“Etna: La Vendetta de Ceniza”

Aquí se irán publicando las escenas de rol tanto de trama principal, como las que querais publicar los jugadores. Debido a la naturaleza de este foro, si se admite contenido NSFW.
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Larabelle Evans
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“Etna: La Vendetta de Ceniza”

Mensaje por Larabelle Evans »

Segunda temporada de Ferrari, la mafia o el amor.

“De las entrañas del volcán que quisieron apagar… nace la llama que los quemará a todos.”
“Del fuego que creyeron extinguir… nace la guerra que los consumirá.”

El rescate.

El rugido de las hélices cortaba la noche como un presagio. Un helicóptero militar negro, sin insignias, descendía sobre el terreno desnivelado entre arbustos y rocas. La ráfaga de aire levantaba polvo, hojarasca, y el humo seco de la explosión que aún iluminaba el horizonte.
Las luces rojas del fuselaje parpadeaban intermitentes.
Maurizio alzó un brazo. Tosía sangre. Karlo lo sostuvo por la espalda. Pietro… seguía de rodillas. No respondía.
El helicóptero aterrizó con precisión. Dos figuras descendieron. Una de ellas, armada, con uniforme táctico. La otra… una mujer.
Alta, delgada. Cabello negro azabache, recogido en un moño recto. Ojos verde oscuro, casi sin expresión. Una cicatriz leve en la mandíbula. Vestía un traje táctico negro ceñido, con líneas rojas en el cuello y en los guantes. Botas militares, pistola al muslo, y en el pecho, una insignia triangular grabada con una sola palabra: ETNA.
Karlo la reconoció al instante. Dio un paso hacia ella, con los ojos abiertos por el shock.
Karlo dice con acento siciliano, "Chiara…"
Ella lo miró fijo. No negó. Pero tampoco respondió con el nombre.
Etna dice con acento Catanés, "Ahora soy Etna. No hay vuelta atrás."
La voz era más grave. Más firme. Más rota. Karlo asintió sin discutir. La entendía.
Etna se acercó a Pietro. Lo miró unos segundos. Vio la sangre, el temblor en las manos, los ojos vacíos.
Etna dice con acento Catanés, "¿Está vivo?"
Karlo se inclinó. Colocó dos dedos en el cuello de su amigo.
Karlo dice con acento siciliano, "Sí. Pero no por mucho."
Etna se agachó. Le tocó la cara con cuidado. Pietro no reaccionó.
Etna dice con acento Catanés, "La amaba, ¿no?"
Karlo no respondió.
Etna se incorporó. Dio una orden rápida al médico que había bajado del helicóptero. El hombre corrió hacia Pietro con el maletín de primeros auxilios.
Etna caminó hacia la orilla del claro. Miró la columna de fuego a lo lejos.
Etna dice con acento Catanés, "¿La viste caer?"
Karlo apretó la mandíbula. Sus ojos se llenaron de rabia.
Karlo dice con acento siciliano, "No hubo cuerpo. Solo humo. Pero ella… no salió."
Etna no parpadeó. Solo bajó la cabeza.
Etna dice con acento Catanés, "Entonces está muerta."
Maurizio se sentó, exhausto, en una roca. Se quitó el chaleco con un gruñido.
Maurizio dice con acento siciliano, "Nos dejaron sin nada. Finca. Familia. Leila. Nos lo arrancaron todo."
Etna miró a ambos. Se giró. Su voz era fuego contenido.
Etna dice con acento Catanés, "Entonces los reconstruimos. Desde los huesos."
Karlo la observó de arriba abajo. Su transformación era total. No quedaba rastro de la joven dulce que una vez cocinaba en la finca con Leila.
Karlo dice con acento siciliano, "¿Quién eres ahora, Etna?"
Ella caminó hacia él. Se detuvo a solo un paso.
Etna dice con acento Catanés, "Soy la última voluntad de Leila Ferrari. Y no pienso parar hasta destruir a Matteo y a todos los que se alimentaron de nuestra sangre."
El médico hizo una señal. Pietro fue subido a bordo. Etna ayudó a cargar a Maurizio. Karlo entró último. Cerró la puerta tras él.
El helicóptero despegó.
Y desde el cielo, mientras se alejaban del infierno, Etna lo miró por última vez.
No lloró. No susurró su nombre. No prometió venganza.
Solo miró.
Y en sus ojos, ardía la próxima guerra.

INTERIOR – REFUGIO SUBTERRÁNEO – AFUERAS DE Catania.

Punto de vista: Etna.


La puerta de titanio se cerró detrás del último rescatado con un sonido seco, hermético.
El pasillo se iluminó al paso de las botas. Luz blanca, limpia. Paneles antibalas. Cámaras térmicas y escáneres biométricos integrados en las paredes. Este no era un escondite. Era un búnker diseñado por alguien que entendía la guerra desde la mente y no solo desde la pólvora.
Pietro fue acomodado en una camilla portátil. Su rostro aún desencajado. La herida del costado reabierta. No decía nada. Solo respiraba con dificultad. Karlo le sostenía la mano. Maurizio, en el fondo, con el brazo vendado, caminaba apoyado en la pared. Estaban vivos… pero lo sabían: no estaban completos.
Un médico de traje gris, gafas translúcidas y pulso firme se les acercó. No pidió permiso. Médico: —“Tenemos estabilización, suero, escáneres internos. No harán preguntas. Solo trabajen.”
Y lo hicieron. Les retiraron las armas, los chalecos. Cortaron los vendajes sucios. Los rodeó el silencio… hasta que se oyó. El sonido de pasos medidos.
Una figura se acercó desde el fondo del corredor. Alta. Recta. De pasos calculados. Cada pisada como una sentencia.
Etna Catania
Mide aproximadamente 1.78 metros. Su complexión es atlética, delgada pero fuerte. Etna tiene un cuello largo, delgado, donde las venas y tendones sobresalen cuando está bajo tensión. Suele cubrirlo parcialmente con cuellos altos o con su equipo táctico. Sus hombros, antes delicados, han ganado definición. La musculatura de su espalda y brazos es ahora firme. No exagerada, pero tonificada por entrenamiento regular. Lleva meses de práctica en combate cuerpo a cuerpo. Sus manos son de Dedos largos, uñas cortas y bien cuidadas. Sin esmalte. Solo funcionalidad. Las manos de Etna no tiemblan. Aprietan, disparan, ordenan. Tiene un tatuaje pequeño en el interior de la muñeca izquierda: un triángulo negro invertido, símbolo de su transformación. De pechos Boluptuosos y firmes. Abdomen plano, cintura estrecha,, caderas proporcionadas acompañadas de un tracero firme y redondo. Cada parte de su cuerpo parece diseñada para la eficiencia. De Piernas largas, fuertes, acostumbradas a correr, agacharse, saltar. Su andar es sigiloso, casi militar. No arrastra los pies, no se detiene a observar flores. Su columna está siempre recta. No busca llamar la atención por sensualidad, sino por presencia. Su andar es firme, seguro, de pasos largos, siempre en línea recta.
Se nota claramente que es una mujer.
lleva el pelo teñido de negro azabache, liso y perfectamente alisado. Lo mantiene recogido en un moño bajo y severo, con una raya lateral precisa. No hay un solo cabello fuera de lugar.
De un verde oscuro casi imposible de clasificar, sus ojos ya no brillan con ternura ni ilusión. Ahora están permanentemente tensos, afilados, observando con detenimiento y juicio. Las ojeras apenas visibles, difuminadas con maquillaje sutil, no esconden el insomnio. Tiene una mirada de cazadora: fija, penetrante, desconfiada. Solo quien la conocía puede notar cuánto han cambiado. Sus cejas son arqueadas, delineadas con una precisión quirúrgica, algo más oscuras que su cabello, y resaltan su expresión siempre calculadora. Su rostro es afilado, de facciones angulosas y pómulos bien definidos. La piel, antes cálida y rosada, ahora luce más pálida, casi porcelana, con un subtono grisáceo por el estrés, las noches sin dormir y la guerra. Su nariz es recta, sin alteraciones. Funcional, elegante. Sus labios, de forma simétrica y carnosos, ya no sonríen con naturalidad. El labial que usa es un rojo oscuro opaco, similar al vino envejecido. Aplica el color con una precisión militar. Su boca habla con firmeza, rara vez con afecto. Una cicatriz reciente atraviesa el lateral derecho de su mandíbula, desde el nacimiento del lóbulo de la oreja hasta casi tocar la comisura de los labios. Fina, blanquecina, limpia. No la oculta. Es parte de su nuevo rostro. Su historia la lleva en la piel.
Cubre sus ojos con Gafas de sol estilo visor con montura envolvente en azul tinta mate marca Frost Signal.
Lleva Auriculares tácticos in-ear negro con acentos azul glaciar. marca Arctic Edge en las orejas.
Lleva chaqueta blindada modelo Pulse Hybrid-Vest Azul glaciar con reflejos carbón marca Frost Signal sobre los hombros.
Viste Chaqueta soft-shell modular gris plomo marca Frost Signal.
Lleva Guantes ultraligeros térmicos azul profundo marca Frost Signal en las manos.
usa Leggings negro carbón marca Frost Signal.
Calza zapatillas Tácticas de media caña en gris oscuro marca Frost Signal.
Desprende un aroma a Midnight Aura from Eternelle Essence cuando te le acercas.
Llevaba la chaqueta blindada abierta hasta la clavícula. Su figura atlética, estilizada, resaltaba sin intención. Solo por presencia. Los leggings negros delineaban la tensión precisa de cada músculo. La coleta tirante no dejaba margen a la nostalgia. El rostro: cortante, pálido, implacable.
La cicatriz blanca sobre su mandíbula brillaba bajo el neón. Los labios rojo vino, cerrados con una determinación muda. Las gafas oscuras ocultaban los ojos, pero el aire… el aire cambió cuando entró.
Karlo fue el primero en reaccionar. Se levantó. No del todo sorprendido, pero sí afectado.
Karlo dice con acento siciliano: "Chiara… "
Etna no se detuvo. Caminó directo hacia él. Lo miró. Luego… se quitó las gafas.
Etna con voz firme, sin vibración:
Dices con acento Catanés, "—“Ya no soy Chiara."
Karlo tragó saliva. No respondió al instante.
Dices con acento Catanés, "“Chiara murió con Leila. Yo… soy lo que queda para vengarla."
Pietro la miró desde la camilla. Por un segundo… la reconoció. Y luego, no. Esa no era la Chiara que conocieron.
Etna se giró hacia él. No con ternura. Con juicio. Lo evaluó de arriba abajo. No por compasión. Por estrategia.
Dices con acento Catanés, "“Te estás muriendo. No solo por dentro. ¿Piensas hacer algo… o prefieres que la muerte sea lo único que te quede de ella?"
Pietro frunció el ceño, dolido.
Pietro dice con acento siciliano, "¿Quién eres tú para juzgarme…? "
Etna se acercó más. Su aroma —Midnight Aura— acarició el aire como una amenaza elegante.
Dices con acento Catanés, "“Soy la única que no va a esperar a llorar cuando todo se caiga. La única que planeó durante años cómo destruir a Matteo Ferrari. Porque mientras ustedes se partían por amor o lealtad… yo tomaba nota. Yo observaba."
Dices con acento Catanés, "ví como mi megliore amica luchaba para sobrevivir cada día. "
Karlo intervino, con voz seca. Karlo dice con acento siciliano, "¿Por qué ahora? "
Etna se giró. Lo miró. Ese Karlo que sabía quién era… y aún así, dudaba.
Dices con acento Catanés, "“Porque Leila me salvó la vida más veces de las que ustedes sabrán. Porque le debo lo que soy. Y si está muerta… entonces yo no tengo otra misión más que hacer que todos los que le hicieron daño… paguen."
Etna dio media vuelta. Abrió una consola digital incrustada en la pared. Pantallas táctiles. Drones desplegados. Rutas. Rostros. Rastreos.
Dices con acento Catanés, "“Los vamos a encontrar. A Gianlorenzo. A Don Matteo. A cada uno de los que vendieron su alma por hundir a Leila."
Etna respiró hondo. Volvió a colocarse las gafas. El rostro volvió a ser piedra.
Dices con acento Catanés, "“Pero antes… ustedes van a sanar. Porque no me sirven muertos. Me sirven despiertos. Con rabia. Y con sed."
Maurizio soltó una carcajada amarga. Se acomodó en una silla, con el brazo vendado.
Maurizio dice con acento siciliano, "¿Y tú, Etna? ¿Cuánta sed llevas cargando? "
Etna lo miró, sin pestañear.
Dices con acento Catanés, "“La de un volcán dormido. Que ya despertó."
Dices con acento Catanés, "de ese volcán que tanto Leila amaba. "
Y entonces, por primera vez desde que escaparon del infierno, los tres hombres se sintieron parte de algo otra vez. Algo más grande que el dolor.
Etna tomó el mando.

