“Etna: La Vendetta de Ceniza”

Aquí se irán publicando las escenas de rol tanto de trama principal, como las que querais publicar los jugadores. Debido a la naturaleza de este foro, si se admite contenido NSFW.
Larabelle Evans
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Registrado: Mar Jul 02, 2024 4:52 am

“Etna: La Vendetta de Ceniza”

Mensaje por Larabelle Evans »

Segunda temporada de Ferrari, la mafia o el amor.

“De las entrañas del volcán que quisieron apagar… nace la llama que los quemará a todos.”
“Del fuego que creyeron extinguir… nace la guerra que los consumirá.”

El rescate.

El rugido de las hélices cortaba la noche como un presagio. Un helicóptero militar negro, sin insignias, descendía sobre el terreno desnivelado entre arbustos y rocas. La ráfaga de aire levantaba polvo, hojarasca, y el humo seco de la explosión que aún iluminaba el horizonte.
Las luces rojas del fuselaje parpadeaban intermitentes.
Maurizio alzó un brazo. Tosía sangre. Karlo lo sostuvo por la espalda. Pietro… seguía de rodillas. No respondía.
El helicóptero aterrizó con precisión. Dos figuras descendieron. Una de ellas, armada, con uniforme táctico. La otra… una mujer.
Alta, delgada. Cabello negro azabache, recogido en un moño recto. Ojos verde oscuro, casi sin expresión. Una cicatriz leve en la mandíbula. Vestía un traje táctico negro ceñido, con líneas rojas en el cuello y en los guantes. Botas militares, pistola al muslo, y en el pecho, una insignia triangular grabada con una sola palabra: ETNA.
Karlo la reconoció al instante. Dio un paso hacia ella, con los ojos abiertos por el shock.
Karlo dice con acento siciliano, "Chiara…"
Ella lo miró fijo. No negó. Pero tampoco respondió con el nombre.
Etna dice con acento Catanés, "Ahora soy Etna. No hay vuelta atrás."
La voz era más grave. Más firme. Más rota. Karlo asintió sin discutir. La entendía.
Etna se acercó a Pietro. Lo miró unos segundos. Vio la sangre, el temblor en las manos, los ojos vacíos.
Etna dice con acento Catanés, "¿Está vivo?"
Karlo se inclinó. Colocó dos dedos en el cuello de su amigo.
Karlo dice con acento siciliano, "Sí. Pero no por mucho."
Etna se agachó. Le tocó la cara con cuidado. Pietro no reaccionó.
Etna dice con acento Catanés, "La amaba, ¿no?"
Karlo no respondió.
Etna se incorporó. Dio una orden rápida al médico que había bajado del helicóptero. El hombre corrió hacia Pietro con el maletín de primeros auxilios.
Etna caminó hacia la orilla del claro. Miró la columna de fuego a lo lejos.
Etna dice con acento Catanés, "¿La viste caer?"
Karlo apretó la mandíbula. Sus ojos se llenaron de rabia.
Karlo dice con acento siciliano, "No hubo cuerpo. Solo humo. Pero ella… no salió."
Etna no parpadeó. Solo bajó la cabeza.
Etna dice con acento Catanés, "Entonces está muerta."
Maurizio se sentó, exhausto, en una roca. Se quitó el chaleco con un gruñido.
Maurizio dice con acento siciliano, "Nos dejaron sin nada. Finca. Familia. Leila. Nos lo arrancaron todo."
Etna miró a ambos. Se giró. Su voz era fuego contenido.
Etna dice con acento Catanés, "Entonces los reconstruimos. Desde los huesos."
Karlo la observó de arriba abajo. Su transformación era total. No quedaba rastro de la joven dulce que una vez cocinaba en la finca con Leila.
Karlo dice con acento siciliano, "¿Quién eres ahora, Etna?"
Ella caminó hacia él. Se detuvo a solo un paso.
Etna dice con acento Catanés, "Soy la última voluntad de Leila Ferrari. Y no pienso parar hasta destruir a Matteo y a todos los que se alimentaron de nuestra sangre."
El médico hizo una señal. Pietro fue subido a bordo. Etna ayudó a cargar a Maurizio. Karlo entró último. Cerró la puerta tras él.
El helicóptero despegó.
Y desde el cielo, mientras se alejaban del infierno, Etna lo miró por última vez.
No lloró. No susurró su nombre. No prometió venganza.
Solo miró.
Y en sus ojos, ardía la próxima guerra.

INTERIOR – REFUGIO SUBTERRÁNEO – AFUERAS DE Catania.

