor de la lluvia. Karlo se quedó mirando el jardín oscuro, con una sensación amarga en el pecho. No sabía si lo que sentía por ella era deseo, culpa o miedo… pero sí sabía que cada vez le costaba más distinguirlos.

Sombras antes del amanecer.

La luz apenas insinuaba el amanecer sobre Turín. Los ventanales del ala este dejaban pasar un resplandor pálido que no alcanzaba a calentar el aire húmedo. La lluvia de la noche anterior había dejado las baldosas del jardín brillantes, como espejos.
Karlo no había dormido. Había pasado la noche en la habitación contigua a la de Shawnee, dando vueltas en la cama, escuchando su respiración entrecortada del otro lado de la pared. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes del pasado lo arrastraban al mismo punto: la noche del fuego, el eco de los disparos, el cuerpo de Leila perdido entre la oscuridad.
Cuando finalmente decidió levantarse, el reloj marcaba las seis y media. Se vistió con la misma camisa arrugada del día anterior, guardó sus cosas en silencio, y antes de salir, subió por el corredor que llevaba a las habitaciones del piso superior. No sabía muy bien por qué. Tal vez necesitaba verla antes de irse, para asegurarse de que todo aquello no había sido un sueño.
La puerta de Leila estaba entreabierta. Golpeó suavemente.
Karlo dice con acento siciliano, “¿Posso entrare, piccola?”
Del interior llegó una voz suave, adormecida.
Leila dice con acento siciliano, “Sí… entra, Karlo.”
La habitación olía a lavanda y a lluvia. Las cortinas estaban medio cerradas, y la luz que se filtraba daba al ambiente un tono azul grisáceo. Leila estaba recostada sobre un montón de almohadas, con el cabello suelto y el rostro aún pálido. Tenía los ojos abiertos, pero esa mirada suya —entre la vida y el recuerdo— parecía venir de otro lugar.
Karlo se acercó despacio, dejando su bolso junto a la puerta.
Karlo dice con acento siciliano, “No quería despertarte. Solo… vine a despedirme antes de bajar al aeropuerto.”
Leila intentó incorporarse un poco.
Leila dice con acento siciliano, “No dormía. Desde anoche no puedo. Los sueños son ruidosos, Karlo. Todavía escucho los pasos de Matteo cuando abría la puerta…”
Su voz se quebró al mencionar el nombre. Karlo se detuvo junto a la ventana, con la mandíbula apretada. No sabía si tocarla, si decir algo. Todo lo que se le ocurría sonaba inútil.
Karlo dice con acento siciliano, “Él ya no puede tocarte, Leila. Mássimo se encargó de eso.”
Leila asintió, aunque la sombra en sus ojos no se fue.
Leila dice con acento siciliano, “Lo sé. Pero el cuerpo no lo olvida tan fácil.”
Hubo un silencio breve. Solo el reloj del tocador marcaba el paso del tiempo.
Karlo se sentó en el sillón frente a la cama. Sus manos, grandes y curtidas, se entrelazaron sobre las rodillas.
Karlo dice con acento siciliano, “Cuando creí que estabas muerta… fue como si el mar se apagara. No dormía, no comía. Pietro tampoco. Maurizio se volvió un fantasma.”
Karlo dice con acento siciliano, Seguí tus instrucciones como me lo pediste, busqué de inmediato a Etna, no me esperaba que irías encerio con que Chyara te sustituyera si algo así pasaba.
Leila lo observó, la voz de él sonándole casi irreconocible: más grave, más cansada.
Leila dice con acento siciliano, Hiciste lo correcto, gracias a eso ustedes pudieron seguir sin mí.
Leila dice con acento siciliano, “No te imagino así. Siempre fuiste el fuerte. El que no se quiebra.”
Karlo esbozó una sonrisa triste.
Karlo dice con acento siciliano, “Hasta la piedra se parte, Leila. Yo…
Leila bajó la mirada, jugando con el borde de la sábana.
Leila dice con acento siciliano, “Estuve allí… creo. Siracusa. No estoy segura. Me tenían encerrada en una casa vieja, cerca del mar. Había olor a sal y a madera húmeda. A veces oía las sirenas de los barcos, y pensaba que eran ustedes, Karlo. Que vendrías por mí.”
Karlo tragó saliva, mirando hacia la ventana empañada.
Karlo dice con acento siciliano, “Y lo habría hecho, si hubiera sabido dónde. Juro que lo habría hecho.”
Leila asintió levemente. Sus dedos temblaban.
Leila dice con acento siciliano, “Después… me trasladaron. Creo que en avión. Me desperté en un lugar frío, con montañas. Montenegro, me dijeron. Matteo estaba allí. No me hablaba casi nunca. Solo… me golpeaba, como si esperara que yo dijera algo. Quería quebrarme.”
Leila dice con acento siciliano, Matteo Descargó todo su odio, me drogaban Karlo. Gianlorenzo me violaba todos los malditos días, se encargaba de quebrar mi voluntad y mi ser cada día.
Karlo levantó la cabeza al escuchar el nombre.
Karlo dice con acento siciliano, “Ese bastardo…”
Leila cerró los ojos, el dolor haciéndose tangible en la contracción de sus sienes.
Leila dice con acento siciliano, "El último mes… me quedé en silencio. Dejé de luchar contra ellos. Solo quería que terminara."
Karlo se levantó del sillón, con el rostro inexpresivo, pero sus puños estaban cerrados con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.
Karlo caminó hasta el pie de la cama, la rigidez en su cuerpo era casi visible. Se inclinó y tomó con sumo cuidado una de las manos de Leila, sus dedos ásperos contra la piel fina de ella.
