Aquí se irán publicando las escenas de rol tanto de trama principal, como las que querais publicar los jugadores. Debido a la naturaleza de este foro, si se admite contenido NSFW.
Festejando la llegada de Alexei en casa de Tallana.
Punto de vista: MiaFiemma.
En casa de Tallana.
Una mesa baja de madera clara está decorada con pequeños detalles: flores secas en botellitas de cristal, galletas con forma de estrellitas, un pastel minimalista con glaseado blanco y la palabra Alexei escrita en azul grisáceo. Unas guirnaldas tejidas a mano cuelgan entre la ventana y el rincón del sofá, donde una manta tejida cubre los cojines.
MiaFiemma está sentada con una sonrisa radiante. Su barriga de ocho meses redondea su silueta con fuerza y ternura. Lleva un vestido de lino suave color lavanda claro, con botones nacarados y una cinta fina bajo el busto. Su cabello está suelto, recogido a medias con un pasador que Tallana le regaló esa misma tarde. Sus mejillas brillan —quizá por la emoción, quizá por las lágrimas que no se ha molestado en ocultar.
Jay está junto a ella, visiblemente relajado por primera vez en semanas. Le toma la mano con cariño, sin necesidad de palabras.
Tallana, elegante en pantalones amplios de seda negra y blusa de lino crudo, está sirviendo té de jazmín. La acompañan risas suaves y la voz pausada de Camelia, que acaba de contar una anécdota hilarante sobre una misión que tubo en Estados unidos hace años.
Dices con acento Sinaloense, "—"Mi niño va a nacer en un mundo raro, pero miren qué amor tan real lo espera..." —dice MiaFiemma, rompiendo el momento con una voz emocionada. "
MiaFiemma Se acaricia el vientre. Jay le besa la mano.
Tallana le acerca una pequeña caja envuelta en papel de arroz.
Tallana dice con acento ensenadense, "Es algo de mi abuela. Me lo dio antes de morir. Dijo que era para cuando una mujer valiente trajera nueva vida con amor."
MiaFiemma sonríe abriendo el regalo.
Dentro hay un collar antiguo con un dije en forma de luna creciente, en plata labrada.
MiaFiemma sostiene el collar en la palma como si fuera una reliquia sagrada. El metal frío contrasta con el calor de sus manos.
Murmuras con acento Sinaloense, "—Ay... está precioso —murmura con la voz rasposa de quien no quiere llorar más pero ya no lo puede evitar."
Camelia, que ha estado recostada en los cojines con una copa de infusión de hibisco en la mano, se incorpora un poco.
Camelia dice con acento mexicanno, "Parece que fue hecho para ti, Mía. "
Jay le acaricia el hombro a MiaFiemma mientras la ve sostener el dije contra su pecho.
Tallana se sienta por fin, dejando la tetera en su base de bambú, y suspira, mirándolos a los dos.
Tallana dice con acento ensenadense, "Mi abuela siempre decía que la luna no protege, la luna guía. Este niño va a tener su camino, pero sabrá quién es… por ti. "
MiaFiemma se pone el collar con manos temblorosas. El dije queda justo sobre su corazón. Luego toma aire y mira a las dos mujeres con una sonrisa que mezcla orgullo, nostalgia y una ternura infinita.
Dices con acento Sinaloense, "Saben que nunca pensé que llegaría a este punto. Que después de todo lo que viví, después de las noches sin nombre, después de tanto miedo… hace una pausa, sus labios tiemblan …pensé que no me iba a permitir ser feliz. Pero ustedes… ustedes me tejieron un hogar aquí, cabronas."
Tallana ríe bajito, con los ojos brillosos.
Camelia levanta su taza.
Camelia dice con acento mexicano, "Por Alexei. Que venga con la fuerza de su madre y la calma de su padre. "
Y con la locura de su tía —añade Tallana, alzando su copa también.
Te partes de risa.
MiaFiemma alza la suya con una sonrisa de esas que nacen desde dentro.
Dices con acento Sinaloense, "Por Alexei."
Tallana se pone de pie con esa energía suya que siempre parece tener guardada para los momentos justos.
Tallana dice con acento ensenadense, "Bueno… ¿y si partimos el pastel antes de que esta llorona hermosa dice señalando con ternura a MiaFiemma nos haga moquear a todos? "
Camelia suelta una risita.
Camelia dice con acento mexicano, "¡Ya estoy llorando desde hace tres brindis! Pero dale, que ese pastel se ve como pecado de lo bonito. "
Jay toma el cuchillo que Tallana le pasa y se lo ofrece a MiaFiemma. Ella lo toma con ambas manos, con cuidado, y él la ayuda guiando los movimientos.
Dices con acento Sinaloense, "Que sea la primera rebanada para el papá, ¿no? "
dice MiaFiemma entre risas.
Jay dice con acento ruso, "No, no —responde Jay con una sonrisa suave—, tú partes, yo sostengo. Como siempre. "
La primera rebanada cae delicadamente sobre un platito de cerámica artesanal. El interior es esponjoso, de vainilla con capas finas de limón. El aroma llena la sala. MiaFiemma parte otra y se la ofrece a Camelia, luego una a Tallana. Las tres la observan como si fuera un ritual.
—Bueno, ahora viene lo bueno —dice Camelia, frotándose las manos con picardía.
Dices con acento Sinaloense, "de qué?. "
Tallana se levanta, va a una esquina del salón y vuelve con una bolsita tejida.
Tallana Saca papelitos enrollados.
Tallana dice con acento ensenadense, "Cada quien va a sacar uno y va a responder en voz alta. Preguntas de futuro, de instinto, de lo que imaginamos del bebé. "
MiaFiemma sonríe, emocionada.
Dices con acento Sinaloense, "Ya me vi… vamos a ver qué tan brujas somos."
La primera en sacar un papel es Camelia. Lo desenrolla y lee:
—“¿Qué crees que va a ser lo primero que Alexei diga cuando empiece a hablar?”
Camelia se ríe antes de responder.
Camelia dice con acento mexicano, "“Tacos.” Va a ser igual de tragón que su mamá.
Jay se parte de risa.
Te partes de risa.
Todos sueltan carcajadas.
Le sigue Tallana. Su papel dice:
—“¿Qué talento oculto crees que tendrá?”
Tallana dice con acento ensenadense, "Uy… va a tocar el piano. Con esos deditos que ya le vimos en el eco, tiene manos de artista. Y va a tocar sin que nadie le enseñe. "
Jay sonríe, bajando la mirada, como si ya lo viera.
Jay dice con acento ruso, "Me gusta eso —dice en voz baja. "
MiaFiemma toma su turno. Desenrolla el papel y lee con voz un poco temblorosa: —“¿Qué vas a decirle cuando tenga miedo?”
Suspiras profundamente.
MiaFiemma Se queda en silencio unos segundos. Luego, con la voz profunda, suave, dice.
Dices con acento Sinaloense, "Le voy a decir que el miedo no lo define. Que lo escuche, pero que no le haga caso. Que respire… y que recuerde que tiene raíces más fuertes que cualquier tormenta."
Jay aprieta los labios y asiente, sin poder ocultar cuánto le ha tocado eso.
La luz cálida de la lámpara de papel envuelve la escena. El pastel ya tiene varias porciones menos, las tazas están medio vacías y la risa ha dado paso a una serenidad dulce. Alexei, desde su pequeño universo, da una patadita suave. MiaFiemma se lleva la mano al vientre y sonríe.
El sol se va escondiendo tras las colinas, tiñendo el cielo de un ámbar sereno. La casa rural respira una calma extraña, como si el tiempo se hubiese suspendido en los márgenes de un día cualquiera. Pero no lo es.
La chimenea crepita suavemente. El calor envuelve la estancia con ternura. MíaFiemma está sentada en el sofá, envuelta en una manta de lana color mostaza. Tiene una taza de té a medio terminar sobre la mesa baja. Sus pies descansan sobre un pequeño puff. La televisión está encendida en bajo volumen, mostrando un documental de México, pero ella no lo mira. Tiene la mirada perdida, su rostro pálido, los labios entreabiertos. Una contracción le recorre el vientre.
MiaFiemma Se lleva ambas manos a al vientre. Cierra los ojos. Respira hondo, como le enseñó Almendra. La contracción pasa, pero deja una sombra en su expresión.
Jay está de pie frente a la encimera, picando verdura para una sopa. Lleva auriculares puestos, escuchando algo en su móvil. Pero al escuchar un pequeño quejido desde el salón, se detiene. Se quita los audífonos.
Jay dice con acento ruso, "amor, todo bien?"
MiaFiemma lo mira desde el sofá. Intenta sonreír.
Dices con acento Sinaloense, "—No es nada… solo... otra contracción... "
Jay la mira preocupado
Dices con acento Sinaloense, "—Van viniendo… más fuerte… y ya no sé si es normal o si esto ya empezó, Jay. "
Jay niega con la cabeza.
Jay niega con la cabeza.
Jay dice con acento ruso, "vámos al hospital, mi amor"
Jay se acérca de manera rápida hasta ella tomandola en brazos
Una nueva contracción. MíaFiemma se encorva, su respiración se agita. Esta vez un gemido se le escapa, y Jay la sujeta.
MiaFiemma mira a jay algo asustada.
Jay la toma en brazos y rápidamente camina hasta el automovil
Jay Morozov se marcha.
un jardín privado
Salidas visibles: interior
Este lugar tiene conexión Wifi. Podrás usar un portátil si lo llevas encima.
Sales de la casa.
Fresnedillas de la Oliva; afueras de una casa rural
Ves una casa de estilo colonial con jardín privado y BDMW Sirakusa de color vino tinto metalizado aquí.
No ves salidas en este lugar.
BDMW Sirakusa de color vino tinto metalizado
No ves salidas en este lugar.
Jay entra en BDMW Sirakusa.
Jay cierra las puertas.
Jay la mete con cuidado al auto
Dices con acento Sinaloense, "Me da miedo esto… pero también no. Como si supiera que sí puedo."
Jay dice con acento ruso, "claro que puedes, tu puedes mi amor"
Dices con acento Sinaloense, "tenemos que llamar a almendra, dios cuanto va tardar en beniiiiiiiiiir "
MiaFiemma respira agitada.
Jay toma su celular para comunicarse con almendra
gritas: "dueeelee muchoo. "
Otra contracción. Más larga.
Jay llama en repetidas ocaciónes empesando a alterarse.
Dices con acento Sinaloense, "¡Ah! Esta fue distinta… más abajo… Jay…"
Jay no espera mas y tirándo el teléfono arranca el auto
El vehículo se pone en marcha.
Tiempo estimado de trayecto: 2 minutos.
El celular de Jay suena con la llamada de Almendra.
Jay contesta cási gritando al teléfono.
Jay grita: "ya va a nacer, te esperamos en el púto hospital. "
Jay cuelga la llamada sin dejarle que hable
El motor aún ronronea bajo el capó caliente. Las luces del hospital se reflejan en el parabrisas del BMW Sirakusa, y el neón de la entrada de Urgencias lanza destellos blancos sobre el rostro de Jay. MíaFiemma está en el asiento trasero, recostada sobre una manta gruesa. Tiene el vestido empapado en sudor, el cabello pegado a la frente. Jadea. Su cuerpo tiembla.
Jay condúce saltándose una que otra norma de tráncito, mirando a mía constantemente.
gritas: "joder jay!"
Jay dice con acento ruso, "aguanta mi amor aguanta, ya yegamos"
gritas: "ya no quiero otro, ya no más hijos. "
gritas: "—¡Ayyyy, Jay! ¡No puedo… no puedo! ¡Me va a partir!"
El vehículo se detiene al llegar a su destino.
Jay salta fuera del coche, abre la puerta trasera, y la ayuda a incorporarse, sosteniéndola con fuerza.
Fresnedillas de la Oliva; calle de la iglesia
Ves BDMW Sirakusa de color vino tinto metalizado aquí.
Salidas visibles: m521, norte, suroeste, noreste, oeste, calle-del-fresno, y centro
Jay sale de BDMW Sirakusa.
Pobladores van y vienen.
Jay Morozov se marcha.
Oyes perros ladrando.
Fresnedillas de la Oliva; Centro de Salud Fresnedillas
Este centro de salud ofrece atención médica primaria, servicios de enfermería y consultas para diversas especialidades. Está diseñado para atender a la población local y proporcionar atención básica y preventiva. Aunque no cuenta con servicios de urgencias ni de maternidad, es un lugar adecuado para consultas generales y seguimiento de salud.
Salidas visibles: fuera y consultorio
Dos enfermeros salen corriendo desde el vestíbulo. Uno de ellos es un joven pálido con uniforme celeste; el otro, una mujer de complexión fuerte con trenzas recogidas. Entre los tres colocan a MíaFiemma en la camilla. Ella se retuerce, grita, aprieta la mano de Jay como si fuera el ancla que la mantiene en este mundo.
Dices con acento Sinaloense, "—¡Jay, no me sueltes! ¡Te lo juro que si me sueltas te dejo para siempre. "
Jay dice con acento ruso, "no boy a soltarte mi amor, aquí estoy"
La camilla avanza a toda velocidad. Las luces del techo pasan como relámpagos sobre los ojos de MiaFiemma, que comienza a llorar sin contenerse, entre espasmos y respiros.
Jay Morozov se marcha.
Consultorio
Te encuentras en un consultorio bien iluminado, equipado con una cama ginecológica para exámenes. A la izquierda se encuentra el escritorio y a los pies de la cama, la mesa con el instrumental médico necesarios: ecógrafo, colposcopio y equipo de monitoreo fetal.
Salidas visibles: fuera
Mientras atienden a MiaFiemma. Jay hace todos los trámites correspondientes he informa que Mía tiene a una ginecóloga que la está atendiendo y que lleva su expediente. Solicita que se la deje entrar para que pueda atenderla y supervisar el parto.
hora y media después. Almendra Naguib entra ajustándose los guantes quirúrgicos. Lleva la bata abierta sobre la ropa de calle y el cabello recogido de prisa. La expresión de su rostro es una mezcla de urgencia y control absoluto.
Almendra dice con acento egipcio, "¿Cuánto tiempo desde las primeras contracciones regulares? "
Jay dice con acento ruso, "como 40 minutos o menos creo"
Almendra asiente, se inclina hacia MiaFiemma.
Almendra dice con acento egipcio, "Mía, escúchame. Ya no hay marcha atrás. Estás en trabajo de parto activo. Tu cuerpo ya empezó el descenso. El bebé viene. Y tú puedes con esto. ¿Me oyes? "
MiaFiemma asiente con un sollozo.
Dices con acento Sinaloense, "—Sí... sí, lo sé... Ayúdame, Almendra."
Dices con acento Sinaloense, "Quiero que nazca bien. "
Jay dice con acento ruso, "nacerá bien amor"
La luz blanca del plafón tiembla ligeramente con el paso del tiempo. El monitor fetal emite un pitido constante. En la camilla, MiaFiemma se arquea sobre un costado, respirando entrecortado. El sudor le recorre la nuca. Jay le sostiene la mano con ambas.
Almendra se coloca frente a ella.
Almendra dice con acento egipcio, “estás dilatada casi por completo… aún no empujes, vamos a preparar todo.”
La enfermera mueve bandejas, ajusta la cama. Colocan protectores, encienden la lámpara quirúrgica. El ambiente cambia. La calma previa se transforma en una tensión palpable.
Una nueva contracción.
gritas: ""¡No puedo… ayyy no! ¡Está bajando, lo siento! "
Dices con acento Sinaloense, "—¿Y si algo sale mal? ¿Y si no puede salir? ¿Y si me muero aquí, Jay? ¡No quiero morir!"
Jay dice con acento ruso, "no vas a morir! tu puedes nada va a pasar mi vida. tendrémos a nuestro pequeño, tu puedes. "
Jay dice con acento ruso, "no boy a dejarte mi vida, estóy contigo. "
Almendra interrumpe con voz decidida.
Almendra dice con acento egipcio, "¡Ahora sí, Mia! ¡Cuando te diga, empujas! Escucha mi voz y confía en tu cuerpo. ”
La enfermera ajusta el respaldo. Jay le acomoda un cojín tras la nuca.
El monitor muestra un pico.
Almendra dice con acento egipcio, “¡Contracción! ¡Empuja ahora, Mia! ¡Vamos! "
MiaFiemma Se encorva hacia adelante, todo su cuerpo empuja.
Almendra dice con acento egipcio, “¡Muy bien! ¡Así, así! ¡Ya casi, otra más y la cabeza corona!”
Jay dice con acento ruso, "¡Vamos amor, empuja! ¡Lo estás haciendo perfecto! "
Dices con acento Sinaloense, ¡No puedo, Jay, me quemo por dentro—! "
Niegas con la cabeza.
Jay dice con acento ruso, "claro que puedes!"
Jay dice con acento ruso, "bamos amor, házlo!"
Almendra dice con acento egipcio, “¡Sí puedes! ¡Sólo una más! ¡Ya veo el pelo, Mía! ¡Una más y lo tienes contigo!”
La siguiente contracción la toma como una ola de fuego. MíaFiemma grita, empuja con toda su fuerza.
Y entonces, un llanto. Un sonido agudo, nuevo, perfecto. Jay rompe en llanto.
Jay se cubre el rostro, no puede mas, se quiebra, se derrumba, no de tristesa, ni de dolor. si no de esa felisidad, de esa ilución de tener lo que le arrevataron a la fuerza.
Dices con acento Sinaloense, "Llora? ¿Llora, está bien verdad?. "
Alexey llora desconsoladamente.
Almendra sostiene al bebé en brazos. Lo envuelve con una manta blanca, le limpia el rostro con suavidad.
Almendra dice con acento egipcio, "está sano, Mía. Perfecto. Un varón precioso. "
MiaFiemma se desploma de cansancio, pero sus ojos no se apartan del bebé que le colocan en el pecho.
Alexey tiene los ojos cerrados y respira de forma acompasada.
El aire se ha vuelto denso, tibio, casi sagrado. El pitido del monitor baja de volumen. Todo se ha silenciado, salvo la respiración entrecortada de MiaFiemma y los suaves quejidos del recién nacido, acurrucado sobre su pecho.
MiaFiemma mira a su bebé.
Alexey
Recién nacido de cuerpo delgado y delicado, con piel bronceada clara, suave como terciopelo, y un tenue matiz dorado que resalta bajo la luz. Su cabello negro, finito y ligeramente ondulado, forma suaves mechoncitos sobre su cabecita. Los ojos, grandes y de un verde miel brillante, se asoman curiosos bajo unos párpados tranquilos. Tiene un rostro redondito, con mejillas suaves y levemente sonrosadas, adornadas por pecas diminutas que parecen pintadas con pincel. Su naricita pequeña y bien formada armoniza con sus labios carnosos y rojizos, que a veces se curvan en movimientos involuntarios, tiernos. Sus brazos y piernas, largos y finos, se mueven con suavidad, terminando en manitas y piececitos delgados, con deditos pequeños y perfectamente formados.
MiaFiemma lo envuelve con la manta que Almendra le colocó. Sus dedos tiemblan cuando lo acaricia por primera vez.
Jay se inclina, besa la frente de ambos. Sus ojos están rojos. No habla. Solo los mira. Como si por fin hubiera encontrado la imagen que lo justifica todo.
Dices con acento Sinaloense, "¿Tú crees que ya sabe quién soy? "
Jay sonríe.
Jay dice con acento ruso, "cláro que si. "
Almendra se acerca con un estetoscopio. Lleva una hoja de control y una linterna pequeña.
