Aquí se irán publicando las escenas de rol tanto de trama principal, como las que querais publicar los jugadores. Debido a la naturaleza de este foro, si se admite contenido NSFW.
¿Qué tal, chicos? Primero que nada, queremos agradecerles por leer toda la primera parte de esta loca historia que hicimos en conjunto con mi pareja, Ale y otros amigos. De verdad, les estamos muy agradecidos y esperamos que la hayan disfrutado.
Esta es la historia individual de Gianluca, para aquellos que quieran conocer más de este alocado villano y descubrir lo que pasará con él a continuación. ¿Se recuperará o no? ¿Intentará suicidarse, tratará de escapar, buscará recuperar a Lena? Quién sabe… eso tendrán que descubrirlo ustedes. En verdad, muchas gracias, y estén atentos a lo que sigue.
Por cierto... ¡hola soy Gianluca! ¿Saben qué? Mejor no lean nada. Total, no se pierden de mucho. O bueno… ¿saben qué? ¡Léanlo o no, no me importa! Nada tiene sentido, en fin. Bueno, lo siento chicos, algo raro pasó, pero no importa. Como dije, espero que les haya gustado, y mi novia y yo les agradecemos mucho.
mi traslado a estremera.
Punto de vista: Gianluca y Tallana.
Tallana entra a la celda con rostro cerio.
Suspiras profundamente.
Murmuras con acento Ensenadense, "parece un loco..."
Gianluca está sentado, agachado, y sumamente inexpresibo.
gritas: "moretti, no estás de vacaciones, muévete que nos vamos a tu verdadero hogar!".
Dices con acento Ensenadense, "no tengo tu tiempo!".
Gianluca la ignora por completo. e incluso voltea asia otro lado.
Tallana saca su arma reglamentaria y también las esposas.
Tallana se acerca a Gian, sujetándole con fuerza le esposa.
Gianluca no le toma importancia, pero tampoco se resiste.
Tallana lo empuja a la salida de la celda.
Dices con acento Ensenadense, "vamos!".
Gianluca camina sin fijarse a donde va, escucha la irritante y molesta voz de la oficial, a quilometros de distancia.
Tallana sale con él de la comisaría.
Tallana lo sube a la parte tracera de la patrulla.
El sol del mediodía caía pesado sobre Madrid, proyectando sombras cortas y agudas en el asfalto. En la patrulla principal, el ambiente era tan inmóvil como el silencio que llenaba el vehículo. Al volante, Tallana Mendosa mantenía su mirada fija en la carretera, mientras el tráfico de la ciudad avanzaba con lentitud en las horas de más movimiento. A su lado, en el asiento trasero de la patrulla, Gianluca Moretti permanecía en un estado de quietud absoluta. Su postura era rígida, casi inerte, y su mirada, vacía.
si no fuera por el subir y bajar del pecho de gian, pareciera un bil muerto, un muerto mas, al que nadie le tomaría importancia
A pesar del calor que filtraba a través del cristal, Gianluca no mostraba signos de incomodidad. Su piel pálida y su expresión apática parecían absorber la luz sin devolver ninguna chispa de emoción o vida. Tallana lo observaba ocasionalmente por el retrovisor, sin recibir nada más que un reflejo de su indiferencia.
Para Tallana, el traslado era una tarea simple y sin complicaciones. Había tenido a su cargo a detenidos que intentaban negociar su liberación, otros que no paraban de gritar o insultar, y hasta algunos que parecían disfrutar cada segundo, como si el viaje fuera un juego perverso. Pero Gianluca Moretti era distinto. Parecía estar en otro lugar, desconectado de su entorno, ajeno al bullicio de la ciudad que los rodeaba.
“¿Esperas que te hable, Moretti?”— dijo Tallana, rompiendo el silencio con un tono neutro.
Gianluca está totalmente perdido en sí mismo. No se mueve, no se expresa, no reacciona. En su mente, solo hay un pensamiento, un recuerdo, un dolor. Lena... su nombre parecía tan lejano, como el silbido de un tren que se aleja. Lena... aquella chica que era su paz, su calma, pero que por fin lo dijo. Aquello que ella le quitaba en su presencia, él se lo daba sin quererlo o sin pensarlo.
Ese infierno que él vivía siempre, cada maldito despertar, cada segundo... para ella, él era su infierno.
¿Y qué importaba ya? Sí… para ella era eso. ¿Qué sentido tenía tenerla? ¿Qué sentido tenía tratar de manipularla, convencerla? ¿Qué sentido tenía todo? Nada. A Gian ya no le importaba absolutamente nada; desearía estar muerto con todo el puto infierno que siente cada segundo de su maldita y perra existencia. Malditos sean sus padres, malditos sean una y mil veces.
El sonido de los coches al pasar era lo único que rompía la quietud, y Tallana sentía que el tiempo se estiraba. Al otro lado de la radio, la voz de otro oficial se escuchó brevemente, informando la posición de la caravana de escolta. Tres patrullas seguían a la suya, aunque parecía innecesario, pues Moretti no daba señales de resistencia o interés en el trayecto.
“No me lo esperaba así,”— murmuró Tallana, más para sí misma que para él.
La luz del mediodía pintaba la ciudad de un tono blanco implacable, y algunos transeúntes miraban con curiosidad a la caravana de patrullas, susurrando entre ellos. Para el resto, la procesión policial no era más que un vehículo más en el tráfico.
Los ojos grises de Gianluca Moretti, antes brillantes, rebosantes de maldad, astucia e inteligencia, ahora vacíos, carentes de brillo, de reacción, de algo que delatara tan siquiera un rastro de vida. ¡Ni siquiera se dignaba a abrir los ojos! Pero aquel infierno que cada día lo consumía, cada segundo, cada milisegundo, cada centímetro que caminaba, que existía, que inhalaba, exhalaba cada momento de su patética y perra existencia. Si antes carecía de emociones, o al menos de muchas, ahora ya no le quedaba nada a lo que aferrarse: ningún recuerdo, ninguna vivencia, nada. Apenas el recuerdo nítido de aquella chica a la que tanto había lastimado, pero que era su paz, la que lo mantenía en calma, comenzaba también a desvanecerse. Si antes era carente de emociones y empatía, ahora no era más que un saco de carne y huesos humanos.