Karlo dice con acento siciliano, "Escúchame bien, principessa. Ese último mes se acabó. Se acabó esa casa, se acabó Montenegro. Se acabaron los golpes y las violaciones. Se acabó Gianlorenzo, y se acabó Matteo. Ya no están. No existen. Nunca más te van a tocar."
Apretó su mano con suavidad, intentando transmitir algo del torrente de emociones que lo inundaba.
Karlo dice con acento siciliano, "No tienes que seguir luchando contra ellos, porque todos estamos aquí. Soy leal a ti hasta que vuelvas a ser tú. Necesitas volver. No solo por ti, sino por nosotros. La organización es fuerte, pero no es lo mismo sin ti al mando. La Principessa del Terrore de Catania, la que nos enseñó a no tener miedo ni siquiera a la muerte. Esa Leila tiene que volver."
Una lágrima silenciosa se deslizó por la sien de Leila. Karlo la secó con el pulgar, el gesto cargado de una lealtad inquebrantable.
Karlo dice con acento siciliano, "Cuando creímos que estabas muerta, el infierno se desató. El primero que lo sintió fue Matteo. Nadie sabía dónde estabas, pero todos creímos que había sido él. Y la que más duro golpeó, la que se encargó de recordarle al mundo quién eras, fue Etna."
Hizo una pausa, el nombre de Chyara apenas un susurro.
Karlo dice con acento siciliano, "Chyara. Tomó tu lugar como dijiste, se puso al frente sin dudar. Y su furia era la tuya. Ella buscó venganza, Leila. Por ti. Vengó cada latigazo, cada grito, cada traición. Ella nos mantuvo a flote y destrozó a cualquiera que se cruzara en el camino, creyendo que así honraba tu memoria."
Leila abrió los ojos y lo miró fijamente, la mención de Chyara y de la venganza logrando un efecto que el consuelo no había podido.
Leila dice con acento siciliano, "¿Etna… realmente creyó que había muerto?"
Karlo asintió con gravedad.
Karlo dice con acento siciliano, "Todos lo hicimos. Y actuamos en consecuencia. Ahora estás de vuelta. Ya viste lo que hicimos cuando no estabas. Imagínate lo que podemos hacer ahora, juntos. La Famiglia te espera. Y yo… yo voy a ir donde tú vayas, Leila. Hasta el final. Solo tienes que levantarte."
Leila soltó un suspiro largo, como si intentara expulsar el aire viciado de los últimos meses. Su mano, que Karlo aún sostenía, se apretó con una fuerza renovada, aunque mínima.
Leila dice con acento siciliano, "Y Pietro... ¿él también lo creyó?"
Karlo cerró los ojos por un instante. Este era el momento que había temido desde que salió de Palermo.
Karlo dice con acento siciliano, "Sí. Pietro también. Actuó como un guerrero, Leila. Por ti, por la Famiglia. Se puso al frente de la operación de Catania. Era tu sombra, tu eco en la lucha contra la traición de Matteo."
Karlo apretó los labios, la mentira que había ensayado en el avión se desvanecía ante la fragilidad de Leila. No podía. No podía añadir otra herida, no ahora.
Leila parpadeó lentamente, sin soltar la mano de Karlo. Había una sombra de duda en sus ojos, pero la necesidad de creer en la supervivencia de su gente era más fuerte.
Leila dice con acento siciliano, "¿Está bien? ¿No está herido? Después de lo que pasó…"
Karlo negó con la cabeza, manteniendo la firmeza en su voz, aunque sentía un nudo en el estómago por la omisión.
Una pequeña y casi imperceptible sonrisa curvó los labios de Leila, una luz tenue en la oscuridad que la había envuelto.
El silencio se instaló de nuevo, pero esta vez era menos pesado. Leila movió la cabeza, como si de pronto recordara algo que había estado flotando en el ambiente desde la noche anterior.
Leila dice con acento siciliano, "Y dime, ¿quién es la mujer que trajiste contigo? La del cabello oscuro y la mirada de fiera. La escuché ayer en la mañana discutiendo con Chiara."
La mención de Shawnee hizo que la tensión regresara al cuerpo de Karlo. Se reclinó en el sillón, intentando parecer casual.
Karlo dice con acento siciliano, "Es Shawnee. Es de Sinaloa. Un contacto, una socia. Me ayuda con la logística del puerto, el movimiento de la mercancía. Es muy… eficiente."
Leila lo miró con esa perspicacia que el dolor no había podido borrar. Su mirada se detuvo un momento en el cuello de Karlo, donde las marcas superficiales de las uñas de Shawnee ya se habían desvanecido, pero la tensión era evidente.
Leila dice con acento siciliano, "¿Una socia, Karlo? No parece que solo hablen de contenedores. Hay un fuego que arde entre ustedes, lo siento desde aquí. Chiara la odia, y ella parece feliz de ser odiada."
Karlo se pasó la mano por la barba, sintiendo el peso de la honestidad.
Karlo dice con acento siciliano, "Shawnee es complicada. Necesita el conflicto para respirar. Y sí, es más que una socia. Es una… distracción. En estos meses, con todo lo que pasó, ella ha sido la única que no me ha preguntado si estoy bien. Solo me ha empujado a seguir moviéndome."
Leila asintió lentamente, cerrando los ojos por un momento.
Leila dice con acento siciliano, "El placer para olvidar el dolor. Lo entiendo. Pero ten cuidado, Karlo. El fuego de una mujer así puede calentarte, pero también puede quemar los cimientos."
Karlo se levantó, dirigiéndose de nuevo a la puerta, el sol ya más visible en el cielo.
Karlo dice con acento siciliano, "Lo sé, Leila. Siempre lo sé. Cuídate mucho. Prométeme que no volverás a la cama de inmediato, que saldrás al jardín. El aire fresco ayuda."