MiaFiemma se acomoda al bebé para alimentarlo.
Almendra dice con acento egipcio, "Mía, te voy a revisar rápido mientras él toma. Y luego lo reviso a él. Todo se ve bien, pero quiero confirmar. ¿Está bien para ti? "
MiaFiemma asiente, sin dejar de mirar al bebé.
Jay le acaricia el cabello. Se ha sentado en el borde de la camilla, sin despegarse de ella.
Almendra revisa la zona perineal con delicadeza, murmura datos a la enfermera.
Almendra dice con acento egipcio, "Hay un pequeño desgarro, nada grave. Lo voy a suturar en breve. No hay hemorragias, el útero responde bien. Tu presión está un poco elevada, pero estable. "
Almendra dice con acento egipcio, "Lo hiciste increíble. De verdad. Estoy muy orgullosa de ti. "
Dices con acento Sinaloense, "¿Y él? ¿Está bien? ¿Lo puedes revisar ya? "
Almendra asiente.
Almendra dice con acento egipcio, "Jay, ¿me ayudas a cargarlo un momento? "
Jay dice con acento ruso, "si, claro..."
Jay toma al bebé como si fuese vidrio soplado. Lo pasa a las manos de Almendra, que lo coloca sobre la camilla auxiliar. El pequeño patalea, hace un ruidito casi felino.
Almendra lo revisa con movimientos suaves pero firmes. Mide su cabeza, examina los reflejos, escucha su corazón y pulmones.
La enfermera anota todo.
Almendra dice con acento egipcio, "4 kilos con 200 gramos. Reflejos normales. Tono muscular excelente. Sin soplos. Apgar: 9 al primer minuto, 10 al quinto. Respira bien, se alimenta bien. Todo en orden. "
Jay suspira con un jadeo de alivio.
Dices con acento Sinaloense, "gracias almendra encerio, que gracias. "
Jay dice con acento ruso, "¿podemos volverlo a tener ya, doctora? "
Almendra sonríe.
Almendra dice con acento egipcio, "Sí. Y después le haré su primera vacuna. Pero ahora es momento de piel con piel. "
Jay toma al bebé con amor y lo coloca sobre el pecho de MiaFiemma. Ella lo envuelve con ambas manos, como si abrazara la eternidad.
Dices con acento Sinaloense, "Hola, bebé… Soy mamá. Y este es papá. Ya estás aquí…"
Jay se acerca, y envuelve a los dos.
Jay dice con acento ruso, "somos tres ahora. "
MiaFiemma se queda dormida con el bebé en brazos.
Una nueva historia ha comenzado, y lleva un nombre que resonará en dos lenguas, con raíces fuertes y muchos desafíos.
Fresnedillas de la Oliva; Registro Civil Municipal Viernes, 23 de mayo de 2025 — 11:17 a.m.
El edificio es modesto, con paredes de yeso blanco y ventanales altos que dejan entrar la luz del mediodía. En el exterior, los geranios rojos en las jardineras contrastan con el suave gris de la fachada. El interior huele a madera vieja y papel sellado. Una campanilla suena con suavidad al abrirse la puerta de entrada.
Jay sostiene la puerta con una mano mientras con la otra lleva la sillita de transporte donde duerme Alexey, envuelto en una manta tejida a mano. MíaFiemma entra detrás, más recuperada, con el cabello suelto y una camisa blanca de lino que le da un aire etéreo. En sus brazos lleva una carpeta con documentos médicos y su identificación. Sus pasos son tranquilos, pero el leve temblor en sus dedos delata la emoción contenida.
Una funcionaria de rostro sereno, con un moño bajo y gafas de lectura, los saluda desde detrás de una mesa de roble. —Buenos días. ¿bienen a registrar al bebé?
Jay dice con acento ruso, “sí. Nuestro hijo… nació el martes 20.”
—Felicidades —responde la mujer, sonriendo mientras les indica que tomen asiento—. ¿Tienen los papeles del hospital y vuestras identificaciones?
Dices con acento Sinaloense, “—Sí, aquí están... y también la constancia firmada por mi doctora Almendra Naguib.”
La funcionaria revisa los documentos con eficiencia. Mientras tanto, Jay se inclina un poco para mirar a Alexey, que suelta un suspiro dormido. El bebé tiene las mejillas sonrosadas y un gesto sereno, como si aún no supiera el peso del mundo que lo espera.
—Muy bien —dice la mujer, comenzando a escribir en su ordenador—. Nombre completo del recién nacido.
Jay responde con voz firme, pero suave, como si pronunciara una promesa:
Jay dice con acento ruso, “Alexey Leyva Morozov"
—Entiendo —dice ella, mientras sus dedos teclean con fluidez—. Alexey Leyva Morozov, varón, nacido en Fresnedillas de la Oliva, el martes 20 de mayo de 2025, a las 19:42 horas.
Se hace un silencio corto. La mujer gira hacia la impresora, toma la hoja recién salida, la revisa. Luego coge el sello de caucho y lo presiona con fuerza sobre el documento, marcando la tinta roja con el escudo del estado.
—Aquí está. Registro oficial de nacimiento. Alexey ya es parte de este mundo, legalmente. Bienvenidos a esta nueva etapa.
Extiende la hoja a Jay, quien la recibe como si sostuviera algo sagrado. Mía la observa un momento y luego se inclina sobre la sillita para acariciar la frente de su hijo.
Dices con acento Sinaloense, "“Ya estás aquí, mi pequeño. Y todo lo que tenemos… es tuyo también.”"
La funcionaria los despide con una mirada cálida. En el exterior, el sol brilla con fuerza sobre el empedrado. El eco de los pasos de Jay y Mía se mezcla con el canto de los gorriones y el murmullo de una primavera que ya se va convirtiendo en verano.
Fresnedillas de la Oliva; Plaza del Parque Municipal
El parque está a unos pasos del registro civil, separado por una hilera de naranjos en flor y bancos de hierro pintados de verde. Las ramas se mecen con una brisa ligera que huele a tierra tibia y savia fresca. Jay empuja la sillita de Alexey por el sendero de grava mientras Mía camina a su lado, con la carpeta de documentos ahora bajo el brazo.
Dices con acento Sinaloense, "así está genial el día para el bebé amor. "
Dices con acento Sinaloense, "siempre imaginé que sería así. "
Jay dice con acento ruso, "así es perfecto. Solo nosotros y el mundo que empieza para él."
MiaFiemma se detiene junto a una fuente de piedra. El agua cae en ciclos constantes, creando un murmullo suave. Se sienta un momento en el borde y observa a Jay, que gira la sillita para que el sol no dé directamente en la cara de Alexey.
Dices con acento Sinaloense, "—¿Sabes? Es más real aquí. Viendo todo esto… me doy cuenta de que sí lo logramos."
Jay dice con acento ruso, "lo logramos. Y lo vamos a cuidar con todo y lo que somos."
El bebé hace un pequeño ruido, un bostezo leve, moviendo los deditos dentro de la manta. Mía sonríe sin levantar la vista.
Dices con acento Sinaloense, "—¿Y si nos vamos a casa ya? Quiero meterme a la cama con él… y solo estar ahí. Viéndolo respirar."
Jay dice con acento ruso, "te llevo, princesa. Vámonos."
Se ponen de pie. Jay toma la sillita con cuidado y Mía lo acompaña, su mano rozando apenas su brazo. El canto de una alondra marca su salida del parque, mientras los árboles agitan las hojas como en un aplauso secreto.
La noche cae despacio sobre los ventanales altos del piso de Tallana. Las luces cálidas del salón proyectan sombras suaves sobre los muros de adobe blanco y las repisas con cerámica mexicana y libros de política. Una botella de tequila Herradura reposa sobre la mesa de madera reciclada. Dos caballitos de vidrio grueso, uno lleno, otro a medio terminar.
Tallana está sentada en el sillón más ancho, con los pies descalzos sobre un puf tejido. Lleva un kimono de lino estampado en azul petróleo, y el cabello recogido de manera desordenada. Frente a ella, MíaFiemma se deja caer sobre un sillón bajo, con las piernas abiertas y la mirada cansada. Lleva un pantalón deportivo y una camiseta ancha con el cuello caído. En la mesa, un cenicero vacío y un mechero sin usar. No hay cigarros. Solo palabras.
Dices con acento Sinaloense, "—Alexey ya se quedó dormido. Le puse la ropita con la luna que me diste… se ve bien chulo, neta."
Tallana dice con acento ensenadense, "Está hermoso, Mía. Se nota que lo estás cuidando con todo lo que tienes."
Mia Fiemma bebe un trago de tequila, directo, sin limón ni sal. Se reclina hacia atrás. Su voz suena raspada, no por la bebida, sino por algo más hondo.
Dices con acento Sinaloense, "¿Y yo quién chingados me cuida a mí, huh? O sea, neta... estoy encerrada en ese puto pueblo como si fuera una puta monja. Pura vigilancia, pura regla. ¿Qué creen, que no sé lo que es el silencio de los cerdos? Me traen como perra con collar, Tallana."
Tallana baja la mirada. Suspira. Se sirve un poco más en su vaso.
Tallana dice con acento ensenadense, "Lo hiciste por tu hijo. Por no tenerlo tras rejas. Lo sabías, Mía."
Dices con acento Sinaloense, "Sí, sí lo sabía. Pero ya me está tragando el alma esta madre. Firme Unidad y su pinche código de reeducación... me quieren borrar el nombre. Y lo peor... es que me estoy dejando. Pero ya no más, Tallana."
Mia Fiemma se endereza. Sus ojos están encendidos, no de ira, sino de esa claridad que tienen las decisiones sin retorno.
Dices con acento Sinaloense, "—Voy a regresar. A lo mío. A la vida que conozco. A lo que sí sé hacer. Con un hijo o sin él, no pienso seguir obedeciendo a cabrones que jamás han pisado un callejón. Que jamás han sangrado por nadie."
Tallana la observa largo rato. Luego da un trago lento.
Tallana dice con acento ensenadense, "¿Y qué vas a hacer, Mía? ¿Volver a buscar a Matteo Ferrari? ¿A los viejos círculos?"
Dices con acento Sinaloense, "—No, esta vez no necesito a nadie pa' empezar. Ni favores, ni banderas. Yo soy mi pinche bandera. Y si quieren guerra… se la doy."
Tallana bebe el resto de su tequila.
Tallana dice con acento ensenadense, "Entonces empieza por aquí. Quédate unos días. Piensa. Planea. Pero prométeme algo, Mía… que no te vas a perder en esa mierda otra vez. Que vas a volver con Alexey entero."
Mía la mira. Por un segundo, su rostro se ablanda.
Dices con acento Sinaloense, "—No me pienso perder. Me pienso encontrar."
Tallana sonríe apenas, una sonrisa triste que no llega a sus ojos.
Tallana dice con acento ensenadense, "Y yo sé que lo harás. Pero ¿cómo? ¿Con qué? El mundo se ha vuelto más chico, Mía. Más vigilado."
MiaFiemma se levanta, se acerca a la ventana y mira la ciudad que se extiende debajo, un mar de luces.
Dices con acento Sinaloense, "Pues lo vamos a hacer más grande. Más mío. Ya me cansé de esconder. De que me digan qué hacer. Voy a construir mi propia mesa. Y el que quiera sentarse, que se siente. Y el que no, que se joda."
Se da la vuelta y mira a Tallana, con una determinación inquebrantable en sus ojos.
Dices con acento Sinaloense, "—Necesito ayuda. Pero no de la que te encadena. De la que te libera. Necesito gente que entienda que la lealtad no se compra con miedo, se gana con sangre y sudor. Necesito tu cabeza, Tallana. Tu astucia. Tu visión."
Tallana la observa, midiendo cada palabra. La tensión en el aire es palpable.
Tallana dice con acento ensenadense, "Mi cabeza siempre ha sido tuya, Mía. Lo sabes. Pero ¿estás segura de que esto es lo que quieres? ¿De verdad? Porque una vez que entras, no hay salida. Y Alexey..."
MiaFiemma la interrumpe, su voz firme.
Dices con acento Sinaloense, "—Alexey es mi motor. Mi razón. No voy a fallarle. No esta vez. Voy a construirle un imperio para que no tenga que arrodillarse ante nadie. Un futuro donde su apellido no sea una condena."
Se acerca a la mesa y toma el tequila, llenando su caballito de nuevo.
Dices con acento Sinaloense, "—Brindemos, pues. Por los nuevos comienzos. Por los que regresan de la muerte. Y por el infierno que vamos a desatar."
MiaFiemma levanta el caballito. Tallana la mira, una mezcla de preocupación y orgullo en su rostro. Lentamente, también levanta su vaso.
Tallana dice con acento ensenadense, "Por el infierno, entonces."
Ambas beben en silencio, el tequila quemando sus gargantas. Fuera, la noche es profunda y la ciudad sigue su ritmo, ajena a la tormenta que se gesta en ese departamento.
La botella ha bajado más de la mitad. La luz cálida del salón ya no es suficiente para ocultar el cansancio en los ojos de MíaFiemma ni la tensión en la mandíbula de Tallana. La ventana abierta deja entrar una brisa tibia con olor a asfalto y buganvilias.
Tallana cruza una pierna sobre la otra, deja el vaso sobre la mesa, y suspira con un aire resignado, casi maternal.
Tallana dice con acento ensenadense, "Mía... ¿y Jay? ¿Has pensado en él? Porque el ruso no va a tragar esto, ni a besos. Él cree en el amor que construye, no en el que arde hasta volverse ceniza."
MiaFiemma se ríe, pero es una risa rota, quebrada en los bordes. Se sienta de nuevo en el sillón, un poco más hundida, con el vaso en la mano.
Dices con acento Sinaloense, "Jay... mi ruso loco, noble... lo amo, cabrona. Con todo el corazón. Pero no soy pa' su mundo. Él quiere paz, seguridad. Quiere una mujer que le dé cenas calientes y le cuide al niño con cuentos bonitos. Y yo no soy esa, ¿me entiendes? Yo no sé vivir sin pelea. Sin hambre. Sin calle."
Tallana baja la mirada, pero no dice nada aún.
Dices con acento Sinaloense, "Jay no va a entender que necesito esto. Que necesito recuperar lo que fui pa’ poder ser lo que mi hijo necesita. Y no le voy a mentir. No voy a hacerle esa putada. Voy a dejarlo. Lo voy a soltar… aunque me arranque el alma hacerlo."
El silencio cae como un ladrillo. Por un momento solo se escucha el murmullo de la calle lejana, un claxon al fondo, el crujir de una silla.
Tallana dice con acento ensenadense, "¿Estás segura, Mía? Porque una vez que lo dejes... no hay vuelta atrás. Jay no es de los que regresan si lo empujas al abismo."
Mia Fiemma se termina el trago y deja el vaso con firmeza sobre la mesa.
Dices con acento Sinaloense, "Estoy segura. Él va a encontrar una mujer que sí pueda darle esa vida que se merece. Yo voy a quedarme con lo que soy, con lo que conozco. Con las sombras si hace falta. Pero no le voy a fallar a nadie más fingiendo ser lo que no soy."
Tallana asiente, aunque sus ojos dicen otra cosa.
Tallana dice con acento ensenadense, "Entonces hazlo bien, Mía. Dile la verdad. Que lo amas, pero no puedes... Que no es por él, sino por ti. Porque si no lo haces con el alma... se va a quedar roto."
Dices con acento Sinaloense, "Le voy a decir mañana. De frente. Sin lágrimas, sin promesas. Solo la neta."
La brisa vuelve a soplar. En la habitación de huéspedes, Alexey duerme profundamente, ajeno al huracán silencioso que se forma tras la puerta cerrada.
Tallana se levanta, recoge los vasos vacíos y apaga una de las lámparas.
Tallana dice con acento ensenadense, "Descansa un poco. Lo que vas a hacer requiere más agallas que una guerra."
MiaFiemma asiente, pero no se mueve.
La luz baja envuelve todo con una melancolía densa.
Dices con acento Sinaloense, "Ya la guerra está dentro de mí."
Tallana la observa un instante más, la silueta de MíaFiemma recortada contra el ventanal y las luces de la ciudad. Luego, con un último suspiro, sale de la sala, dejándola sola. El silencio se hace más pesado, solo roto por el leve zumbido de la nevera en la cocina lejana y el ritmo de la propia respiración de Mía.
MiaFiemma permanece inmóvil, con la mirada perdida en el horizonte. Las luces de la ciudad parpadean como pequeñas promesas rotas. El tequila ha dejado un rastro de fuego en su garganta, pero el verdadero ardor está en su pecho, una mezcla de dolor, determinación y una extraña y amarga libertad. Levanta la mano y se toca la cicatriz en la ceja, un viejo recuerdo de otra vida, de otras batallas.
Sus ojos se cierran por un momento, y en la oscuridad que la envuelve, no ve el rostro de Jay, sino el de Alexey, dormido, inocente. Su razón, su motor. Y luego, una imagen de ella misma, más joven, más fiera, en las calles que la vieron crecer, con el sol de Sinaloa quemándole la piel y el miedo convirtiéndose en adrenalina.
Abre los ojos. La melancolía que la había envuelto se disipa, reemplazada por una frialdad calculada. Sabe lo que tiene que hacer. Sabe el precio. Y está dispuesta a pagarlo. El mundo exterior es un campo de batalla, y ella, MíaFiemma, está lista para la guerra. La noche es solo el principio.
El amanecer en Fresnedillas llega tibio, con un cielo rosado que pinta las paredes encaladas de la casa rural. Afuera, el aire huele a tierra húmeda y a pan recién horneado de la panadería del pueblo. Dentro, el silencio es apenas roto por el sonido del café goteando en la vieja cafetera.
Jay está sentado a la mesa, en camiseta y pantalón de dormir, revisando algo en su celular.
MiaFiemma se detiene en la puerta, observándolo con los ojos cargados de todo lo que no quiere decir, pero que ya decidió.
MiaFiemma Se acerca despacio, dejando que sus pasos sobre el suelo de madera anuncien su presencia.
Jay levanta la vista y sonríe.
Jay sonríe.
Dices con acento Sinaloense, "buenos días amor."
Jay dice con acento ruso, "prribiet amorr mio"
Dices con acento Sinaloense, "¿qué hacías?"
Jay sonríe.
Jay dice con acento ruso, "nada amor, solo matando el tiempo mientras llegabas. "
Sonríes.
Dices con acento Sinaloense, "Sí, bueno la charla con Tallana se extendió, nos tomamos algo, está deprimida por el pendejo de Alessandro. "
Dices con acento Sinaloense, "Pero todo bien, nuestro bebé estubo muy tranquilo. "
Sonríes.
Jay sonríe.
Jay dice con acento ruso, "es muy trankilo nuestro bebé. "
Dices con acento Sinaloense, "Sí, en eso se parece mucho a tí."
Jay sonríe.
MiaFiemma se acerca para besarlo con dulsura.
Jay niega con la cabeza.
Besas a Jay.
Jay niega con la cabeza.
Jay dice con acento ruso, "no creo. "
Jay te besa.
Dices con acento Sinaloense, "¿a no?, apoco le diste mucha lata a tus padres. "
Te partes de risa.
Jay dice con acento ruso, "a eso si ni idea, quisiera saverlo, ahora que lo planteas. "
Te partes de risa.
MiaFiemma lo abraza fuerte.
Jay sonríe.
Jay sonríe cariñoso y la abraza con mucha fuerza.
MiaFiemma se sienta frente a él. Se sirve un poco de café mientras lo mira.