Una ceremonia de despedida bajo el volcán por la madrugada.

EXTERIOR – FALDAS DEL VOLCÁN ETNA – MADRUGADA
El viento era frío. No por el clima, sino por el vacío que dejaba. Un claro entre la aridez volcánica. Rocas negras, cenizas secas, tierra que aún conservaba el calor subterráneo. A lo lejos, el Etna dormía. Silencioso. Imponente. Como si supiera lo que estaba por ocurrir a sus pies.
Cuatro figuras caminaban en fila. Etna al frente. Karlo a su lado. Detrás, Maurizio, aún vendado. Y cerrando la marcha… Marttina. Envuelta en un abrigo negro largo, con el rostro más serio que nunca. A su lado, un dron de vigilancia sobrevolaba en silencio. El cielo estaba despejado. La luna apenas recortaba las siluetas.
Nadie hablaba. Las palabras no eran necesarias. Al llegar al círculo de piedra que Etna había marcado el día anterior, se detuvieron. Allí, en el centro, una caja metálica, cerrada herméticamente, con el emblema de la familia Ferrari tallado en rojo oscuro. Dentro, los restos calcinados del chaleco táctico de Leila, su reloj, su anillo de ónix, su fragancia “Indecent from Piccolo Eabanne” atrapada aún en la tela… y un puñado de tierra del último lugar donde fue vista con vida.
Etna se quitó las gafas. El reflejo lunar se estrelló contra sus ojos. Verde oscuro. Sin lágrimas. Solo un dolor mineral que la calaba hasta los huesos.
Marttina dio un paso al frente. Llevaba una pequeña urna de piedra blanca. Dentro, polvo. Ceniza. Algo que fue… alguien. Que fue parte de todas.
Marttina dice en voz baja: —“Ella me enseñó a no tenerle miedo a la fuerza. Me dio alas… cuando todos querían que me quedara rota.”
Su voz quebró en las últimas palabras. Etna la sostuvo del codo, sin mirarla.
Karlo dio un paso al frente. Su rostro endurecido como el monte. El viento le agitó el cabello, pero él no se movió.
Karlo dice con acento siciliano, "Leila era mi jefa. Pero también era mi amiga. Mi familia. La única capaz de ordenarme algo sin que yo lo cuestionara. Porque ella... siempre sabía por qué luchaba. "
Maurizio se quitó la boina táctica. La sostuvo contra el pecho. No dijo mucho. Solo un susurro.
Maurizio dice con acento siciliano, "Y nosotros, Leila... aún no terminamos de pelear."
Etna cerró los ojos. Se arrodilló. Encendió una bengala silenciosa y la colocó al lado de la caja. Luego, con manos firmes, la abrió. El perfume escapó por un instante al aire seco. Midnight Aura… mezclado con humo, ceniza… y ausencia.
Dices con acento Catanés, ""Leila Ferrari no tuvo un funeral. Porque la muerte no sabe cómo enterrar a una mujer como ella. Hoy, nosotros… no la enterramos. La ofrecemos al Etna. A su montaña. A su furia."
Etna Sacó un pequeño frasco. Lo vació sobre la caja. Era su vino favorito. Vino que Leila había guardado para una victoria que nunca llegó.
Dices con acento Catanés, ""Princesa del terror. Hija del fuego. Reina de la guerra… y de nuestras vidas. No estás muerta si no te olvidamos."
Y entonces, con una señal seca de su mano, Karlo vertió gasolina sobre la caja. Maurizio encendió un encendedor táctico. Etna arrojó la bengala.
El fuego se alzó sin rugir. Elegante. Silencioso. Alto. El humo ascendía directo hacia la cima del volcán.
Etna se giró hacia Marttina. La miró con dureza. Pero su voz… fue otra.
Dices con acento Catanés, ""Leila murió por esta guerra. Pero su nombre… será el eco que la gane."
Marttina asintió. Sus ojos estaban rojos. Pero se mantuvo firme.
Marttina dice: "Y tú… Etna. ¿Estás lista para convertirte en lo que ella fue? "
Etna no respondió al instante. Solo miró el fuego. Luego… giró su rostro con lentitud. El reflejo de las llamas brilló sobre su cicatriz.
Dices con acento Catanés, "jamás podría ser una reina como ella. "
Dices con acento Catanés, "Yo no seré Leila. Yo seré peor. Porque ahora… no tengo nada que perder.""
El viento cambió de dirección. Las cenizas danzaban en círculos. Una señal.
Desde algún lugar, Pietro observaba en la distancia. Aún herido. Aún sin fuerzas para despedirse. Pero con los ojos clavados en el fuego.
La ceremonia terminó cuando la caja ya no existía. Solo brasas.
Y así comenzó la cuenta regresiva de una vendetta. Una que no conocía límites. Una que no pedía justicia… Pedía venganza.
Larabelle Evans
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Re: “Etna: La Vendetta de Ceniza”

Mensaje por Larabelle Evans »

Los Planes a seguir.

Punto de vista: Etna.