Leila soltó finalmente su mano.
Leila dice con acento siciliano, "Lo prometo. Ve con cuidado. Y dile a esa ‘socia’ tuya que modere su temperamento. No quiero problemas innecesarios en la villa de Mássimo."
Karlo asintió con una sonrisa tensa.
Karlo dice con acento siciliano, "Le diré. Addio, principessa."
Salió de la habitación, cerrando la puerta con sumo cuidado, el rostro de Leila —frágil pero con un destello de regreso— grabado en su memoria. El alivio por haber evitado la verdad sobre Pietro se mezcló inmediatamente con la culpa, un veneno lento que ahora sabía que tendría que cargar solo. Se apresuró a bajar las escaleras, buscando la salida. Tenía que irse, antes de que el sol de Turín calentara lo suficiente para derretir la precaria paz que había conseguido fingir.
Karlo descendió las escaleras con paso lento, el eco de su conversación con Leila aún vibrando en su cabeza. El aire de la villa estaba cargado de humedad y silencio; la llovizna había cesado, pero el olor a tierra mojada seguía filtrándose por los ventanales abiertos. En el recibidor, los primeros rayos del sol se estiraban perezosos sobre el suelo de mármol.
Pensó que Shawnee aún dormiría, pero ahí estaba: sentada en el borde de la mesa de roble, con una pierna cruzada sobre la otra y una manzana en la mano. Llevaba una blusa blanca, sin abotonar del todo, y el cabello suelto, húmedo todavía. Tenía el aire de quien no necesitaba permiso para ocupar ningún espacio.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Mira nada más, el caballero del amanecer. ¿Otra noche sin dormir o te fuiste a confesar los pecados?”
Karlo dejó el bolso cerca de la puerta y se frotó los ojos con las manos.
Karlo dice con acento siciliano, “No empieces, Shawnee. No estoy para tus bromas.”
Ella dio un mordisco a la manzana, observándolo sin pestañear.
Shawnee dice con acento sinaloense, “No es broma. Te escuché caminar toda la madrugada. Ibas y venías como si te persiguiera el diablo. Luego te me desapareces… y vuelves con esa cara de entierro.”
Karlo alzó la vista, su voz firme, aunque el cansancio le raspaba la garganta.
Karlo dice con acento siciliano, “Fui a ver a Leila. Necesitaba hacerlo antes de irme.”
Shawnee arqueó una ceja, mordiendo de nuevo la manzana.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Ah, ¿y fuiste también a despedirte de Chiara, o solo de tu jefa?”
Karlo frunció el ceño.
Karlo dice con acento siciliano, “¿Qué tiene que ver Chiara con esto?”
Shawnee se bajó de la mesa, caminando con esa cadencia suya entre felina y desafiante.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Tiene que ver que anoche se quedó afuera del despacho contigo. Más de una hora. Y no creo que hablaran del clima.”
Karlo apretó la mandíbula, la tensión acumulada desde el amanecer explotando en su voz.
Karlo dice con acento siciliano, “¡Basta, Shawnee! No inventes lo que no sabes. Chiara y yo hablamos de trabajo, de Catania, del puerto. ¡Del maldito caos que tú misma ayudaste a provocar hace dos días!”
Ella lo observó en silencio, sin retroceder. Su tono, cuando habló, fue más bajo, pero punzante.
Shawnee dice con acento sinaloense, “No hace falta que me grites. No estoy celosa… bueno, no de Leila. Pero Chiara me mira como si fuera una cucaracha, y tú lo permites. Eso sí me jode.”
Karlo exhaló con frustración, llevándose una mano al cabello.
Karlo dice con acento siciliano, “¿Qué esperas que haga? ¿Que la corra de la villa de Mássimo? Estás de invitada, Shawnee. Todos lo estamos. No te das cuenta de que estás jugando con fuego.”
Shawnee se acercó un paso, con esa sonrisa peligrosa que era su modo de resistir.
Shawnee dice con acento sinaloense, “¿Y desde cuándo tú le temes al fuego, Karlo? Pensé que el humo era tu perfume natural.”
Él cerró los ojos un instante, intentando contener el impulso de responderle con la misma mordacidad. Pero no lo consiguió.
Karlo dice con acento siciliano, “Eres insoportable cuando te pones así. No puedes soportar que alguien más tenga autoridad. Ni Chiara, ni yo, ni nadie. Todo lo vuelves un desastre.”
Shawnee encogió los hombros.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Tal vez. Pero también soy la única que no te trata como un soldado obediente. Chiara te da órdenes como si fueras su perro. Yo al menos te hablo como un hombre.”
Las palabras lo atravesaron. Karlo la miró fijamente, la furia apenas contenida.
Karlo dice con acento siciliano, “No entiendes nada de lo que somos. Ni de lo que hacemos. Esto no es un juego, Shawnee. No es un paseo romántico por Italia.”
Ella rió, una risa corta y amarga.
Shawnee dice con acento sinaloense, “No, claro que no. Todo contigo son contenedores, armas, planes y nombres en voz baja. Pero ¿y tú, Karlo? ¿Dónde quedas tú entre tanta sombra?”
Karlo dio un paso hacia ella, la mirada encendida.
Karlo dice con acento siciliano, “Yo quedo donde debo estar. Donde Leila me necesita. Donde la Famiglia me necesita.”
Shawnee, lejos de retroceder, lo sostuvo con la mirada, desafiante.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Y Chiara, ¿también te necesita? Porque la forma en que te mira cuando hablas de Catania… parece que sí.”