MiaFiemma lo mira pensativa. No puede, no puede dejarlo, lo ama demaciado todavía como para renunciar a él.
Jay la mira con amor y ternura.
Dices con acento Sinaloense, "Sabes que me gustaría amor."
Jay dice con acento ruso, "dime corazón. "
Dices con acento Sinaloense, "Que nos fuéramos de aquí. "
Jay dice con acento ruso, "así? y como. "
Dices con acento Sinaloense, "No sé, pero. eso quiero. "
Dices con acento Sinaloense, "pensé en volber a traficar..."
Jay suspira profundamente.
Jay dice con acento ruso, "es broma verdad. "
Niegas con la cabeza.
Suspiras profundamente.
Dices con acento Sinaloense, "Sé que tú no quieres, pero esque "
Dices con acento Sinaloense, "Ya no quiero seguir en Fresnedillas, no quiero depender de ellos para ser libre, no sé que más hacer amor. Pero no quiero, no puedo perderte. Te amo como no lo imaginas Jay. "
MiaFiemma lo mira a los ojos mientras le dice todo esto.
Jay la mira con firmeza, pero con calma a la vez.
Jay dice con acento ruso, "aver mía. Tú no eres la única encerrada. "
Jay dice con acento ruso, "puedo entender tu molestia y frustración, pero deves de ser un poco mas consiente. "
Jay dice con acento ruso, "que clasedevida tendrá el niño con una madre traficante?. "
Dices con acento Sinaloense, "la misma que tendrá siendo agente infiltrada. "
Dices con acento Sinaloense, "Me estoy entrenando para enfrentarme a uno de los capos más hijos de la chingada de Italia, después de Matteo Ferrari que seguramente será el segundo en la lista amor, y lo sabes."
Jay dice con acento ruso, "mira. puedo entendér tu punto, pero para vien o mal mía, aquí estámos seguros. Si regresas a esa vida, en automático te vuelves objetibo para el vando contrario, y te atacaran desde donde sea. "
Jay dice con acento ruso, "aquí es casi igual, pero aquí te necesitan, te requieren viva, y te van a protejer lo mas que puedan.
MiaFiemma suspira bebiendo su café.
MiaFiemma lo mira mientras analiza sus palabras. en parte tiene razón, y por otro lado No sabe si está lista verdaderamente para enfrentarse a la vida teniendo que renunciar a Jay y a su hijo.
Dices con acento Sinaloense, "Cómo te amo mi ruso."
Dices con acento Sinaloense, "De todo eso que dijiste, lo único que saco es que mi debilidad eres tú y nuestro hijo. No puedo separarme de tí."
Jay suspira profundamente.
Jay dice con acento ruso, "mira. Yo sinceramente ya no te diré nada amor. TU saves lo que haces, solo piénsalo bien. Si desides regresar a esa vida, lo acepto amor. Pero no quiero formar parte de eso, y lo saves. Te amo, y se que tu a mí. pero no podemos interferir en los objetibos del otro, y si no son compatibles. "
MiaFiemma se levanta para acercarse a él.
Jay la mira espectante.
Dices con acento Sinaloense, "Regresar a esa vida sin tí, silo había penzado, anoche se lo dije a Tallana. Pero te veo, y no puedo jay. Dejarlos a tí y a mi hijo, sería terminar de quedarme vacía. "
Jay suspira profundamente.
Dices con acento Sinaloense, "Ya perdí un hijo, no quiero perder otro. "
Dices con acento Sinaloense, "Regresar a esa vida como dices, inplica dejarte a Alexey, y no. "
Jay suspira profundamente.
Jay dice con acento ruso, "tan mal crés que lo haré. "
MiaFiemma lo abraza con fuerza.
Niegas con la cabeza.
Dices con acento Sinaloense, "No, de hecho sé que lo harías mejor que yo. "
Jay le corresponde el abrazo con fuerza y la mira.
Jay dice con acento ruso, "hay amor. "
Dices con acento Sinaloense, "tú tienes la culpa por enamorarme tanto."
Jay sonríe.
Jay dice con acento ruso, "se dice gracias. "
Te partes de risa.
Dices con acento Sinaloense, "Cuando dejarás de ser presumido."
Jay sonríe.
Jay dice con acento ruso, "lo único que puedo decirte es que lo piences bien"
CyberLife te desea que no te caigas.
Niegas con la cabeza.
Dices con acento Sinaloense, "Ya no quiero penzar."
Besas a Jay.
Jay sonríe.
Jay te besa.
El amor y deseo dicen más que mil palabras.
MiaFiemma lo acaricia con intencidad.
Jay dice con acento ruso, "te amo, mi amor. "
Dices con acento Sinaloense, "Te amo."
MiaFiemma lo acaricia debajo de su camiseta.
Jay sonríe.
Jay dice con acento ruso, "anda tú, bamos a desallunar. "
Dices con acento Sinaloense, "yo quiero comerte a tí."
Jay la mira divertido y se baja el cierre del pantalón.
MiaFiemma lo mira con deseo y se arrodilla frente a él.
MiaFiemma lo toma con una mano y antes de comerlo, lo pasa por sus pechos.
Jay la mira con intencidad y suspira.
Jay dice con acento ruso, "descubrelós. "
MiaFiemma se separa un poco para quitarse la blusa mostrándole sus grandes pechos.
Jay los mira posesibo, y coloca su pene entre sus tetas ancioso.
MiaFiemma sonríe travieza y comienza a frotar sus pechos con él. mirándolo con amor y deseo.
Dices con acento Sinaloense, "Además sabes porque no voy a dejarte amor?. Porque tú, todo tú eres mío. No dejaré que otra te tenga así como yo."
Jay se parte de risa.
Jay dice con acento ruso, "son celos lo que escucho?. "
Dices con acento Sinaloense, "Una sinaloense no renuncia a lo que es suyo mi amorsito. Solo es eso. "
MiaFiemma sonríe presumida siguiendo con sus movimientos.
Jay la mira lujurioso, y empiesa a mover sus caderas.
MiaFiemma gime provocándolo sin quitarle la mirada de lujuria.
Jay semueve mas salbaje y la mira a los ojos
Dices con acento Sinaloense, "Te necesito amor. "
Jay la toma fuerte de la cintura y la sienta sobre él de una estocada.
Jay dice con acento ruso, "tóma amor!. "
Besas a Jay.
Jay te besa.
MiaFiemma gime llena de lujuria al sentirlo dentro de ella. Mueve las caderas y lo acaricia.
Jay te besa.
Dices con acento Sinaloense, "Te amo. "
MiaFiemma lo araña comenzando a moverse más salvaje.
Jay juega exitado con sus pechos mientras muerde su cuello.
Dices con acento Sinaloense, "Como podría dejar a quien me vuelbe loca."
MiaFiemma lo acaricia atrapándolo dentro de ella.
Jay la sostiene de la cadera con fuerza, guiándo sus movimientos y haciendola brincar más.
MiaFiemma se deja llebar por Jay, buscando sentirlo más dentro de ella. Le muerde los labios con fuerza y deseo.
Jay le besa los labios apacionadamente, enterrándose mas profundo en su vagina. Mientras jadea de placer con ella.
Dices con acento Sinaloense, "así amoor. "
MiaFiemma se abraza a él mirándolo con amor. Comienza a temblar y a gemir de placer mientras acaba.
Jay gime fuerte, y la abraza, terminando con ella. Se besan.
MiaFiemma se queda pegada a él, sintiendo el calor de su pecho y el latido firme que siempre la calma.
El beso se alarga, lento, como si los dos intentaran robarle segundos al reloj.
Jay la mira a los ojos, sus manos todavía en su cintura.
Jay dice con acento ruso, "no me dejes, amor… no así."
Dices con acento sinaloense, "No voy a dejarte, mi ruso. No puedo. Lo que dije anoche… fue la rabia hablando, el cansancio. Pero tú y Alexey… son lo único que me hace querer quedarme quieta."
Jay suspira, inclinando la frente contra la de ella.
Jay dice con acento ruso, "entonces quédate. No por obligación, sino porque quieres vivir para verlo crecer… para vernos crecer."
Dices con acento sinaloense, "Y si un día me gana el hambre de la calle, prométeme que no me vas a odiar."
Jay niega con la cabeza, acariciándole el rostro con suavidad.
Jay dice con acento ruso, "no sé odiarte. Pero sí sé perderte. Y no quiero volver a hacerlo."
Ella cierra los ojos, tragándose un nudo que le quema la garganta.
Dices con acento sinaloense, "Entonces quédate aquí conmigo… un ratito más. Nada de planes, nada de guerras. Solo nosotros."
Jay asiente despacio.
Jay dice con acento ruso, "solo nosotros."
Se abrazan en silencio. Afuera, el sol empieza a entrar por las ventanas de madera, iluminando la mesa con el café ya frío. El aire de Fresnedillas parece más suave por un instante, como si también quisiera darles tregua.
Neo-Madrid; Zona 0 protegida — Viernes, 7 de Noviembre de 2025
El cielo sobre Neo-Madrid se extiende limpio, con un brillo metálico que se refleja en los rascacielos de cristal y en los vehículos autónomos que circulan en silencio por las avenidas amplias. Los controles de Firme Unidad flanquean cada esquina, con agentes uniformados y drones patrullando las alturas. A pesar de la vigilancia, la ciudad respira movimiento, lujo y promesa.
El coche de Miafiemma avanza entre el tráfico ordenado hasta llegar al perímetro de Gran Vía, donde las fachadas antiguas se mezclan con estructuras futuristas. Dentro del vehículo, Alexey duerme tranquilo en su asiento, aferrado a su pequeño peluche de lobo gris.
MiaFiemma observa el paisaje por la ventanilla. Su reflejo en el cristal parece el de otra mujer: más firme, más luminosa. Viste una falda lápiz color marfil de tela satinada que se ciñe a sus curvas, combinada con una blusa de seda color esmeralda oscuro con escote cruzado y mangas abullonadas que dejan entrever la piel dorada de sus hombros. En los pies, unos tacones finos nude que alargan aún más su silueta. El cabello, suelto, cae en ondas suaves sobre su espalda, y unas gafas doradas tipo aviador se asientan sobre su nariz, dándole ese aire de control y peligro que siempre la acompaña. Su perfume, Indecent from Piccolo Eabanne, impregna el interior del coche con una fragancia cálida y atrevida.
A su lado, Jay luce tan sobrio como imponente. Lleva un traje gris grafito perfectamente entallado, camisa negra abierta en el cuello —sin corbata—, y un reloj de acero mate en la muñeca. El cabello corto, ligeramente despeinado, le da un aire relajado, pero su porte sigue siendo el de un hombre que mide cada movimiento. Su mirada seria se suaviza apenas al mirar a MíaFiemma o a su hijo, con ese gesto de protección silenciosa que lo define.
Jay dice con acento ruso, “zona cero siempre parece otro mundo… más limpia, más tranquila. Pero igual de peligrosa si no sabes leer entre líneas.”
Dices con acento sinaloense, “Pues sí, amor… pero a veces una necesita mirar calles con luces, no con barro. Me hacía falta esto, aunque sea solo por un día.”
Tallana, sentada en el asiento delantero junto al conductor, gira apenas para mirarlos con una sonrisa. Lleva unos lentes de sol grandes y una chaqueta de cuero blanca.
Tallana dice con acento ensenadense, “Y para días como este, hay que comer como reyes. Les tengo el lugar perfecto. Sabores de México, en plena Gran Vía. No hay mejor mole en toda Neo-Madrid.”
MiaFiemma sonríe con entusiasmo, una chispa viva en los ojos.
Dices con acento sinaloense, “¿Mole? ¡Ay, Tallana, no me digas eso! Llevo meses soñando con un mole bien hecho y no esa porquería sintética de los restaurantes de fresnedillas.”
Jay la observa con ternura y se encoge de hombros.
Jay dice con acento ruso, “yo solo espero que el picante no me mate. Ya sabes que ustedes cocinan con fuego.”
MiaFiemma le lanza una mirada traviesa.
Dices con acento sinaloense, “Pues prepárate, mi ruso. Hoy vas a probar México de verdad.”
El coche se detiene frente al restaurante. Un letrero de neón en tonos rojo y ámbar titila: Sabores de México — Cocina ancestral. Desde la entrada llega un aroma intenso a maíz tostado, chile y chocolate.
MiaFiemma se acomoda la blusa, toma a Alexey en brazos —que se despereza con un pequeño bostezo— y baja del coche, seguida de Jay. La luz de la tarde acaricia su rostro y la hace brillar.
Al cruzar la puerta del restaurante, un estallido de color y tradición los envuelve. Las paredes están cubiertas con papel picado en tonos naranja, morado y negro, y de los techos cuelgan calaveras de azúcar, flores de cempasúchil y guirnaldas de luces cálidas. En una esquina, un altar de Día de Muertos reluce con velas, fotos antiguas y pan de muerto. El aire huele a cacao, chile y mezcal; una mezcla que despierta nostalgia y hambre a partes iguales.
Una camarera joven, de sonrisa amplia y trenza larga adornada con listones rojos, se acerca con paso ligero. Viste un traje típico sinaloense: falda amplia de satín rojo con volantes dorados y una blusa blanca bordada a mano.
—Bienvenidos a Sabores de México —dice con entusiasmo—. Qué gusto ver caras nuevas por aquí. ¿Reservaron mesa?
Dices con acento sinaloense, “No, pero venimos con antojo. Y cuando hay antojo, siempre hay lugar, ¿no?”
La camarera sonríe, reconociendo de inmediato el acento.
—¡Ah, paisana! Claro que sí, en esta casa siempre hay lugar pa’ los de Sinaloa. Síganme, por favor.
Los guía hasta una mesa redonda junto al ventanal, desde donde se alcanza a ver parte de la Gran Vía y el bullicio elegante de la ciudad. El mantel bordado, las velas encendidas y las pequeñas calaveritas pintadas a mano crean un ambiente íntimo y festivo a la vez.
Jay acomoda la sillita portátil para Alexey, que observa fascinado las luces de colores. MiaFiemma se sienta frente a él, y Tallana, a su derecha, deja su bolso sobre la silla con natural elegancia.
Pero entonces, algo cambia en el aire.
Entre los clientes que van y vienen, una figura llama la atención de MíaFiemma.
Detrás de la barra, con una camisa negra arremangada y un delantal de cuero oscuro, James atiende a un grupo de clientes. Su voz —esa voz que ella reconocería entre mil— se eleva con suavidad, riendo mientras sirve un par de copas de vino. El cabello ligeramente despeinado, la barba recortada, la mirada profunda. Y ese andar pausado, seguro, que tanto la marcó.
Por un instante, el mundo se le detiene.
El ruido del restaurante se apaga, y solo escucha su corazón golpearle las costillas.
Tallana, sin mirar directamente, lo nota.
Le lanza una mirada de reojo y una sonrisa casi imperceptible.
Tallana dice con acento ensenadense, “¿Quién diría? El destino tiene un sentido del humor bien cabrón.”
Dices con acento sinaloense, en voz baja, “No mames… es él. James.”
Sus palabras se le escapan como un suspiro, entre incredulidad y nervios.
Jay no percibe el cambio, ocupado acomodando el babero del bebé.
—¿Todo bien, amor? —pregunta distraído, mientras busca la cuchara del pequeño.
Dices con acento sinaloense, “Sí, sí… todo bien. Solo me impresionó el lugar, está precioso.”
Tallana disimula, sirviéndose agua. Sus ojos chispean con esa complicidad que solo las mujeres que se conocen demasiado bien pueden compartir.
Tallana dice con acento ensenadense, “Pues ya te dije que aquí el sazón tiene historia. Y ahora veo que no era solo culinaria.”
Mía le lanza una mirada seria, pero sus labios se curvan apenas, entre fastidio y nostalgia.
El almuerzo transcurre entre risas, aromas y platos que despiertan memorias:
—Sopa de lima con toque de chile habanero,
—Enchiladas de mole negro,
—Tacos de camarón al ajillo,
y una botella de mezcal artesanal con rodajas de naranja que Tallana insiste en compartir.
Jay prueba todo con curiosidad, aunque el picante le arranca una risa entre toses.
Jay dice con acento ruso, “esto no es comida, esto es fuego sagrado. Pero está delicioso.”
Dices con acento sinaloense, “Te dije que sobrevivirías, mi ruso valiente.”
Mientras ríen, los ojos de Mía vuelven una y otra vez a James.
Él se mueve con soltura, saludando a un par de comensales, revisando una guitarra apoyada contra la barra.
Y entonces, se detiene. Levanta la vista. Sus miradas se cruzan.
James se queda inmóvil por un instante. Su expresión pasa de sorpresa a una sonrisa lenta, casi incrédula.
MiaFiemma siente que el aire le falta; sus manos tiemblan apenas sobre el mantel.
Tallana lo nota.
Tallana dice con acento ensenadense, en voz baja, “Y ahí está… el pasado tocando la puerta, justo cuando el presente se acomoda.”
Mía no responde. Solo sostiene la mirada de James unos segundos más, hasta que él, sin pensarlo demasiado, empieza a caminar hacia su mesa.
Su porte, su caminar, esa intensidad tan suya. Cada paso es un latido para MiaFiemma, que siente cómo el tiempo se estira. Jay, ajeno, le ofrece a Alexey un trozo de aguacate, mientras Tallana observa la escena con una sonrisa enigmática.
James llega a la mesa. Sus ojos, antes llenos de asombro, ahora brillan con una mezcla de melancolía y algo parecido a la alegría. Se apoya en el borde de la mesa, su voz grave resonando suavemente.
James dice con acento mexicano, "¡Mía! ¡Jay! No inventen, ¿qué gusto verlos por acá? ¡Qué milagro!"
Jay levanta la vista, su expresión seria se suaviza un poco al reconocer a James.
Jay dice con acento ruso, "James. Sorprendido de verte aquí."
Tallana interviene con una sonrisa.
Tallana dice con acento ensenadense, "Se me ocurrió traerlos, les dije que aquí se comía de verdad. Están de paseo por Madrid.
Dices con acento sinaloense, en voz baja, "¡James… qué buena sorpresa\! No sabes el gusto de verte, en serio." Su voz, una mezcla de nerviosismo y una chispa que creía olvidada, apenas audible.
Jay frunce el ceño ligeramente, luego mira a James con curiosidad.
Jay dice con acento ruso, "¿Eres dueño de este lugar, James? No sabía que estabas en el negocio de la comida mexicana."
James sonríe, un brillo de orgullo en sus ojos.
James dice con acento mexicano, "Así es, Jay. Este es mi sueño hecho realidad. Sabores de México, tu casa. ¡Y qué alegría que la hayan encontrado!"
Jay asiente, una pequeña sonrisa formándose en sus labios.
Jay dice con acento ruso, "Bien por ti, James. Parece que te va muy bien."
Alexey, que ha estado observando a James con sus grandes ojos curiosos, extiende una manita hacia él, balbuceando algo ininteligible. James se inclina un poco, su sonrisa se ensancha al ver al niño.
James dice con acento mexicano, "¡Y mira quién es este campeón! ¿Es su Hijo? ¡Qué gusto conocerte, pequeño!"
MiaFiemma siente un nudo en la garganta al ver la interacción, una mezcla extraña de orgullo y una punzada de nostalgia por el tiempo sin verlo. Sus ojos encuentran los de James, y por un instante, es como si no hubiera nadie más en el restaurante.
Dices con acento sinaloense, "Si es nuestro hijo. Está un poco gruñón, le cuesta despertarse de la siesta. Pero es un encanto, ¿verdad?"