Moretti giró apenas el rostro, sus ojos sin expresión miraron de soslayo a la oficial antes de volver a fijarse en algún punto indefinido frente a él. La tensión entre ellos era mínima, una sensación de rutina que nada alteraba. El contraste entre su anterior vida y este destino como prisionero era casi irónico, pero ni siquiera eso parecía afectarle.
Con cada kilómetro, la prisión se acercaba, y la realidad de su destino parecía evaporarse en la misma apática indiferencia con la que Gianluca vivía cada minuto de aquel traslado.
Gian no sentía nada… o bueno, sentía tener las cosas ya, ni siquiera las pocas pinturas o algo que pudiera recordar. Sentía como si cada recuerdo, como si toda evidencia, como si cada momento que había experimentado fuera borrado de tajo. Como si estuviera desapareciendo bajo un manto de color negro, opacado por aquello a lo que llamaba infierno.
Finalmente la patrulla se acercó a la entrada de la penitenciaría.
Gianluca murmura con acento napolitano, "hasta nunca..."
Tallana ha apagadó el coche y bajando de este mismo abrió la puerta de moretti.
Dices con acento Ensenadense, "vamos. "
Gianluca suspira profundamente.
Gianluca se levantaba mientras por fin abría los ojos.
Tallana lo baja del auto, encaminándolo hacia la entrada del edificio.
Gianluca caminava lento, poco le importaba si se caía o aquella policía, solo caminaba sin pensar
Acabas de llegar a Centro Penitenciario Madrid VII tu nuevo lugar de reclusión.
Estremera; Centro Penitenciario Madrid VII
El centro penitenciario es una instalación diseñada para la reclusión y rehabilitación de personas condenadas. La arquitectura es funcional y moderna, con un enfoque en la seguridad y el bienestar de los internos. El diseño incluye áreas de convivencia, trabajo y recreación, promoviendo la reintegración social.
Tallana lo conduce a la entrada del edificio.
Gianluca Moretti (criminal) se marcha.
Centro Penitenciario Madrid VII - Edificio Administrativo
No ves nada especial.
Tallana saluda a los encargados de la pequeña recepsión y hace el registro rápido de Gian.
Tallana conduce a gian a su celda.
Centro penitenciario Madrid VII - Patio Central
El patio central es un espacio amplio y al aire libre, rodeado por muros altos y cámaras de seguridad. Está diseñado para permitir la actividad física y el esparcimiento de los internos. Equipado con canchas deportivas, áreas verdes y bancos, el patio ofrece un ambiente controlado para que los reclusos interactúen y se mantengan activos.
Salidas visibles: edificio-administrativo, modulo-mujeres, talleres, comedor, y modulo-hombres
Centro Penitenciario Madrid VII - Módulo Masculino
Este es el módulo habilitado para los privados de libertad de sexo masculino. Las celdas para hombres son similares en diseño, pero pueden ser más numerosas en términos de capacidad. Estas celdas también están equipadas con camas, lavabos y armarios. Las áreas comunes permiten la socialización y la participación en programas de rehabilitación.
Salidas visibles: fuera, pasillo, baños, y celdas
Centro Penitenciario Madrid VII - Celdas
Tallana empuja a gian a su celda, y le cierra los barrotes
Estás en una celda compartida. La pared posterior cuenta con un pequeño ventanuco que casi roza el techo, por donde apenas entra luz solar. en una esquina hay un pequeño lavamanos, un armario diminuto con dos compartimentos y dos camas individuales pegadas a cada pared. Frente a las camas los barrotes permiten la visibilidad al interior de la celda, pero solo puede abandonarse la celda si se abre la cerradura de seguridad.
Última edición por Larabelle Evans el Mié Nov 27, 2024 1:32 am, editado 1 vez en total.
Leila entra a la comisaría poniendo su mejor sonrisa.
Suspiras profundamente.
Sonríes.
Dices con acento siciliano: "Ciao."
Emilio se encuentra tras el escritorio, con la mirada algo triste, pero trata de sonreír al ver que alguien entra.
Dices con acento siciliano: "¿Qué tal?"
Emilio dice con acento mexicano: "Buenas tardes."
Emilio dice con acento mexicano: "Am, bien, supongo."
Emilio dice con acento mexicano: "¿Qué necesita?"
Dices con acento siciliano: "Vengo a preguntar por un preso."
Emilio dice con acento mexicano: "Dígame su nombre, por favor."
Dices con acento siciliano: "Gianluca Moretti."
Emilio se sorprende bastante.
Emilio dice con acento mexicano: "Disculpe, ¿quién lo busca?"
Dices con acento siciliano: "Soy su prima, vengo desde Italia enterándome de las malas noticias."
Leila finge una cara triste.
Emilio piensa: "Um, no hay registro de familiares…"
Suspiras profundamente.
Emilio piensa: "Nah, qué importa."
Emilio dice con acento mexicano: "Moretti fue trasladado."
Leila se sorprende.
Dices con acento siciliano: "¿Qué? ¿Pero adónde, por Dios?"
Leila pone cara impresionada.
Suspiras profundamente.
Dices con acento siciliano: "Ay, pobre Gian..."
Emilio dice con acento mexicano: "Por los delitos que ha cometido, se le ha trasladado al centro penitenciario."
Dices con acento siciliano: "Ay, Gian… pobre, ha sufrido tanto con su enfermedad. ¿Y a qué cárcel fue?"
Emilio dice con acento mexicano: "Está en el municipio de Estremera."
Suspiras profundamente.
Emilio dice con acento mexicano: "A las afueras de la ciudad."
Dices con acento siciliano: "Vaya, tendré que buscar eso en el GPS. Gracias, oficial, espero poder ir a verlo…"
Emilio asiente afirmativamente.
Emilio dice con acento mexicano: "Que tenga un buen día."