Punto de vista: Etna.


La puerta de titanio se cerró detrás del último rescatado con un sonido seco, hermético.
El pasillo se iluminó al paso de las botas. Luz blanca, limpia. Paneles antibalas. Cámaras térmicas y escáneres biométricos integrados en las paredes. Este no era un escondite. Era un búnker diseñado por alguien que entendía la guerra desde la mente y no solo desde la pólvora.
Pietro fue acomodado en una camilla portátil. Su rostro aún desencajado. La herida del costado reabierta. No decía nada. Solo respiraba con dificultad. Karlo le sostenía la mano. Maurizio, en el fondo, con el brazo vendado, caminaba apoyado en la pared. Estaban vivos… pero lo sabían: no estaban completos.
Un médico de traje gris, gafas translúcidas y pulso firme se les acercó. No pidió permiso. Médico: —“Tenemos estabilización, suero, escáneres internos. No harán preguntas. Solo trabajen.”
Y lo hicieron. Les retiraron las armas, los chalecos. Cortaron los vendajes sucios. Los rodeó el silencio… hasta que se oyó. El sonido de pasos medidos.
Una figura se acercó desde el fondo del corredor. Alta. Recta. De pasos calculados. Cada pisada como una sentencia.
Etna Catania
Mide aproximadamente 1.78 metros. Su complexión es atlética, delgada pero fuerte. Etna tiene un cuello largo, delgado, donde las venas y tendones sobresalen cuando está bajo tensión. Suele cubrirlo parcialmente con cuellos altos o con su equipo táctico. Sus hombros, antes delicados, han ganado definición. La musculatura de su espalda y brazos es ahora firme. No exagerada, pero tonificada por entrenamiento regular. Lleva meses de práctica en combate cuerpo a cuerpo. Sus manos son de Dedos largos, uñas cortas y bien cuidadas. Sin esmalte. Solo funcionalidad. Las manos de Etna no tiemblan. Aprietan, disparan, ordenan. Tiene un tatuaje pequeño en el interior de la muñeca izquierda: un triángulo negro invertido, símbolo de su transformación. De pechos Boluptuosos y firmes. Abdomen plano, cintura estrecha,, caderas proporcionadas acompañadas de un tracero firme y redondo. Cada parte de su cuerpo parece diseñada para la eficiencia. De Piernas largas, fuertes, acostumbradas a correr, agacharse, saltar. Su andar es sigiloso, casi militar. No arrastra los pies, no se detiene a observar flores. Su columna está siempre recta. No busca llamar la atención por sensualidad, sino por presencia. Su andar es firme, seguro, de pasos largos, siempre en línea recta.
Se nota claramente que es una mujer.
lleva el pelo teñido de negro azabache, liso y perfectamente alisado. Lo mantiene recogido en un moño bajo y severo, con una raya lateral precisa. No hay un solo cabello fuera de lugar.
De un verde oscuro casi imposible de clasificar, sus ojos ya no brillan con ternura ni ilusión. Ahora están permanentemente tensos, afilados, observando con detenimiento y juicio. Las ojeras apenas visibles, difuminadas con maquillaje sutil, no esconden el insomnio. Tiene una mirada de cazadora: fija, penetrante, desconfiada. Solo quien la conocía puede notar cuánto han cambiado. Sus cejas son arqueadas, delineadas con una precisión quirúrgica, algo más oscuras que su cabello, y resaltan su expresión siempre calculadora. Su rostro es afilado, de facciones angulosas y pómulos bien definidos. La piel, antes cálida y rosada, ahora luce más pálida, casi porcelana, con un subtono grisáceo por el estrés, las noches sin dormir y la guerra. Su nariz es recta, sin alteraciones. Funcional, elegante. Sus labios, de forma simétrica y carnosos, ya no sonríen con naturalidad. El labial que usa es un rojo oscuro opaco, similar al vino envejecido. Aplica el color con una precisión militar. Su boca habla con firmeza, rara vez con afecto. Una cicatriz reciente atraviesa el lateral derecho de su mandíbula, desde el nacimiento del lóbulo de la oreja hasta casi tocar la comisura de los labios. Fina, blanquecina, limpia. No la oculta. Es parte de su nuevo rostro. Su historia la lleva en la piel.