Karlo golpeó con la palma abierta la mesa detrás de ella, el sonido seco retumbando en el silencio del vestíbulo. No la tocó, pero su rabia llenó el aire como una descarga eléctrica.
Karlo dice con acento siciliano, “¡Ya basta! No vuelvas a decir su nombre en ese tono. No sabes nada de lo que pasamos. ¡Nada!”
Shawnee lo observó, inmóvil. Durante unos segundos no dijo nada, y luego, su tono cambió. Más suave, casi burlón, pero con un trasfondo sincero.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Te alteras, y eso me gusta. Significa que aún no estás muerto por dentro.”
Karlo cerró los ojos, exhalando, el enojo transformándose en cansancio.
Karlo dice con acento siciliano, “Me alteras tú, Shawnee. Siempre lo haces. Desde el primer día. Eres ruido cuando necesito silencio.”
Ella sonrió, satisfecha.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Entonces déjame ser ruido un rato más. No quiero irme todavía. Quiero ver la ciudad, sentir el aire, tomar un café sin que nadie me dispare una mirada de odio. ¿Qué te cuesta?”
Karlo la miró, desconcertado entre la rabia y la rendición.
Karlo dice con acento siciliano, “¿Un café?”
Shawnee dice con acento sinaloense, “Un café, un paseo, lo que sea. Una hora. Dos si el mundo no se acaba. Turín no va a devorarnos, Karlo. Solo déjame ver algo bonito antes de volver a Palermo.”
Él la observó largo rato, buscando el motivo para negarse. Pero el cansancio podía más que su disciplina, y en el fondo sabía que resistirse a Shawnee era como intentar contener la marea.
Finalmente asintió, resignado.
Karlo dice con acento siciliano, “Una hora. No más. Y te comportas. Ni una palabra fuera de lugar con nadie.”
Shawnee soltó una carcajada leve, levantando la manzana a modo de brindis.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Trato hecho, mi rey. Prometo portarme… casi bien.”
Karlo resopló, sin poder evitar una media sonrisa.
Karlo dice con acento siciliano, “Ve a cambiarte. Salimos en veinte minutos.”
Shawnee dejó la manzana sobre la mesa y se acercó a él con paso lento, el brillo travieso de sus ojos suavizado por algo más cálido.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Ves, no era tan difícil. A veces solo necesitas que alguien te saque de tus fantasmas.”
Él no respondió, solo la observó mientras se alejaba escaleras arriba. Su silueta desapareció en el descanso del segundo piso, dejando tras de sí el aroma de su perfume y un silencio que, por primera vez en mucho tiempo, no le pesó tanto.
En el cuarto, Shawnee abrió el armario con una sonrisa que le nacía del alma.
El paseo sería breve, pero suficiente para robarle al destino un respiro.
Revolvió la maleta, buscando algo que dijera aquí estoy sin necesidad de palabras. Eligió un vestido de seda color borgoña, ajustado y con un escote atrevido en la espalda, acompañado por unos tacones altos y un abrigo corto de piel sintética. Se miró al espejo y ladeó la cabeza, satisfecha.
Shawnee dice con acento sinaloense, “Perfecto. Si el humor de Karlo no mejora después de esto, entonces sí que está muerto.”
Se aplicó un poco de perfume, recogió su bolso y sonrió ante su reflejo.
Por un instante, no era la mujer que había cruzado medio mundo entre fuego y balas. Era solo una mujer a punto de salir a pasear con el hombre que no podía tener.
Y eso, pensó, ya era suficiente motivo para sonreír.
Shawnee bajó las escaleras con una elegancia deliberada. El vestido borgoña se movía como un río oscuro a su paso, acentuando cada curva. Karlo la esperaba junto a la puerta, su rostro aún sombrío, pero sus ojos azules se detuvieron en ella un segundo más de lo necesario. Llevaba una chaqueta de cuero sobre la camisa arrugada, y su aspecto era el de un hombre que se preparaba para la batalla, no para un paseo.
Shawnee dice con acento sinaloense, "¿Qué te parece? ¿Demasiado discreta, mi rey?"
Karlo negó con la cabeza, sin inmutarse, aunque sus músculos se tensaron ligeramente.
Karlo dice con acento siciliano, "Pareces lista para incendiar la ciudad, no solo para tomar un café."
Shawnee se rió, acercándose para tomar el brazo que él no le ofrecía.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Es mi estilo, siciliano. Además, ¿no querías algo que te sacara de tus fantasmas? Con este vestido, los fantasmas van a salir huyendo."
Él no discutió más. Abrió la puerta y el aire fresco de la mañana, limpio de lluvia y con un toque a pino, los golpeó. Salieron de la villa en silencio. Un coche les esperaba, discreto, con un chofer que Karlo había llamado apenas Shawnee subió a vestirse.
Karlo dice con acento siciliano, "Nos llevará al centro, cerca del Quadrilatero Romano. Es la zona antigua, con más movimiento."

Shawnee se reclinó en el asiento de cuero, disfrutando de la sensación del movimiento y el alejamiento de la pesada quietud de la villa.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Me parece bien. Quiero ver gente real. No más mármol y silencio."
El coche se deslizó por las avenidas arboladas de Turín. Mientras pasaban por plazas amplias y edificios barrocos, Shawnee no dejaba de mirar por la ventana, con una fascinación infantil que sorprendió a Karlo.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Es muy diferente a Palermo, ¿sabes? Palermo es pura pasión, puro caos. Esto… es más elegante. Como si todos estuvieran esperando algo, pero no lo dijeran."
Karlo la miró de reojo.
Karlo dice con acento siciliano, "Eso es Turín. Esconde su fuerza. Es la ciudad de los secretos y la alquimia. Nunca muestra todo a la primera."