Tallana tose discretamente, rompiendo la burbuja.
Tallana dice con acento ensenadense, "Bueno, James, ya que esta es tu casa, ¿por qué no nos recomiendas el postre? La comida estuvo espectacular, pero siempre hay espacio para un antojo más."
James asiente, volviendo a su papel de anfitrión, aunque su mirada se desvía una vez más hacia MiaFiemma.
James dice con acento mexicano, "Claro que sí. Para cerrar con broche de oro, les sugiero el flan de cajeta o los churros con chocolate. O si son más atrevidos, tenemos unas nieves artesanales de mezcal y chile. ¡Es un riesgo, pero vale la pena!"
Jay ríe.
Jay dice con acento ruso, "Suena tentador, pero creo que me quedaré con el flan. Mi paladar ruso ya tuvo suficiente aventura por hoy."
MiaFiemma sonríe, aunque sus pensamientos están lejos del postre. La presencia de James ha removido algo en ella, algo que creía enterrado. La familiaridad de su voz, la calidez de su mirada… es abrumador.
Dices con acento sinaloense, "Yo creo que me voy por los churros. Un clásico nunca falla."
James asiente y se despide momentáneamente, prometiendo volver con la orden de los postres y algo "especial" para beber. Mientras se aleja, MiaFiemma no puede evitar seguirlo con la mirada. Jay la observa, su ceño se frunce apenas, notando la distracción en los ojos de su esposa.
Miafiemma se recompone, aunque la presencia de James sigue latente en el ambiente. Mira a Tallana con una seriedad que disipa la ligereza de la conversación.
Dices con acento sinaloense, en voz baja, "Tallana, tengo que decirte algo... En Firme Unidad me van a dar un cambio. Nos vamos probablemente a Italia. Jay, Alexey y yo."
Tallana la observa, su sonrisa enigmática se desvanece un poco, dejando ver una sombra de tristeza en sus ojos.
Dices con acento sinaloense, "Sé que es repentino, pero... me agrada. Por fin salir de Fresnedillas, ¿sabes? Esta es una ciudad donde Jay puede retomar su labor como médico, y yo... yo pueda tener una fachada diferente. No solo ser una agente infiltrada prófuga de Inperium y de la justicia madrileña."
Tallana asiente lentamente, su mirada fija en la mesa.
Tallana dice con acento ensenadense, "Italia... Vaya. El destino sí que tiene sus propias rutas. Te entiendo, Mía. Sé que lo necesitas." Su voz es tranquila, pero la melancolía se asoma.
Tallana los mira a ambos, sus ojos oscuros llenos de una mezcla de apoyo y desilusión.
Tallana dice con acento ensenadense, "Entonces… esta es la despedida. Al menos por un rato."
MiaFiemma le toma la mano a Tallana por encima de la mesa, un gesto que pocas veces se permitía.
Dices con acento sinaloense, "No digas eso, Tallana. Las distancias no nos separan. Además, Italia no está tan lejos. Nos visitarás, ¿verdad?"
Tallana sonríe, aunque sus ojos brillan con lágrimas no derramadas.
En ese momento, James regresa a la mesa, cargando una charola con los postres y tres copas de un líquido ámbar.
James dice con acento mexicano, "¡Aquí está lo prometido! Churros para la bella Mía, flan para nuestro amigo ruso, y para la señorita… una nieve de mezcal y chile que te hará ver estrellas." Deja los postres y las copas. "Y para brindar por este encuentro, un poco de mezcal de la casa. Cosecha especial."
Jay mira el mezcal con cautela, pero MiaFiemma toma su copa con una sonrisa forzada.
Dices con acento sinaloense, "Gracias, James. Por todo." Su voz es suave, cargada de un significado que solo ellos dos podrían entender.
James la mira a los ojos, una chispa indescifrable en su mirada. Levanta su propia copa.
James dice con acento mexicano, "Por los reencuentros. Y por los nuevos comienzos. Salud."
Los cuatro chocan sus copas, el cristal tintinea. MiaFiemma siente el calor del mezcal bajando por su garganta, y con él, una mezcla agridulce de recuerdos, presentes y futuros inciertos. Sabe que esta es la última vez que verá a James en mucho tiempo. O quizá, la última vez en la vida.
Mientras disfrutan de los postres, la conversación se vuelve más ligera, pero la noticia de la partida de MiaFiemma flota en el aire, una verdad tácita que envuelve la mesa. James, aunque sonríe y bromea, observa a MiaFiemma con una atención particular, como si intentara memorizar cada gesto, cada expresión.
La sobremesa transcurre entre risas suaves y silencios densos, de esos que dicen más que las palabras. La música de fondo cambia: una guitarra española se mezcla con el suave canto de un mariachi que interpreta Bésame Mucho en una versión lenta, casi nostálgica.
Las luces del restaurante titilan con un tono cálido, dorado, como si la tarde se resistiera a morir.
James recoge un par de platos vacíos, pero su mirada no se despega de MiaFiemma.
Ella, consciente, intenta mantener la compostura, enfocándose en limpiar los restos de leche de los labios de Alexey, que sonríe con inocencia, ajeno a la carga que flota sobre la mesa.
Jay toma un sorbo de café, mirando discretamente a James antes de volver la vista a su mujer.
Jay dice con acento ruso, “El postre está excelente. Debes estar orgulloso de lo que has construido, James.”
James asiente, sin apartar del todo la mirada de Mía.
James dice con acento mexicano, “Lo estoy. Pero uno nunca termina de construir, ¿sabes? Siempre hay algo —o alguien— que deja las cosas a medias.”
Tallana, que percibe la tensión, se reclina en su silla y suelta un suspiro teatral.
Tallana dice con acento ensenadense, “Ay, no empiecen con la filosofía. Mejor que traigan otra ronda de mezcal antes de que esto se ponga melancólico.”
Ríen todos, y la atmósfera se relaja apenas.
James sonríe y asiente.
James dice con acento mexicano, “Tienes razón, Tallana. La vida es muy corta para no brindar dos veces por la misma razón.”
Se aleja hacia la barra, y mientras lo hace, su mirada y la de MiaFiemma se cruzan otra vez. Un roce visual que arde.
Mía traga saliva, sintiendo cómo su pecho se oprime.
Tallana la observa, sin decir palabra.
Jay, distraído ahora con el bebé, no nota la pequeña guerra que ocurre en los ojos de Mía.
Cuando James regresa, coloca otra ronda de copas frente a ellos.
James dice con acento mexicano, “La casa invita. A veces los caminos se cruzan para recordarnos que seguimos vivos.”
Dices con acento sinaloense, “Y a veces… para que aprendamos a despedirnos bien.”
Su voz es baja, casi un susurro, pero James la escucha. La entiende.
James dice con acento mexicano, “Entonces, que este mezcal sea el cierre y el comienzo, Mía. Lo demás… ya lo escribirá el tiempo.”
Mía levanta la copa, sus dedos tiemblan apenas.
Dices con acento sinaloense, “Salud, James.”
Jay y Tallana los imitan, sin comprender del todo lo que ese brindis significa.
El sonido del cristal choca una vez más, suave, casi simbólico.
Alexey balbucea, riendo. Jay le acaricia el cabello.
Mía toma un largo sorbo de mezcal, el calor se extiende por su pecho, una sensación familiar y extraña a la vez. Mira a James, y en sus ojos, por un instante fugaz, ve el reflejo de todo lo que fue y lo que pudo haber sido. Él le devuelve la mirada con una intensidad que casi la desarma.
James dice con acento mexicano, "Los dejo para que disfruten. Necesito atender la barra."
Se aleja con esa misma cadencia pausada, pero Mía sabe que algo ha cambiado. El aire entre ellos se ha cargado de una electricidad silenciosa.
Tallana, sin decir nada, solo observa a Mía con una mezcla de comprensión y tristeza. Jay, ajeno a la complejidad de la despedida, se enfoca en Alexey, que ahora intenta alcanzar el vaso de agua.
Dices con acento sinaloense, "Necesito un respiro." Se levanta de la mesa, la copa de mezcal aún en la mano. "Voy al tocador, ahora vuelvo."
La pasión desatada en el baño.
Nota:
Contenido altamente sexual y solo para mayores de 18 años, queda bajo su responsabilidad la lectura de esta escena.
Punto de vista: Miafiemma.
Se dirige hacia el fondo del restaurante, donde un pasillo estrecho conduce a los baños. El murmullo de la gente se desvanece un poco, y el aroma a chile y chocolate es menos intenso. Al pasar junto a la barra, James la mira, una pregunta silenciosa en sus ojos.
MiaFiemma le devuelve la mirada, un fuego salvaje arde entre ellos, una promesa tácita de lo que siempre fue. Ella disimula, forzando una calma que no siente, y se dirige hacia el tocador, sabiendo con una certeza ineludible que James la seguirá. El ambiente se carga con la expectativa, cada paso de ella es un tic-tac en el reloj de un reencuentro inevitable.
El pasillo está en penumbra, iluminado apenas por pequeñas luces empotradas en la pared. MiaFiemma entra al tocador de mujeres, un espacio pequeño y elegante con espejos dorados y lavabos de mármol. Se mira al espejo, intentando ordenar sus pensamientos, sus emociones. Su reflejo le devuelve la imagen de una mujer al borde, con los ojos más brillantes de lo normal.
Escucha pasos acercarse por el pasillo. Se detienen.
Dices con acento sinaloense, en voz alta, casi para sí misma, pero sabiendo que él escucha, "Sabía que vendrías."
La puerta del tocador se abre un poco, y James aparece en el umbral, su figura enmarcada por la tenue luz del pasillo. Su mirada es intensa, una mezcla de reproche y una necesidad innegable.
James dice con acento mexicano, "¿Creíste que te dejaría irte así? ¿Después de todo?"
Dices con acento sinaloense, "¿Dejarme ir? ¿Y tú? ¿Creíste que esto iba a ser fácil? Verte así, tan cerca… no me hagas esto, James." Su voz es un susurro cargado de sensualidad, sus ojos brillan con un desafío. Se acerca un paso, la copa de mezcal aún en su mano.
Miafiemma dice con acento sinaloense, "Sabes perfectamente que hay cosas que no se olvidan. Y tú, mi vida, eres una de ellas."
James entra por completo al tocador, cerrando la puerta tras de sí con un suave clic que resuena en el pequeño espacio. El aroma a mezcal se mezcla con el suyo, un perfume amaderado y masculino que MiaFiemma recuerda con dolorosa claridad. Sus ojos no se desvían de los de ella.
James dice con acento mexicano, "No es fácil para mí tampoco, Mía. Y verte aquí, con él… con tu hijo… es como una puñalada."
Se acerca, acortando la distancia entre ellos, su mano se extiende, casi rozando la mejilla de MiaFiemma.
James dice con acento mexicano, "Pero verte así, tan hermosa, tan viva… me hace pensar en todo lo que perdimos."
MiaFiemma siente el calor de su mano, la cercanía de su cuerpo. Su respiración se agita.
Dices con acento sinaloense, "No hables de lo que perdimos, James. Habla de lo que tenemos ahora. De esta vida que elegimos. Tú, con tu mujer y tu hija. Yo… intentando construir algo nuevo.
Su voz tiembla, aunque intenta mantenerla firme. Baja la copa de mezcal a un lado, su mano libre busca la cintura de James, su toque es suave, casi una caricia.
James la envuelve con sus brazos, el gesto es instintivo, inevitable. Su voz se vuelve un susurro urgente, pegado a su oído.
James dice con acento mexicano, "¿Y si solo quiero saber si todavía sientes esto?"
Sus labios rozan el cuello de MiaFiemma, y ella cierra los ojos, un gemido apenas perceptible escapa de su garganta.
James dice con acento mexicano, "Porque yo sí lo siento, Mía. Y verte aquí, es como si el universo me diera una segunda oportunidad."
MiaFiemma se aferra a él, sus dedos se clavan en la tela de su camisa. El pasado y el presente chocan en su mente, una tormenta de emociones.
Dices con acento sinaloense, "James… no podemos…
Pero sus palabras son débiles, contradictorias, porque sus labios ya buscan los de él, con la misma urgencia, la misma desesperación.
Él no espera más. Sus bocas se encuentran en un beso hambriento, desesperado, que sabe a mezcal y a años de anhelo contenido. Es un beso que arde, que consume, que les arranca el aliento. Un beso que sabe a prohibición y a una promesa silenciosa de que, a pesar de todo, lo suyo nunca murió. Las manos de James se enredan en su cabello, las de MiaFiemma en su nuca, profundizando el beso, perdiéndose en el instante.
Las manos de James bajan por la espalda de MiaFiemma, aferrándola a él con una fuerza posesiva. El beso se vuelve más profundo, más urgente, sus lenguas danzan con una pasión largamente reprimida. MiaFiemma se arquea contra él, sus dedos tiran de su cabello, el gemido ahogado de James vibrando contra sus labios. La copa de mezcal se desliza de su mano y cae al suelo con un tintineo sordo, el líquido ámbar esparciéndose sobre las baldosas. Ninguno de los dos lo nota.
James la levanta sin esfuerzo, y MiaFiemma envuelve sus piernas alrededor de su cintura, la falda de satén se sube, revelando la piel suave de sus muslos. Sus bocas no se separan ni un instante, el aliento se mezcla, el deseo se desborda. Él la presiona contra la pared, el frío del mármol contrasta con el fuego que los consume. El sonido de sus besos, de sus respiraciones entrecortadas, lo único que existe en el pequeño tocador.
James dice con acento mexicano, en un susurro ronco entre besos, "Mía… mi Mía… no sabes cuánto te he extrañado."
MiaFiemma no puede responder, solo puede besarlo con la misma ferocidad, su cuerpo respondiendo a cada toque, a cada caricia. Sus manos exploran la espalda de James, los músculos tensos bajo la tela de su camisa. El tiempo se ha detenido, la razón se ha desvanecido. Solo queda el instinto, la necesidad imperiosa de sentirlo, de devorarlo.
El botón de su falda lápiz cede bajo la presión de los dedos impacientes de James, el cierre resbala con un sonido casi obsceno, y la tela satinada cae al suelo. MiaFiemma gime contra su boca, el placer la ciega, mientras sus piernas se cierran aún más alrededor de la cintura de él. Sus bragas de encaje son lo único que queda entre sus cuerpos, una barrera fina y transparente que no tarda en desaparecer bajo los dedos expertos de James.
Él la baja un poco, lo suficiente para que sus pelvis se encuentren, el roce lascivo de la tela de la camisa de James contra la piel expuesta de MiaFiemma es un tormento delicioso. Ella jadea, su respiración es un hilillo de fuego en la boca de él. Las caricias de James suben por sus muslos, apretando la carne, llevándola al borde de la locura.
James dice con acento mexicano, con la voz entrecortada, "Di mi nombre, Mía… di que me quieres…"
MiaFiemma arquea la espalda, sus manos se aferran al cabello de James con fuerza, sus uñas arañan su nuca.
Dices con acento sinaloense, "¡James… ah…! ¡Siempre te he querido! ¡Siempre!"
Y entonces, él la penetra con una urgencia que le roba el aliento, un gemido ronco escapa de su garganta mientras MiaFiemma se aferra a él como si su vida dependiera de ello. El pequeño tocador se llena de los sonidos de su pasión desenfrenada, de sus gemidos, de los choques de sus cuerpos, del susurro de la ropa al caer.
MiaFiemma entierra la cabeza en el hombro de James, sus suspiros se mezclan con los de él. Sus cuerpos se mueven al unísono, un ritmo salvaje que desafía el tiempo y la razón. Cada embestida es un eco de un pasado que nunca se fue, una confirmación de que la conexión entre ellos sigue tan viva como la primera vez. Las paredes del tocador, testigos mudos, apenas contienen la explosión de deseo.
James, con la voz ahogada, la besa en el cuello, en el hombro, en la clavícula.
James dice con acento mexicano, "Eres mía, Ángela… siempre has sido mía."
MiaFiemma aprieta los muslos alrededor de su cintura, la tensión se acumula, dulce y torturante. La sensación de su piel contra la de James, la humedad, el calor… todo es una vorágine que la arrastra. Sus ojos están cerrados, su mente en blanco, solo el placer puro y crudo.
Dices con acento sinaloense, con un gemido que es casi un ruego, "James… por favor…"
Él responde con más fuerza, más intensidad, llevándola al borde una y otra vez. Los segundos se estiran, se vuelven eternos.
MiaFiemma ahoga un grito, enterrando la cara en el cuello de James, la piel de él húmeda por el sudor y la pasión. La adrenalina corre salvaje por sus venas, el riesgo de ser descubiertos en ese pequeño tocador, a solo unos pasos de la bulliciosa Gran Vía y de su propia familia, enciende aún más el fuego entre ellos. Escucha pasos apresurados pasar por el pasillo, voces lejanas que se acercan y se alejan, y el terror de ser escuchada solo amplifica el placer.
James la embiste con una cadencia deliberadamente lenta, provocándola, buscando esa reacción que solo ella podía darle. Él la besa con ferocidad, sus labios contra los de ella, silenciando el gemido que amenaza con escapar de su garganta. Susurra contra su boca, la voz ronca, casi inaudible.
James dice con acento mexicano, "Aguanta, mi Ángela… no hagas ruido. Quiero escucharte suplicar solo para mí."
MiaFiemma aprieta los dientes, sus uñas se clavan en la espalda de James, arañando la piel bajo la camisa. La sensación de su cuerpo dentro del suyo es tan intensa que le nubla la razón. Las embestidas de James se vuelven más profundas, más exigentes, y ella se aferra a él, moviendo las caderas en un ritmo desesperado, intentando mitigar el placer insoportable. Un suspiro ahogado se escapa de sus labios, pero James lo atrapa con un beso voraz, una lengua que invade su boca y le roba el aliento.
Dices con acento sinaloense, en un jadeo casi incomprensible, "James… por favor… más…"
Él sonríe contra sus labios, un brillo perverso en sus ojos oscuros, y sus embestidas se vuelven una tormenta incesante. MiaFiemma cierra los ojos, perdida en la vorágine de sensaciones, las paredes del tocador girando a su alrededor. Se concentra en el sonido de sus propios latidos, en el roce de sus cuerpos, en la piel de James contra la suya, intentando no delatarse, intentando no gritar el nombre del hombre que la está llevando al borde.
Una última embestida, profunda y poderosa, la hace arquear la espalda, sus muslos se tensan. Un gemido mudo se ahoga en su garganta, y sus cuerpos se tensan al unísono, liberando la explosión contenida. James la sostiene firmemente, sus respiraciones agitadas llenando el pequeño espacio, el silencio después de la tormenta siendo casi tan intenso como el placer.
James la sostiene por un momento, sintiendo su cuerpo temblar y jadear contra el suyo. Una sonrisa de triunfo y posesión se dibuja en sus labios mientras la acaricia suavemente la espalda. Después de unos instantes, la baja al suelo, sus piernas ceden un poco, pero ella se mantiene firme, con una sonrisa satisfecha y deseosa en el rostro. Mira con picardía su ropa en el suelo, y la sensación de sus fluidos mezclados con los de James bajando por sus piernas le provoca una risa silenciosa. Se acerca al lavabo y comienza a limpiarse con agua y papel, mientras James la observa, su mirada fija en cada uno de sus movimientos.
James por su parte, se arregla la ropa lo mejor que puede.
Dices con acento sinaloense, "Necesitaba esto… necesitaba saber que seguía siendo tuya."