El lugar era frío, no por temperatura, sino por diseño. Acero, pantallas táctiles, luz blanca. Las paredes no reverberaban sonido alguno. Todo estaba calculado. El aire olía a limpieza médica y a estrategia. A precisión. A control.
Etna se encontraba frente a una mesa circular con superficie digital. Sobre ella, un mapa completo de Sicilia, con marcadores rojos en Reggio, Siracusa, Palermo, Gela, Mazara del Vallo… y el centro exacto donde había caído la finca Ferrari.
Karlo entró sin anunciarse. Llevaba una camiseta gris ajustada, el rostro cansado pero los ojos más despiertos que nunca. Cerró la puerta tras de sí. No hizo ruido. Etna sabía que era él sin mirarlo.
Dices con acento Catanés, ""¿Dormiste? ""
Karlo soltó una risa seca.
Karlo dice con acento siciliano, "¿Tú lo hiciste alguna vez desde que Leila se fue? "
Etna no respondió. Solo señaló una de las zonas en rojo.
Dices con acento Catanés, ""Este fue el punto de salida de Gianlorenzo. Las cámaras térmicas recogieron su rastro entre los túneles. El convoy desapareció al norte de Ragusa. Hay alguien que lo cubre desde adentro… aún. "
Karlo se acercó más. Su tono cambió.
Karlo dice con acento siciliano, "¿Y cuál es el plan, Etna? Dices que tienes uno. Dices que lo preparaste durante meses. Pero nadie más que tú sabe los detalles. "
Etna ladeó apenas el rostro. Lo observó sin emociones.
Dices con acento Catanés, ""Matteo Ferrari no es inmortal. Solo es bueno en esconderse. Y lo que se esconde… se rastrea desde sus puntos débiles. Mujeres. Cuentas. Tecnología. "
Etna hizo un gesto. En la pantalla apareció una fotografía borrosa de Gianlorenzo, desenmascarado, captada desde un dron hace tres semanas.
Dices con acento Catanés, ""Este es el próximo objetivo. Lo quiero vivo. Quiero saber dónde tienen el cuerpo de Leila. Y si… si aún está entera. ""
Karlo se tensó. Tragó saliva. No por miedo. Por fe rota.
Karlo dice con acento siciliano, "Etna… ¿y si está muerta de verdad? ¿Y si todo esto es solo venganza sin tumba? "
Etna se acercó. Su perfume —Midnight Aura— rozó el aire entre ellos como una sombra.
Dices con acento Catanés, ""Entonces nos aseguramos de que su muerte sea la última. La última sangre inocente en esta guerra."
Karlo la miró. Asintió. No porque creyera… sino porque ya no podía dudar.
En la enfermería del refugio.
Maurizio estaba sentado en la camilla, el brazo vendado, una venda sobre la frente. Tenía el rostro más despejado. Había dormido. Algo.
Pietro, en cambio, estaba acostado. En silencio. Con los ojos abiertos y fijos en el techo. No respondía. No parpadeaba. Solo… existía.
Maurizio se giró hacia él. Lo observó largo rato. Maurizio dice con acento siciliano: "No comiste. No hablaste. Ni una palabra en dos días. ¿Así vas a hacerle justicia, Pietro?"
Pietro no respondió. El suero bajaba por su brazo izquierdo. Su vendaje seguía manchado de sangre seca.
Maurizio se acercó. Le tomó la mano. No con ternura. Con fraternidad.
Maurizio dice con acento siciliano, "Yo estuve ahí. Yo la vi explotar. Yo… también me siento muerto. Pero aún estoy respirando. Y tú también."
Pietro murmuró. Apenas. Pietro dice con acento siciliano: "No debí dejarla. No debí soltarla. Si me hubiera quedado…"
Maurizio lo interrumpió. Maurizio dice con acento siciliano: "Estarías muerto, Pietro. Y entonces… ¿quién quedaría para recordarla?"
Un pitido seco interrumpió la conversación. Desde la consola médica, un mensaje codificado comenzó a desplegarse en la pantalla auxiliar. Provenía de una fuente segura: un informante de Etna en Madrid. —“Confirmado: Mássimo Martini aterrizó en Barajas hace más de 48 horas. Contactó con Alessandro Ferreiro. Recibió la noticia de la muerte de Leila Ferrari desde una fuente no identificada. Estuvo en Madrid menos de 12 horas. Ahora… vuela a Turín. Siguiente destino probable: Sicilia.”
Maurizio alzó la vista. Maurizio dice con acento siciliano, "¿Ya lo sabe…? "
Pietro apretó los ojos. El cuerpo le tembló, apenas. Pietro dice con acento siciliano, "Claro que lo sabe. Si alguien… si alguien tenía que romperse por ella… era él. "
Etna recibió la información desde la sala de comando. No se inmutó. Solo se quitó los auriculares y observó la pantalla en silencio.
Karlo miró la expresión congelada de Etna. Karlo dice con acento siciliano, "No te sorprende. ¿Verdad? "
Etna negó con la cabeza.
Dices con acento Catanés, ""Él la amaba. Lo sé. Lo vimos todos. Pero no me interesa si viene a llorar o a matar. Este plan no es de él. Esta guerra… ya tiene general. "
Karlo cruzó los brazos. Karlo dice con acento siciliano, "¿Y si viene armado? ¿Si quiere venganza? Sabes cómo es Mássimo. No es diplomático cuando se trata de Leila. No piensa. Reacciona."
Etna se giró hacia él. Sus ojos eran dos espejos opacos.
Dices con acento Catanés, ""Entonces lo enfrentaremos. Como se enfrenta todo lo que duele. Sin miedo. Con método. Y si intenta cruzarse en mi estrategia… lo detendré. Aunque me cueste también a él."
Karlo no respondió. Solo bajó la vista. Por un momento… recordó a Chiara. La dulce. La impulsiva. La amiga de Leila.
Etna ya no era esa mujer.
Dices con acento Catanés, ""El luto de Mássimo no es más importante que nuestra misión. Si quiere derramar sangre… que lo haga en su propio campo. No en el mío."
Desde el monitor, la ruta del jet privado de Mássimo se marcaba ya en rojo. Turín… y luego, un punto sin nombre en Sicilia. Donde todo terminaría… o comenzaría otra vez.


Entrenamiento con los chicos.

Punto de vista: Etna.

Minutos más tarde.
El desayuno había sido leve. Proteínas, infusión amarga, fruta cortada con precisión. Nadie habló. Nadie bromeó. Solo el sonido de los cubiertos contra el acero. Como un presagio.
Etna se levantó primera. Su andar era igual que siempre: recto, sin desvíos. Su chaqueta soft-shell gris plomo ceñía su figura como una armadura moderna. Encima, la Pulse Hybrid-Vest azul glaciar, ajustada, impecable. Las gafas de visor tintado cubrían sus ojos, y el moño bajo, liso, no permitía distracciones.
Etna Entró en la sala de preparación sin pedir nada. Abrió un compartimento táctico, sacó dos pares de guantes de entrenamiento y dejó uno sobre la banca de Karlo. No dijo una palabra. Solo caminó hacia el fondo del recinto.
Karlo llegó segundos después. Llevaba camiseta sin mangas, pantalones de combate y las botas aún sin abrochar. Tenía ojeras profundas. Aun así, sonrió de medio lado al verla encender la consola principal.
Karlo dice con acento siciliano, "¿Hoy sí nos vas a romper las costillas o solo el ego?"
Etna sin volverse, respondió:
Dices con acento Catanés, ""Hoy entrenamos para planear. Y planear para eliminar. No tengo tiempo para suspiros ni lamentos."
Maurizio entró detrás, con una toalla al hombro y el brazo vendado con mayor libertad. Se sentó sobre una banca metálica. Estaba despeinado, ojeroso, pero con una mirada más centrada que días atrás.
Maurizio dice con acento siciliano, "Me parece bien. Ya tuve suficiente de llorar con el café."
Etna apretó un botón. Las paredes comenzaron a proyectar imágenes satelitales en movimiento. Terreno costero. Túneles subterráneos. Drones sobrevolando zonas cercanas a Ragusa.
Dices con acento Catanés, ""Gianlorenzo se mueve entre tres puntos: la vieja mina de caliza, un antiguo monasterio reconvertido y un club privado en Caltagirone. Pero aún no fija base. Eso significa miedo. Incertidumbre."
Karlo se frotó las manos. Sus nudillos aún tenían costras.
Karlo dice con acento siciliano, "O inteligencia. Ese bastardo sabe que lo estamos cazando."
Etna lo miró por encima del visor.
Dices con acento Catanés, ""Por eso no debemos fallar. El primer golpe tiene que dejar marcas. No cadáveres sueltos. No venganzas a medias. Quiero pruebas. Y quiero miedo. Que cada uno de sus aliados sepa que Etna… despertó."
Maurizio asintió. Tomó una cuerda de tensión y comenzó a calentar los brazos. Sus músculos tensos se delineaban bajo la piel marcada.
Maurizio dice con acento siciliano, "¿Entonces cuál es el primer blanco?"
Etna amplió el mapa. Señaló el club privado en Caltagirone.
Dices con acento Catanés, ""Allí se reunirá con dos viejos contactos de Matteo. Uno es un banquero. El otro… un tratante de armas de los Balcanes. Si los eliminamos sin dejar rastro, se rompe la cadena. Gianlorenzo tendrá que exponerse. Y ahí… caerá."
Karlo miró las rutas de evacuación.
Karlo dice con acento siciliano, "¿Y tú piensas ir con nosotros?"
Etna se quitó las gafas lentamente. Los ojos verdes, afilados, como cuchillas bajo neblina.
Dices con acento Catanés, ""No pienso. Lo haré."
Luego se giró hacia la zona de combate cuerpo a cuerpo. Comenzó a vendarse las muñecas. Su piel, pálida, mostraba rastros de entrenamiento anterior. Golpes viejos. Dolor nuevo.
Dices con acento Catanés, ""Hoy entrenamos como equipo. Mañana… como fantasmas. Quiero verlos sangrar antes de verlos morir allá fuera.""
Karlo bufó. Se puso los guantes. Chocó los puños contra el aire.
Karlo dice con acento siciliano, "Ya extrañaba esta versión tuya. Fría. Letal. Casi poética."
Maurizio se levantó. Se colocó frente a un saco de boxeo. Golpeó una vez. Luego otra.
Maurizio dice con acento siciliano, "La poética no nos sirve. Solo la precisión."
Y Etna… sonrió. Pero no con los labios. Con el alma.
Sonríes.
Dices con acento Catanés, ""Entonces vamos a escribir un poema… en sangre.""
Etna se plantó frente al saco de impacto. Los guantes térmicos azul profundo envolvían sus manos con exactitud quirúrgica. Marcó la postura. Pierna izquierda adelante. Brazo derecho cargado. Y golpeó.
Un solo golpe. Sordo. Técnico. Sin desperdicio.
Karlo se colocó a su lado, frente a otro saco. Iba sin camiseta. El torso marcado por las balas viejas, por las noches sin tregua. Miró de reojo a Etna.
Karlo dice con acento siciliano, "Si Leila te viera ahora… diría que te convertiste en todo lo que siempre temió. Y todo lo que necesitó."
Etna no respondió. Golpeó de nuevo. Un combo esta vez. Uno-dos-rodillazo.
Dices con acento Catanés, ""Leila sabía lo que se venía. Por eso me enseñó a no temblar. Ni siquiera por ella."
Maurizio entrenaba a unos metros, con cuerdas de tensión y un tronco para golpeteo seco. Su respiración era más rítmica que su dolor. En los ojos, todavía un rastro de pena… pero ya no inmovilidad.
Maurizio dice con acento siciliano, "Nunca imaginé que terminaríamos aquí. Sin finca. Sin Leila. Sin certezas. Pero con rabia… de sobra."
Karlo asintió. Dio dos pasos hacia el centro del tatami. Hizo un gesto.
Karlo dice con acento siciliano, "Vamos. Mano limpia. Uno contra uno. Etna se acercó sin dudar. Se quitó los guantes. Los dedos largos, marcados por callos. Se paró frente a él. Ni un parpadeo. Ni una sonrisa.
Karlo abrió el primer ataque. Un amague de directo, seguido de una patada media. Etna bloqueó con precisión. Giró. Contraatacó. Lo desestabilizó con un golpe al torso. Nada violento. Solo eficaz.
Dices con acento Catanés, ""No se trata de fuerza. Se trata de decidir antes. De leer. De actuar sin permiso."
Karlo resopló. Cayó de espaldas. No se lastimó. Rió entre dientes.
Karlo dice con acento siciliano, "Cazzo… sí que cambiaste."
Etna le ofreció la mano. Lo ayudó a incorporarse. Luego miró a Maurizio.
Dices con acento Catanés, ""¿Tú también? ¿O te quedas con las cuerdas?"
Maurizio no contestó. Se sacó la venda del brazo. Caminó hacia el centro. La expresión… era otra. Ya no solo rabia. Era hambre.
Maurizio dice con acento siciliano, "No pienso morir en la banca.
El combate fue más intenso. Maurizio era más pesado. Más bruto. Pero Etna… era otra cosa. Se movía con control absoluto. Nunca rápido. Nunca innecesario. En tres movimientos, lo tenía de rodillas.
Dices con acento Catanés, ""Uno. Se rompe la pierna. Dos. Se quiebra el brazo. Tres… se duerme para siempre."
Maurizio levantó la mirada. Sonrió, respirando agitado.
Maurizio dice con acento siciliano, "Joder, Etna. Me das miedo."
Etna se incorporó. Caminó hacia la consola. Presionó un botón. En las pantallas, el mapa de Sicilia volvió a brillar.
Dices con acento Catanés, ""Perfecto. Entonces ya estamos listos para que también se lo demos a Gianlorenzo."
Karlo, desde el fondo, se limpió el sudor con la toalla. Miró la hora. Luego a Etna.
Karlo dice con acento siciliano, "Y después de él… ¿quién sigue? "
Etna ni dudó. Su voz fue un disparo.
Dices con acento Catanés, ""Matteo Ferrari. El padre que convirtió a su hija en polvo. Al monstruo que le dio apellido… y luego la vendió por poder.""