Shawnee se giró hacia él, su sonrisa se desvaneció.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Como tú. Mucho músculo, mucho silencio, y por dentro, un montón de cosas escondidas que te están matando."
Karlo ignoró el comentario, señalando un arco de piedra que se abría en una calle estrecha.
Karlo dice con acento siciliano, "Ahí está la Via della Consolata. Entraremos por ahí. Es donde está la cafetería que me gusta."
El coche los dejó en una esquina tranquila. Karlo, por instinto, se puso ligeramente delante de Shawnee mientras se adentraban en el laberinto de callejuelas empedradas. El olor a pan recién horneado y café fuerte inundaba el aire. La gente caminaba con prisa, envuelta en abrigos oscuros.
En la Piazza della Consolata, la basílica se alzaba con una solemnidad austera. Frente a ella, una antigua cafetería con mesas de hierro forjado en la acera ofrecía un refugio acogedor.
Karlo se sentó en una mesa de la esquina, de espaldas a la pared, para tener control visual de la plaza. Shawnee se sentó frente a él, quitándose el abrigo y revelando por completo el escote atrevido del vestido. Varios hombres se giraron al pasar, y ella les dedicó una sonrisa despreocupada.
Karlo le dio una mirada de advertencia.
Karlo dice con acento siciliano, "Modera eso, Leopardo. Te lo dije."
Shawnee encogió los hombros mientras llegaba el camarero.
Shawnee dice con acento sinaloense, "¿Qué? Solo miro el paisaje. ¿No dijimos que veníamos a ver algo bonito?"
Pidió un espresso doble con un tono que mezclaba el acento de Sinaloa con la cadencia italiana, un híbrido que era puramente suyo. Karlo pidió un cappuccino y se recostó en su silla, dejando que el murmullo de la gente y el olor a café llenaran el espacio entre ellos.
Shawnee lo miró fijamente.
Shawnee dice con acento sinaloense, "¿Y ahora qué? ¿Vamos a hablar de los contenedores que se están pudriendo en Palermo?"
Karlo suspiró.
Karlo dice con acento siciliano, "Hablemos de lo que quieres ver. ¿Por qué insistes tanto en esto, Shawnee?"
Ella tomó el espresso, el calor de la taza entre sus manos.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Porque no quiero que te vayas de Turín solo con el recuerdo de Leila sufriendo y de Chiara gritando. Vine contigo. Quiero un recuerdo nuestro."
El camarero dejó su cappuccino con arte. Karlo tomó un sorbo, su mirada fija en el vapor que subía.
Karlo dice con acento siciliano, "Tenemos recuerdos, Shawnee. El avión, ¿lo olvidaste?"
Shawnee sonrió, una sonrisa sin malicia, casi vulnerable.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Eso fue para escapar. No para recordar. Lo que quiero es esto, Karlo. Verte respirar sin que nadie te esté pidiendo nada. Verte tomar un café como un hombre normal, no como el capo de la mafia."
Karlo la observó, y por primera vez en días, sintió cómo una capa de hielo se resquebrajaba dentro de él. No la culpaba. En medio del desastre de su vida, ella era la única fuerza constante que lo desafiaba a sentir algo más que culpa.
Karlo dice con acento siciliano, "No soy un hombre normal, Shawnee. Y nunca lo seré. Tú tampoco. No te engañes."
Shawnee se inclinó sobre la mesa, sus ojos felinos brillando.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Pero podemos fingirlo, por una hora. Dime qué te gusta de Turín, Karlo. Dime algo que no tenga que ver con la sangre."
Él pensó por un momento.
Karlo dice con acento siciliano, "Me gusta el Museo Egipcio. Es el segundo más grande del mundo. Y me gusta que las montañas están siempre ahí, vigilando la ciudad. Te recuerdan que, por muy grande que te creas, hay fuerzas mayores."
Shawnee asintió, su rostro suave.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Montañas… como en Sinaloa. Allá también se siente esa fuerza. Me gusta esa idea. Que el mundo es más grande que nuestros problemas."
Se quedaron en silencio, bebiendo el café. El sol se hizo más fuerte, iluminando los edificios antiguos. Por unos veinte minutos, fueron solo dos personas en una cafetería, ajenas a las sombras que los esperaban.
Shawnee dejó su taza vacía, el ruido seco del porcelana sobre la mesa rompiendo el breve instante de paz.
Shawnee dice con acento sinaloense, "¿Sabes qué me gusta de Culiacán, mi rey? Que no anda con rodeos. Aquí todo es elegante, como dices, lleno de secretos. Allá, la vida te da un putazo y te dice ahí te va, sin avisar. Es cruda, pero honesta."
Karlo la miró, un destello de genuina curiosidad en sus ojos. Su Sicilia natal, aunque violenta, operaba bajo códigos milenarios; el caos abierto de México era una bestia diferente.
Karlo dice con acento siciliano, "¿Culiacán? La capital de Sinaloa. La hemos tocado en los mapas, por la ruta del Pacífico. ¿Qué hay que ver ahí, aparte de… lo que ya sabemos?"
Shawnee sonrió, su tono volviéndose más nostálgico, menos provocador.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Hay más que eso. Culiacán es tierra de contrastes. Por un lado, tiene un centro histórico bien bonito, con la Catedral de Nuestra Señora del Rosario, que es de un rojo imponente. Y el Jardín Botánico, ¿lo has visto? Dicen que es uno de los más importantes de México, con especies de todo el mundo, un oasis en medio de la ciudad. Pero luego... caminas un par de cuadras y sientes el otro lado."
Ella se inclinó, su voz un susurro bajo, cómplice.