James se apoya contra la puerta, cruzando los brazos, su expresión es una mezcla de alivio y una preocupación latente.
James dice con acento mexicano, "Yo también, Mía. Más de lo que imaginas. Pero… ¿qué significa esto para nosotros? Tu vida, ahora… con él. Con tu hijo."
Dices con acento sinaloense, "Mi vida ha cambiado, James. Ya no soy la traficante que conociste, la que vivía al límite. Pero es cierto que sigo siendo una prófuga de la justicia en Madrid. Inperium sigue pisándome los talones, aunque ahora trabajo para Firme Unidad. Soy una agente infiltrada."
James frunce el ceño, sus ojos se oscurecen.
James dice con acento mexicano, "¿Agente infiltrada? ¿Qué carajos, Mía? ¿Te metiste en más problemas?"
Dices con acento sinaloense, "Es complicado. Después de… de lo nuestro, fue ahí cuando descubrí que estaba embarazada de Jay. Casi páso todo el embarazo en la cárcel, hasta que Firme Unidad me ayudó a fugarme a cambio de mi libertad provisional y unirme a ellos. Era la única salida, James. No podía tener a mi hijo tras las rejas."
La voz de MiaFiemma se quiebra un poco al recordar, y James se acerca a ella, tomando su mano y apretándola con ternura.
Dices con acento sinaloense, "Ya no hay tiempo para lamentos. Ahora me van a dar un cambio. Nos iremos tal vez a Italia. Jay, Alexey y yo. Es una oportunidad para empezar de nuevo, de verdad. Sin sombras del pasado… o al menos eso espero."
James la mira, sus ojos llenos de una mezcla de tristeza y admiración.
James dice con acento mexicano, "Tan lejos. ¿Y me estás diciendo esto después de… de lo que acaba de pasar?"
Dices con acento sinaloense, "Precisamente por eso. Necesitaba despedirme, James. De verdad. Necesitaba esto para saber que no me equivoqué, que lo nuestro fue real."
Mientras tanto, en la mesa del restaurante, Jay se muestra inquieto, mirando hacia el pasillo por donde MiaFiemma se ha ido.
Jay dice con acento ruso, "Mía está tardando. ¿Crees que le pasó algo?"
Tallana lo mira con una sonrisa enigmática, comprendiendo perfectamente la situación.
Tallana dice con acento ensenadense, "Tranquilo, Jay. Las mujeres tenemos nuestras cosas. Voy a ver si necesita algo, no te preocupes."
Se levanta con una naturalidad calculada y se dirige hacia el pasillo, con una expresión que promete discreción y complicidad. Al acercarse al tocador, Tallana golpea suavemente la puerta.
Tallana dice con acento ensenadense, "¿Mía? ¿Todo bien por aquí? ¿Necesitas algo?"
Dices con acento sinaloense, en voz baja, "Cúbreme con Jay, Tallana. Dile que el mezcal me cayó pesado o lo que sea, pero que en un rato salgo."
Tallana asiente, una sonrisa cómplice se dibuja en sus labios. No se mueve del pasillo, pero saca su teléfono y teclea un mensaje rápidamente.
Mensaje a Jay, "Todo bien, Jay. El mezcal le pegó un poco a Mía. Ya sabes cómo es. En un ratito vamos."
Mientras tanto, James se acerca a MiaFiemma, sus manos la envuelven en un nuevo beso, tan intenso como el anterior.
James dice con acento mexicano, en un susurro ardiente, "¿Qué tal una noche? Una noche para nosotros. Sé que te vas, pero dame esta noche, Mía."
Dices con acento sinaloense, con la voz entrecortada por el deseo, "Sí, James. Una noche. Me iré a la casa de Tallana, escaparé en cuanto todos duerman, búscame."
James la mira, sus ojos brillan con una mezcla de desesperación y la promesa de un placer ineludible.
James dice con acento mexicano, "Te buscaré. Nadie nos encontrará hoy. Esta noche no nos negaremos nada, Ángela. Te lo juro."
MiaFiemma lo besa con furia, sus cuerpos chocan de nuevo, el deseo explícito y la necesidad de consumar ese reencuentro que el destino les había puesto en el camino. Saben que esta noche es todo lo que tienen, y que la vivirán como si fuera la última.
Luego de unos instantes más de deseo y entrega, de promesas silenciosas selladas con besos y caricias que quemaban, MiaFiemma se recompone. Se mira una última vez al espejo, sus ojos todavía con un brillo salvaje, su boca hinchada y roja. Se arregla la blusa y la falda, que por un milagro o la prisa, no muestran el desastre que ocurrió. Saca su perfume, Indecent from Piccolo Eabanne, y lo rocía generosamente, cubriendo cualquier rastro del aroma a mezcal y pasión que impregna el pequeño tocador.
Sale al pasillo, y la encuentra a Tallana, quien la espera con una sonrisa enigmática.
Dices con acento sinaloense, con una sonrisa pícara, "Listo, ya me siento mejor."
Tallana la mira de arriba abajo, sus ojos chispeando con complicidad. Entiende. Entiende cada secreto, cada latido acelerado, cada respiración entrecortada.
Tallana dice con acento ensenadense, "Se te nota… el mezcal. Te dejó con un brillo especial." Se acerca a MiaFiemma, y con un gesto natural, le arregla una mecha de cabello que se ha escapado de las ondas. "Parece que te despeinó el viento, ¿no?"
Ambas ríen suavemente, un murmullo de confidencias que solo ellas pueden compartir. La mano de Tallana se detiene un momento en el hombro de MiaFiemma, un gesto de apoyo silencioso, de esa hermandad que no necesita palabras para comprender las profundidades del alma.
Dices con acento sinaloense, "Digamos que la aventura me sentó bien. ¿Y Jay? ¿Está muy impaciente?"
Tallana le guiña un ojo.
Tallana dice con acento ensenadense, "Jay está como siempre, un poco preocupado, pero no sospecha nada. Con los hombres hay que ser… didácticas."
Vuelven a reír, el sonido suave y liberador. Caminan juntas de regreso a la mesa, como si nada hubiera pasado, como si el universo no se hubiera detenido por un instante en ese pequeño tocador.
Jay levanta la vista cuando las ve acercarse. Su mirada la escanea, buscando cualquier indicio de malestar o de algo fuera de lugar. Pero MiaFiemma sonríe, una sonrisa dulce y tranquila, una máscara perfecta que oculta la tormenta que acaba de vivir.
Dices con acento sinaloense, "Perdón por la tardanza, mi amor. El mezcal de este restaurante es potente. Pero ya estoy aquí."
Se sienta a la mesa, como si nada, y toma la mano de Jay, acariciándola con ternura.
Jay asiente, su ceño se relaja un poco.
Jay dice con acento ruso, "Me alegro. Pensé que te sentías mal. ¿Todo bien?"
Dices con acento sinaloense, "Perfectamente bien. Más que bien. Y tú, ¿qué tal Alexey? ¿Se ha portado bien?"
Jay le sonríe, ajeno a la verdad, y le cuenta cómo Alexey ha estado jugando con su peluche. La conversación se retoma, ligera y familiar, pero MiaFiemma no puede evitar que su mirada se dirija hacia la barra, donde James la observa. Sus ojos se encuentran, y por un microsegundo, el fuego salvaje arde de nuevo, una promesa tácita de lo que les espera esta noche.
Mi cantante me recuerda por que lo amo.
El ambiente del restaurante Sabores de México vibra con una energía distinta. Las luces bajan lentamente, dejando que los tonos ámbar de las velas iluminen las mesas decoradas con flores de cempasúchil y calaveras de cerámica pintadas a mano. El aire huele a chile seco, a tequila, a historia.
Tallana levanta su copa de mezcal, sonriendo con ese aire pícaro que la caracteriza.
Tallana dice con acento ensenadense, “Por los amores que no se olvidan… aunque una diga que sí.”
Dices con acento sinaloense, riendo con melancolía, “Y por los que te enseñan a no confiar en promesas con olor a tequila.”
Las copas chocan con un leve tintineo. El ardor del mezcal baja como fuego líquido, y Mía deja escapar un suspiro largo, más profundo de lo que quisiera admitir.
Jay observa en silencio desde su asiento, sosteniendo a Alexey dormido contra su pecho.
De pronto, la música de fondo se apaga. El murmullo del restaurante se disuelve cuando una voz femenina anuncia desde el micrófono:
—Con ustedes… el alma de esta casa, el orgullo de México en España… ¡James de los Santos y su Mariachi!
Los aplausos inundan el lugar.
James aparece entre los mariachis, vestido igual que ellos: traje de charro negro impecable, botones de plata, faja roja y sombrero bordado con hilo dorado. En el cuello, un moño de seda roja resalta sobre la camisa blanca. Su porte es impecable, varonil, y la luz cálida del escenario le da un brillo casi irreal.
Su mirada se cruza con la de MiaFiemma, y el tiempo parece detenerse.
Ella traga saliva, sujeta la copa, y bebe otro trago de mezcal.
El mariachi arranca con los primeros acordes de “Si Nos Dejan”.
“Si nos dejan… nos vamos a querer toda la vida…”
James canta con voz firme, cálida, profunda. Su mirada no se aparta de ella.
Cada verso cae sobre la mesa como un secreto compartido.
Tallana la observa de reojo, sabiendo perfectamente lo que ocurre entre esas miradas.
La gente aplaude, emocionada. Algunos corean la letra, ajenos al hilo invisible que une al cantante y a la mujer del fondo.
Jay se acomoda en la silla, y sin decir palabra, toma un vaso de agua y lo acerca suavemente hacia Mía.
Jay dice con acento ruso, “No bebas tanto.”
Dices con acento sinaloense, sonriendo con dulzura, “Déjame tantito, amor… es la música. Me pega en el alma.”
Él asiente, resignado. La deja hacer.
El siguiente tema comienza con el lamento de las trompetas.
James toma aire, cierra los ojos un instante y canta “El Triste”.
“Qué triste fue decirnos adiós… cuando nos adorábamos más…”
Las notas lo envuelven todo. La voz de James es una mezcla de fuerza y herida, de amor que no se apaga.
MiaFiemma lo mira con los ojos brillantes, su respiración se acelera apenas.
Bebe otro trago de mezcal, siente el ardor subirle hasta los ojos.
Jay se pasa una mano por el rostro, suspira, y baja la mirada hacia su hijo dormido.
Tallana le murmura sin apartar la vista del escenario.
Tallana dice con acento ensenadense, “Ay, Mía… si el amor doliera menos, nadie lo recordaría.”
Dices con acento sinaloense, “Pero es que eso es lo cabrón de nuestro amor… que se mete donde no se olvida.”
El público rompe en aplausos. James sonríe, agradece, y toma su copa de tequila del borde del escenario. Levanta el vaso hacia la multitud, pero sus ojos vuelven a ella.
—Esta va pa’ los que aman con todo, aunque duela —dice con acento mexicano.
El mariachi ataca con fuerza. Trompetas, guitarras, violines.
La tercera canción retumba en el pecho de todos: “Volver, Volver”.
“Y estoy a punto de irme muy lejos, pronto me habré de marchar…”
“Y volver, volver, volver… a tus brazos otra vez…”
Las palabras son cuchillos dulces.
James las canta con pasión, su voz raspa de emoción contenida.
Mía ya no puede fingir indiferencia. Lo mira fijamente, el corazón le late con fuerza.
Bebe el último trago de mezcal y deja el vaso sobre la mesa, los dedos temblorosos.
El calor le sube por la piel, la música la arrastra hacia recuerdos que nunca se fueron.
El público estalla en aplausos, gritos y vítores.
Algunos se levantan, agitan servilletas en el aire. Ajenos al drama que vibra entre el escenario y aquella mesa, celebran al cantante con euforia sincera.
James inclina la cabeza, sonríe y dice con voz firme:
James dice con acento mexicano, “Gracias, mi gente. Gracias por dejarme cantarles lo que se siente… y no lo que se olvida.
Mía lo observa un instante más.
Jay la mira de reojo, y sin decir nada, le toma la mano.
Ella se la deja tomar.
Por dentro, el corazón late con dos nombres, dos tiempos, dos vidas que se cruzaron para no olvidarse jamás.
Las trompetas vuelven a sonar, el público pide otra canción, y mientras todos celebran,
MíaFiemma cierra los ojos.
No sabe si la embriaga más el mezcal… o el amor que aún arde donde juró que ya no quedaba nada.
Un suspiro escapa de sus labios, cargado de todo lo que no puede decir. Cuando abre los ojos, James ya no la mira. Está despidiéndose del público, su sombrero en la mano, una reverencia impecable. La música baja de nuevo, volviendo al suave murmullo de fondo.
MiaFiemma retira su mano de la de Jay, con delicadeza, como si temiera romper el delicado equilibrio que acaban de establecer. Se levanta de la mesa, el cuerpo ligeramente entumecido por la tensión y el mezcal.
Dices con acento sinaloense, "Necesito un poco de aire fresco. Voy a salir un momento."
Jay la mira, su ceño fruncido con una preocupación que no intenta ocultar.
Jay dice con acento ruso, "¿Estás segura, amor? Te veo un poco... pálida."
Dices con acento sinaloense, "Sí, solo necesito un poco de aire. No tardo."
Sale del restaurante, dejando atrás el bullicio y la música, el aroma a chile y el eco de la voz de James. La Gran Vía la recibe con su frío nocturno, con el reflejo metálico de los rascacielos y el silencioso ir y venir de los vehículos autónomos. Se detiene en la acera, respira hondo el aire de la noche.
Cierra los ojos, y la imagen de James cantando, sus ojos fijos en los de ella, se reproduce en su mente. Siente el ardor del mezcal y el peso de las emociones. Las palabras de las canciones, los besos en el tocador, la promesa de esa noche… todo se mezcla en una tormenta en su interior.
De pronto, una mano se posa suavemente en su hombro.
Tallana dice con acento ensenadense, "Sabía que saldrías. No podías quedarte ahí, ¿verdad?"
MiaFiemma abre los ojos, encontrando la mirada comprensiva de su amiga.
Dices con acento sinaloense, "No. No podía. Es demasiado, Tallana. Demasiado."
Tallana asiente, se apoya a su lado, y juntas observan las luces de Neo-Madrid.
Tallana dice con acento ensenadense, "Lo sé. Pero esta es tu vida ahora, Mía. Y él también tiene la suya. A veces, las canciones solo nos recuerdan lo que fue… no lo que puede ser."
Dices con acento sinaloense, "Pero esta noche… esta noche no es lo que fue. Es lo que será."
Tallana la mira, una sonrisa lenta y enigmática se dibuja en sus labios.
Tallana dice con acento ensenadense, "Lo sé, amiga. Lo sé. Y por eso, por esta noche… tienes que vivirla. Vivirla como si no hubiera un mañana."
Dices con acento sinaloense, en voz baja, con un nudo en la garganta, "Pero no puedo, Tallana. No puedo seguir traicionando a Jay. Él… él es mi presente. Mi elección. Y Alexey… es nuestro hijo. Me siento una mierda por sentir esto, por dejarme llevar." Se lleva las manos a la cabeza, con un gesto de desesperación. "Lo amo, Tallana. Amo a James, y me odio por eso. Me odio por no poder sacármelo del alma, a pesar de todo lo que he construido con Jay."
Tallana la envuelve en un abrazo silencioso, apretándola con fuerza. Susurra contra su cabello.
Tallana dice con acento ensenadense, "No te odies, Mía. No por sentir. Lo que viviste con James es parte de quien eres, y no puedes borrarlo. Pero el amor… el amor es una elección todos los días. Y tú has elegido a Jay, has elegido a Alexey. Esta noche… esta noche solo es un eco. Una despedida real, tal vez."
MiaFiemma se aferra a su amiga, las lágrimas pugnando por salir.
Dices con acento sinaloense, "Pero no quiero que sea un eco. Quiero que se vaya, Tallana. Que se quede en el pasado de una vez por todas. Porque si no, no podré construir nada. No en Siracusa, ni en ningún otro lado."
Se separan del abrazo, y MiaFiemma se limpia los ojos con el dorso de la mano. Mira a Tallana con una determinación que empieza a nacer de la desesperación.
Dices con acento sinaloense, "Voy a hacerlo. Voy a vivir esta noche como una despedida. La última. Y después… después me iré a Siracusa y no miraré atrás. Por Jay, por Alexey… por mí."
Tallana le sonríe, una sonrisa triste pero orgullosa.
Tallana dice con acento ensenadense, "Así se habla, Mía. Tú eres fuerte. Y sabes lo que quieres, aunque a veces el camino sea una chingadera."
MiaFiemma asiente, respira hondo, y una calma fría la envuelve. La decisión está tomada. Se gira y mira hacia la entrada del restaurante, donde las luces siguen titilando y el murmullo de la gente se filtra.
Dices con acento sinaloense, "Vamos. Hay que regresar antes de que Jay sospeche más."
Caminan de vuelta al restaurante, sus pasos firmes. El aire de la noche es un testigo mudo de la promesa que MiaFiemma acaba de hacer, una promesa a sí misma, a su futuro y a la familia que ha elegido. La puerta se abre, y el calor y la música del lugar las envuelven de nuevo. James está en la barra, sirviendo tragos, y por un instante, sus ojos se cruzan con los de MiaFiemma. Ella no desvía la mirada, sino que la sostiene, con una mezcla de fuego y de una resolución inquebrantable. Esta noche es la última.
La mirada de MiaFiemma se mantiene firme, aunque por dentro algo se desgarra. James le devuelve la mirada con una sonrisa apenas perceptible, la clase de sonrisa que guarda más palabras de las que se pueden decir en voz alta. Luego vuelve a su trabajo, sirviendo tragos, riendo con los clientes, como si nada hubiera pasado entre ellos.
MiaFiemma da un paso atrás, exhala despacio y se vuelve hacia Jay y Tallana.
Dices con acento sinaloense, con una calma forzada, “¿Nos vamos, amor? Ya es tarde.”
Jay asiente en silencio, tomando a Alexey en brazos.
Tallana deja sobre la mesa la propina, lanzando una última mirada hacia la barra, donde James sigue sonriendo a otros, pero con los ojos todavía fijos, muy en el fondo, en Mia.
El grupo se abre paso entre las mesas, despidiéndose de los camareros con amabilidad.
La joven vestida con el traje típico de Sinaloa les desea una buena noche, sin notar el temblor leve en la voz de MiaFiemma cuando responde:
Dices con acento sinaloense, “Gracias, mi reina… muy bonito todo, de veras.”
Salen al aire frío de Neo-Madrid. Los pasos de MiaFiemma resuenan en el pavimento, acompasados con el murmullo distante de la ciudad.
Camino a casa.
Jay ajusta el abrigo de Alexey, lo coloca suavemente en su asiento dentro del auto.
Tallana se acomoda en el asiento trasero, suspirando, y MiaFiemma se queda unos segundos mirando hacia el restaurante. Desde fuera, el resplandor dorado se filtra por los ventanales, y alcanza a ver a James inclinado sobre la barra, cantando algo en voz baja, sin micrófono, solo para sí mismo.
Ella cierra los ojos y se obliga a girar la cabeza.
Jay la observa antes de arrancar el coche.
Jay dice con acento ruso, en tono bajo, “¿Todo bien, amor?”
Dices con acento sinaloense, sonriendo apenas, “Sí… solo cansada. Fue una tarde larga.”
Jay asiente. El motor se enciende con un zumbido suave y comienzan a avanzar por la avenida.