Cazando a Gianlorenzo.

INTERIOR – SALA DE COORDINACIÓN ESTRATÉGICA – más tarde.
Las pantallas estaban divididas en sectores. Cámaras térmicas. Drones de reconocimiento. Mapas satelitales. El club de Caltagirone aparecía desde todos los ángulos. Un rectángulo de lujo discreto, paredes de piedra clara, dos entradas camufladas. Reuniones clandestinas. Movimiento de noche. Infiltración por turnos.
Etna permanecía de pie frente al monitor principal. Las gafas azules, esta vez, colgaban de su chaqueta blindada. Su rostro… era un plano exacto de decisión.
Dices con acento Catanés, ""Gianlorenzo estará allí. Lo ha hecho cada martes. Reuniones breves. Contactos que entran y salen sin dejar nombres. Esta noche… lo seguimos."
Karlo estaba sentado a su derecha. Tenía una tableta en mano. Revisaba los nombres infiltrados, las placas de los vehículos.
Karlo dice con acento siciliano, "Colocamos dos motos en la calle paralela. Una SUV negra en la entrada de servicio. Todos con visores. Sin armas expuestas."
Etna asintió. Luego se giró hacia la otra mesa. Dos nuevos reclutas, gemelos de piel morena y ojos claros, recibían el último paquete de instrucciones de un asistente. Etna los miró. Largos segundos.
Dices con acento Catanés, ""No quiero disparos. No quiero alertas. Si entra alguien que no conocemos, lo registran. Si Gianlorenzo sale… lo siguen. Sin perderlo. Sin acercarse. Sin fallar."
Uno de los gemelos tragó saliva. El otro asintió.
Dices con acento Catanés, ""Quiero cada paso. Cada conversación. Cada sombra que lo siga. No quiero disparos. No quiero contacto. Solo ojos. Y distancia segura."
Marco asintió. Lupo ajustó el transmisor en su muñeca.
Lupo dice con acento siciliano, "¿Lo seguimos hasta su refugio?"
Dices con acento Catanés, ""Sí. Quiero saber dónde duerme. Dónde come. Donde se protege.
Marco soltó una risa corta, sin alegría.
Marco dice con acento siciliano, "Con gusto, jefa."
Dices con acento Catanés, ""Y si detectan a Gianlorenzo con alguien que no reconocemos… foto, audio y huella térmica. No quiero sorpresas.""
Los gemelos salieron. Rápidos. Silenciosos. Como parte del aire. Etna los observó irse. Luego se giró.
Karlo dice con acento siciliano, "¿De verdad crees que va a caer tan fácil?"
Etna se quitó las gafas. La cicatriz en su mandíbula brilló bajo la luz blanca.
Dices con acento Catanés, ""Nadie cae fácil. Pero todos cometen un error. Yo solo espero el suyo."
Etna dio un paso atrás. Tocó la pantalla. El plano de rutas comerciales de Leila apareció. Líneas en rojo, verde y azul. Desde Palermo a Nápoles. Desde Reggio a Malta. Dices con acento Catanés, ""Ahora… el otro frente. Las rutas. Las conexiones. El imperio económico que Leila sostuvo con sangre." Karlo se acomodó mejor. Llamó a Maurizio, que ya había bajado con un paquete de carpetas. Las dejó sobre la mesa. Las manos aún vendadas, pero firmes. Maurizio dice con acento siciliano, "Leila tenía acuerdos con tres puertos. Dos fiscales. Uno completamente lavado. Y diez rutas internas. Cuatro siguen operando. Tres fueron tomadas. Dos están… en disputa. " Etna tomó una de las carpetas. La abrió. La leyó. Sus ojos no pestañearon. Solo procesaban. Dices con acento Catanés, ""Bien. Empezaremos por las que están en disputa. No vamos a dejar que Matteo nos gane por hambre. Si controla las rutas… controla la guerra." Karlo alzó una ceja. Lo dijo con cierta admiración. Karlo dice con acento siciliano, "Y eso que tú no eres traficante." Etna lo miró. Su tono no cambió. Dices con acento Catanés, ""No lo soy. Pero puedo aprender. Rápido. No tengo el lujo de ser inocente."" Maurizio asintió. Se cruzó de brazos. Maurizio dice con acento siciliano, "Negociarás con los puertos, entonces." Dices con acento Catanés, ""Sí. Iremos con fuerza. Pero con cabeza fría. Si los convencemos de que no somos solo huérfanos de Leila, sino herederos eficientes… nos los quedamos." Karlo apoyó los codos en la mesa. Miró el mapa. Karlo dice con acento siciliano, "¿Y si alguno de ellos ya juró lealtad a Matteo?" Etna no dudó. Su voz fue de un bisturí. Dices con acento Catanés, ""Entonces les cortamos la lengua. Y firmamos el trato con sangre."

Negociando las rutas de Leila.

Punto de vista: Etna.

Etna se levantó y enviándo mensajes encriptados, organizó para iniciar con las operasiones en el puerto.
Etna caminaba hacia el área de equipos. Iba sola. Paso firme. El sonido de sus botas sobre el metal era seco, metódico. Una asistente le entregó la chaqueta blindada gris plomo, los guantes y la tableta con el reporte actualizado de movimientos portuarios.
Se detuvo frente al espejo funcional de la sala de armamento. Ajustó el cierre hasta la base del cuello. Se colocó los guantes. Activó el sistema de comunicación in-ear.
Dices con acento Catanés, ""¿Riva confirmó la hora? "
Una voz respondió por el canal interno. —“13:00 en la torre sur del puerto. Solo él. Nada de seguridad extra.”
Dices con acento Catanés, ""Bien. Si alguien más aparece… lo sepultamos en el agua."
Karlo entró justo mientras Etna revisaba el esquema del puerto en la pantalla de muñeca.
Karlo dice con acento siciliano, "¿Estás segura que este es el momento?"
Dices con acento Catanés, ""No hay otro. Si Matteo quiere dominar las rutas… va a empezar por Licata. Y yo pienso cerrarle esa puerta antes de que la cruce.""
Maurizio apareció en el fondo. Aún con el brazo en cabestrillo. Su voz fue grave.
Maurizio dice con acento siciliano, "Si ese viejo Riva duda un solo segundo… no salimos por la puerta."