Cubre sus ojos con Gafas de sol estilo visor con montura envolvente en azul tinta mate marca Frost Signal.
Lleva Auriculares tácticos in-ear negro con acentos azul glaciar. marca Arctic Edge en las orejas.
Lleva chaqueta blindada modelo Pulse Hybrid-Vest Azul glaciar con reflejos carbón marca Frost Signal sobre los hombros.
Viste Chaqueta soft-shell modular gris plomo marca Frost Signal.
Lleva Guantes ultraligeros térmicos azul profundo marca Frost Signal en las manos.
usa Leggings negro carbón marca Frost Signal.
Calza zapatillas Tácticas de media caña en gris oscuro marca Frost Signal.
Desprende un aroma a Midnight Aura from Eternelle Essence cuando te le acercas.
Llevaba la chaqueta blindada abierta hasta la clavícula. Su figura atlética, estilizada, resaltaba sin intención. Solo por presencia. Los leggings negros delineaban la tensión precisa de cada músculo. La coleta tirante no dejaba margen a la nostalgia. El rostro: cortante, pálido, implacable.
La cicatriz blanca sobre su mandíbula brillaba bajo el neón. Los labios rojo vino, cerrados con una determinación muda. Las gafas oscuras ocultaban los ojos, pero el aire… el aire cambió cuando entró.
Karlo fue el primero en reaccionar. Se levantó. No del todo sorprendido, pero sí afectado.
Karlo dice con acento siciliano: "Chiara… "
Etna no se detuvo. Caminó directo hacia él. Lo miró. Luego… se quitó las gafas.
Etna con voz firme, sin vibración:
Dices con acento Catanés, "—“Ya no soy Chiara."
Karlo tragó saliva. No respondió al instante.
Dices con acento Catanés, "“Chiara murió con Leila. Yo… soy lo que queda para vengarla."
Pietro la miró desde la camilla. Por un segundo… la reconoció. Y luego, no. Esa no era la Chiara que conocieron.
Etna se giró hacia él. No con ternura. Con juicio. Lo evaluó de arriba abajo. No por compasión. Por estrategia.
Dices con acento Catanés, "“Te estás muriendo. No solo por dentro. ¿Piensas hacer algo… o prefieres que la muerte sea lo único que te quede de ella?"
Pietro frunció el ceño, dolido.
Pietro dice con acento siciliano, "¿Quién eres tú para juzgarme…? "
Etna se acercó más. Su aroma —Midnight Aura— acarició el aire como una amenaza elegante.
Dices con acento Catanés, "“Soy la única que no va a esperar a llorar cuando todo se caiga. La única que planeó durante años cómo destruir a Matteo Ferrari. Porque mientras ustedes se partían por amor o lealtad… yo tomaba nota. Yo observaba."
Dices con acento Catanés, "ví como mi megliore amica luchaba para sobrevivir cada día. "
Karlo intervino, con voz seca. Karlo dice con acento siciliano, "¿Por qué ahora? "
Etna se giró. Lo miró. Ese Karlo que sabía quién era… y aún así, dudaba.
Dices con acento Catanés, "“Porque Leila me salvó la vida más veces de las que ustedes sabrán. Porque le debo lo que soy. Y si está muerta… entonces yo no tengo otra misión más que hacer que todos los que le hicieron daño… paguen."
Etna dio media vuelta. Abrió una consola digital incrustada en la pared. Pantallas táctiles. Drones desplegados. Rutas. Rostros. Rastreos.
Dices con acento Catanés, "“Los vamos a encontrar. A Gianlorenzo. A Don Matteo. A cada uno de los que vendieron su alma por hundir a Leila."
Etna respiró hondo. Volvió a colocarse las gafas. El rostro volvió a ser piedra.
Dices con acento Catanés, "“Pero antes… ustedes van a sanar. Porque no me sirven muertos. Me sirven despiertos. Con rabia. Y con sed."
Maurizio soltó una carcajada amarga. Se acomodó en una silla, con el brazo vendado.
Maurizio dice con acento siciliano, "¿Y tú, Etna? ¿Cuánta sed llevas cargando? "
Etna lo miró, sin pestañear.
Dices con acento Catanés, "“La de un volcán dormido. Que ya despertó."
Dices con acento Catanés, "de ese volcán que tanto Leila amaba. "
Y entonces, por primera vez desde que escaparon del infierno, los tres hombres se sintieron parte de algo otra vez. Algo más grande que el dolor.
Etna tomó el mando.