Durante los primeros minutos, el silencio es absoluto. Solo se escucha el ronroneo del motor y el respirar tranquilo de Alexey en el asiento trasero. Tallana los observa por el retrovisor, cruzando los brazos, como si no quisiera romper ese silencio frágil.
MiaFiemma apoya la cabeza contra la ventanilla. Afuera, las luces de la ciudad se reflejan en sus ojos. Cada neón, cada sombra, cada destello parece arrastrar una parte de lo que acaba de dejar atrás. Su reflejo en el vidrio le devuelve una mirada que no sabe si es alivio o tristeza.
El auto se interna en las avenidas amplias de Neo-Madrid, dejando atrás la Gran Vía y el eco de las canciones rancheras que aún resuenan en la memoria. Las torres de cristal reflejan el cielo negro, mientras una lluvia ligera comienza a caer, como si la ciudad quisiera borrar los últimos rastros del pasado.
Tallana, medio dormida en el asiento trasero, murmura sin abrir los ojos:
Tallana dice con acento ensenadense, “Ya falta poco pa’ llegar. Mañana, temprano, carretera a Fresnedillas… y a empezar de nuevo, ¿eh, Mía?”
Dices con acento sinaloense, mirando las gotas deslizarse por el vidrio, “Sí, amiga. A empezar de nuevo.”
El silencio vuelve, cómodo esta vez.
Jay conduce con serenidad, su perfil recortado por la luz azul del tablero.
Jay continúa conduciendo por las calles hasta llegar a la calle de Serrano, donde el lujo y la discreción se mezclan en la arquitectura. Las luces de los apartamentos se asoman tímidamente, y el silencio de la noche es solo interrumpido por el suave roce de las ruedas contra el asfalto. Se detiene frente a una casa elegante, apaga el motor con un leve zumbido, y el coche se sumerge en la quietud.
Bajan del vehículo. Jay ayuda a Mia a cargar a Alexey, que duerme plácidamente en sus brazos, su pequeño peluche de lobo apretado contra su pecho. Tallana, con un bostezo discreto, se estira antes de recoger su bolso del asiento trasero. El aire de la noche es fresco y limpio, una tregua después de la intensidad vivida en el restaurante.
Caminan hacia la entrada de la casa de Tallana, una puerta de madera oscura con detalles artísticos. Tallana saca las llaves y la abre, el clic del cerrojo resuena en el silencio. El interior es cálido y acogedor, con una luz tenue que emana de las lámparas de diseño y el aroma suave a sándalo y jazmín.
MiaFiemma entra primero, con Alexey dormido en sus brazos, y Jay la sigue, cerrando la puerta tras de sí. Tallana se queda un momento en el umbral, observando la calle desierta, antes de unirse a ellos.
Jay lleva a Alexey directamente a una habitación bellamente decorada con colores suaves y motivos infantiles. Lo deposita con delicadeza en la cuna, ajusta la manta y le da un beso en la frente. Se queda un momento observándolo, una expresión de profunda ternura en su rostro.
MiaFiemma se une a Tallana en la sala de estar, un espacio amplio con sofás de terciopelo y obras de arte moderno. Se deja caer en uno de ellos, soltando un suspiro agotado.
Dices con acento sinaloense, "Por fin. Alexey está deshecho. Y yo también, para qué negarlo."
Tallana se sirve un vaso de agua y le ofrece uno a MiaFiemma.
Tallana dice con acento ensenadense, "Normal. Fue un día… intenso. ¿Quieres un té o algo más fuerte?"
Dices con acento sinaloense, "Solo agua, por favor. Necesito despejarme un poco. Demasiado mezcal y… demasiadas emociones."
Jay regresa a la sala, sentándose junto a MiaFiemma. La mira con una preocupación genuina.
Jay dice con acento ruso, "Estás muy pensativa, amor. ¿Segura que estás bien? Es James… te afectó verlo, ¿verdad?"
MiaFiemma se estremece ligeramente al escuchar el nombre de James. Evita la mirada de Jay, enfocándose en el vaso de agua.
Dices con acento sinaloense, "Fue… inesperado. No lo veía en meses. Y ver a alguien del pasado siempre remueve la nostalgia. Pero estoy bien. Solo… nostalgia." Su voz intenta sonar convincente, pero la tensión es palpable.
Jay asiente, aunque su ceño sigue fruncido. Toma la mano de MiaFiemma, entrelazando sus dedos.
Jay dice con acento ruso, "Tienes razón. Lo siento. Es solo que… verte así me preocupa. Pero me alegra que sigamos juntos en esto. Italia será un buen cambio."
Dices con acento sinaloense, "Sí, amor. Un gran cambio. Necesario."
Miafiemma Se levanta, sintiendo la necesidad de alejarse un momento.
Miafiemma dice con acento sinaloense, "Voy a darme una ducha. Necesito relajarme."
Miafiemma Se dirige hacia el baño, dejando a Jay y Tallana solos.
En la sala, Jay y Tallana intercambian una mirada.
Jay dice con acento ruso, "Ella no me está diciendo todo."
Tallana suspira, bebiendo de su vaso.
Tallana dice con acento ensenadense, "Mía siempre ha sido complicada. Dale su espacio. Lo que sea que sienta por James… es pasado. Tú eres el presente. Y el futuro. Ella te eligió a ti. Y a Alexey."
Jay asiente lentamente, aunque la duda sigue en sus ojos. Sabe que hay un universo de cosas que su mujer guarda en silencio.
Mientras el agua caliente corre por su piel, MiaFiemma cierra los ojos, y la imagen de James vuelve a su mente. El beso en el tocador, susurros ardientes, la promesa de una noche juntos. La culpa la consume, pero el deseo aún arde, una llama salvaje que se niega a extinguirse.
MiaFiemma termina su ducha. Se envuelve en una toalla suave y se mira al espejo. Sus ojos están cansados, pero la determinación que había sentido antes de entrar al restaurante ha regresado. Se vestirá, se acercará a Jay y lo besará. Se irá a la cama con él y le recordará que él es su elección.
Pero entonces, su mirada se detiene en su teléfono. Un mensaje nuevo.
Mensaje de James, "Sé que te vas. Pero no te vayas sin despedirte de verdad. Estaré esperándote en la plaza mayor, cerca de la estatua. Te espero en 2 horas. Una última noche, Mía. Solo una."
MiaFiemma lee el mensaje una y otra vez. El nudo en su estómago se aprieta. La promesa a Jay, la resolución, la calma fría… todo amenaza con romperse. dos horas. Suficiente tiempo para que Jay se duerma, para que la casa se sumerja en el silencio. Una última noche. ¿Podría resistirse? ¿Debería?
Se muerde el labio, sus ojos fijos en la pantalla, el corazón latiéndole con una fuerza desbocada. El aroma a sándalo y jazmín de la casa de Tallana parece envolverla, recordándole la vida que ha construido.
Pero el perfume, el que usó James en el tocador, también parece flotar en el aire, una invitación peligrosa al pasado.
MiaFiemma exhala lentamente, la toalla resbalando por su cuerpo mientras su mirada aún está clavada en el mensaje. La tentación es un veneno dulce. Apoya el teléfono sobre el lavabo y, con una mezcla de resignación y audacia, abre la maleta. No busca su ropa casual, ni la falda lápiz. Sus dedos se dirigen a un conjunto de lencería de seda negra, un camisón corto con detalles de encaje y una bata a juego. Es sensual, delicado, y sabe que a Jay le gusta.
Se lo pone con movimientos lentos, cada pieza de tela rozando su piel como una segunda caricia, una que no es de James. Se mira al espejo. La mujer que ve es hermosa, sí, pero también es una mujer dividida. Se rocía de nuevo con su perfume, intentando ahogar cualquier rastro del pasado, intentando convencerse de que esta noche, solo esta noche, es para Jay.
Sale del baño, la luz tenue del pasillo ilumina sus pasos. El aroma a jazmín de la casa de Tallana la envuelve, un ancla al presente. Camina hacia la habitación donde sabe que Jay la espera. La puerta está entreabierta, una tira de luz se escapa.
Jay está acostado en la cama, de espaldas a la puerta, su cuerpo tenso bajo el edredón. Parece estar leyendo algo en su tablet. La habitación está sumergida en una semioscuridad, solo la luz de la pantalla ilumina su rostro.
Dices con acento sinaloense, con una voz suave, cargada de una ternura que esconde la tormenta interior, "Mi amor… ¿sigues despierto?"
Jay se sobresalta ligeramente y apaga la tablet. Se gira, sus ojos encontrando los de MiaFiemma. Una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios al verla en la lencería de seda.
Jay dice con acento ruso, "Te esperaba. Pensé que te habías dormido en la ducha. Ven aquí."
MiaFiemma se acerca a la cama, cada paso una lucha. Se sienta a su lado, la seda rozando las sábanas. La mirada de Jay es de deseo, de alivio, de la confianza que ella está a punto de traicionar.
Dices con acento sinaloense, "Solo necesitaba el agua caliente. Ha sido un día largo y… emocional. Pero ya estoy aquí. Contigo."
Ella se inclina y lo besa, un beso que busca ser convincente, que busca darle la pasión que él espera. Sus labios se mueven con una urgencia forzada, sus manos suben por el cuello de Jay, sintiendo la calidez de su piel. Él responde con una intensidad creciente, su mano se desliza por la seda de su camisón, atrayéndola más cerca.
Jay dice con acento ruso, en un susurro, "Te extrañé. Incluso en estas pocas horas. Verte así… es todo lo que necesito."
MiaFiemma cierra los ojos, el nudo en su garganta se aprieta. Se aferra a él, intentando ahogar la voz de James en su cabeza, la promesa de la plaza mayor. Por ahora, aquí, en los brazos de Jay, ella es su presente. Pero sabe que el tiempo corre, y el destino, esta noche, aún tiene una última carta que jugar.
Se acomoda junto a Jay, su cabeza en su pecho, escuchando el latido de su corazón, buscando en él la paz que su propia mente le niega. Sus dedos, casi por inercia, se deslizan sobre la pantalla de su teléfono, apagándola por completo. Por un momento, solo por un momento, intenta convencerse de que el mensaje de James nunca llegó. Que esta noche, el único amor que importa es el que tiene a su lado.
El reloj en la mesita de noche marca las 23:00. Queda una hora.
Escena con alto contenido sexual para mayores de edad. Queda bajo su responsabilida la lectura de este rol.
Punto de vista: Miafiemma.
Jay acaricia su cabello con suavidad, ajeno a la tormenta que ruge dentro de ella. Sus labios rozan su frente, y MiaFiemma siente una punzada de culpa que se mezcla con el deseo persistente. La lencería de seda es un recordatorio de su decisión, de la vida que eligió, pero el reloj sigue su tictac, un implacable conteo regresivo hacia la última oportunidad.
Jay dice con acento ruso, en un murmullo soñoliento, "Descansa, mi amor. Mañana será otro día."
MiaFiemma asiente, sus ojos fijos en la oscuridad de la habitación. Escucha la respiración de Jay volverse más profunda, más regular. Lentamente, con cada exhalación de él, el silencio se adueña del cuarto. Espera, inmóvil, hasta que está segura de que Jay está profundamente dormido.
Con una cautela que le hace doler el pecho, se desliza fuera de la cama. El frío del suelo bajo sus pies es un shock que la ancla a la realidad. Se mueve en la penumbra, sus movimientos son silenciosos y precisos. Recoge su ropa de la silla, se viste con unos jeans oscuros y una blusa sencilla, una gabardina para el frío de la noche. Se mira en el espejo, el reflejo es el de una mujer que está a punto de tomar una decisión irrevocable.
Con el corazón latiéndole desbocado, se dirige a la puerta de la habitación de Alexey. Lo mira un instante, su hijo duerme plácidamente, su peluche de lobo a su lado.
Sale de la habitación, cerrando la puerta con el mismo cuidado. Atraviesa el pasillo, el olor a sándalo y jazmín de la casa de Tallana ahora le parece opresivo. Encuentra a Tallana durmiendo en el sofá de la sala, envuelta en una manta. MiaFiemma le deja una nota rápida sobre la mesa de café: "Volveré temprano. Necesito esta despedida. Gracias por todo."
Con un último vistazo a la casa, abre la puerta principal. El aire frío de la madrugada la golpea, pero ella no lo siente. Sale a la calle de Serrano, donde el silencio es casi absoluto, solo roto por el lejano zumbido de un vehículo autónomo.
Camina con prisa, sus pasos resuenan en el asfalto. La Plaza Mayor no está lejos. Cada paso es una batalla entre la culpa y el deseo, entre el presente y el pasado. La imagen de James cantando, sus ojos, el beso en el tocador… todo se agolpa en su mente.
Llega a la Plaza Mayor. Las luces tenues de los faroles iluminan la icónica estatua ecuestre. El aire es frío, pero su cuerpo arde. Y entonces lo ve.
James está allí, de pie junto a la estatua, su silueta recortada contra la oscuridad. Viste una chaqueta de cuero y unos jeans, su cabello ligeramente despeinado por el viento. En cuanto la ve, una sonrisa lenta y peligrosa se dibuja en sus labios.
Ella corre hacia él, sus pasos ligeros, el corazón en la garganta. Él abre los brazos y ella se arroja en ellos, sus bocas se encuentran en un beso desesperado, un beso que sabe a despedida y a fuego.
James la abraza con fuerza, la levanta del suelo, girándola en el aire. Susurra contra sus labios:
James dice con acento mexicano, "Sabía que vendrías, mi Ángela. Sabía que no me dejarías ir así."
MiaFiemma se aferra a él, sus piernas envuelven su cintura. El mundo desaparece. Solo existen ellos dos, en el corazón de Neo-Madrid, bajo el cielo estrellado, en una última y prohibida noche.
Dices con acento sinaloense, con la voz entrecortada, "No podía, James. No podía. Esta noche es nuestra. Solo nuestra."
Él la baja suavemente, pero sus cuerpos siguen pegados. Sus ojos se encuentran, y en ellos, MiaFiemma ve el reflejo de todo lo que fueron, de todo lo que pudieron ser, y de la ardiente promesa de lo que serán en estas últimas horas.
James toma su mano y comienza a caminar, alejándose de la plaza, hacia un destino incierto pero inevitable.
James dice con acento mexicano, "Vamos, mi amor. Te tengo una sorpresa. Un lugar donde nadie nos encontrará. Donde solo existiremos tú y yo."
MiaFiemma sonríe, una sonrisa salvaje y liberada. Se deja llevar, sintiendo el calor de su mano en la suya, el latido de su corazón al unísono. Esta noche es su última batalla, su última entrega al pasado antes de un futuro que, de alguna manera, ya no será el mismo.
Se adentran en las calles laberínticas del centro histórico de Neo-Madrid, donde los edificios antiguos susurran historias de otros tiempos. James la guía con paso decidido, y MiaFiemma se deja llevar, el frío de la noche avivando el fuego en su interior.
James la detiene frente a un antiguo portón de madera tallada, casi invisible entre dos edificios. Saca una tarjeta de su chaqueta y la desliza por un lector oculto. La puerta se abre con un siseo suave, revelando un patio interior bañado por la luz de linternas de papel, un pequeño oasis de buganvilias y fuentes murmurantes. El aroma a jazmín y tierra húmeda envuelve a MiaFiemma, quien mira a James con una mezcla de sorpresa y expectación.
James dice con acento mexicano, "Bienvenida a nuestro refugio, mi Ángela. Nadie sabe de este lugar."
La guía por un pasillo estrecho que conduce a un ascensor de época, con paneles de madera y detalles de bronce. Suben en silencio, el suave ascenso intensificando la tensión entre ellos. Al abrirse las puertas, se encuentran en un pequeño recibidor privado. Una sola puerta, discreta, los espera. James la abre con otra tarjeta, y lo que MiaFiemma ve le roba el aliento.
La suite es un derroche de lujo íntimo y sensual. Las luces tenues resaltan las paredes de piedra vista y las vigas de madera oscura en el techo. Un candelabro de hierro forjado ilumina un inmenso sofá de terciopelo color vino y una mesa baja con una botella de vino tinto y dos copas. Pero lo que realmente la golpea es la atmósfera: cojines de seda con motivos orientales, alfombras persas que invitan a caminar descalzo, y el aroma embriagador a sándalo y pachulí que tanto le gusta.
Una cama king-size domina el centro de la habitación, con sábanas de seda negra y almohadas apiladas que prometen una noche de pasión. Sobre la mesita de noche, una pequeña guitarra española de ébano descansa como esperando ser tocada, y un tocadiscos de vinilo reproduce en voz baja una canción de jazz melancólica.
MiaFiemma se detiene en el umbral, sus ojos recorriendo cada detalle, cada pieza que parece gritar el nombre de James y, a la vez, el de ella. Es él. Todo él. Y todo lo que siempre le fascinó de él.
Dices con acento sinaloense, con la voz apenas un susurro, "James… esto es… es perfecto. Es tan tú… y tan yo."
James sonríe, una sonrisa lenta y seductora que le eriza la piel. Cierra la puerta tras ellos, y el mundo exterior desaparece por completo.
James dice con acento mexicano, "Lo preparé para ti, Ángela. Para nosotros. Quería que esta noche fuera inolvidable. Que no hubiera un solo rincón que no te recordara lo nuestro."
Se acerca a ella, sus ojos fijos en los de MiaFiemma, y le quita la gabardina con un movimiento suave, dejándola caer al suelo. Sus manos se deslizan por sus brazos, sus dedos rozan su piel, enviando escalofríos por todo su cuerpo.
Dices con acento sinaloense, "Y lo es, James. Ya lo es."
Ella se inclina hacia él, sus brazos rodeando su cuello, y lo besa. Un beso que ya no es desesperado, sino dulce y profundo, lleno de la anticipación de lo que está por venir.
James corresponde al beso con la misma intensidad, sus manos bajan por la espalda de MiaFiemma, aferrándola a él. Pero entonces, con un último roce de labios que la deja jadeando, se separa apenas, solo lo suficiente para mirarla a los ojos. Su sonrisa es un desafío.
James dice con acento mexicano, con la voz ronca, "Esta noche no es solo de besos, mi Ángela. Esta noche es para saborear cada instante."
Se dirige a la mesa baja, descorcha la botella de vino tinto con un sonido suave y sensual, y sirve dos copas. El líquido oscuro brilla bajo la luz tenue. Le extiende una copa a MiaFiemma, sus dedos rozándose.
Dices con acento sinaloense, la voz temblorosa de anticipación, "¿Y cuál es el siguiente sabor, mi James?"
Él no responde con palabras. Toma un sorbo de su vino, sus ojos fijos en los de ella. Luego, con una lentitud deliberada que la vuelve loca, deja la copa sobre la mesa, se acerca a MiaFiemma y la besa de nuevo. Pero esta vez, el beso es distinto. Sus labios están impregnados del sabor del vino, y James profundiza el beso, compartiendo el néctar con ella, dejándola probar el dulzor y la fuerza del tinto en su boca.
MiaFiemma gime, sus manos se enredan en el cabello de James, atrayéndolo más cerca. El vino en sus bocas se mezcla con la pasión, una danza líquida y ardiente que aviva el fuego entre ellos. Es un juego de seducción silencioso, donde cada roce, cada sabor, es una promesa de lo que está por venir.
James separa sus labios, dejando a MiaFiemma jadeando, sus ojos brillando con deseo. Sus manos, que hasta ahora habían estado entrelazadas en su cabello, bajan lentamente por su espalda hasta posarse en su cintura, atrayéndola aún más. El sabor a vino y la calidez de su aliento la envuelven.