Shawnee dice con acento sinaloense, "A mí me gustaba ir al Malecón Viejo, frente al Río Tamazula. Ver el atardecer, la luz dorada pegando en el agua. Y la comida, Karlo, la comida… eso sí que te va a encantar. No hay capo que se resista a unos buenos tacos de asada o un aguachile que te despierte hasta el alma. Esos son mis fantasmas, ¿sabes? El olor a chile y a tierra caliente."
Karlo escuchaba, fascinado. Por primera vez, Shawnee no estaba hablando de él, ni de ellos, sino de un lugar que era suyo.
Karlo dice con acento siciliano, "Suena… diferente. Siempre pensé en Sinaloa como un lugar árido. De guerra constante."
Shawnee se encogió de hombros, la sonrisa desvaneciéndose un poco.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Lo es. Por eso hay que agarrarse de las cosas bonitas. Yo crecí ahí. Empecé muy joven, Karlo. No te creas que yo nací La Leopardo. Fui solo una chamaca que tenía que comer. Me metí a mover cosas chicas, luego más grandes. Aprendí rápido porque la muerte en mi tierra no te da segundas oportunidades."
Ella hizo una pausa, mirando la Basílica con una seriedad que no le había visto antes.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Apenas voy a cumplir 30 años, Karlo. Este 28 de noviembre. Y en menos de diez años pasé de ser una nadie a que los grandes de allá me pusieran atención. Los Carteles de Culiacán no le dan trabajo a cualquiera, y mucho menos a una mujer tan joven. Yo me lo gané a punta de balas, de estrategia y de no decir que no a lo que nadie más se atrevía. Aprendí los códigos, las rutas, las traiciones. Soy mercenaria porque la lealtad es un mito y yo solo confío en mi propio cuchillo."
Su confesión era tan directa, tan sin adorno, que desarmó a Karlo. La edad lo sorprendió, la hacía aún más peligrosa.
Karlo dice con acento siciliano, "30 años… No me lo esperaba. Eres rápida, Shawnee. Y tu gente es la única que tiene la audacia de desafiarnos tan de cerca."
Su tono no era de reproche, sino de reconocimiento. El muro de la disciplina de Karlo se inclinó ligeramente, cediendo ante la honestidad brutal de la mexicana.
Karlo dice con acento siciliano, "La audacia cuesta caro aquí. Y tú la vendes muy bien."
Shawnee le sonrió, un destello de su habitual provocación regresando a sus ojos.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Y a buen precio, mi rey. Nunca he trabajado gratis. La vida me enseñó a cobrar por cada riesgo. Y por cierto... ya que estamos confesando, me debes un regalo de cumpleaños. Faltan solo unas semanas, piénsalo bien."
Karlo se echó a reír por lo bajo, un sonido áspero que rara vez se permitía. Era la primera vez que la escuchaba hablar de algo tan mundano como un cumpleaños, y el contraste con su historia de balas y traiciones era inusitado.
Karlo dice con acento siciliano, "¿Un regalo? ¿Y qué quiere la Leopardo que no pueda conseguir con un balazo?"
Shawnee inclinó la cabeza, su mirada profunda y seria por un segundo.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Quiero paz. Un solo día sin tener que ver mi espalda. Pero como eso es imposible, me conformo con algo que solo tú puedas darme."
Karlo la observó, sabiendo que estaba jugando con fuego, pero sin poder evitar la curiosidad.
Karlo dice con acento siciliano, "¿Y qué es eso?"
Shawnee deslizó su mano sobre la mesa, deteniéndose justo antes de tocar la de Karlo.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Tu confianza. Que me digas por qué te duele tanto estar aquí, por qué esa Chiara te sigue encendiendo tanto la sangre. Y por qué te empeñas en seguir negando que te gusta tener a una salvaje como yo a tu lado, justo cuando más te sientes solo."
El camarero se acercó para recoger las tazas, y el silencio de la pausa fue un alivio para Karlo. Una vez solos de nuevo, Karlo se reclinó, cruzando los brazos sobre el pecho. La pregunta de Shawnee había roto la frágil barrera del café.
Karlo soltó el aire de sus pulmones en un suspiro largo, un sonido de cansancio profundo. Su mirada ya no estaba en la plaza, sino en algún punto indefinido del pasado.
Karlo dice con acento siciliano, "Te lo dije una vez, Shawnee. No sé por qué te empeñas en que te lo repita. Chyara… Etna. Ella fue mi debilidad desde que la ví transformada. Una fuerza de la naturaleza. Una locura tan grande como la del volcán. Estaba locamente enamorado, lo sabes. Y lo sigo estando, aunque me duela el alma reconocerlo."
Karlo Apretó las manos sobre la mesa, con la mandíbula tensa.
Karlo dice con acento siciliano, "Verla aquí, bajo el mismo techo, como si nada… me revuelve la sangre. Porque ella eligió su camino. Eligió quedarse al lado de Gianluca, de esa estructura de Sicilia, de esa lealtad que yo mismo le ayudé a reconstruir. Y me dejó vacío. Me dejó con esta rabia que no se me quita. Estoy tratando de borrarla, de extirpar ese sentimiento, ¿entiendes? Y no puedo."
Su voz se endureció, tornándose áspera.
Karlo dice con acento siciliano, "Y luego está Pietro. Tú quieres quitarme este peso, pero no sabes de qué está hecho. No estuve con él. El día que mi hermano… murió en Montenegro, yo estaba contigo. Habíamos terminado de llegar a ese lugar enmedio del mar. Me fuí contigo, en lugar de quedarme con ellos. Si hubiera estado allí, a su lado, en el rescate de Leila, yo lo habría podido salvar. Lo sé. En lugar de eso, estaba contigo, negociando, mirando por la mia ganancia, y la tuya."