Dices con acento Catanés, ""Entonces que no dude."
Etna se colocó las gafas. Volvió a ser piedra. La figura del nuevo mando.
PUERTO DE LICATA – DÍA NUBLADO – 13:15 HRS
El cielo parecía plomo líquido. Las nubes colgaban bajas sobre los barcos detenidos. Grúas metálicas chirriaban con lentitud. Contenedores apilados formaban callejones estrechos entre estructuras oxidadas. Un viento salado barría la costa, frío como la amenaza de algo que no se ve, pero se intuye.
Etna caminaba al frente. Chaqueta blindada cerrada. Gafas oscuras. La cicatriz blanca relucía bajo la luz pálida. No llevaba armas visibles, pero su sola presencia cortaba el aire. Detrás, Karlo y Maurizio avanzaban a paso firme. Dos hombres que aún dolían, pero ya no sangraban.
Un guardia los recibió en el acceso. Alto, de rostro áspero, barba entrecana y uniforme gris oscuro.
—“¿Nombre?”
Karlo se adelantó sin alterar el gesto.
Karlo dice con acento siciliano, "No preguntes lo que ya sabes, amico. Estamos aquí por Leila."
El guardia tragó saliva. Asintió sin más.
La sala era amplia, sobria. Paneles de acero pulido. Ventanales blindados daban vista a la zona de carga. Un escritorio de madera clara, limpio. Sin adornos. Solo una tablet encendida y una taza de café aún humeante.
Detrás del escritorio, Gaetano Riva. Cabello gris peinado hacia atrás, traje azul marino perfectamente planchado, reloj suizo en la muñeca izquierda. No era un hombre joven, pero su mirada aún era cortante. Los ojos de alguien que había sobrevivido a demasiados inviernos… y más de una traición.
Etna entró sin pedir permiso. Sus gafas reflejaron la figura de Riva durante un segundo. Luego, se las quitó. Las dejó sobre la mesa. Karlo y Maurizio se mantuvieron en la puerta, como sombras. Silenciosos. Firmes.
Gaetano Riva levantó la vista. Sus dedos tamborileaban con suavidad sobre la pantalla.
Gaetano dice: —“No esperaba que fuera usted quien viniera en persona.”
Etna no sonrió. Ni se sentó aún. Solo caminó alrededor de la sala, observando los monitores, el tránsito portuario, los accesos. Todo. Como si estuviera reconociendo un campo de batalla.
Dices con acento Catanés, ""Usted ya sabía que vendría alguien. Lo que no sabe… es si puede decir que no."
Riva entrecerró los ojos. Ladeó la cabeza.
Dices con acento Catanés, ""Etna. Solo Etna. Y no amenazo. Propongo.
Riva se recostó en su asiento. Hizo un gesto hacia la silla frente a él.
Gaetano dice: —“Entonces proponga. Este puerto no se mueve por nombres. Se mueve por cifras.”
Etna se sentó. Crujió la silla bajo el peso de su presencia.
Dices con acento Catanés, ""Matteo Ferrari quiere sus rutas. Y ya le ofreció protección, armas, favores políticos… y un 18% de sus ganancias netas por cada carga internacional."
Riva levantó las cejas, divertido.
Riva dice: —“Ya ve… usted viene bien informada. "
Etna apoyó los codos sobre la mesa. Sus dedos, enguantados, se cruzaron frente a ella.
Dices con acento Catanés, ""Yo le ofrezco 12%… pero más vida. Porque no necesito que me adore. Solo que no me traicione. Si lo hace, no vendrá una guerra. Vendrá el silencio. El tipo de silencio que convierte a los puertos en cementerios de hierro."
Riva no respondió de inmediato. La tensión se espesó como humo invisible.
Riva dice: "Leila Ferrari fue una negociadora brutal. Pero sabía sonreír. "
Dices con acento Catanés, ""Y yo no vine a sonreír. Vine a construir un imperio sobre las ruinas del de Matteo. Usted decide si quiere estar en la base… o enterrado bajo los escombros."
Karlo, desde la puerta, la miró con respeto renovado. Maurizio cruzó los brazos, sin apartar la vista de Riva.
Gaetano Riva suspiró. Apretó los labios. Luego bebió de su taza.
Gaetano dice: "Quince. No menos. Pero mantengo el acceso marítimo y la cobertura satelital. Matteo no puede ofrecer eso… sin levantar sospechas. "
Etna asintió una vez. Precisa.
Dices con acento Catanés, ""Acepto. Pero una advertencia, signore Riva. Si un solo contenedor con mi sello se pierde, se abre, o se retrasa… no necesitaré venir aquí otra vez. El Etna hará el resto."
Riva tragó saliva. No por miedo. Por instinto.
Gaetano dice: Trato hecho. "
Se estrecharon la mano. Un apretón seco. Sin afecto. Solo compromiso.
Etna se levantó. Tomó sus gafas. Se giró hacia Karlo y Maurizio.
Dices con acento Catanés, ""Uno menos. Faltan los demás."
Etna Salió sin mirar atrás.

Las noticias se combierten en rumores.

Por otro lado.
La noticia no llegó con sangre. Llegó con rumores. Con palabras escurridizas como serpientes entre las grietas del sistema. Una mujer. Nueva. Fría. Elegante. Sin nombre conocido. Solo un alias: “Etna”. Y los reportes eran cada vez más frecuentes. Una negociación con Gaetano Riva. Una presencia en el puerto de Licata. Una reunión secreta en Gela. Una sombra que parecía… volver a levantar lo que todos pensaron destruido.
INTERIOR – COVERTURA DE INTELIGENCIA – CÓDIGO SEGURIDAD: AG-12
Un mensaje llegó cifrado a las pantallas de Etna. Provenía de uno de sus infiltrados en los círculos bajos de la Cosa Nostra. —“Están hablando de ti. Creen que eres un mito. Algunos dicen que Leila volvió. Otros… que alguien la imita.”
Etna no respondió. Solo amplió el mapa en la pantalla. Sus ojos verdes, helados, recorrieron las zonas bajo disputa. Matteo Ferrari aún no aparecía. Pero su nombre volvía a resonar con fuerza. En voz baja. Como si al decirlo fuerte… se encendiera el infierno.
EXTERIOR – UBICACIÓN DESCONOCIDA – RESIDENCIA SECRETA DE MATTEO FERRARI.
Matteo Ferrari leía informes impresos, rodeado de silencio.
Un hombre se acercó. Traje beige, barba negra. Uno de sus nuevos tenientes. Le entregó un sobre. Teniente (en voz baja): —“La mujer de Licata. Negoció con Riva. Ganó terreno en Siracusa. Le dicen Etna.”
Matteo dejó caer el papel. Su rostro se endureció.
Matteo dice con acento siciliano, "Etna… claro que sí. Qué poético. "
Gianlorenzo, desde un rincón, lo observaba. En silencio. La cicatriz aún fresca en su mejilla. Gianlorenzo dice con acento siciliano, "¿La conoces?"
Matteo apretó los dientes.
Matteo dice con acento siciliano, "No… pero la voy a conocer."
Matteo dice con acento siciliano, "si Sacar a mi hija del juego fue fácil, una intrusa no me arruinará. "

Entre charla de camaradas y mujeres.

Punto de vista: especial Karlo, maurizio y Pietro.