James dice con acento mexicano, con un susurro ronco, "¿Te gusta este sabor, mi Ángela? Es solo el principio."
Sus dedos se deslizan bajo la tela de la blusa de MiaFiemma, acariciando la piel de su abdomen con una lentitud que la hace estremecer. Ella cierra los ojos, arqueando ligeramente la espalda, sintiendo la electricidad de su toque.
Dices con acento sinaloense, con la voz apenas audible, "Me encanta. Siempre me ha encantado lo que me das a probar, James."
Él sonríe, un brillo de triunfo en sus ojos. Sus besos bajan por la mandíbula de MiaFiemma, por la curva de su cuello, dejando un rastro ardiente. Ella inclina la cabeza hacia atrás, dándole acceso, sus manos aferrándose a sus hombros.
James dice con acento mexicano, "Entonces, déjate llevar. Olvídate del tiempo, de los nombres, de todo. Esta noche solo somos tú y yo, probando todos los sabores prohibidos."
Mientras sus palabras resuenan en el aire, James desabrocha lentamente la blusa de MiaFiemma. Cada botón cede con una exquisitez tortuosa, revelando la piel suave de sus hombros, el delicado encaje de su sujetador. Ella tiembla, una mezcla de frío y excitación. Sus ojos permanecen cerrados, disfrutando de la anticipación.
Él separa los bordes de la blusa y la deja caer al suelo con un suave roce. Sus manos suben por sus brazos, acariciando la piel expuesta, antes de detenerse en los tirantes de su sujetador. Sus pulgares rozan el borde del encaje, provocando un gemido ahogado en MiaFiemma.
Dices con acento sinaloense, con un jadeo, "Amor… no me tortures."
James ríe suavemente, una risa profunda y sensual.
James dice con acento mexicano, "¿Torturarte? Esto es solo el calentamiento, mi amor. La noche es joven."
Y con un movimiento experto, desabrocha el sujetador. La tela cae, liberando sus pechos, que se alzan temblorosos ante la mirada hambrienta de James. La luz tenue de la suite los envuelve, creando sombras danzarinas sobre su piel.
MiaFiemma siente el aire frío en su pecho, pero la mirada de James la consume, la enciende. Sus ojos se clavan en los de él, una súplica silenciosa, un deseo inmenso.
Él se inclina, sus labios rozando la piel de su pecho, susurrando.
James dice con acento mexicano, "Eres tan hermosa, Ángela. Más hermosa de lo que recordaba."
Sus labios bajan, saboreando el espacio entre sus pechos, antes de atrapar uno de ellos, su lengua húmeda y caliente, provocando un gemido ronco en MiaFiemma. Ella se aferra a su cabello, sus piernas se debilitan.
Dices con acento sinaloense, con la voz ahogada por el placer, "Hazlo amor…"
Él obedece, succionando con avidez, sus manos acariciando su otro pecho, provocando escalofríos que recorren todo su cuerpo. El jazz melancólico del tocadiscos se mezcla con sus gemidos, creando una sinfonía de deseo.
MiaFiemma se deja caer sobre el sofá de terciopelo color vino, arrastrando a James con ella. Sus cuerpos se entrelazan, la tela del sofá suave contra su piel. Sus manos bajan por la espalda de él, desabrochando su chaqueta de cuero, sus dedos encontrando los músculos tensos bajo la tela de su camisa.
James la mira, sus ojos oscuros llenos de una promesa salvaje.
James dice con acento mexicano, "Dime lo que quieres, Ángela. Y te lo daré."
Dices con acento sinaloense, con un jadeo, "Quiero todo, James. Quiero cada parte de ti."
Ella le quita la chaqueta, luego la camisa, revelando su torso esculpido, la piel cálida bajo sus dedos. Lo besa con una urgencia renovada, sus bocas chocando, sus lenguas danzando en un baile ancestral.
Las manos de James bajan por sus piernas, encontrando la tela de sus jeans. Con una lentitud deliberada, desabrocha el botón, baja la cremallera, y MiaFiemma se alza un poco para ayudarlo. Los jeans se deslizan por sus piernas, cayendo al suelo junto a la blusa. Solo quedan sus pequeñas bragas de encaje.
James se separa un poco, sus ojos fijos en la tela transparente. Su sonrisa se vuelve aún más peligrosa.
James dice con acento mexicano, "No te dije que esta noche no habría barreras, mi amor."
Y con una caricia suave, sus dedos se deslizan bajo el encaje, despojándola de la última prenda. MiaFiemma está desnuda ante él, vulnerable y deseosa.
Ella lo mira con una intensidad ardiente.
Dices con acento sinaloense, "Tú tampoco, James."
Ella se abalanza sobre él, sus manos desabrochando su cinturón, sus dedos temblorosos en la cremallera de sus jeans. La ropa de James cae al suelo, uniéndose a la de ella. Los dos están desnudos, piel contra piel, fuego contra fuego.
James se posiciona sobre ella, sus ojos fijos en los de MiaFiemma, una pregunta silenciosa, una promesa.
James dice con acento mexicano, "¿Lista, mi Ángela? Para la última noche… y el primer sabor de una nueva despedida."
Dices con acento sinaloense, con un susurro que es casi un ruego, "Más que lista, James. Más que lista."
Y con esas palabras, James no la penetra de inmediato. En cambio, se inclina, sus labios rozan los de ella en un beso fugaz antes de bajar por su mandíbula, su cuello, y finalmente, deteniéndose justo por encima de sus pechos. Su aliento cálido la eriza.
James dice con acento mexicano, con un susurro que la vuelve loca, "No tan rápido, mi Ángela. Esta noche es para que cada segundo valga la pena. Para que recuerdes cada toque, cada sensación."
MiaFiemma jadea, sus manos se aferran a los hombros de James, sus uñas se clavan ligeramente en su piel. El deseo la está consumiendo, y él lo sabe.
Dices con acento sinaloense, con la voz quebrada, "James... por favor... no me hagas esto."
Él sonríe contra su piel, un brillo perverso en sus ojos. Sus dedos bajan lentamente por el interior de sus muslos, rozando la piel sensible, acercándose, pero sin llegar a su destino. Cada caricia es una promesa, una tortura dulce.
James dice con acento mexicano, "Quiero escucharte, mi amor. Quiero que me pidas que te haga mía. Que me supliques."
Ella se arquea, sus caderas buscando las de él, el roce es un tormento. Las sábanas de seda negra se enredan bajo sus cuerpos, el jazz melancólico sigue sonando de fondo, una banda sonora perfecta para su rendición.
Dices con acento sinaloense, en un gemido ronco, "Amor... te lo ruego... Ya entra en mí... por favor."
Pero él no lo hace. En cambio, sus labios se mueven hacia su vientre, besando cada centímetro de piel, subiendo lentamente, provocando escalofríos por todo su cuerpo. Su lengua traza círculos ardientes alrededor de su ombligo, y MiaFiemma cierra los ojos, su respiración es un hilillo de fuego.
Dices con acento sinaloense, "¡Ah! James... ¡Amor!..."
James sube de nuevo, sus ojos fijos en los de ella, la victoria brillando en ellos. Sus cuerpos están tan cerca que el aire crepita entre ellos.
James dice con acento mexicano, con la voz ahogada por la pasión, "Dímelo otra vez, Ángela. Dime que me quieres dentro de ti."
MiaFiemma se aferra a él, sus dedos enredados en su cabello. Las lágrimas pugnan por salir, una mezcla de placer y amor contenido.
Dices con acento sinaloense, con la voz temblorosa, "¡Te quiero, James! ¡Te quiero dentro de mí! ¡Ahora! ¡Hazlo, amor!"
Y entonces, James sonríe, una sonrisa salvaje y triunfante. Con una última caricia, se posiciona, y con un movimiento lento y deliberado, la penetra. Un gemido de puro placer escapa de la garganta de MiaFiemma, su cuerpo se estremece mientras él se hunde profundamente en ella.
El tiempo se detiene. El pequeño gemido de MiaFiemma resuena en la suite, una melodía de entrega y desesperación. Sus ojos, antes cerrados, se abren de golpe y se clavan en los de James, llenos de una mezcla de alivio y una punzada de dolor placentero. Las manos de MiaFiemma suben y se enredan en el cabello de James, tirando de él con una urgencia que no puede controlar, profundizando el encuentro.
James gime también, su cuerpo vibrando contra el de ella, y se queda inmóvil un instante, disfrutando de la sensación de estar de nuevo así, dentro de ella. La mirada en sus ojos es de posesión, de un anhelo largamente reprimido que finalmente se desborda. Se inclina y la besa, un beso profundo que sabe a reencuentro, a deseo y a todos los meses de ausencia. Sus lenguas danzan con una ferocidad que deja a MiaFiemma jadeando, sin aliento.
James dice con acento mexicano, en un susurro ronco contra sus labios, "Por fin, mi Ángela. Por fin."
Comienza a moverse, lento al principio, una cadencia suave que la hace gemir. Cada embestida es un recordatorio de lo que fueron, de la química innegable entre ellos. MiaFiemma arquea la espalda, sus caderas se alzan para recibirlo, sus cuerpos moviéndose al unísono, en un baile ancestral de pasión. Las sábanas de seda negra se arrugan bajo ellos, testigos silenciosos de su entrega.
El jazz melancólico del tocadiscos se mezcla con sus gemidos y suspiros. Las manos de James bajan por la espalda de MiaFiemma, acariciando la piel suave, sus dedos se clavan ligeramente en sus glúteos, atrayéndola aún más. El sudor empieza a brillar en la piel de ambos, el calor se intensifica, el aire de la suite se carga con la electricidad de su deseo.
Dices con acento sinaloense, con la voz ahogada por el placer, "Más... James... más..."
Él obedece, la cadencia se vuelve más rápida, más urgente. Sus cuerpos chocan con cada embestida, el sonido rítmico llenando el espacio. James se inclina y besa su hombro, su clavícula, su cuello, dejando un rastro de besos húmedos y ardientes.
James aumenta la velocidad, su respiración se entrecorta contra el oído de MiaFiemma. El placer es tan abrumador que ella arquea la espalda, sus uñas se clavan en los hombros de James, arañando la piel con una desesperación deliciosa. Los gemidos escapan de su garganta, crudos, sin control, mientras él la embiste con una furia contenida que la lleva al borde del abismo una y otra vez.
James dice con acento mexicano, con la voz rota por la pasión, "¡Mía… mi puta Ángela… dímelo! Di que eres mía, di que solo yo te hago sentir esto."
MiaFiemma no puede más. Sus caderas se mueven salvajes, buscando el ritmo de él, la fricción que la consume. Las palabras se le escapan en un grito ahogado, una mezcla de dolor y éxtasis.
Dices con acento sinaloense, "¡Soy tu puta, James! ¡Tuya! ¡Hazme tuya hasta que no pueda más! ¡Más!"
Él responde con una embestida profunda y gutural, su boca atrapa la de ella en un beso voraz, las lenguas danzan un combate apasionado. Sus manos bajan y se deslizan por sus muslos, abriéndolas aún más, intensificando la penetración hasta el límite. Los músculos de MiaFiemma se tensan, sus piernas se cierran alrededor de la cintura de James, sus gemidos se ahogan en su boca mientras la habitación se llena del eco de sus cuerpos chocando.
El gemido ahogado de MiaFiemma es el catalizador. James la mira a los ojos, una oscuridad posesiva en su mirada. Con un movimiento brusco, pero lleno de una fuerza controlada, la gira sobre el sofá. MiaFiemma se encuentra de rodillas, las manos apoyadas en el terciopelo, la espalda arqueada, sus nalgas expuestas a la mirada hambrienta de James. Él no espera, la embiste desde atrás con una brutalidad calculada, el impacto la hace jadear, clavando los dedos en el sofá.
James dice con acento mexicano, en un gruñido ronco, pegado a su oído, "Así te quiero, perra… de rodillas para mí. Para que nunca olvides quién te folla de verdad."
MiaFiemma siente la embestida profunda, salvaje, que la deja sin aliento. El sofá cruje bajo el peso de sus cuerpos. Sus caderas se mueven sin control, empujando hacia atrás, buscando más, a pesar del dolor dulce.
Dices con acento sinaloense, con la voz entrecortada por el placer y la sumisión, "¡James… ah… me encanta ser tuya así… dame más duro… rómpeme…!"
Él obedece, cada estocada es más profunda, más implacable. Sus manos se aferran a sus caderas, levantándola y bajándola con un ritmo frenético. El jadeo de MiaFiemma se vuelve un lamento constante, sus senos rebotan contra el terciopelo, el cabello cae desordenado sobre su rostro.
James dice con acento mexicano, su aliento caliente en su cuello, "¡Mi Ángela… mi puta… eres tan estrecha… tan caliente…! Grita mi nombre, Mía… grítalo para que toda la puta Madrid sepa de quién eres."
Dices con acento sinaloense, con un grito ahogado que rasga el aire, "¡James! ¡Jaaaaames! ¡Soy tuya! ¡Ángela es! ¡Toda tuya!"
Él la escucha, cada sílaba es un combustible. James gruñe, la embestida se vuelve un castigo delicioso, un golpe seco que la hace temblar incontrolablemente. Sus manos sueltan sus caderas y se extienden para sujetar sus muslos, abriéndolos todavía más, exhibiéndola, sometiéndola por completo mientras la penetra con una ferocidad que ella ansía. Se inclina sobre su espalda, su aliento caliente en su nuca.
James dice con acento mexicano, con voz ronca y triunfal, "Así me gustas, Ángela... abierta para mí. ¿Ya quieres venirte, mi puta? ¿Quieres gritar mi nombre hasta que te quedes sin voz?"
MiaFiemma no puede más. El placer se acumula en un crescendo insoportable, su cuerpo entero es una cuerda tensa a punto de romperse. Su cabeza se echa hacia atrás, los ojos cerrados, una lágrima solitaria escapando por su sien. Las embestidas de James son un constante golpe, justo en el punto que la vuelve loca.
Dices con acento sinaloense, con un gemido desgarrado que se ahoga en el terciopelo, "¡Sí, James! ¡Sí! ¡Por favor! ¡Mierda, me voy a venir! ¡MÁS! ¡MÁS FUERTE, AMOR! ¡HAZME GRITAR!"
Y él se lo da. Una última serie de embestidas, profundas, implacables, que la llevan al límite. MiaFiemma grita, un alarido de puro éxtasis y sumisión, sus caderas se alzan, el cuerpo se convulsiona, el orgasmo la sacude de pies a cabeza. El placer la ciega, sus músculos se tensan y se relajan en una explosión gloriosa. James no se detiene del todo; ralentiza la cadencia, manteniéndola en el clímax, moviéndose con lentitud posesiva dentro de ella, sintiendo cada espasmo de su cuerpo.
James dice con acento mexicano, en un susurro ardiente mientras la sostiene en el éxtasis, "Así me gusta, mi Ángela... rota para mí. Todavía no termino, pero esto es solo el comienzo. ¿Quieres más, mi perra?"
MiaFiemma jadea, su cuerpo aún tembloroso, la voz apenas un hilillo.
Dices con acento sinaloense, "¡Sí! ¡Siempre quiero más de ti, James! ¡Más! ¡Lo que quieras! ¡Por favor, no pares!"
Él sonríe, una sonrisa depredadora. Con una agilidad sorprendente, la levanta y la gira. Sus piernas se enredan alrededor de su cintura mientras él la carga, la presiona contra la pared más cercana. MiaFiemma envuelve sus brazos alrededor de su cuello, sus senos rozando el torso desnudo de James. Él sigue dentro de ella, ajustando la penetración con un movimiento que le roba el aliento. Sus ojos se encuentran, y la mirada de James es pura dominación. La acorrala, la eleva, y ella se entrega, sus muslos temblorosos sosteniendo su peso. La pasión no ha disminuido, solo ha encontrado una nueva forma de manifestarse, más íntima, más vertical, más prohibida.
James gruñe contra sus labios, su voz es un bramido de posesión.
James dice con acento mexicano, "Así te quería, Ángela... deshecha, jadeando por mí. Solo yo puedo hacerte gritar así. Solo yo."
Y sus palabras no son una pregunta, sino una afirmación brutal que la golpea con la fuerza de un rayo. Sus caderas se mueven con una urgencia renovada, una serie de embestidas que la clavan contra la pared, el impacto resonando en el pequeño espacio. MiaFiemma se aferra a él, sus uñas arañando la piel de su espalda, las piernas temblorosas alrededor de su cintura.
Dices con acento sinaloense, con un gemido que es casi un ruego, "¡Sí, James! ¡Solo tú! Eres el único, mi amor... hazme tuya... rómpeme..."
Él la obedece, la ferocidad en sus ojos se intensifica. La penetra con una profundidad que la deja sin aliento, una y otra vez, sus cuerpos chocando con un ritmo salvaje. James la besa con rabia, con ansia, con la desesperación de un hombre que ha encontrado su obsesión. Sus manos bajan por sus muslos, abriéndolas aún más, forzando la intimidad, y MiaFiemma siente que se va a partir.
James dice con acento mexicano, con un rugido que le eriza la piel, "¡Eres mi puta, Ángela! ¡Mi perra, jodidamente caliente! ¡Dímelo! ¡Dímelo otra vez, que me quieres más adentro!"
Dices con acento sinaloense, con la voz rota por el placer, "¡Sí! ¡Más, James! ¡Te quiero más! ¡Quiero todo de ti! ¡Todo!"
Él gruñe de nuevo, el sonido puro y crudo de su descontrol. La levanta un poco más, y sus ojos se clavan en los de ella, un fuego salvaje ardiendo en su interior.
James dice con acento mexicano, "Mira cómo me pones, Ángela... Mira lo que haces conmigo. Nadie más. Solo tú me vuelves así de loco. Así de salvaje."
La embiste con una fuerza que la hace ver estrellas, el placer es una explosión que se propaga por todo su cuerpo. MiaFiemma no puede más, su cabeza se echa hacia atrás, un grito ahogado escapa de su garganta mientras sus músculos se contraen en un orgasmo violento. Se aferra a James, sus piernas se cierran alrededor de su cintura, sus uñas se clavan en su piel. El cuerpo de James se sacude también, su respiración es un jadeo ronco contra su cuello, y él la sigue, hundiéndose profundamente en ella una y otra vez, hasta que el placer los consume a ambos en una última y gloriosa explosión.
Jadeantes, sus cuerpos se separan apenas, el sudor y la pasión pegándolos. James la baja con delicadeza sobre la cama de seda negra, MiaFiemma gime al sentir la suavidad bajo su espalda. Él se recuesta a su lado, apoyando su peso sobre un codo, y sus ojos se encuentran en la penumbra de la suite. La mirada de James es profunda, llena de esa adoración que nunca se fue, de un amor prohibido que arde con más fuerza en la clandestinidad.
Ella tiembla, no solo por el orgasmo recién vivido, sino por la intensidad de sus ojos. Sus manos, aún temblorosas, acarician el cabello húmedo de James, sus dedos se pierden en su nuca, luego bajan por su espalda, sintiendo los músculos aún contraídos por el placer. Él gime suavemente, respondiendo a cada toque con la misma avidez. Sus labios se encuentran de nuevo, esta vez en un beso tierno, lento, que saborea la sal de su piel y la dulzura de sus bocas. No hay urgencia, solo la necesidad de sentir, de prolongar el momento.
James dice con acento mexicano, en un susurro ronco, casi inaudible, "Mi Ángela... mi vida... te amo. Siempre te he amado."