Hizo una pausa, su mirada azul clavándose en la de Shawnee, cargada de una honestidad brutal que no podía fingir.
Karlo dice con acento siciliano, "No puedo sentir más por ti, Leopardo. No ahora. No cuando esta culpa me está matando. Cada caricia tuya me recuerda que fallé, que elegí la ruta fácil, la distracción, en lugar de la lealtad a mi hermano. Me atormenta, Shawnee. Y hasta que no me libre de eso… no puedo darte nada."
Shawnee escuchó cada palabra con la cabeza inclinada, el brillo en sus ojos atenuado por una mezcla de dolor y una comprensión muy familiar. Quiso rebatir, decirle que no era su culpa, que la muerte encuentra a la gente en cualquier rincón. Pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta.
Ella sabía que la culpa de Karlo era un veneno lento, y que él buscaba una razón tangible para justificar su sufrimiento.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Mi rey…"
Se detuvo, respirando profundamente. ¿Cómo decirle que ella también era parte de esa cadena de errores?
Shawnee dice con acento sinaloense, "Yo… yo trabajaba para Matteo. No lo niego. Movía lo que me pedía, le conseguía contactos. Él era un socio importante en mi tierra. Pero yo no sabía lo de Leila, Karlo. No sabía la mierda que ese cabrón estaba haciendo. Para mí, ustedes eran solo fletes, eran solo enemigos que quitar del camino. Yo solo hacía negocios, no era su perro de caza personal."
Su tono era bajo, casi defensivo. Era la verdad, sí, pero una verdad incompleta.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Yo no quería lastimar a nadie de la Famiglia. Yo solo quería subir. Me lo gané con sangre y balas, no con lealtades estúpidas. Y si me hubiera enterado de lo de Leila… ten por seguro que yo misma le habría cortado la cabeza a ese perro. No porque fuera tu principessa, sino porque eso no se le hace a una mujer. Pero eso no te sirve de nada ahora, ¿verdad?"
Shawnee Se reclinó en la silla, el café frío en su taza. El silencio de la plaza se hizo más ruidoso. Karlo la miró con una expresión indescifrable, una mezcla de dolor y una nueva, terrible, comprensión. Él sabía que la lealtad de la mexicana era volátil; lo que no sabía era hasta dónde se extendían sus sombras.
Karlo dice con acento siciliano, "Lo sabía. Siempre lo supe. Trabajaste para él hasta que el barco de Matteo se hundió. Tú no cambias de bando, Shawnee. Tú solo cambias de socio cuando la ganancia es mejor."
Su voz era monótona, desprovista de emoción, lo cual era peor que la rabia. Era la voz de una aceptación dolorosa.
Shawnee no se inmutó.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Y qué. ¿Tú crees que yo me iba a quedar a esperar que ustedes me mataran? La vida es eso, Karlo. Adaptarse, sobrevivir. Matteo era un puente. Ustedes, ahora, son el puerto entero. Y yo sé manejar ese puerto mejor que nadie."
El silencio se instaló de nuevo, esta vez lleno de reproches no verbalizados.
Karlo dice con acento siciliano, "Hemos terminado aquí. Se acabó el café, se acabó el paseo. Volvemos a la villa. Ahora."
Se levantó de la mesa sin esperar respuesta. El gesto fue tan abrupto que el camarero se acercó, pensando que se iban sin pagar.
Shawnee se levantó despacio, con esa calma que la hacía tan exasperante. Dejó un fajo de euros sobre la mesa, más de lo necesario.
Karlo la ignoró, caminando hacia la calle, sus hombros tensos. Shawnee lo siguió, la sonrisa arrogante en sus labios, aunque el dolor que sentía por la confesión de Karlo se le clavaba en el pecho. Él la había desnudado emocionalmente, y ahora ella sentía el frío del aire de Turín.
Salieron a la calle principal, el chofer ya los esperaba. Karlo abrió la puerta del coche sin mirarla.
Karlo dice con acento siciliano, "Sube."
Shawnee se detuvo un momento, deteniendo la mano de Karlo sobre la manija.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Espera. Sé que no te sirve, pero tienes que saberlo. Cuando me enteré de que estabas vivo, después de lo de tu gente en Catania... no sabes el alivio que sentí. No por el negocio. Por ti. Y no te confundas, mi rey. Me gusta tu caos. Me gusta que me busques. Y no me importa si es solo para olvidar a la otra o para tapar la culpa. Al final, los dos nos quemamos. Y si tengo que ser tu veneno o tu cura… seré lo que me pidas. Pero me quedo a tu lado."
La honestidad de sus palabras descolocó a Karlo. La miró a los ojos, y por primera vez en toda la mañana, no había rabia en su mirada, solo una fatiga infinita.
Karlo dice con acento siciliano, "No me pidas lealtad, Shawnee. No me la pidas a mí, que acabo de mentirle a Leila sobre la muerte de mi hermano. Yo no tengo nada que dar. Solo cenizas."
Abrió la puerta del coche con brusquedad. Entró y se sentó en silencio, mirando por la ventana sin ver nada.
Shawnee se subió a su lado, sintiendo la distancia inmensa entre ellos. El coche arrancó, dejando atrás la Piazza della Consolata y el rastro fugaz de la paz.
El camino de vuelta a la villa fue un infierno silencioso. Ninguno de los dos habló. El chofer, ajeno a la tempestad que se libraba en el asiento trasero, conducía con suavidad.
Cuando llegaron a la villa, Karlo bajó sin esperar a Shawnee. Caminó a paso rápido hacia el interior, su figura desapareciendo por el vestíbulo.
Shawnee se quedó junto al coche un momento, sintiendo la pesada quietud del lugar. Luego, con un suspiro, entró.