de vuelta al INTERIOR – REFUGIO – PASILLO CENTRAL – 22:35 HRS
Karlo salía del cuarto de vigilancia. Con una sonrisa torcida. Se encontraba con Maurizio apoyado en la pared, con un café en la mano.
Karlo dice con acento siciliano, "No sé tú, pero esta mujer… Etna, joder. Cada vez que da una orden, me dan ganas de aplaudirle con el corazón."
Maurizio se rio entre dientes.
Maurizio dice con acento siciliano, "Y con algo más que el corazón, ¿eh?"
Karlo dice con acento siciliano, "Chiara era una amiga de Leila. Pero Etna… es otra cosa. Camina como Leila, piensa como ella… pero se mueve con una rabia distinta."
Maurizio lo miró de lado.
Maurizio dice con acento siciliano, "¿Y tú crees que se va a dejar tocar por alguno de nosotros?"
Karlo bebió un trago de agua.
Karlo dice con acento siciliano, "No lo sé. Pero al menos no nos mira como una hermana. Como lo hacía Leila."
Maurizio asintió. En silencio. Con un dejo de culpa que no dijo en voz alta.
Karlo dice con acento siciliano, "deberíamos intentarlo al menos, mira que ya no es la niña tierna que visitaba a Leila, está demaciado fatal y bella, yo quiero ver si es fuego puro y le hace honor al volcán. "
Maurizio se parte de risa.
Maurizio dice con acento siciliano, "no sé, talvez solo nos ve como sus mercenarios, es bella y sexi, pero muy mandona. "
Karlo se ríe divertido.
en el INTERIOR de la ENFERMERÍA.
Pietro seguía en su camilla. La herida del costado curaba más lento de lo previsto. Pero no era eso lo que lo tenía detenido.
Era la noche. El recuerdo. El beso. La discusión. La voz de Leila… acusándolo, protegiéndolo, arañándole el alma.
No había vuelto a tocar su bandeja de comida. Ni la televisión. Solo sostenía su celular personal donde guardaba algunas fotos de Leila, cuando la llevavba al mar, o a ver el volcán de cerca.
Pietro susurra con acento siciliano, "No te salvé. No estuve para tí. Y tú… ya no estás."
Una lágrima cayó. No gritó. No se movió.
Solo sangró por dentro.
La noche no traía descanso. Solo espectros.
Pietro dormitaba, pero no dormía. Su cuerpo exhausto caía y flotaba entre lapsos de conciencia y oscuridad. Hasta que… el sueño lo arrastró.
SUEÑO – EXTERIOR – VOLCÁN ETNA – DÍA CLARO
Leila estaba allí. No como la vio por última vez. No entre humo, sangre y caos. Estaba de pie, con el cabello suelto, agitado por el viento que bajaba de la cima. Llevaba una blusa blanca, ligera, sin armas. Sin guerra. Solo sus ojos esmeralda fijos en él.
Leila dice con acento siciliano, "Siempre mirabas el volcán como si esperases respuestas. Nunca me miraste a mí así."
Pietro estaba a unos metros. No sabía si correr o quedarse. El suelo bajo sus pies temblaba con un calor que no era terrestre.
Pietro dice con acento siciliano, "Te miraba cuando dormías. Cuando dabas órdenes. Cuando no sabías que lo hacía. Pero nunca fui suficiente."
Leila se acercó. No flotaba. Pisaba firme.
Leila dice con acento siciliano, "Fuiste más que suficiente. Pero yo… era guerra. Y tú… eras refugio. Yo no sabía vivir en paz."
Pietro extendió la mano. Quiso tocarla. Pero ella retrocedió justo antes. Su figura comenzó a disolverse. Ceniza. Luz. Eco.
Leila susurra con acento siciliano, "Despierta. Ya no puedes quedarte conmigo."
Pietro despertó sobresaltado. Jadeaba. El pecho le dolía, pero no por la herida.
Pietro llora desconsoladamente.
Tomó su celular. Volvió a mirar la imagen de ella, sonriendo frente al mar.
Susurró apenas. Pietro dice con acento siciliano, "No me dejes solo. No todavía."
en la sala de reposo, de madrugada.
Karlo y Maurizio aún conversaban, sentados frente a una pantalla apagada. Las luces eran tenues. El whisky en los vasos ya no quemaba. Solo entibiaba.
Maurizio dice con acento siciliano, "Te lo apuesto: yo llego antes a esa cama que tú."
Karlo soltó una risa seca, pero genuina.
Karlo dice con acento siciliano, "Etna no es una cama, hermano. Es un campo minado. Si vas… más te vale que sepas desactivarla."
Maurizio levantó el vaso.
Maurizio dice con acento siciliano, "Por las mujeres imposibles. Las que no te miran… hasta que les demuestras que no eres uno más."
Karlo brindó también.
Karlo dice con acento siciliano, "Y por las que ya no están. Pero siguen ardiendo en el pecho como si fueran el sol."
Karlo dice con acento siciliano, "no ya encerio maurizio, te atreverás a conquistar a etna, io lo haría. "
Karlo dice con acento siciliano, "siendo chiara no me gustaba tanto, pero ahora está uff, más bella que ese volcán que representa. "
maurizio dice con acento siciliano, "claro, siendo chiara y cada vez que benía a la casa ferrari, o a la finca de las 3 amigas Leila era la más bella, todos la terminabamos mirando a ella, más que a sus amigas. Pero ya te digo karlo, seré yo el primero en ganarme a esa fiera. "
Maurizio sonríe.
Brindaron en silencio. Solo el clink seco del cristal.
Desde lejos, Etna los observaba y escuchaba a través de una cámara táctica. Los ojos cubiertos por el visor, pero su expresión… imperturbable.
Etna Sabía lo guapos que eran. Sabía lo que pensaban. Pero no era tiempo de permitir sentimientos. Aún no.
Dices con acento Catanés, "No se trata de quién llega primero. Se trata de quién aguanta la explosión.
Y apagó la pantalla. Sin cambiar el gesto.
Larabelle Evans
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Registrado: Mar Jul 02, 2024 4:52 am

Re: “Etna: La Vendetta de Ceniza”

Mensaje por Larabelle Evans »

Negocios, poder y falsas noticias.

Punto de vista: Etna.