Emilio suspira profundamente.
Leila sonríe fingiendo y se da la vuelta para caminar hacia la salida.
Suspiras profundamente.
Comunidad de Neo-Madrid; Afueras de la comisaría de Moratalaz.
Te encuentras en las afueras de la comisaría de moratalaz, situáda en el número 1 de la calle tacona en Moratalaz. El acceso a esta vía se encuentra interrumpido por las obras, por lo que la única forma de entrar y salir de ella es utilizando un vehículo.
Salidas visibles: entrar
El clima actual es Parcialmente nublado y la temperatura es 11.7 grados Celsius.
Murmuras con acento siciliano, "diablos tengo que ir a un pueblo refundido para verte gian..."
Suspiras profundamente.
Ferrozzi Sirakusa de color vino tinto metalizado
No ves salidas en este lugar.
Cierras el vehículo.
Arrancas el motor.
Leila mira en su celular el mapa y busca estremera.
Dices con acento siciliano, "veamos."
Dices con acento siciliano, "esto será tan jodido."
Ferrozzi Sirakusa inicia un viaje entre localidades.
Leila se quiebra al encontrarse con el nuevo Gianluca.
Punto de vista: Leila y Gianluca.
Estremera; Carretera M-241
La M-241 conecta Estremera con otras localidades cercanas y forma parte de la red de carreteras que facilitan el acceso a esta zona rural. La carretera se extiende a lo largo de varios kilómetros, atravesando paisajes típicos de la región, caracterizados por campos y áreas agrícolas.
Ves Ferrozzi Sirakusa de color vino tinto metalizado aquí.
Salidas visibles: oeste
Te aproximas a las puertas del Centro Penitenciario Madrid VII.
Uno de los guardias te pide revisar tu documentación de identidad .
Tras verificar tu identidad y registrar tu ingreso, las puertas del Centro Penitenciario Madrid VII se abren.
Atraviesas las puertas del Centro Penitenciario Madrid VII.
Estremera; Centro Penitenciario Madrid VII.
El centro penitenciario es una instalación diseñada para la reclusión y rehabilitación de personas condenadas. La arquitectura es funcional y moderna, con un enfoque en la seguridad y el bienestar de los internos. El diseño incluye áreas de convivencia, trabajo y recreación, promoviendo la reintegración social.
Salidas visibles: fuera y edificio-administrativo
Suspiras profundamente.
Murmuras con acento siciliano, "que orrible lugar..."
Leila camina sin detenerse.
Centro Penitenciario Madrid VII - Edificio Administrativo.
Salidas visibles: fuera, direccion, sala-de-visitas, patio, enfermeria, y seguridad.
Leila saluda a los guardias que vigilan la pequeña recepción.
El guardia dice: "¿En qué le ayudamos, señorita?"
Dices con acento siciliano: "Vengo a visitar a un preso."
El guardia dice: "Dígame el nombre del preso."
Suspiras profundamente.
Dices con acento siciliano: "Gianluca Moretti."
el guardia busca en su libreta de registro.
el guardia dice: "lo llamaremos, espere porfavor en la sala de visitas."
el guardia se marcha en dirección a las celdas.
Suspiras profundamente.
Leila observa todas las salidas y camina lento a lo que parece la sala de visitas.
centro Penitenciario Madrid VII - Sala de Visitas.
Te encuentras en un espacio donde los internos pueden recibir a sus familiares y amigos en un ambiente controlado. Está equipada con mesas y sillas, y cuenta con medidas de seguridad como cámaras y personal de vigilancia para garantizar la seguridad de todos los presentes.
Salidas visibles: fuera y puerta.
Leila entra a la sala esperando que llegue gian.
Leila se sienta en una silla.
Te sientas.
Suspiras profundamente.
Leila se inquieta de ver que gian no llega.
Sacas un cigarro de la cajetilla.
Coges el cigarro entre los dedos y lo enciendes dando una primera calada.
Das una calada al cigarro y luego de unos segundos botas el humo.
Das una calada al cigarro y luego de unos segundos botas el humo.
Murmuras con acento siciliano, "cuantas ganas de verte tengo gian, si supieras como te extraño..."
Suspiras profundamente.
Mientras tanto, en el módulo masculino del centro penitenciario, Gianluca se encontraba en su celda. Sentado en su cama, inexpresivo como siempre o, al menos, desde que había llegado, su rostro no había cambiado ni un poco.
Uno de los guardias llega hasta donde se encuentra Gian y dice: "Moretti, tiene visita."
Gianluca continúa inexpresivo y solo levanta la mirada al escuchar al guardia.
Gianluca dice con acento napolitano: "No me importa... no quiero ver a nadie..."
El guardia suspira profundamente.
El guardia dice: "Mire, Moretti, yo solo hago mi trabajo. Y si no quiere ver a nadie, dígaselo usted mismo."
Gianluca suspira profundamente.
Con la misma expresión apática de siempre, Gianluca se levanta para que el guardia abra la celda y acabar con esta estupidez cuanto antes.
El guardia lo conduce por el módulo masculino hasta llegar al pasillo y, finalmente, a la puerta que lleva a la sala de visitas.
Gianluca entra a la sala de visitas apático, como siempre. Su expresión es totalmente neutral, y sus ojos grises están más vacíos de lo normal. No muestra nada.
Gianluca camina por la sala de visitas y visualiza a Leila sentada.
Leila mira entrar a gian, ya no es el mismo que conoció en la uni, ella se angustia al verlo así, se levanta para ir y abrazarlo con necesidad.
Abrazas a Gianluca.
pero gian no reaxiona a su contacto, no se mueve, no muestra nada.
Dices con acento siciliano, "Gian amore que tienes, Gian mírame, ¿si?".
Gianluca no le hase caso, no la mira, no quiere haserlo.
Leila se asusta de verlo tan mal, realmente nunca nadie despierta enpatía en ella, nisiquiera por su profesión, pero con gian, con él ella es diferente.
Dices con acento siciliano: "Gian, amore, reacciona, tú no eres así."