Shawnee entró a la villa y encontró a Karlo junto a la entrada de un despacho cerrado, el de Mássimo, a juzgar por la robusta puerta de caoba y el silencio que emanaba de ella. Él ya había recogido su bolso. Ella se acercó despacio, ajustándose el abrigo y reprimiendo el impulso de iniciar otra discusión.
Shawnee dice con acento sinaloense, "¿Despedida oficial, mi rey? ¿O vas a pedirle permiso para volverte a escapar conmigo?"
Karlo se giró, su expresión dura y sin rastro de la media sonrisa que se había permitido en la cafetería.
Karlo dice con acento siciliano, "No te atrevas. Solo vamos a despedirnos, y nos vamos. Mássimo ya ha tenido suficientes problemas por tu culpa."
Ella bufó, pero se mordió la lengua. Karlo tocó la puerta con dos golpes firmes y secos. Desde el interior, una voz grave y tranquila autorizó el paso.
Karlo abrió la puerta y le hizo un gesto a Shawnee para que entrara.
Mássimo levantó la vista y sonrió a Karlo, un gesto formal.
Mássimo dice con acento turinés, "Karlo. Pensé que ya habías partido."
Karlo dice con acento siciliano, "Don Mássimo. Necesitaba despedirme y agradecerle la hospitalidad. Ha sido un honor."
Mássimo asintió con la cabeza, luego su mirada se posó en Shawnee, analizándola sin una pizca de juicio, sino con la fría curiosidad de un estratega.
Mássimo dice con acento turinés, "Y la señorita… La Leopardo. Fue un placer. Oí que ha causado algo de problemas ayer en mi jardín."
Shawnee se inclinó con un movimiento fluido y descarado, una sonrisa juguetona en los labios.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Dicen que el buen perfume siempre deja rastro, Don Mássimo. Es un honor conocerlo en persona."
Mássimo rio suavemente, un sonido grave y medido.
Mássimo dice con acento turinés, "Un espíritu indomable. Espero, Karlo, que sepas lo que haces al tenerla a tu lado en los negocios. Y sobre todo que Leila y Chyara aprueben que ella intervenga."
Karlo se mantuvo firme, sin vacilar, a pesar del nudo en el estómago.
Karlo dice con acento siciliano, "Shawnee es un buen contacto para las nuevas rutas. No habrá más problemas, se lo aseguro. Ya entendió que esta no es su arena."
Shawnee le dirigió a Karlo una mirada de incredulidad por el "ya entendió", pero mantuvo el silencio.
Mássimo se levantó, rodeando el escritorio para estrechar la mano de Karlo con calidez.
Mássimo dice con acento turinés, "Leila está mejor. Eso es lo que importa. Vuelve a Palermo y estabiliza el puerto. Necesitamos que las rutas sigan fluyendo. Y Karlo… cuida de la carga."
La última frase fue un mensaje cifrado que Karlo entendió perfectamente.
Karlo dice con acento siciliano, "Lo haré, Don Mássimo. Que tenga un buen día."
Salieron del despacho, Karlo cerrando la puerta con un suave clic. En el pasillo, Karlo tomó el bolso con furia.
Karlo dice con acento siciliano, "Vamos."
Shawnee caminó a su lado, la irritación por haber sido tratada como una niña era palpable.
Shawnee dice con acento sinaloense, "¿Buen contacto, Karlo? ¿En serio? Suenas como si estuvieras hablando de un maldito tractor."
Karlo no aminoró el paso.
Karlo dice con acento siciliano, "Es lo único que Mássimo necesitaba oír. Eres útil. Nada más."
Llegaron al vestíbulo. El chofer ya estaba esperando junto a la puerta principal. Karlo se detuvo, sintiendo el aire más frío al abrirse el portón.
Karlo dice con acento siciliano, "Mira, Shawnee. Turín se queda atrás. Y lo que pasó en el jet, en la villa, y en el café… se queda aquí. En Palermo somos socios, nada más. Me debes lealtad en el trabajo, no me debes nada en la vida personal."
Shawnee lo miró con el descaro regresando a sus ojos. Había una herida en la comisura de sus labios, pero su orgullo la cubría.
Shawnee dice con acento sinaloense, "Me debo a mí misma, Karlo. Y si crees que voy a volver a tu cama solo para hablar de contenedores, estás muy equivocado. Yo no soy una cura, ni un veneno. Soy la única que se atreve a decirte que estás huyendo. Y me quedo a tu lado, pero no para que me pidas perdón. Sino para recordarte que la vida sigue, con o sin Chyara. Y con o sin el fantasma de tu hermano."
Karlo la sostuvo con la mirada, sin responder con palabras, sino con la intensidad de sus ojos azules. Era una declaración de guerra, silenciosa y absoluta. La tensión era tal que el chofer, un hombre curtido, se atrevió a toser suavemente.
Karlo, sin más que decir, se dirigió al coche. Abrió la puerta y entró. Shawnee no esperó la invitación, se deslizó en el asiento a su lado con su habitual gracia felina.
El coche arrancó, dejando atrás la fachada imponente de la Villa Martini. Karlo miró por la ventana, viendo el paisaje de Turín desaparecer. Sentía la presencia de Shawnee a su lado, tan cercana y, al mismo tiempo, tan inalcanzable. Había confesado su culpa y había mentido por miedo. Había buscado en ella el olvido y solo había encontrado un espejo más grande de su propia oscuridad.
El silencio se cerró sobre ellos, más denso que la neblina matutina de Turín. Era un silencio que no traía paz, sino la promesa de una tormenta mayor. Apenas habían comenzado a pagar las deudas del pasado, y los problemas de su futuro, envueltos en tequila y ambición, apenas estaban por comenzar.
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