Una ceremonia de despedida bajo el volcán por la madrugada.

EXTERIOR – FALDAS DEL VOLCÁN ETNA – MADRUGADA
El viento era frío. No por el clima, sino por el vacío que dejaba. Un claro entre la aridez volcánica. Rocas negras, cenizas secas, tierra que aún conservaba el calor subterráneo. A lo lejos, el Etna dormía. Silencioso. Imponente. Como si supiera lo que estaba por ocurrir a sus pies.
Cuatro figuras caminaban en fila. Etna al frente. Karlo a su lado. Detrás, Maurizio, aún vendado. Y cerrando la marcha… Marttina. Envuelta en un abrigo negro largo, con el rostro más serio que nunca. A su lado, un dron de vigilancia sobrevolaba en silencio. El cielo estaba despejado. La luna apenas recortaba las siluetas.
Nadie hablaba. Las palabras no eran necesarias. Al llegar al círculo de piedra que Etna había marcado el día anterior, se detuvieron. Allí, en el centro, una caja metálica, cerrada herméticamente, con el emblema de la familia Ferrari tallado en rojo oscuro. Dentro, los restos calcinados del chaleco táctico de Leila, su reloj, su anillo de ónix, su fragancia “Indecent from Piccolo Eabanne” atrapada aún en la tela… y un puñado de tierra del último lugar donde fue vista con vida.
Etna se quitó las gafas. El reflejo lunar se estrelló contra sus ojos. Verde oscuro. Sin lágrimas. Solo un dolor mineral que la calaba hasta los huesos.
Marttina dio un paso al frente. Llevaba una pequeña urna de piedra blanca. Dentro, polvo. Ceniza. Algo que fue… alguien. Que fue parte de todas.
Marttina dice en voz baja: —“Ella me enseñó a no tenerle miedo a la fuerza. Me dio alas… cuando todos querían que me quedara rota.”
Su voz quebró en las últimas palabras. Etna la sostuvo del codo, sin mirarla.
Karlo dio un paso al frente. Su rostro endurecido como el monte. El viento le agitó el cabello, pero él no se movió.
Karlo dice con acento siciliano, "Leila era mi jefa. Pero también era mi amiga. Mi familia. La única capaz de ordenarme algo sin que yo lo cuestionara. Porque ella... siempre sabía por qué luchaba. "
Maurizio se quitó la boina táctica. La sostuvo contra el pecho. No dijo mucho. Solo un susurro.
Maurizio dice con acento siciliano, "Y nosotros, Leila... aún no terminamos de pelear."
Etna cerró los ojos. Se arrodilló. Encendió una bengala silenciosa y la colocó al lado de la caja. Luego, con manos firmes, la abrió. El perfume escapó por un instante al aire seco. Midnight Aura… mezclado con humo, ceniza… y ausencia.
Dices con acento Catanés, ""Leila Ferrari no tuvo un funeral. Porque la muerte no sabe cómo enterrar a una mujer como ella. Hoy, nosotros… no la enterramos. La ofrecemos al Etna. A su montaña. A su furia."
Etna Sacó un pequeño frasco. Lo vació sobre la caja. Era su vino favorito. Vino que Leila había guardado para una victoria que nunca llegó.
Dices con acento Catanés, ""Princesa del terror. Hija del fuego. Reina de la guerra… y de nuestras vidas. No estás muerta si no te olvidamos."
Y entonces, con una señal seca de su mano, Karlo vertió gasolina sobre la caja. Maurizio encendió un encendedor táctico. Etna arrojó la bengala.
El fuego se alzó sin rugir. Elegante. Silencioso. Alto. El humo ascendía directo hacia la cima del volcán.
Etna se giró hacia Marttina. La miró con dureza. Pero su voz… fue otra.
Dices con acento Catanés, ""Leila murió por esta guerra. Pero su nombre… será el eco que la gane."
Marttina asintió. Sus ojos estaban rojos. Pero se mantuvo firme.
Marttina dice: "Y tú… Etna. ¿Estás lista para convertirte en lo que ella fue? "
Etna no respondió al instante. Solo miró el fuego. Luego… giró su rostro con lentitud. El reflejo de las llamas brilló sobre su cicatriz.
Dices con acento Catanés, "jamás podría ser una reina como ella. "
Dices con acento Catanés, "Yo no seré Leila. Yo seré peor. Porque ahora… no tengo nada que perder.""
El viento cambió de dirección. Las cenizas danzaban en círculos. Una señal.
Desde algún lugar, Pietro observaba en la distancia. Aún herido. Aún sin fuerzas para despedirse. Pero con los ojos clavados en el fuego.
La ceremonia terminó cuando la caja ya no existía. Solo brasas.
Y así comenzó la cuenta regresiva de una vendetta. Una que no conocía límites. Una que no pedía justicia… Pedía venganza.
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