Gianluca finalmente la mira, fijando sus ojos ahora vacíos en Leila.
Leila aún lo tiene abrazado y le acaricia el rostro con sus dedos.
Gianluca parece un cadáver viviente; no habla, no se mueve, no parpadea, solo respira. No reacciona al contacto físico.
A Leila se le escapan unas lágrimas, aunque no quiera.
Gianluca finalmente habla.
Gianluca dice con acento napolitano: "¿Qué...?"
Murmuras con acento siciliano: "No puede ser que esa maldita esclava te haya convertido en esto..."
Gianluca dice con acento napolitano: "¿Qué quieres, Leila...?"
Dices con acento siciliano: "Amore, reacciona."
Gianluca niega con la cabeza.
Gianluca dice con acento napolitano: "No sé de qué hablas..."
Dices con acento siciliano: "Dime qué tienes. ¿Por qué estás así?"
Gianluca dice con acento napolitano: "Por nada... ya nada importa... absolutamente nada..."
Dices con acento siciliano: "Pero Gian, yo quiero sacarte de aquí."
Gianluca dice con acento napolitano: "¿Para qué...? ¿Qué quieres lograr...? Ya no importa..."
Dices con acento siciliano: "Vámonos a Sicilia, amore. Estarás bien."
Das una calada al cigarro y luego de unos segundos botas el humo.
Gianluca dice con acento napolitano, "para que... leila... dime para que..."
Dices con acento siciliano, "para que vuelvas a pintar, vuelvas a ser el de antes."
Gianluca niega con la cabeza.
Gianluca dice con acento napolitano, "ya nada importa... entiende..."
Dices con acento siciliano, "amore. yo, yo..."
Suspiras profundamente.
Das una calada al cigarro y luego de unos segundos botas el humo.
Gianluca dice con acento napolitano, "y para que boy a pintar... si todos me umillaban..."
Gianluca dice con acento napolitano, "vasta leila... no tiene caso..."
Dices con acento siciliano, "amore, no me dejes sola, tú bien sabes todo lo que me hizo mi padre para combertirme en esto que soy ahora."
Das una calada al cigarro y luego de unos segundos botas el humo.
Gianluca dice con acento napolitano: "Leila... ya no siento nada... entiende... aunque quisiera... aunque no quiera... no serviría de nada..."
Lloras desconsoladamente.
Gianluca no muestra nada al verla llorar, ya no muestra nada como antes.
Leila no lo suelta, le cuesta separarse de él. está decidida a traerle un abogado aunque se niegue.
Suspiras profundamente.
Gianluca no se mueve, no se la quita, no la aparta, por que ya nisiquiera eso siente.
Leila se separa un poco de él para mirarlo.
Leila fuma para intentar controlarse.
Das una calada al cigarro y luego de unos segundos botas el humo.
Das una calada al cigarro y luego de unos segundos botas el humo.
Dices con acento siciliano, "te sacaré amore, volverás a ser ese pintor que me gustaba."
Gianluca niega con la cabeza.
Gianluca dice con acento napolitano, "no... leila... ya... no..."
Leila anciosa se acerca para besar sus labios.
Besas a Gianluca.
Gianluca no reacciona a los labios de Leila. Ya no devuelve el gesto con lujuria como antes.
Leila devora sus labios con algo más que deseo; sabe dentro de sí misma que lo ama.
Besas a Gianluca.
Gianluca, por unos milisegundos, mueve los labios, pero tan rápido como lo hizo, se detiene.
Leila murmura en sus labios: "Te amo, ni siquiera sé por qué. Aunque lo nuestro no tenga futuro, porque no dejaré la mafia, y eso a ti no te gusta, es lo que elegí para mí... yo te amo, amore..."
Gianluca se mantiene neutral como siempre, pero la mira a los ojos tratando de combenserla
Leila con dolor y frustrasión se separa de gian, al ver que los guardias llegan por él.
el guardia dice: "ya se acabó la visita."
Gianluca dice con acento napolitano, "okai..."
Dices con acento siciliano, "gian..."
Gianluca dice con acento napolitano, "no vuelbas... leila... no regreses..."
el guardia saca a gian antes que ella pueda decir palabra alguna.
Suspiras profundamente.
Leila se limpia los ojos, intenta dicimular y sale de la sala.
Gianluca es conducido de nuevo a su celda, y vuelve a ser encerrado.
Leila mientras sale de la cárcel dice: "te sacaré amore, serás libre, o mato a esa perra italiana"
Centro Penitenciario Madrid VII - Edificio Administrativo
Salidas visibles: fuera, direccion, sala-de-visitas, patio, enfermeria, y seguridad
Estremera; Centro Penitenciario Madrid VII
El centro penitenciario es una instalación diseñada para la reclusión y rehabilitación de personas condenadas. La arquitectura es funcional y moderna, con un enfoque en la seguridad y el bienestar de los internos. El diseño incluye áreas de convivencia, trabajo y recreación, promoviendo la reintegración social.
Salidas visibles: fuera y edificio-administrativo
Los guardias abren el portón.
Atraviesas las puertas y abandonas el Centro Penitenciario Madrid VII.
Estremera; Carretera M-241
La M-241 conecta Estremera con otras localidades cercanas y forma parte de la red de carreteras que facilitan el acceso a esta zona rural. La carretera se extiende a lo largo de varios kilómetros, atravesando paisajes típicos de la región, caracterizados por campos y áreas agrícolas.
Ves Ferrozzi Sirakusa de color vino tinto metalizado aquí.
Salidas visibles: oeste
Leila saliendo a la carretera se permite llorar.
Leila le sonnrió a su auto, antes de subirse en este seguida por sus guardias que la esperaban afuera.
Ferrozzi Cirus de color Azul Zafiro
No ves salidas en este lugar.
Cierras el vehículo.
Arrancas el motor.
Conduces hacia fuera.
Comunidad de NeoMadrid; plaza de Manuel Becerra
Salidas Visibles: oeste, este, sur, y noroeste.