La pantalla central mostraba el mapa digital actualizado. Sectores divididos por colores. Rutas de escape. Nodos de comunicación. Una red que palpitaba al ritmo de la guerra.
Etna estaba de pie. Sin gafas. Con el cabello recogido aún más tirante que de costumbre. La chaqueta gris oscuro ceñida, los guantes puestos. Frente a ella, Karlo, Maurizio y dos operativos nuevos: Adriano y Luca, gemelos infiltradores con experiencia en sabotajes y misiones encubiertas en zonas de alto riesgo.
Etna hizo un gesto hacia la parte este del mapa, una zona señalada en naranja.
Dices con acento Catanés, ""Gianlorenzo ha montado su refugio principal en esta zona rural, a 30 kilómetros de Messina. No hay rutas oficiales. Todo llega por tierra bajo vigilancia no militar, sino privada."
Karlo se inclinó hacia el plano. Karlo dice con acento siciliano, "¿Y tú crees que nos van a dejar entrar sin volarnos la cabeza?"
Etna no se movió.
Dices con acento Catanés, ""No vamos a entrar. Vamos a infiltrar. Adriano, Luca… quiero que uno de ustedes se haga pasar por mercenario freelance. Hay rumores de que buscan refuerzos por las bajas de la semana pasada. Aprovechen eso."
Luca se ajustó el chaleco. Adriano sonrió apenas.
Luca dice con acento siciliano, "Si se trata de engañar… nacimos para eso."
Etna apuntó una serie de coordenadas con la yema de los dedos. El sistema proyectó rutas. Tiempos. Identidades falsas. Documentos.
Dices con acento Catanés, ""Tienen cuarenta y ocho horas para instalarse. Quiero saber qué come, a quién ve y cuántas veces respira Gianlorenzo. Si logran acercarse al círculo de Matteo, mejor. Pero no arriesguen la misión por ego."
Adriano asintió. Luca levantó el pulgar. Sin más preguntas.
Karlo observó todo. En silencio. Luego miró a Etna.
Karlo dice con acento siciliano, "Esto se siente como otra cosa. No es solo venganza, ¿verdad?"
Etna no respondió de inmediato. Solo cerró el mapa. Dio media vuelta. Caminó hacia la consola lateral. Activó otro panel.
Dices con acento Catanés, ""Matteo Ferrari vive del poder. Y el poder no solo está en las armas. Está en las cuentas. En las mentiras. En el miedo que compra con palabras."
La pantalla mostró una red de contactos: políticos, abogados, periodistas, empresarios con nexos débiles pero constantes.
Dices con acento Catanés, ""Hoy empieza la guerra digital. Desde esta sala. Vamos a desestabilizar sus estructuras. Lento. Preciso. Letal."
Maurizio se acercó, sorprendido.
Maurizio dice con acento siciliano, "¿Qué vas a hacer? ¿Mandar fake news?"
Etna respondió sin emoción.
Dices con acento Catanés, ""Voy a hacer que duden de sus aliados. Que investiguen sus propias cuentas. Que sospechen entre ellos. Voy a sembrar veneno. Y luego… mirar cómo se envenenan solos."
Etna introdujo una serie de comandos. Publicaciones comenzaron a ser programadas desde direcciones falsas. Datos filtrados. Fotografías manipuladas con verdades parciales. El sistema entero de Matteo se sacudió en tiempo real.
Karlo chasqueó los dedos. Karlo dice con acento siciliano, "La reina de la guerra psicológica… está al frente."
Etna se puso las gafas. Su expresión volvió a ser una estatua.
Dices con acento Catanés, ""La reina murió con Leila. Yo… solo soy la herencia que no pudieron enterrar."
En la pantalla, un correo encriptado era recibido por la oficina de contabilidad de un banco en Zurich. Un nombre falso. Una cuenta falsa. Pero el mensaje… era claro: Alguien sabe lo que hiciste con el dinero de Matteo.
Y así, sin disparar una sola bala… la guerra volvió a temblar.
Etna cerró la consola con un gesto seco. La pantalla se oscureció. El plan estaba en marcha. Ahora, venía la otra parte: sostener el fuego… y alimentarlo.
Caminó por el pasillo de los armamentos con paso firme. No miraba hacia los lados. Sabía exactamente lo que buscaba. Entró a su vestidor táctico: una sala angosta, de acero cepillado, estantes con ropa técnica y trajes de combate organizados por funcionalidad.
Frente al espejo de cuerpo completo, se quitó la chaqueta soft-shell y se despojó de la camiseta térmica interior. Su silueta —atlética, definida, poderosa— se reflejaba sin adornos. Solo con verdad. Escogió un conjunto nuevo: pantalones de corte militar en negro mate con ajuste de cintura alta y bolsillos ocultos; una blusa entallada sin mangas, cuello alto, color carbón con microfibra blindada. Sobre los hombros, una chaqueta de corte largo, entallada en la cintura, con acabados en azul glaciar.
Etna Abrochó los botones con calma quirúrgica. Se colocó los guantes finos de precisión, dejó su cuello parcialmente descubierto… solo lo justo para provocar tensión sin exponerse. Calzó botas tácticas altas, de cuero mate, perfectamente lustradas. El perfume —Midnight Aura— lo aplicó con exactitud: una gota detrás de cada oreja, otra en el hueco de la clavícula.
Luego… se soltó el moño. Peinó su melena azabache, la alisó con el cepillo de cerdas de fibra y volvió a sujetarla en una coleta tirante, con una raya precisa a la izquierda. Terminó con los labios rojo vino. Nada más.
Etna Salió al pasillo con la misma energía que una bala antes del disparo.
Maurizio fue el primero en verla. Su mandíbula se tensó apenas. Karlo, que venía detrás, soltó un suspiro breve, sin disimulo.
Maurizio dice con acento siciliano, "Mamma mia… si vas a negociar así, Etna… van a darte la mercancía y las llaves del puerto."
Karlo dice con acento siciliano, "¿Podemos pedir escolta voluntaria? "
Etna los miró sin detener el paso. Los visores oscuros sobre los ojos, la boca firme.
Dices con acento Catanés, ""Si alguno de los dos me vuelve a ver como un pedazo de carne… les disparo en la pierna buena."
Maurizio levantó las manos con una sonrisa.
Maurizio dice con acento siciliano, "Lo decía con respeto profesional… al deseo."
Etna abrió el compartimento del pasillo exterior. Tres armas seleccionadas para hoy: Glock modificada, dos cargadores, un cuchillo de hoja curva en su bota. Colocó todo en silencio. Preciso. Militar.
Karlo dice con acento siciliano, "¿Quién es el contacto?"
Dices con acento Catanés, ""Fabio Conti. Traficante menor, pero con acceso a rutas desde el norte de África. Quiere posicionarse tras la caída de Reggio. Leila nunca lo aceptó. Yo… lo voy a probar. Una vez."
Maurizio la observó mientras se colocaba el auricular táctico.
Maurizio dice con acento siciliano, "¿Y si es un traidor?"
Etna cargó el arma. La metió bajo la chaqueta.
Dices con acento Catanés, ""Entonces esta noche… no cena nadie en su familia."
Los tres salieron por el pasillo blindado. Las luces se encendieron a su paso. El coche negro los esperaba, motor encendido. Karlo abrió la puerta trasera. Etna subió primero. No por cortesía. Por dominio.
La ciudad se extendía al fondo, mientras el sol descendía por detrás del Etna. La sombra del volcán cubría el asfalto como un presagio. Pero en el coche… el fuego iba adentro.
Etna cruzó las piernas. Miró su tablet con la ubicación exacta de Fabio Conti. El lugar: un local de vinos que funcionaba como fachada para el tráfico. Zona neutral, pero vigilada.
Karlo observaba su perfil. La línea del mentón afilado. La cicatriz. Los labios. Todo.
Maurizio dice con acento siciliano, "¿Y si el tal Fabio quiere probar si eres blanda?"
Etna respondió sin levantar la vista.
Dices con acento Catanés, ""Entonces le arranco los huevos y los pongo como advertencia en su escritorio."
Silencio. Luego, risas. Pero ya no eran risas de burla. Eran risas de respeto.
Etna no era Leila. No buscaba serlo. Pero en la mirada de esos hombres… ya no era una sombra de la que fue. Era otra cosa.
Los faroles parpadeaban sobre el asfalto agrietado. Entre los contenedores y naves abandonadas, un almacén aún operaba bajo el control de fuerzas ajenas a la ley. No había cámaras visibles, pero todos sabían que allí… se vigilaba cada paso.
Etna bajó del vehículo primero. La chaqueta táctica ajustada hasta la cintura.
Karlo descendió tras ella. Vigilante. Maurizio más atrás, con gafas oscuras y la chaqueta entreabierta, dejando ver el arma a medio ocultar.
Frente al portón principal, cuatro hombres armados custodiaban el acceso. Uno de ellos se acercó, esbozando una sonrisa torcida. Vestía cuero, y llevaba la barba desordenada. Sus ojos no se movían de las curvas de Etna.
El hombre armado Dice: "¿Tú eres la nueva? Esperaba a alguien menos... elegante.”
Etna no frenó el paso. Tampoco respondió. Lo miró de arriba abajo, como se analiza una falla mecánica. Luego se detuvo frente a la puerta.
Dices con acento Catanés, "Fabio Conti me espera. No vine a hacer fila. "
El hombre dudó un instante. Luego hizo una seña. La puerta de metal se abrió lentamente, revelando una sala cargada de humo, olor a petróleo y dinero recién lavado.
Fabio Conti se encontraba en un sofá de cuero oscuro, rodeado de dos mujeres que fingían escucharlo mientras él hablaba en voz alta y fumaba un puro grueso. Ropa cara. Zapatos lustrados. Una sonrisa de tiburón. Y un reloj que podía comprar un apartamento.
Fabio (al ver a Etna): —“Carajo… ¿Y tú eres la sombra de Leila Ferrari? Me dijeron que eras letal, pero no me advirtieron que también ibas a quitarme el aire. "
Etna no sonrió. Caminó hacia él, dejando que el eco de sus pasos impusiera respeto.
Dices con acento Catanés, "si buscas llamar mi atensión para tenerme en tu cama, rompemos este trato. "
Fabio alzó las cejas. Silencio. Luego soltó una risa baja. Fabio dice: —“Toqué el punto, entonces. Bien. Hablemos de rutas. Pero antes… ¿me muestras lo que traes?”
Etna asintió levemente. Karlo sacó una tableta, mostró mapas, cálculos, cifras. Ella tomó el control.
Dices con acento Catanés, "Tengo acceso a cuatro puertos menores en Sicilia. Tres de ellos eran de Leila. Uno… lo tomé esta semana. Puedo mover 400 kilos por semana sin levantar alarmas. Si tú puedes pagar… yo puedo hacer que tu mercancía no exista en ningún registro del Mediterráneo."
Fabio la observaba. La deseaba. Pero también la medía. No era un adorno. Era una amenaza.
Fabio (apoyándose hacia adelante): —“¿Y si yo quiero la mitad del cargamento para mí?”
Etna se inclinó apenas. La cicatriz en su mandíbula brilló bajo la luz.
Dices con acento Catanés, "Entonces te doy la mitad de una bala. O de una granada. Tú eliges."
Karlo sonrió desde el fondo. Maurizio cruzó los brazos, disfrutando.
CyberLife te desea que no te caigas.
Fabio la miró con intensidad. Luego rió. Lento. Fuerte.
Fabio dice: —“Leila tenía estilo. Pero tú… tú me das miedo. Me gusta eso. Acordado. Mueve el primer envío. Te llamaré en 48 horas. Si todo va bien… duplicamos."
Etna no agradeció. Solo asintió. Dio media vuelta sin esperar cortesías.
Dices con acento Catanés, "Prepárate para ganar, Conti. O para desaparecer. Yo no negocio dos veces."
EXTERIOR – ALMACÉN – MINUTOS DESPUÉS
Etna subió al vehículo sin decir palabra. Karlo la miró desde el asiento del copiloto, con una mezcla de deseo y asombro. Maurizio sonrió desde atrás.
Maurizio dice con acento siciliano, "Jefa… si tú fueras droga, yo me dejaba traficar."
Etna encendió el GPS. No respondió.
Pero en sus ojos… ardía el fuego de quien sabe que su guerra… apenas comienza.

Pietro sigue deprimido.

momentos máss tarde- INTERIOR – REFUGIO SUBTERRÁNEO – PASILLO DE LA ENFERMERÍA – de noche.
El sonido del cierre magnético resonó suave. Karlo y Maurizio caminaban por el pasillo central en silencio. Ambos vestían ropa más ligera, sin chalecos ni armas a la vista. Ropa de descanso, pero no de comodidad. No en ese lugar. No en ese tiempo.
Llegaron a la puerta de la enfermería. Karlo la empujó con el hombro. Adentro, el olor a desinfectante y metal seguía flotando. Las luces bajas. Un ventilador suave. Y Pietro… acostado. El vendaje del costado cambiado. Suero aún en el brazo. Ojeras hundidas.
Karlo entró primero. Maurizio detrás. Pietro tenía los ojos medio abiertos. Murmuraba algo que no se entendía.
Karlo dice con acento siciliano, "Ey, fratello. Aquí estamos otra vez."
Pietro no respondió. Miraba fijo el techo. Pero parpadeó. Una señal. Pequeña. Pero estaba ahí.
Maurizio se sentó a un lado, con una botella de agua en la mano. La puso sobre la mesa auxiliar.
Maurizio dice con acento siciliano, "Etna cerró un trato esta noche. Fabio Conti. Traficante. Chulo. Asqueroso. Pero ahora... parte del engranaje."
Karlo se apoyó contra la pared. Cruzó los brazos.
Karlo dice con acento siciliano, "La jefa lo dejó callado. Y con miedo. Yo la vi. Lo puso a sudar y a firmar al mismo tiempo."
Pietro murmuró. Apenas audible.
Pietro dice con acento siciliano, "Leila también hacía eso... con solo mirarlos."
Maurizio bajó la mirada. Tragó saliva. Karlo se acercó más.
Karlo dice con acento siciliano, "Lo sé. Pero Etna... ella está haciendo lo que Leila hubiera querido. Y no está sola."
Un murmullo de pasos suaves recorrió el pasillo. La puerta se abrió sin aviso. Era Etna.
Vestía una camiseta de algodón gris, ajustada. Sin mangas. El escote discreto, pero justo. El pantalón negro entallado. Sin cinturón. Sin armas visibles. Solo ella. Piel clara. Cabello recogido en su moño habitual. Pero más suelta. Más... humana.
Karlo la miró. Se irguió. Silbó bajito, sin emitir sonido real. Solo un gesto. Maurizio levantó las cejas. Se miraron. Se sonrieron.
Etna no dijo nada. Caminó hasta la camilla. Se detuvo frente a Pietro. Lo miró por unos segundos. Luego habló.
Dices con acento Catanés, "¿Comiste hoy?"
Pietro cerró los ojos. Etna no esperó respuesta. Solo se giró hacia Karlo.
Dices con acento Catanés, "Dijiste que son hermanos. Entonces háganlo comer. O me lo saco yo misma al patio a empujones."
Maurizio se rió, apenas.
Maurizio dice con acento siciliano, "Con ese pantalón. que llevas. Yo los sigo sin protestar."
Etna no respondió. Pero giró lentamente la cabeza. Su mirada se clavó en él. Solo un segundo. Luego en Karlo.
Dices con acento Catanés, "¿Ambos tienen tiempo libre o quieren que les asigne inventario a revisar hasta el amanecer?"
Karlo alzó las manos.
Karlo dice con acento siciliano, "Nada que un poco de silencio no arregle."
Etna se giró y salió con el mismo andar recto. Sin mirar atrás. Solo perfume. Solo presencia.
Los dos hombres la siguieron con la vista hasta que la puerta se cerró.
Maurizio dice con acento siciliano, "Quiero quedarme a revisar inventario toda la noche si me lo pide con esa voz tan sexi.
Karlo se rio bajo. Luego miró a Pietro.
Karlo dice con acento siciliano, "Vamos, hermano. Tenemos guerra. Pero también tenemos a Etna. Y aunque no lo digas... tú también la viste hoy, ¿no?"
Pietro abrió los ojos. Lentamente. Miró al techo.
Pietro dice con acento siciliano, "No es Leila. Pero... camina con su sombra."
Maurizio le puso una mano en el hombro. Karlo se sentó al pie de la camilla.
los chicos empesaron a sacar la comida de la vandeja que le habían dejado las enfermeras por la tarde a Pietro.
Karlo le acercó la comida y lentamente lo animaba a alimentarse aunque sea un poco.