MiaFiemma cierra los ojos, una lágrima solitaria se desliza por su sien. Sus palabras son un bálsamo y una herida a la vez.
Dices con acento sinaloense, con la voz quebrada, "Y yo a ti, James. Más de lo que puedo decir... más de lo que debería."
Él la abraza con fuerza, la entrelaza a su cuerpo, como si quisiera que se fusionaran. Sus caricias se vuelven más suaves, un recorrido por su piel, por sus curvas, por cada rincón que tanto extrañó. MiaFiemma se acurruca contra él, sintiendo el latido de su corazón, el calor de su cuerpo, la familiaridad de su piel. Por un instante, el mundo exterior desaparece.
Después de unos minutos, en los que solo existe el roce de sus cuerpos y el murmullo de sus respiraciones, James se incorpora ligeramente. Se levanta de la cama con una lentitud que le permite a MiaFiemma seguirlo con la mirada, sus ojos fijos en su silueta musculosa bajo la luz tenue.
James dice con acento mexicano, con una sonrisa seductora, "La noche es joven, mi amor. Y todavía nos queda mucho por saborear. Necesito recuperar el aliento... y tú también."
Se dirige a la mesa baja, donde la botella de vino tinto aún espera. Descorcha una nueva botella, el sonido del corcho al salir es un suspiro en el silencio. Sirve dos copas, el líquido oscuro brilla de nuevo, prometiendo más placer. Le acerca una a MiaFiemma, que se incorpora, sus pechos desnudos expuestos a la luz.
Dices con acento sinaloense, con una risa suave, teñida de picardía, "Sabes lo que necesito, James. Siempre lo has sabido."
Él sonríe, sus ojos fijos en los de ella.
James dice con acento mexicano, "Sé lo que necesitas. Y sé lo que quieres. Y esta noche, mi Ángela, te daré todo lo que siempre has deseado. Que esta sea la noche que recuerdes para siempre."
MiaFiemma toma la copa, sus dedos rozan los de él. La mira con una intensidad que promete reciprocidad.
Dices con acento sinaloense, "Entonces, que así sea. Por esta noche."
Chocan las copas, el cristal tintinea. Beben un sorbo, el vino tinto es un dulzor amargo en sus bocas. La noche, efectivamente, apenas ha comenzado. Y James no tiene intenciones de dejarla ir antes del amanecer. Sabe que esta es su única oportunidad de reconectar con el amor que le fue arrebatado, y la va a exprimir hasta la última gota. Que el tiempo y el destino hagan lo que quieran mañana; hoy, MiaFiemma es suya.
MiaFiemma sonríe, una sonrisa que es pura promesa y peligro. Deja la copa de vino sobre la mesita y, con una lentitud deliberada que roza la provocación, se acerca a James. Él la observa, una expectativa silenciosa en sus ojos, la misma que ella siente. La música de jazz continúa, ahora más como un cómplice que como un simple fondo.
Dices con acento sinaloense, con la voz un ronroneo bajo y sensual, "Dijiste que me darías todo lo que deseo, James. Pero esta noche, quiero ser yo quien te dé todo. Quiero que cada parte de ti recuerde mi nombre, mi piel… mi fuego."
Sus manos se deslizan por el torso desnudo de James, explorando cada músculo, cada cicatriz, cada rincón familiar que ha extrañado. Sus dedos se demoran en su pecho, justo donde siente el latido de su corazón, un ritmo que resuena con el suyo propio. James exhala lentamente, sus ojos fijos en los de MiaFiemma, entregándose por completo a su juego.
Dices con acento sinaloense, "Quiero que me recuerdes, James. Que cada vez que cierres los ojos, me veas. Que cada vez que respires, huelas mi perfume. Que cada vez que ames a otra mujer, desees que sea yo."
Ella se aparta un paso, solo un paso, rompiendo el contacto físico, pero intensificando la tensión. La mirada de James la sigue, hipnotizado. MiaFiemma levanta los brazos con una gracia felina, y sus dedos se enredan en su propio cabello, desprendiendo las horquillas una a una, dejándolo caer en cascada sobre sus hombros. La melena oscura se mueve como una cortina de seda, invitando a la caricia.
El jazz cambia a un ritmo más lento, más íntimo. MiaFiemma comienza a moverse, sus caderas oscilan con una sensualidad innata. Es un baile lento, de seducción pura, cada movimiento una caricia invisible. Sus ojos no se apartan de los de James, una promesa ardiente en cada parpadeo. La luz tenue de la suite crea sombras danzarinas sobre su cuerpo, resaltando cada curva, cada músculo.
Dices con acento sinaloense, "Esta noche no habrá pasado, ni futuro. Solo este instante, James. Solo tú y yo. Y todo lo que podemos ser."
Ella se acerca a la mesita de noche, donde reposa la pequeña guitarra de ébano. Con una sonrisa enigmática, la toma entre sus manos. James la mira, una mezcla de sorpresa y fascinación en su rostro. MiaFiemma se sienta en el borde de la cama, la seda de las sábanas rozando su piel. Acaricia las cuerdas de la guitarra con delicadeza, y una melodía suave y melancólica, pero llena de anhelo, comienza a llenar la suite.
Su voz, un susurro ronco y cargado de emoción, se alza. No es una canción conocida, sino una melodía improvisada, palabras que nacen del alma, confesiones silenciosas.
Dices con acento sinaloense, cantando en voz baja, "En el silencio de la noche, tus ojos me encuentran. Un fuego prohibido, un dulce tormento. Y aunque el mundo nos condene, mi piel te recuerda… y mi alma te llama en cada lamento."
James se acerca lentamente, su mirada no se aparta de ella. Se arrodilla frente a ella, sus ojos fijos en los de MiaFiemma, una adoración silenciosa. Ella deja la guitarra a un lado, y sus manos se encuentran en un agarre suave, pero firme.
Dices con acento sinaloense, su voz ahora un murmullo entrecortado, "Quiero que cada centímetro de tu piel te grite mi nombre, James. Quiero dejarte marcado. Impreso en ti. Para siempre."
Sus labios buscan los de él, un beso tierno al principio, luego más profundo, más voraz, consumiendo cada sombra de duda. Las manos de MiaFiemma suben por el cuello de James, sus dedos se enredan en su cabello, atrayéndolo más cerca. Él responde con la misma pasión, sus manos se posan en sus caderas, levantándola suavemente hasta que se sienta a horcajadas sobre él. La seda de las sábanas es fría en sus muslos, pero el fuego entre sus cuerpos lo consume todo.
Dices con acento sinaloense, en un jadeo, "Eres mío, James. Esta noche, y en cada recuerdo que te atrevas a tener."
Y con esas palabras, MiaFiemma toma las riendas. Sus caderas comienzan un movimiento lento y provocativo, la fricción de sus cuerpos desnudos es una tortura deliciosa. Ella se inclina, sus pechos rozando el torso de James, su aliento caliente en su oído.
Dices con acento sinaloense, con un susurro que es pura seducción, "Quiero que gimas mi nombre, amor. Que te pierdas en mí. Que no sepas dónde termina mi piel y empieza la tuya."
James cierra los ojos, un gemido ronco escapa de su garganta mientras MiaFiemma toma el control. Ella cabalga sobre él con una destreza que lo deja sin aliento, sus caderas se mueven en un ritmo ancestral, una danza de poder y entrega. La MiaFiemma salvaje y desinhibida, la zorra que él tanto anheló, ha regresado, y se lo hace saber con cada movimiento, con cada fricción de sus cuerpos.
Sus manos se aferran a los hombros de James, sus uñas se clavan en su piel mientras se inclina para besarlo con ferocidad. Un beso que sabe a dominación, a una promesa cumplida. Sus lenguas danzan, entrelazándose en una batalla apasionada que James no tiene intenciones de ganar. Ella lo quiere sometido, y él se rinde con gusto.
Dices con acento sinaloense, con la voz entrecortada, casi un gruñido, "Quiero sentirte, James... quiero que cada músculo de tu cuerpo grite mi nombre. Quiero que te rompas en mí."
James jadea, sus ojos oscuros, fijos en los de ella. La excitación es palpable, una corriente eléctrica que los une. Él no puede hacer más que dejarse llevar, sus manos se aferran a las caderas de MiaFiemma, apretándolas, intentando controlar el ritmo que ella impone, pero es inútil. Ella es el fuego, y él, la madera.
MiaFiemma se mueve más rápido, más profundo, sus gemidos se mezclan con los suspiros ahogados de James. Sus pechos se balancean con cada embestida, la luz tenue de la suite crea un espectáculo de sombras danzarinas sobre sus cuerpos entrelazados. La lencería de seda ha sido olvidada, los roles se han invertido. Ella es la depredadora, la que toma, la que exige.
Dices con acento sinaloense, su aliento caliente en el oído de James, "Dímelo, mi amor... dímelo. ¿Quién es tu perra? ¿Quién te vuelve loco?"
James no puede evitarlo. El control se le escapa, la razón se desvanece. Se arquea bajo ella, sus caderas buscando con desesperación el roce.
James dice con acento mexicano, con un rugido ahogado, "¡Tú, Ángela! ¡Eres tú, mi puta! ¡La única que me folla así! ¡La única!"
Ella sonríe, una sonrisa salvaje y triunfante. Cada palabra de James es combustible. Sus movimientos se vuelven más desenfrenados, más implacables. Se inclina y lo besa de nuevo, sus labios se abren para atrapar el gemido que se escapa de su garganta. Sus manos bajan por el torso de James, arañando su piel, dejando un rastro ardiente.
El ritmo del jazz del tocadiscos se intensifica, como si la música misma respondiera a la pasión desenfrenada que inunda la suite. MiaFiemma lo siente, lo sabe. Está llevando a James al límite, al mismo borde de la locura que ella misma ha visitado tantas veces. Y no piensa detenerse.
Se alza sobre él, sus músculos tensos, sus ojos clavados en los de James. El placer es una marea que los arrastra.
Dices con acento sinaloense, con la voz rota por el éxtasis, "¡Vamos, James! ¡Grita mi nombre! ¡Rómpete en mí! ¡Quiero sentirte explotar!"
James la mira, sus ojos inyectados en sangre, la respiración entrecortada. Él está al borde, justo donde ella quiere que esté. El control se ha invertido por completo, y es ella quien ahora lo domina con una maestría que lo enloquece.
MiaFiemma sonríe, una sonrisa depredadora que no llega a sus ojos, donde solo hay fuego. Con un movimiento fluido y ágil, pero sin salir de él, se inclina hacia atrás, apoyando sus manos en la cama de seda negra. Sus caderas se elevan, arqueando la espalda en una posición que le expone sus nalgas firmes y redondas a la mirada hambrienta de James. Él gruñe, la visión lo golpea con una ferocidad inaudita. Ella se mueve de arriba abajo, cabalgando con una potencia que lo hace temblar.
Dices con acento sinaloense, con la voz un susurro ronco y cargado de poder, "¿Te gusta lo que ves, mi cantante? ¿Te gusta cómo me muevo para ti? Mis nalgas, las que tanto te excitan… son tuyas. Úsalas, hazme gemir de placer con ellas."
Él no puede responder. Sus manos, que antes se aferraban a sus caderas, ahora se alzan para nalguear sus glúteos, el contacto es bruto, posesivo, justo como a ella le gusta. La embestida de MiaFiemma es más profunda, más implacable, y sus cuerpos se estrellan con un sonido húmedo que llena la suite.
Dices con acento sinaloense, con la voz entrecortada, "¡Quiero que sientas cada puta curva, James! ¡Cada músculo! ¡Que te quedes sin aliento! ¡Dime que no hay otra que te haga sentir así! ¡Dímelo, cabrón!"
Ella se inclina hacia adelante, sus pechos rozando el torso de James, la punta de sus senos duros y excitados. Su aliento caliente roza su cuello, y sus labios, hinchados y rojos por los besos, le susurran palabras obscenas, promesas de un infierno de placer que solo ella puede ofrecerle.
Dices con acento sinaloense, "Estoy ardiendo por ti, mi amor. Mi coño te está devorando. Quiero que me dejes el alma marcada, que mañana, cuando te vayas, cada paso te recuerde mi fuego."
El jazz del tocadiscos se vuelve casi imperceptible, ahogado por los gemidos de James, los suspiros de MiaFiemma y el choque de sus cuerpos. Ella lo mira por encima del hombro, sus ojos brillan con una locura deliciosa. Sus caderas se mueven en círculos, en ochos, en estocadas que lo llevan al límite. La MiaFiemma desinhibida, la que no tiene miedo de reclamar lo que es suyo, ha regresado con una venganza apasionada.
James, completamente sometido, gime su nombre.
James dice con acento mexicano, con un rugido ahogado que le desgarra la garganta, "¡Mía! ¡Ángela! ¡Eres mi perdición! ¡La única! ¡Nadie más me folla así! ¡MÁS! ¡MÁS FUERTE!"
MiaFiemma sonríe triunfante. Él se ha rendido. Ha vuelto a caer en sus redes, y ella lo va a exprimir hasta la última gota. Sus movimientos se vuelven más feroces, más implacables. Lo lleva al borde, lo retiene, lo vuelve a empujar, en un juego perverso de control y entrega que ambos anhelan. Los latidos de sus corazones se unen, un ritmo frenético que les anuncia la inminente explosión.
Ella gime, la boca abierta en un grito silencioso que se ahoga en el aire. Sus ojos se cierran con fuerza, el placer es tan intenso que le nubla la vista. James se aferra a sus caderas, sus dedos se clavan en su piel, y su cuerpo se arquea bajo el de ella, liberando su propia explosión en un rugido ronco que MiaFiemma siente vibrar en lo más profundo de su ser. Los dos se contraen al unísono, una gloriosa y salvaje rendición. El silencio que sigue es pesado, cargado de la electricidad que aún los envuelve.
MiaFiemma se desploma sobre James, sus cuerpos resbaladizos por el sudor y la pasión. La cabeza de ella cae en su hombro, sus respiraciones aún agitadas, intentando normalizarse. Él la abraza con fuerza, sus manos recorriendo su espalda, sintiendo la piel erizada, la huella de sus uñas. El jazz del tocadiscos ha terminado, y el silencio de la suite es solo roto por los latidos desbocados de sus corazones.
James dice con acento mexicano, con la voz ronca, casi inaudible, "Mi Ángela… mi fuego. Siempre serás mi fuego."
MiaFiemma no responde con palabras. Solo se aferra a él, su rostro escondido en su cuello, donde el aroma de James la envuelve por completo. La sensación de sus fluidos mezclados, el calor de sus cuerpos aún unidos, la realidad de lo que acaba de pasar… es abrumador. Levanta la cabeza y lo mira a los ojos, una mezcla de triunfo, agotamiento y una tristeza profunda.
Dices con acento sinaloense, con la voz apenas un susurro, "Fue… fue más que un fuego, James. Fue… una explosión."
Él sonríe, una sonrisa lenta y cansada, pero llena de una satisfacción brutal. Sus dedos se enredan en el cabello de MiaFiemma, atrayéndola para un último beso, un beso que es un adiós y una promesa, todo al mismo tiempo. Es un beso que sabe a despedida, a la certeza de que esta noche, por más intensa que haya sido, es el cierre de un capítulo.
El alba comienza a asomarse por las ventanas, tiñendo el horizonte de tonos rosados y grises. La luz tenue del amanecer se filtra por las cortinas, revelando los cuerpos entrelazados, los cabellos revueltos, las sábanas de seda arrugadas. La magia de la noche se disipa lentamente con la llegada del nuevo día.
James se separa con lentitud, el dolor de la separación ya presente en su mirada. Se sienta en el borde de la cama, dándole la espalda, y MiaFiemma lo observa. Su silueta musculosa, los hombros anchos, el cabello oscuro… cada detalle es una imagen que sabe que llevará consigo.
Dices con acento sinaloense, con un nudo en la garganta, "Tengo que irme, James."
Él asiente, sin girarse.
James dice con acento mexicano, con la voz cargada de melancolía, "Lo sé. Pero esta noche… esta noche la guardaré para siempre. Y tú también."
MiaFiemma se levanta de la cama, sus piernas aún temblorosas. Recoge su ropa esparcida por el suelo, cada prenda un recordatorio de la pasión desatada.
Miafiemma se mete al baño a duchar, luego de unos minutos se viste en silencio, cada movimiento es una despedida. Se rocía con su perfume, intentando borrar el aroma de James de su piel, aunque sabe que es inútil. Él está impregnado en su alma.
Al terminar de vestirse, se acerca a James. Él sigue de espaldas, la mirada perdida en el amanecer. MiaFiemma posa una mano suavemente en su hombro.
Dices con acento sinaloense, "Adiós, James."
Él se gira lentamente. Sus ojos se encuentran, y por un instante, el tiempo se detiene de nuevo. No hay palabras, solo una mirada que lo dice todo: el amor que aún arde, el dolor de la pérdida, la aceptación de un destino que los separa. James le ofrece una pequeña sonrisa, una mueca triste.
James dice con acento mexicano, "Cuídate, mi Ángela. Sé feliz. Y no te olvides de este loco que te amó con el alma."
Ella no puede contener las lágrimas. Una lágrima solitaria se desliza por su mejilla, y James la atrapa con su pulgar. Es el último toque.
MiaFiemma asiente, incapaz de hablar. Se da la vuelta y camina hacia la puerta, sin mirar atrás. Sabe que si lo hace, no podrá irse. Abre la puerta, el aire fresco de la madrugada la golpea, y sale de la suite, dejando atrás el refugio, la pasión, el amor prohibido. El sonido del clic del cerrojo resuena en el silencio, sellando para siempre la última noche con James.
Baja por el ascensor, atraviesa el patio interior, el aroma a jazmín y tierra húmeda ya no le parece tan envolvente. Sale del portón antiguo, y la calle desierta la recibe. La Plaza Mayor está en silencio, las luces tenues de los faroles la guían. Camina con paso rápido, el frío de la madrugada calando sus huesos.
El sol empieza a asomarse por los tejados, tiñendo el cielo de un naranja y violeta melancólico. Las calles de Neo-Madrid están casi vacías, solo algunos vehículos autónomos comienzan su recorrido matutino. MiaFiemma se detiene un momento, respira hondo, intentando ordenar sus pensamientos, sus emociones. La culpa la consume, pero también una extraña sensación de paz. Lo hizo. Se despidió.
Llega a la calle de Serrano. La casa de Tallana duerme en silencio. Entra con cautela, sus pasos resonando en el pasillo. La nota que dejó en la mesa de café sigue allí. Borra las palabras con la punta de sus dedos, como si quisiera borrar también los últimos vestigios de la noche. Se dirige a la habitación, la puerta de Alexey sigue cerrada, Jay duerme plácidamente.
MiaFiemma se desliza en la cama con Jay, el calor de su cuerpo es un ancla a la realidad. Él se mueve ligeramente, y ella se acurruca contra él, buscando el consuelo en su abrazo. Las lágrimas, que había contenido durante toda la noche, empiezan a caer silenciosamente por sus mejillas. Llora por James, por el amor perdido, por la despedida. Pero también llora por Jay, por la traición, por el futuro incierto.
Jay murmura algo en ruso en sueños, y la abraza con más fuerza. MiaFiemma cierra los ojos, y por un instante, es solo ella, Jay y Alexey. El pasado, por ahora, se ha quedado atrás. La mañana se acerca, y con ella, Italia. Y la promesa de un nuevo comienzo. Un comienzo que, de alguna manera, ya no será el mismo.