El sonido del motor rugía bajo la estructura del lujoso automóvil de Leila, mientras avanzaba por las tranquilas calles de Madrid. El sol de la tarde se filtraba a través de las ventanillas, bañando su rostro con una luz cálida y dorada. Aunque el trayecto a Estremera sería largo, a Leila no le importaba. Su mente estaba ocupada con pensamientos y recuerdos de un hombre que había estado ausente de su vida, pero que aún ocupaba un espacio importante en su corazón: Gianluca.
Era su cumpleaños número 26, y Leila no había olvidado esa fecha. Nunca lo haría. Había pasado mes y medio desde que Gianluca fue arrestado, y aunque su presencia en la cárcel la llenaba de ira y frustración, hoy era un día especial. Hoy, no pensaba en la mafia, ni en los negocios, ni en las traiciones. Hoy solo quería hacerle sentir su amor. Hoy, quería que él supiera cuánto significaba para ella, aunque las circunstancias no fueran las mejores.
Con una determinación férrea, Leila condujo por las calles de Madrid, con el firme propósito de hacer que Gianluca tuviera una celebración, aunque fuera desde la lejanía de una penitenciaría. Antes de tomar la carretera hacia Estremera, tenía una parada que hacer.
El auto se detuvo frente a una pastelería en la Plaza Matute. La tienda, con su fachada delicadamente iluminada, desprendía un aroma dulce que se mezclaba con el aire de la tarde. Leila se bajó del coche con gracia y elegancia, con la misma seguridad que siempre la caracterizaba, como si nada ni nadie pudiera perturbar su calma.
Entró a la pastelería, y el pequeño timbre sobre la puerta anunció su llegada. La dueña, una mujer de mediana edad, la saludó con una sonrisa amable, pero Leila no tenía tiempo para charlas innecesarias. Se acercó al mostrador y, con la mirada fija, señaló el pastel que había estado observando desde su entrada: un pastel helado de sabor napolitano, con capas de chocolate, vainilla y fresa, decorado con finas capas de crema y frutas frescas.
Dices con acento Siciliano, "“Ese, por favor. Lo más grande que tenga.”"
La pastelería era pequeña, pero bien decorada, y el pastel parecía un símbolo de lo que Leila quería ofrecerle a Gianluca: algo dulce, algo especial, a pesar de las circunstancias amargas.
La mujer empacó cuidadosamente el pastel y Leila lo tomó con una mano, dirigiéndose hacia el siguiente destino. Pero no se conformaría solo con un pastel. Necesitaba algo más para hacer de este día uno memorable.
Leila entró en una tienda de vinos cercana, donde eligió una botella de vino tinto que sabía que a Gianluca le encantaba: un Barolo italiano de calidad. El aroma a madera y a fruta madura invadió su nariz mientras pagaba por la botella, acompañada de un par de copas de cristal fino.
Dices con acento Siciliano, "esto es lo que necesito también. "
No importaba que Gianluca estuviera tras las rejas. Él merecía el mejor regalo. No solo para él, sino para ella también. Porque en esos momentos de fragilidad, como la que había mostrado en su último encuentro, Leila sentía que su amor por él era lo único que la mantenía humana.
Con el pastel, el vino y las copas cuidadosamente guardadas en el asiento del copiloto, Leila condujo hacia su última parada antes de Estremera: un estudio de pintura en la Calle Mayor. Era un lugar discreto, casi escondido, donde los artistas locales vendían sus obras, y donde Leila había encontrado varias piezas que le habían gustado. Hoy, pensaba en Gianluca y en su amor por la pintura, por los lienzos que le había visto dibujar en su tiempo libre, cuando su vida no estaba marcada por la cárcel ni por la violencia.
El vehículo se pone en marcha.
Tiempo estimado de trayecto: 3 minutos.
El vehículo se detiene al llegar a su destino.
apagas el motor.
Abres el vehículo.
Comunidad de NeoMadrid; Calle Mayor.
Ves una casa de estilo gótico de color Celeste, una casa de estilo colonial de color Gris claro, una casa de estilo ecléctico, una casa de estilo neoclásico, una casa de estilo moderno, y Ferrozzi Cirus de color Azul Zafiro aquí.
Salidas visibles: sol, palacio-de-los-consejos, iglesia-del-sacramento, plaza-mayor, tienda, oeste, estudio, calle-de-bailen, noreste, sur, y consultora
Comunidad de NeoMadrid; Estudio de la asociación Yopinto
Ves Un cuadro titulado reunión estelar aquí.
Salidas visibles: fuera
Al entrar, el aroma a óleo y a madera vieja la envolvió. Salió con un par de lienzos en blanco, cuidadosamente envueltos en papel, que podría llevar a Gianluca. Quizás no podía regalarle la libertad, pero al menos podía darle algo que pudiera llenar su mente y su alma mientras permanecía prisionero.
Con todos los regalos reunidos, Leila volvió a su auto y tomó un respiro profundo. Miró el reloj en el tablero. Tenía el tiempo contado. No iba a desperdiciar ni un minuto más. La carretera hacia Estremera estaba a pocos kilómetros, y sabía lo que tenía que hacer.
Ferrozzi Cirus de color Azul Zafiro
No ves salidas en este lugar.
Cierras el vehículo.
Con el corazón palpitando fuerte, Leila arrancó el auto y se dirigió por la carretera, el sol comenzando a esconderse detrás de las colinas mientras ella se adentraba en el camino hacia Estremera. Sabía lo que tenía que hacer. Y esa tarde, no sería la misma para ninguno de los dos.
El sonido del motor del automóvil de Leila se fusionaba con el viento que azotaba la carretera, mientras avanzaba a toda velocidad por la autopista. La tarde estaba cayendo lentamente, pero la oscuridad aún no había cubierto el cielo. La carretera hacia Estremera era tranquila, pero en su mente, el latido de su corazón resonaba como un tambor. Hoy era el día. El día en que vería a Gianluca de nuevo, el día en que podría entregarle algo más que palabras.