El volcán arde de lujuria.

Punto de vista: Etna.

INTERIOR – REFUGIO SUBTERRÁNEO – HABITACIÓN PRIVADA DE ETNA – 23:15 HRS
La puerta se cerró con un susurro automático. La habitación de Etna no era grande. Pero era suya. Funcional, limpia. Una cama doble con sábanas negras de algodón puro. Estantes bajos llenos de carpetas. Pantallas encastradas en la pared. Una lámpara cálida en la esquina. Luz tenue. Silencio absoluto.
Etna dejó la pistola sobre la mesita. Se quitó los guantes tácticos. Luego la blusa. Una por una, las piezas de su armadura caían al suelo como las capas de una piel que ya pesaba demasiado.
Etna Entró al baño. Presionó el panel táctil del muro.
El agua caliente comenzó a llenar el jacuzzi empotrado con burbujas silenciosas. Etna se desnudó sin prisa. Frente al espejo, observó su propio reflejo. La cicatriz en su mandíbula. Las ojeras que ya no tapaba del todo. El cuerpo tonificado. Bella, sí… pero endurecida. Como una piedra cincelada por el dolor de perder a Leila.
Etna Se hundió en el agua lentamente. El vapor le cubrió el rostro. Cerró los ojos. Por unos segundos… dejó de ser Etna.
Volvió a ser Chiara.
Etna Suspiró.
Etna Tomó el celular del borde. Mensajes nuevos.
Marttina: — “No puedo dormir. Acabo de ver una de esas fotos viejas en Porticello… Leila con esos lentes horribles y el vestido de lunares. Me reí y lloré a la vez.”
Etna sonrió débilmente. Tecleó con los pulgares fuera del agua.
Etna: — “Yo encontré uno de sus perfumes aquí en una caja. Sunset Chic. Lo abrí. Me mareó.”
Marttina: — “¿Te acuerdas cuando nos arrastró a todas a esa tienda de trajes carísimos solo para buscarle uno a Pietro? Y ni siquiera fue con él al final.”
Etna se rió sin emitir sonido. Solo el pecho vibró.
Etna: — “Le encantaba hacer cosas sin admitir por qué las hacía. Leila era fuego… pero se quemaba por dentro.”
Marttina: — “La extraño, Chiara.”
Etna no respondió de inmediato. Se recostó dentro del jacuzzi. El agua le cubría hasta el cuello. Cerró los ojos. Vio el rostro de Leila. Riendo. Probándose gafas absurdas. Con una copa de vino en la mano.
La imagen la golpeó. Fuerte. Seco. Como una piedra contra el corazón.
Etna Susurró. Dices con acento Catanés, "Yo también."
Después de unos minutos, salió del agua. Se secó con movimientos lentos, precisos. Se colocó una bata negra de satén, suave, larga hasta las rodillas. Descalza, fue hasta la vinera compacta. Sacó una botella de Pinot Nero.
Etna Sirvió una copa.
Etna Volvió a recostarse sobre la cama. Las sábanas frías. El aire del refugio seguía siendo clínico, pero ahí… al menos era humano.
Etna Abrió el archivo financiero en su tableta. Flujos de efectivo. Socios potenciales. Contratos de puerto. Transferencias anónimas. Aprendía rápido. Muy rápido.
Y entonces… pensó en ellos.
Karlo. Maurizio.
Etna Cerró los ojos un instante. Su voz. Sus bromas. Las miradas que le lanzaban cuando pensaban que no los veía.
Dices con acento Catanés, "Idioti…"
Pero sonrió. No por burla. Por nerviosismo. Un calor bajo el pecho. Una tensión involuntaria en el vientre.
Eran peligrosos. No por las armas. Por la familiaridad. Por lo que Leila significaba para ellos.
Etna bebió un sorbo de vino. Lento. Pensativo.
Dices con acento Catanés, "¿Leila Se molestaría… si un día los usara para olvidar el infierno… por una noche?"
No hubo respuesta. Solo su reflejo en el cristal oscuro de la habitación.
Etna Sabía que no era el momento. No aún. Pero también sabía que la guerra necesitaba sus propios escapes. Y el deseo… era un enemigo igual de táctico que cualquier arma.
Etna Miró su tableta. Marcó otra ruta comercial. Anotó una propuesta.
Etna Volvió a recibir un mensaje.
Marttina: — “Si me lo permites… yo también quiero hacerlos pagar.”
Etna contestó.
Etna: — “Lo haremos. Pero no como mártires. Como lo que somos. Las últimas herederas del infierno.”
Etna No era Leila. No quería serlo. Pero esta vez… el fuego no se apagaría. Ni siquiera en sueños.
Etna sola en su habitación ??, sintió el peso del día disiparse con el calor del vino ??. La imagen de Karlo y Maurizio ????? rondaba su mente, mezclándose con los datos financieros en la tableta ??. La tensión crecía, un nudo en el estómago.
Se levantó de la cama ???, dejando la tableta a un lado ???. La bata de satén se deslizó suavemente mientras caminaba hacia el baño ??. Cerró la puerta ??, buscando un instante de privacidad ??.
Frente al espejo ??, Etna se observó detenidamente ??. Sus dedos recorrieron la cicatriz en su mandíbula ??, un recordatorio constante de su pasado ???. Un suspiro escapó de sus labios ??.
Etna Con movimientos lentos y deliberados ??, se desató la bata ??. Sus manos acariciaron sus senos ??, sintiendo la piel erizarse bajo sus dedos ??. Un gemido silencioso escapó de su garganta ???.
Etna Se deslizó hasta el suelo sintiendo el frío del mármol bajo sus pies. Sus dedos exploraron su vientre plano ??, deteniéndose en el monte de Venus.
Con un suspiro profundo ?????, Etna se sentó en el borde del jacuzzi ?. Sus dedos se adentraron entre sus labios ??, encontrando la humedad cálida y palpitante ???. Un gemido más fuerte resonó en la habitación ??.
Etna Cerró los ojos ??, imaginando las manos de Karlo recorriendo su cuerpo ??. Sus dedos se movían con más intensidad ??, buscando el clítoris sensible ?. La excitación crecía, un torbellino de sensaciones.
En su mente, la imagen de Maurizio se unió a la de Karlo. Sus manos imaginarias la acariciaban con deseo, sus labios besaban su cuello con pasión. Un jadeo escapó de su boca.
Sus dedos se movían con frenesí, la fricción aumentaba el placer. Su cuerpo se tensó, preparándose para el orgasmo. La imagen de ambos hombres la excitaba aún más.
Dices con acento Catanés, ""Karlo… Maurizio…", gimió Etna, su voz cargada de deseo. Sus dedos encontraron el punto exacto, la chispa que encendería la explosión . "
Un grito ahogado escapó de su garganta, su cuerpo se sacudió con espasmos incontrolables. El orgasmo la golpeó con fuerza, una ola de placer que la inundó por completo.
Sus dedos continuaron moviéndose, exprimiendo cada gota de placer. Su mente se llenó de fantasías, imágenes explícitas de ambos hombres sometiéndola a sus deseos.
Dices con acento Catanés, ""Ah… ah… más…""
gimió Etna, su voz entrecortada por el placer. Sus piernas temblaban, su cuerpo se retorcía. El orgasmo se prolongó, una tortura deliciosa.
Finalmente, la tormenta amainó. Su cuerpo se relajó, empapado en sudor. Sus dedos se detuvieron, dejando que el placer residual se desvaneciera lentamente.
Etna abrió los ojos ??, sintiéndose renovada y exhausta a la vez. La imagen de Karlo y Maurizio seguía presente en su mente, una promesa de placer futuro.
Con una sonrisa lasciva en los labios, Etna se levantó del suelo. Se secó con una toalla suave, sintiendo la piel sensible y vibrante.
Etna Se vistió con la bata de satén, sintiéndose poderosa y sensual. Caminó hacia la vinera, sirviéndose otra copa de Pinot Nero.
"Pronto…", susurró Etna, su voz cargada de promesa. "Pronto… jugaremos a un juego diferente."
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