Leila se acercaba a la penitenciaría, el edificio gris y frío se perfilaba en el horizonte, rodeado por una vasta extensión de tierra desolada. Mientras se acercaba, su respiración se volvía más controlada, sus ojos fijos en el horizonte. El lugar era imponente, y aunque Leila nunca había temido a los muros que rodeaban a los demás, sentía una presión en el pecho que no podía ignorar. Estaba a punto de entrar en un mundo que no le pertenecía, pero el amor por Gianluca la hacía avanzar sin dudar.
Al llegar a las puertas de la penitenciaría, Leila detuvo el automóvil. Un guardia, con uniforme verde y gorra, se acercó a su ventana. Su mirada era fría, profesional, pero algo en el porte de Leila hacía que no se atreviera a hacerle preguntas innecesarias. Ella no era una persona que necesitara presentaciones.
—Guardia: "Buenas tardes, señora. ¿A qué se debe su visita?"
Leila no perdió tiempo. Con una calma imperturbable, le entregó su identificación y explicó el motivo de su visita.
Dices con acento Siciliano, ""Vengo a ver a Gianluca. Mi nombre es Leila Ferrari, soy su... conocida.""
El guardia asintió sin decir una palabra, observando la identificación y luego marcando algo en su dispositivo. Tras unos momentos, volvió a levantar la vista.
—Guardia: "Tiene permiso para pasar, señora. Le mostraré la sala de visitas."
Leila le dedicó una mirada fría, una leve inclinación de cabeza, y salió del coche con elegancia. Se acercó al edificio con una determinación absoluta, mientras el guardia la guiaba por un largo pasillo. Las paredes de concreto gris y la atmósfera fría y estéril de la prisión le daban una sensación de claustrofobia que Leila combatía con su presencia fuerte, como si ella misma fuera una fuerza imparable.
Finalmente llegaron a la sala de visitas. Era una habitación sobria y funcional. Las paredes blancas, las mesas de metal con sillas a su alrededor, todo diseñado para evitar cualquier tipo de intimidad. Los demás presos y sus familiares ya se encontraban allí, en silencio, separados por la barrera de seguridad, esperando. Leila no les prestó atención, su foco estaba en lo que importaba: Gianluca.
El guardia la indicó que tomara asiento en una de las mesas, cerca de una pared donde estaba un vidrio grueso separando las visitas de los reclusos. Leila asentó sin decir palabra, como si estuviera completamente en su lugar, como si el mundo entero se detuviera cuando ella llegaba.
Con un rápido movimiento, comenzó a sacar los regalos de su bolso. Primero, el pastel helado napolitano, que colocó con cuidado sobre la mesa. No le importaba que el pastel estuviera algo derretido por el calor, lo importante era que lo había traído con amor, algo para darle un toque dulce al día de Gianluca. Luego, colocó la botella de vino Barolo sobre la mesa, seguida por las copas de cristal fino. Todo estaba cuidadosamente dispuesto, incluso en ese espacio tan impersonal.
Finalmente, retiró los lienzos que había comprado en el estudio de pintura. Eran simples lienzos en blanco, pero representaban algo más que simples regalos materiales. Era un símbolo de la conexión que aún compartían, a pesar de la distancia que los separaba. Los acomodó con el mismo esmero, mirando cada uno de ellos como si estuviera dándole una parte de sí misma.
Mientras lo hacía, la espera parecía interminable. Cada minuto que pasaba en la sala aumentaba la tensión en su pecho. Podía escuchar las conversaciones lejanas, los murmullos de los demás visitantes, pero todo eso le resultaba distante, irrelevante. Todo lo que importaba ahora era que Gianluca estuviera allí, que sus ojos se encontraran con los de ella, que pudiera verlo y entregarle lo que había traído.
Punto de vista: Gianluca
Gianluca fue escoltado y conducido por unos guardias hasta llegar a la sala de seguridad. Él estaba con un rostro totalmente diferente y vacío, arrastraba los pies sin ganas y sus ojos reflejaban indiferencia pura. hasta que, por fin, llegan a la sala de visitas
El reloj en la pared avanzaba lentamente, pero Leila no miraba el tiempo. Su mente estaba ocupada en un único pensamiento: verlo, abrazarlo, decirle cuánto lo había extrañado. Lo demás podía esperar. Finalmente, una puerta se abrió al final de la sala y un guardia apareció, señalando con su mano que ya era el momento. Leila se levantó con la misma gracia que siempre la había caracterizado, como si todo estuviera bajo control, aunque su corazón latía con fuerza, ansioso por ese encuentro que tanto había esperado. La puerta se cerró detrás de ella, y en su interior, el sonido metálico del cierre resonó como un recordatorio de la jaula en la que Gianluca vivía ahora. Pero Leila no sentía miedo. Se acercó al vidrio, y esperó, mientras una figura apareció al otro lado.
Gianluca suspira profundamente.
Gianluca Ni siquiera la miraba directamente; solo enfocaba su vista en ella unos pocos segundos para, posteriormente, suspirar".
gritas: "gian!"
Leila se acercó a él para abrazarlo.
Gianluca Tenían mucho mejor aspecto esta vez, comparado con la última vez que leila fue a verlo. Esta vez se encontraba un poco más conectado con su realidad, aunque con su misma apatía e indiferencia de siempre.
Abrazas a Gianluca.
Gianluca no respondió el gesto solo se quedó quieto, sin decir palabra.
Leila lo mira a los ojos, notando ese vacío y frialdad que ahabía adquirido desde que decidió entregarse.
Dices con acento Siciliano, "amore..."
Gianluca dice con acento napolitano, "no me digas así, leila".
Gianluca dice con acento napolitano, "ciao"
Gianluca dice con acento napolitano, "que haces aquí?".
Dices con acento Siciliano, "a tí siempre te gustaba que te llamara así, yo era tu vella..."
Gianluca dice con acento napolitano, "sí, eso ya da igual. todo da igual".
Dices con acento Siciliano, "ven, te traje algo. "
Gianluca caminó junto a ella sin ganas y sin inportarle mucho sus palabras.
Leila lo guía hasta la mesa y le muestra los lienzos.
Leila coge los lienzos y se los entrega.
Gianluca Dirigió su mirada con lentitud hacia la mesita donde se encontraban aquellos lienzos en blanco. Suspiró, apático, sin saber qué decir o qué hacer. Posteriormente, levantó su rostro para observar fríamente los ojos de la que, hasta hace un tiempo, era su mejor amiga, casi su amante, pero que ahora le parecía una persona común y corriente, sin nada más, así como todo el resto del mundo, así como todas las cosas, así como todo lo que rodeaba; todo le daba igual.
Dices con acento Siciliano, "vamos, yo sé que amas pintar mi amore."
Gianluca dice con acento napolitano, "que pretendes, leila?"
Dices con acento Siciliano, "recordarte en tu cumpleaños que me tienes a mí."
Gianluca dice con acento napolitano, "la última vez te dige que no regresaras".
Dices con acento Siciliano, "ya lo sé, pero tú sabes como soy. "
Gianluca dice con acento napolitano, "y sí vienes para cambiar mi actitud, pierdes el tiempo"
Dices con acento Siciliano, "además necesitaba contarte mis cosas como siempre lo hacía. "
Gianluca sonrió con amargura. Recordar su cumpleaños era algo que pocas veces hacía, y es que, desde que tenía memoria, nunca lo había celebrado, excepto, claro, alguna que otra noche con Leila, pero poco más. Algo que, en este momento, ya le daba igual; son cosas que pertenecen al pasado, y si antes no había razones para celebrarlo, ahora menos.
Dices con acento Siciliano, "este es otro cumpleaños juntos amore, recuerdas que el año pasado lo festejamos en mi casa de Sicilia?".
Gianluca Se alejó unos cuantos pasos de Leila, para posteriormente suspirar y sentarse en una de las sillas, pensativo.
Gianluca dice con acento napolitano, "sí, pero no le veo importancia"
Gianluca dice con acento napolitano, "nunca uvo razones para festejar nada".
Dices con acento Siciliano, "ay, amore no digas eso."
Gianluca suspira profundamente.
Gianluca dice con acento napolitano, "Por qué no puedes entender que todo me da igual, Leila? Porque no puedes entender que yo, mi cumpleaños, Nápoles, tú o cualquier otra cosa me dan exactamente lo mismo. Ya no les doy importancia."
Gianluca dice con acento napolitano, "ya no importa nada".
Dices con acento Siciliano, "yo te entiendo mi amore, estoy igual y si no fuera por los negocios que tengo que mantener, todo se iría al diablo ahora mismo."
Gianluca dice con acento napolitano, "sí, pero a diferencia tuyo, no tengo nada ni nadie, y sabes que prefiero que sea así. Total, todo me da igual. Insisto, ya no tiene importancia, nada. No tiene importancia."
Abrazas a Gianluca.
Gianluca no corresponde el jesto
Dices con acento Siciliano, "yo necesitava verte, por cierto que uno de mis abogados se está haciendo cargo de tu juicio."
Leila abre la botella de vino sirviendo una copa.
Gianluca suspira profundamente.
Dices con acento Siciliano, "vamos amore, tú puedes salir de esto, volver a pintar irnos a nápoles de vuelta."
Gianluca, indiferente, empezó a ignorarla completamente, restándole importancia a su último comentario. No le importaba volver ni salir de donde quiera que estuviera. Realmente, ya no le veía sentido a continuar. ¿Y la pintura? Ni hablar; todo el tiempo había sido menospreciado por su propio arte, así que, en este punto, era lo que menos le importaba.
Gianluca dice con acento napolitano, "Deberías de marcharte, Leila. No sé qué haces aquí. Tampoco me importa, pero no vas a conseguir nada. Solo pierdes tu tiempo."
Leila lo mira triste.
Dices con acento Siciliano, "amore..."
Leila se bebe el contenido de la copa de inmediato tratando de calmar el dolor que le producía que gian la tratara de esa manera.
Gianluca dice con acento napolitano: "Ya no soy la persona que conociste, Leila; esa persona se perdió, se murió. Ya no importa, sigue con tu vida. Todo da igual, entiéndelo."
Dices con acento Siciliano, "¿por qué desquitarte conmigo de lo que pasó? si tú te entregaste fue porque tú quisiste, yo te apoyé en todo amore."
Leila lo mira triste sintiendo el peso de su frialdad con ella.
Gianluca dice con acento napolitano: "No me estoy desquitando con nadie, solo te estoy diciendo cómo lo veo. Sí me entregué, pero fue porque ya me da igual. Ese tiempo de estar juntos se terminó."
Gianluca dice con acento napolitano: "Ya no sirve estar juntos, ya no sirve de nada salir, ya no sirve de nada pintar. Ya no soy nadie, ya perdí toda emoción, ya no me importa lo que perdí. Incluso eso que perdí, también, a este punto, da igual."
Suspiras profundamente.
Gianluca la mira fríamente
Leila permaneció frente a Gianluca, sus ojos fijos en él, buscando una chispa de la persona que había amado, la persona que todavía quería creer que existía dentro de este hombre que ahora parecía tan apagado, tan derrotado. Las palabras de Gianluca caían sobre ella como gotas de agua fría, cada una más pesada que la anterior. No le importaba nada, ni el futuro, ni lo que habían vivido, ni siquiera ella. Nada le importaba.
Gianluca la mira con apatía, recorriéndola con la vista de arriba abajo, para luego desviar su mirada hacia la sala donde estaban.
La botella de vino, ya abierta, descansaba sobre la mesa de visitas, mientras Leila tomaba otra copa, mirando a Gianluca con tristeza. Su gesto era casi imperceptible, como si él ya no tuviera fuerzas para luchar contra su propia desilusión.
Dices con acento Siciliano, "amore..."
Leila dejó caer la copa sobre la mesa con un sonido sordo, tomando un sorbo largo, tratando de calmar el nudo en su garganta. Pero el dolor de verlo así, tan distante, tan perdido en su propio abismo, era más fuerte que cualquier vino.
Gianluca volvio la vista asia ella.
Suspiras profundamente.
Gianluca dice con acento napolitano, "que"
Leila suspiró profundamente, dejando la copa sobre la mesa con lentitud. Su mano temblaba ligeramente, y se acercó a él, tratando de captar su mirada, de hacerle ver que aún había esperanza. Aunque él no quisiera verla, ella no dejaría que se perdiera en esa oscuridad.
Dices con acento Siciliano, "no te dejaré solo y lo sabes"
Sus palabras fueron un intento de romper el muro que había levantado entre ellos. Pero Gianluca, como una sombra, simplemente se apartó más. Su indiferencia calaba hondo en Leila, y su corazón latía con un dolor palpable, un dolor que no sabía cómo sanar.
Leila lo mira también pero ella, con amor, ese amor que aún no le revelava y que la quemaba por dentro.
Gianluca negava sutilmente con la caveza, mientras que seguía viéndola.
Leila bajó la cabeza, los ojos llenos de tristeza. El hombre que había sido su refugio, su compañero, su amor, ahora solo estaba vacío. La persona que había conocido ya no existía. ¿Qué había pasado con Gianluca? ¿Dónde se había ido la chispa que compartían?.
Gianluca suspira profundamente.
La distancia entre ellos era abismal. Pero Leila no iba a rendirse. No aún.
Murmuras con acento Siciliano, "ti amo amore..."
Gianluca niega con la cabeza.
Leila permaneció en silencio frente a Gianluca durante unos segundos que parecieron eternos. Él no levantó la mirada. Sus ojos, vacíos, no tenían la calidez ni el fuego que alguna vez la habían cautivado. Cada palabra que había salido de su boca, cargada de indiferencia, todavía resonaba en la mente de Leila como un eco insoportable. Ya no soy la persona que conociste. Ya no importa nada.
Con un movimiento lento, pero firme, Leila se puso de pie. El peso del momento la oprimía, como si sus piernas no quisieran responder, pero su fuerza interior la obligaba a moverse. Miró una última vez los regalos que había dispuesto con tanto cuidado: el pastel helado, ahora comenzando a derretirse, la botella de vino sin compartir, los lienzos que tanto había imaginado en las manos de Gianluca. Todo se quedó allí, un símbolo tangible de un amor que él ya no parecía querer.
Sin decir una palabra más, giró sobre sus tacones y caminó hacia la puerta. Sus movimientos eran calculados, controlados, como si estuviera en un campo de batalla donde no podía permitirse el lujo de mostrar debilidad. Su corazón latía con fuerza, cada latido acompañado por un dolor insoportable que trataba de sofocar.
Gianluca también se levantava, mirando con apatía a su ex amiga, y esperando a que el guardia viniera.
El guardia la miró al pasar, pero no dijo nada. Leila le sostuvo la mirada, fría y firme, dejando claro que no necesitaba ayuda ni consuelo. Era Leila Ferrari. No había espacio para la vulnerabilidad.
Gianluca murmura con acento napolitano, "arribedershi..."
Al salir de la sala de visitas, el aire frío del pasillo la envolvió. Las paredes grises, el eco de sus propios pasos, todo parecía aplastarla. Pero no se detuvo. No podía detenerse. Cada paso era un esfuerzo por no derrumbarse, por no dejar que las lágrimas que ardían en sus ojos se derramaran.
Finalmente llegó a la entrada de la penitenciaría. El guardia de la puerta le devolvió sus pertenencias con una profesionalidad indiferente. Leila tomó sus cosas sin mirar a nadie, agradeciendo internamente que nadie la obligara a hablar. No tenía fuerzas para explicaciones.
Salió al exterior, donde el sol empezaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. Pero para Leila, el paisaje era una burla cruel. No podía disfrutar de su belleza. Todo lo que sentía era vacío.
Abres una de las puertas de Ferrozzi Cirus
Ferrozzi Cirus de color Azul Zafiro
No ves salidas en este lugar.
Cierras el vehículo.
Se subió a su auto con movimientos mecánicos, cerrando la puerta con un golpe seco. La soledad del vehículo era casi insoportable, pero al mismo tiempo, el único lugar donde podía permitirse bajar la guardia, aunque fuera por un instante. Colocó las manos en el volante, sus uñas perfectamente cuidadas se clavaban en el cuero. Su pecho subía y bajaba con respiraciones profundas, intentando calmar la tormenta que rugía dentro de ella.
Encendió el motor y comenzó a conducir, dejando atrás los muros grises de Estremera. El paisaje pasaba rápido frente a sus ojos, pero Leila no lo veía realmente. Sus pensamientos estaban atrapados en la sala de visitas, en las palabras que Gianluca le había dicho, en la forma en que había rechazado todo lo que ella le ofrecía.
Quería gritar, llorar, liberar todo el dolor que la consumía. Pero no lo hizo. Sus lágrimas ardían en sus ojos, pero no las dejó salir. No podía permitirse ser débil. ya No frente a los demás. No frente a sí misma.
La carretera parecía interminable. El silencio dentro del auto solo era interrumpido por el sonido del motor y el leve crujir de sus manos sobre el volante. Cada kilómetro que la alejaba de Estremera era un recordatorio de lo que había dejado atrás. De lo que había perdido.
Cuando finalmente llegó a la ciudad, estacionó el auto en un lugar apartado, lejos de miradas indiscretas. Apagó el motor y se quedó en silencio, con la cabeza apoyada en el volante. Allí, en la soledad de su coche, permitió que una lágrima escapara de sus ojos. Solo una. Pero fue suficiente para liberar algo del peso que llevaba.
—Eres una Ferrari —se dijo a sí misma, con un tono que mezclaba rabia y determinación—. No puedes romperte por alguien que ya no te quiere.
Tomó aire, enderezó su postura y miró su reflejo en el espejo retrovisor. Su rostro estaba impecable, salvo por el brillo de sus ojos enrojecidos. Limpió las lágrimas con un movimiento rápido, se retocó el labial rojo con precisión y volvió a ser la mujer que el mundo conocía: fuerte, implacable, intocable.